La sobria realizaci¨®n de ¡®Sequ¨ªa¡¯ y ¡®El joven Wallander¡¯
Mientras que la primera de estas series muestra la belleza de lo que frecuentemente pasa desapercibido, de la segunda se agradece la ausencia de efectos especiales
Son dos series polic¨ªacas de distintos pa¨ªses y con un denominador com¨²n: ninguno de sus detectives, mujeres u hombres, tienen alucinaciones que les permiten resolver sus respectivos casos, un truco barato de guionistas indolentes. Hablamos de Sequ¨ªa (La 1) y de la segunda temporada de El joven Wallander (Netflix).
Sequ¨ªa es una coproducci¨®n hispanoportuguesa, entretenida y bien realizada que, al parecer, no ha contado con la popularidad anhelada, lo que a su vez ha sugerido a los responsables de la programaci¨®n de TVE el que tuvieran a bien emitir el ¨²ltimo de sus ocho cap¨ªtulos cerca de la una de la madrugada del pasado viernes. Si se tiene en cuenta que el sector de la poblaci¨®n que ve m¨¢s la televisi¨®n es el de mayores de 65 a?os (361 minutos al d¨ªa, seg¨²n el informe Kantar), est¨¢ claro que para la televisi¨®n p¨²blica la fiebre del viernes noche es cosa de la tercera edad. Eso, o que no respetan a la ciudadan¨ªa. En todo caso es una serie que no merec¨ªa el maltrato recibido y que supone, entre otras cosas, el que ya nadie viaja de Portugal a Francia por la noche para no ver Espa?a, como afirmaba un distinguido lisboeta en otros tiempos. Sequ¨ªa demuestra tambi¨¦n que las localizaciones en exteriores (C¨¢ceres y Lisboa, fundamentalmente) permiten conocer mejor la belleza de lo que frecuentemente pasa desapercibido.
En la segunda temporada de El joven Wallander, basada al igual que todas las del inspector en las novelas del sueco Henning Mankell, se agradece tambi¨¦n la ausencia de efectos especiales en una trama en la que la sobria realizaci¨®n, la sencillez de los di¨¢logos y el talento del autor de los relatos consolida su notable calidad.
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