Contra las disculpas: nadie deber¨ªa humillarse ante sus acosadores
Tanto la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, como la c¨®mica espa?ola Carolina Iglesias, de Estirando el chicle, han subrayado su condici¨®n humana tras las pol¨¦micas en que se han visto envueltas
Tanto la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, como la c¨®mica espa?ola Carolina Iglesias, de Estirando el chicle, han subrayado su condici¨®n humana en sus disculpas. ¡°Soy humana¡±, dijo Marin. ¡°Me voy a seguir equivocando¡±, dijo Iglesias. Como el Shylock de El mercader de Venecia, intentan conmover a la turba apelando a su com¨²n humanidad: si me pinchan, sangro como vosotras. Son humanas y, por tanto, imperfectas, falibles, pecadoras. Pero, con ayuda de los energ¨²menos de Twitter, prometen ser menos impuras y reemprender el camino de perfecci¨®n moral con humildad y persistencia.
Los terribles delitos de ambas son, respectivamente, bailar en una fiesta e invitar a una c¨®mica a un podcast. Por tan graves cargos hemos visto a una primera ministra hacer pucheros y a una presentadora de ¨¦xito confesar que necesita ayuda psicol¨®gica. El gent¨ªo les ha convencido de que son culpables de algo, aunque no tengan claro de qu¨¦, y solo mediante la contrici¨®n pueden ser perdonadas. Marin es la primera ministra de Finlandia y la l¨ªder del primer partido del pa¨ªs. Iglesias es una presentadora brillante que, junto a Victoria Mart¨ªn, ha creado de la nada uno de los fen¨®menos medi¨¢ticos m¨¢s potentes de Espa?a. Ambas est¨¢n muy por encima de los ga?anes an¨®nimos que las amenazan, y es trist¨ªsimo ver c¨®mo aceptan sus autos de fe.
Poco a poco, la sociedad descre¨ªda en la que crec¨ª se transforma en una sociedad neorreligiosa, donde se exige virtud y se condena el pecado como en los tiempos oscuros. Y es cierto que tanto Marin como Iglesias han cabalgado sobre ese moralismo. Su popularidad se debe en parte a lo bien que han entendido los mecanismos de la culpa y la delaci¨®n que rigen en la opini¨®n p¨²blica hoy, pero yo no creo que donde las dan las toman: nadie merece un acoso as¨ª, y nadie deber¨ªa humillarse ante sus acosadores.
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