¡®El asesino de Times Square¡¯: una serie que no mitifica al monstruo
Joe Berlinger se centra en la segunda temporada de ¡®Crime Scene¡¯ (Netflix) en las v¨ªctimas y en el contexto social para construir un relato documental que huye del t¨®pico
El 2 de diciembre de 1979 la polic¨ªa encontr¨® en el Travel Inn Hotel de Nueva York los cuerpos quemados de dos mujeres decapitadas y con las manos amputadas. Estaban en el epicentro de la explotaci¨®n sexual, en la zona de Times Square, convertida en los setenta en un lugar infecto, carcomida por el crimen, controlado por las mafias, donde pod¨ªas encontrar, en materia sexual, cualquier cosa siempre que fueras hombre. Para las mujeres solo quedaba un papel reservado: el de v¨ªctimas. Quienes hayan visto The Deuce (David Simon, HBO) se har¨¢n una buena idea: algo similar, aunque sin la carga art¨ªstica de aquella serie.
Estas dos muertes son el punto de partida de la segunda temporada de Crime Scene, espacio de Netflix dedicado al true crime ¨Dhistorias basadas en delitos reales¨D y que en este caso se centra en las muertes perpetradas por el Asesino de Times Square, tambi¨¦n conocido como El asesino del torso, Richard Cottingham, quien mat¨® a al menos 11 mujeres en el este de Estados Unidos entre 1967 y 1980. Al igual que la primera temporada, los tres episodios de esta serie documental est¨¢n dirigidos por Joe Berlinger, responsable entre otros de Para¨ªso perdido, una trilog¨ªa realizada a lo largo de 15 a?os con la que consigui¨® que la Corte Suprema de Arkansas reabriera el caso por el asesinato en 1993 de tres ni?os en West Memphis y exonerara a los condenados. El estreno de Crime Scene, titulado Desaparici¨®n en el hotel Cecil, consigui¨® en las primeras semanas de emisi¨®n, a principios de 2021, m¨¢s de 45 millones de espectadores en todo el mundo, siempre seg¨²n los datos de Netflix. La historia se centraba en la desaparici¨®n y muerte de la estudiante Elisa Lam en 1991 en Los ?ngeles y su ¨¦xito de audiencia radicaba un fen¨®meno viral: el extra?o v¨ªdeo que mostraba las ¨²ltimas im¨¢genes con vida de la joven de 21 a?os en el ascensor del m¨ªtico hotel. Pero, a pesar de lo radical de la apuesta y de la lecci¨®n del ¨²ltimo cap¨ªtulo, Berlinger se alargaba demasiado, daba mucho espacio a quienes luego trataba de desacreditar y cre¨® un documento irregular.
Todo lo que fallaba all¨ª ha sido resuelto en El asesino de Times Square, producci¨®n en la que Berlinger ha lanzado un ¨®rdago. ¡°Trataba de ampliar el campo de visi¨®n para modificar el true crime como g¨¦nero¡±, ha asegurado en Vanity Fair. Para ello ha utilizado dos puntos de partida innegociables: por un lado, ha habido un cambio de enfoque, cada vez m¨¢s utilizado. Como ha hecho, por ejemplo, Ivan Jablonka en literatura con La?titia o el fin de los hombres (Anagrama), la historia la protagonizan las v¨ªctimas, no el asesino. Por otro, hab¨ªa que contextualizar el drama para entender su alcance, hab¨ªa que explicar c¨®mo ese rect¨¢ngulo de Manhattan entre las calles 50 y 42 y la sexta y la octava avenida se convirti¨® en el paradigma de la explotaci¨®n sexual y la pornograf¨ªa sin barreras y c¨®mo esto influy¨® en la era dorada de los asesinos en serie (Charles Manson, detenido en 1969; David Berkowitz, El hijo de Sam, 1977; John Wayne Gacy, Ted Bundy, Angelo Bueno, 1978; Richard Ram¨ªrez, The Night Stalker, 1985). ¡°Fue muy sencillo para el asesino de mi madre torturar y matar mujeres j¨®venes, porque estaban pasando cosas horribles en la calle todo el rato. (...) Iba a matar de cualquier forma, pero Times Square en los setenta no ayud¨® nada¡±, asegura en un momento del documental Jennifer Weiss, hija de Deedeh Goodorzi, una de aquellas mujeres violadas y asesinadas en el Travel Inn y uno de los testimonios que vertebran los tres episodios junto con supervivientes de la explotaci¨®n sexual, antiguas actrices porno, expertas e historiadoras, periodistas y, por supuesto, polic¨ªas.
Berlinger acierta hasta en uno de los grandes problemas del relato televisado de cr¨ªmenes reales: c¨®mo llenar los espacios que no cubre la documentaci¨®n. Aqu¨ª recurre a recreaciones discretas, que no molestan, que no pretenden sustituir la realidad, con una luz distinta, con los actores de espaldas, que no sacan al espectador de la historia. ¡°Hace 20 a?os no las habr¨ªa usado¡±, ha reconocido el director para subrayar la evoluci¨®n del lenguaje televisivo en este campo.
El monstruo
Establecido el contexto, queda la parte procedimental, a la que se dedica m¨¢s a fondo el segmento final. Ah¨ª se ve c¨®mo la falta de coordinaci¨®n entre la polic¨ªa ralentiz¨® la captura de Cottingham, detenido finalmente con 34 a?os, en mayo de 1980, 13 a?os despu¨¦s de su primer asesinato. C¨®mo destruyen su coartada, c¨®mo lo van acorralando y c¨®mo comprueban que ese t¨¦cnico inform¨¢tico de Nueva Jersey, casado y con tres hijos, era un asesino en serie, es la parte m¨¢s convencional de la serie, pero est¨¢ narrada con sobriedad y solo se detiene en la parte s¨®rdida para trazar la l¨ªnea de acusaci¨®n.
Sin embargo, por mucho que se centre en las v¨ªctimas ¡ªmuy valioso el testimonio de algunas supervivientes del asesino¡ª es imposible completar el relato sin el monstruo. Berlinger reconoce que intentaron entrevistarlo, pero que lo descartaron porque ped¨ªa dinero. S¨ª aparece, enorme, con el pelo, las cejas y la barba completamente blancas, en la c¨¢rcel en una entrevista en 2009 y en otras ocasiones, con Jennifer Weiss, que ha ido consiguiendo que confesara otros asesinatos. Cottingham est¨¢ fuera de circulaci¨®n para siempre. Parte del contexto en el que cometi¨® sus cr¨ªmenes, no. Crime Scene: El asesino de Times Square no conseguir¨¢ cambiar el g¨¦nero del true crime pero, al menos, puede ayudar a modificar la conversaci¨®n y alejarse del espect¨¢culo y la mitificaci¨®n del asesino.
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