Los abismos de Tinder

¡°Decir que se entra a Tinder por sexo suena ya normal, pero decir que se entra en busca del amor es un suicidio social. (¡­) Venga, dev¨®rame. Estoy aqu¨ª¡±, leo con un ojo en La conquista de Tinder, de mi colega de columna Jimina Sabad¨², mientras con el otro veo El timador de Tinder, en Netflix. El segundo parece la adaptaci¨®n peliculera del primero, pero, como sucede tantas veces, el libro es much¨ªsimo mejor. Si las protas del documental hubieran le¨ªdo el ensayo, no habr¨ªan ca¨ªdo en la trampa del tiparraco que las desplum¨®. No se les puede reprochar deslumbrarse por el primer imb¨¦cil con Visa Platino que les hace caso, ni tampoco su b¨²squeda del amor, que es una de las tres razones que, seg¨²n Sabad¨², llevan a Tinder, junto al sexo y la curiosidad (por el sexo). Su error fue decirlo.

He le¨ªdo La conquista de Tinder como el Gobo de Los Fr¨¢guel lee las cartas del t¨ªo Matt desde el espacio exterior. Jimina Sabad¨² hace un informe completo de sus incursiones en la vida moderna digital con una mirada despiadada y compasiva a la vez. Como los buenos ensayos, desborda el objeto de su estudio y acaba revelando lo que somos todos, tengamos o no un perfil en las redes de ligoteo (donde se nota que no estoy porque escribo ligoteo sin rubor).

La obra de Sabad¨² da m¨¢s miedo que El timador de Tinder. De un gualdrapa trilero te puedes defender, pero de una empresa omnisciente capaz de modificar el comportamiento de la humanidad, no. Me asust¨® tanto el libro que negoci¨¦ un pacto con mi pareja: espantados ante la posibilidad de tener que ligar con likes, nos lo perdonaremos todo. No cambiaremos la paz conyugal por los abismos del Tinder. Atr¨¢s, mundo de hoy.

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