Muchas risas en el Parlamento Europeo con ¡®Parliament¡¯
La serie satiriza la burocracia de la C¨¢mara com¨²n y adquiere nuevo vigor en pleno ¡®Qatargate¡¯
El Parlamento Europeo no ha necesitado una serie que ridiculizara su funcionamiento, ya que el esc¨¢ndalo de corrupci¨®n que ha estallado en su seno est¨¢ tumbando de sobra su prestigio de forma demoledora. Pero la tiene. La serie Parliament, cuyas dos temporadas est¨¢n disponibles en Filmin, emerge con m¨¢s fuerza a¨²n a la luz de lo ocurrido en Bruselas, donde una vicepresidenta de la C¨¢mara y otros altos o exaltos cargos han sido detenidos por coleccionar sacos de dinero para (supuestamente) mejorar la imagen de Qatar.
Hay de todo en esta serie y todo en ella encaja asombrosamente bien con la realidad que se ha puesto al descubierto al conocerse el esc¨¢ndalo. O incluso se queda corto. Tenemos una vicepresidenta del Parlamento in pectore como la que ha sido detenida; tenemos asistentes a diputados que son unos listillos; tenemos eurodiputados que miran m¨¢s por su inter¨¦s que por el del com¨²n. Tenemos culebr¨®n, amor¨ªos. Tenemos picaresca. Y al menos, a diferencia de la realidad, aqu¨ª tenemos humor.
El protagonista, Samy, y otro asistente de un diputado inventan un juego de mesa al modo del Cluedo para seleccionar a los mejores candidatos a altos cargos. Y las preguntas que se hacen para ir encajando y descartando perfiles son de risa: m¨¢s all¨¢ de los equilibrios que hay que guardar entre pa¨ªses del norte y del sur, del este y del oeste, entre grandes y peque?os, de izquierdas o de derechas, empiezan a contar otros factores como: ?Tiene gafas? Eso punt¨²a bien porque transmite responsabilidad. ?Es eficaz? Eso punt¨²a fatal, porque si pones a los m¨¢s competentes al frente, ?qui¨¦n demonios va a ocuparse del trabajo de verdad?
Y esto es mejor que no lo lea Borrell, porque es as¨ª como el presidente del Parlamento acaba siendo el mayor in¨²til del elenco, Michel, uno de los protagonistas, que ya brill¨® por su ausencia del planeta de la inteligencia en la primera temporada. Elegido por exclusi¨®n, el lelo Michel queda al frente de un engranaje en el que quien manda en realidad es su jefe de gabinete, por supuesto alem¨¢n. Es este quien cortar¨¢ el bacalao mientras el presidente en cuesti¨®n se entretendr¨¢ con las corbatas, sus enso?aciones y con el retrato oficial.
Es Parliament una serie de humor para re¨ªrse de nosotros, de Europa y, sobre todo, del entramado burocr¨¢tico que se ha alzado para organizar la convivencia de los 27 Estados miembros. No hay Qatargate en Parliament, pero s¨ª el ambiente abonado para que los lobbies, los visitantes extra?os, los ingleses despistados tras el Brexit y otros miembros de la fauna que compone el mercado de la influencia que son Bruselas y Estrasburgo se paseen como Pedro por su casa en los despachos mientras los eurodiputados despistados buscan su lugar.
?Que faltan ideas? Es lo de menos. Lo importante es venderse como si uno las tuviera. ?Que no hay proyecto? Tampoco importa. El asistente sabr¨¢ consultar a tiempo el m¨®vil para improvisar un nuevo ¡°Blue Deal¡± de los oc¨¦anos que dejar¨¢ peque?o el ¡°Green Deal¡±. ?Que no se te ocurre una idea? No importa: asumir¨¢s como propia la que ha dicho el becario. ?Que no sabemos qui¨¦n manda en realidad? Miraremos al alem¨¢n. Todo sale adelante en el Parliament de esta serie porque el engranaje funciona. Incluidos los clich¨¦s.
¡ª ?Y ese qu¨¦ quiere sacar de todo esto?¡ª, pregunta uno de los asistentes al otro para informarse sobre ese jefe de gabinete.
¡ª Poder.
¡ª ?Para qu¨¦?
¡ª Para nada en especial. Simplemente es alem¨¢n.
As¨ª es como confirmamos que los alemanes mandan y gritan, que los polacos quieren cambiarlo todo y no saben c¨®mo hacerlo, que los franceses suelen estar alelados y que los ingleses saben hablar del tiempo durante largas horas, y eso que all¨ª siempre llueve. Es una coproducci¨®n de B¨¦lgica, Francia y Alemania y hay para todos.
¡°Todos los diputados son psic¨®patas o imb¨¦ciles¡±, dice el asistente Samy a una eurodiputada sin saber que lo es. Ella ha venido a cambiar Europa, dice, pero al final, con suerte, tal vez solo pueda aspirar a salvar las aletas de tibur¨®n de su mutilaci¨®n.
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