Y se hizo el silencio
Era un ¨¢crata, un so?ador, pero ten¨ªa una clara conciencia de su papel y de lo que val¨ªa, de que dominaba la radio
Las calles de Sevilla eran hasta hace muy poco testigos diarias de su torpe y machadiano ali?o indumentario, anchos gabanes que, parad¨®jicamente, serv¨ªan para cubrir un porte artistocr¨¢tico: alto, melena en perfecto estado de descuido, pa?uelo de cachemira al cuello... Cuando Jes¨²s Quintero (San Juan del Puerto, Huelva, 82 a?os) no era una estrella de la comunicaci¨®n, poeta de la calle y empresario mal aventurado de la cultura, era el fl?neur m¨¢s conocido de la ciudad desde la que se proyect¨® hacia el mundo. ¡°Mira, por ah¨ª va el loco¡±, se daba con el codo la gente al verlo pasar. Hay personas, y personajes, a los que les resulta imposible pasar desapercibido. Jes¨²s Quintero ten¨ªa ya mucho ganado desde esa impronta personal que no desaparec¨ªa cuando se deshac¨ªa del gab¨¢n. Siempre dej¨® detr¨¢s de s¨ª una estela y una curiosidad.
Esta simbiosis entre Sevilla ¨Dcon su oropel y su marginalidad¨D y Jes¨²s Quintero quiz¨¢s explique a quien se convirti¨® en una de las grandes voces de la Transici¨®n y los primeros a?os de la Democracia, el descubridor de un periodismo outsider que supo convertir en un consumo de masas. Rodeado de poetas y artistas de toda condici¨®n, se invisti¨® de un aura maldita con el m¨¢s imposible todav¨ªa: rescatando de la naftalina a folcl¨®ricas y toreros, poniendo el foco en flamencos, taberneros y delincuentes, incluso en gente sencillamente vulgar, pero tambi¨¦n, paseando del brazo de la duquesa de Alba por la calle de Sierpes una tarde cualquiera.
De su infancia y adolescencia en San Juan del Puerto, Jes¨²s Quintero pasa primero por Madrid, donde experimenta ya el triunfo nacional, pero decide emigrar al rev¨¦s, una gesta ins¨®lita que tambi¨¦n define al personaje: lleg¨® a Sevilla en los estertores de Franco, una ciudad que acog¨ªa con mucha m¨¢s naturalidad de la que creen los amantes del discurso oficial de cirios y crespones, la llegada de la modernidad y las m¨¢s osadas aventuras culturales. En un tiempo en el que los periodistas andaluces cab¨ªan en un autob¨²s ¨Dun autob¨²s irrepetible¨D, Jes¨²s Quintero fue miembro de una quinta estelar que desafiaba al centralismo medi¨¢tico desde el Sur: Paco Lobat¨®n, Tico Medina, Carlos Herrera, Pilar del R¨ªo¡
¡°Era un ¨¢crata, un so?ador, pero ten¨ªa una clara conciencia de su papel y de lo que val¨ªa, de que dominaba la radio. Cuando le dieron el programa de RNE Para mayores sin reparos, ¨¦l dijo que no se iba a llamar as¨ª de ninguna manera, que le pondr¨ªa El loco de la colina, algo que sonaba absolutamente irreverente. A ¨¦l le importaba un pito, pero a los bur¨®cratas por supuesto les importaba much¨ªsimo. Pero sobre todo, el director de Radio Nacional ped¨ªa todos los d¨ªas que dijera alguna vez en antena su t¨ªtulo oficial, algo que jam¨¢s hizo, ni por compa?erismo ni para evitar broncas con la direcci¨®n general. ¡®Si me quieren echar que me echen, dec¨ªa siempre¡±, recuerda la periodista Pilar del R¨ªo, hoy presidenta de la Fundaci¨®n Jos¨¦ Saramago y entonces subdirectora del programa de Quintero, que da con la segunda clave de la personalidad del comunicador: los silencios.
Jes¨²s Quintero ser¨ªa hoy el antitertuliano en unos tiempos de extrema vociferaci¨®n televisiva, reserv¨® un lugar privilegiado al silencio en un medio sonoro, una potestad que nadie le ha arrebatado a d¨ªa de hoy. Muchos son los que coinciden en desmitificar la cuesti¨®n, aunque no le restan un ¨¢pice de importancia: ¡°Los silencios se daban muchas veces porque ten¨ªa tantas preguntas delante, tantos guiones y tan bien escritos por gente magn¨ªfica como Manuel Vicent, Juan Teba y Ra¨²l del Pozo, que se liaba, pero en realidad hay que reconocer que ten¨ªa un control total de la radio y pon¨ªa a temblar a personas important¨ªsimas que se sentaban delante de ¨¦l. En la televisi¨®n lo he seguido menos, pero es justo decir que cambi¨® la forma de hacer radio en Espa?a¡±, a?ade la periodista. A¨²n as¨ª, no hab¨ªa quien rechazara una entrevista con El loco. Ni Felipe Gonz¨¢lez, flamante ganador de las elecciones generales en 1982. La primera entrevista, en casa de su hermana Lola en Sevilla, al d¨ªa siguiente de la victoria en las urnas, fue para Jes¨²s Quintero.
¡°A veces me asusto porque hablo demasiado¡±, dec¨ªa con sorna. No era m¨¢s que su manera de reivindicarse en su papel central de entrevistador, m¨¢s protagonista casi siempre que el propio entrevistado, con el que ha jalonado la historia del g¨¦nero en este pa¨ªs. A El loco de la colina le suceder¨ªan El perro verde ¨Dcon esa m¨ªtica entrevista a Rafi Escobedo, yerno de los marqueses de Urquijo, que se suicidar¨ªa en la c¨¢rcel unas semanas despu¨¦s¨D, Cuerda de presos, Ratones coloraos, Qu¨¦ sabe nadie, El gatopardo, que quedar¨¢n para siempre en los anales de la televisi¨®n p¨²blica y privada de este pa¨ªs. Como su archivo, que se calcula en m¨¢s de seis millones de horas de televisi¨®n.
Desigual suerte tuvo sin embargo, en esa tercera v¨ªa por la que quiso pasar a la gloria: la de gestor cultural y empresario de la comunicaci¨®n. Bien es cierto que como manager dio a conocer nada m¨¢s y nada menos que a Paco de Luc¨ªa y dirigi¨® las carreras de conocidos artistas como Soledad Bravo, los payasos Gaby, Fofo y Miliki, Mar¨ªa Jim¨¦nez o la cantante colombiana Negra Grande. Pero err¨® en prodigarse en todos los campos. En Sevilla no hab¨ªa a?o que no abriera un local de moda regentado por Quintero, tambi¨¦n una radio ¨DRadio Am¨¦rica¨D e incluso su ¨²ltimo legado: el Teatro Quintero, en el antiguo Cine Path¨¦ de la capital andaluza. Las deudas formaron parte de su declive, pero no mataron al fl?neur y al mito.
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