El protocolo: esa cosa tan in¨²til, rancia y necesaria
Vestirse con un frac o acoger en la tribuna a un ministro que cae antip¨¢tico significa que aceptamos solemnemente al otro
No s¨¦ si el protocolo pertenece a esos saberes humanistas que vindica Nuccio Ordine (que recibir¨¢ el Princesa de Asturias en una de las ceremonias m¨¢s protocolarias de la agenda cultural espa?ola). Desde luego, los preceptores antiguos le daban mucha importancia, y saber comportarse en p¨²blico ha sido atributo de gente bien educada, la que sab¨ªa declinar en lat¨ªn.
Como las lenguas muertas, el protocolo se considera una cosa rancia y a extinguir, por eso sorprende que haya acaparado tanta atenci¨®n esta semana. No solo por la bronca de la jefa de protocolo de la Comunidad de Madrid, Alejandra Bl¨¢zquez, transformada ante el ministro Bola?os en gorila de discoteca, sino por la pretensi¨®n del presidente colombiano Gustavo Petro de no ponerse frac en el Palacio Real. Menos mal que ayer vino la monarqu¨ªa brit¨¢nica a impartir una lecci¨®n magistral de protocolo. A todos estos olvidadizos de las buenas maneras cortesanas les hac¨ªa falta una coronaci¨®n.
El protocolo sale tambi¨¦n malparado en las dos series de ambientaci¨®n brit¨¢nica que me han chiflado esta semana. En La diplom¨¢tica (Netflix), una embajadora de Estados Unidos en Londres pasa tanto de los rituales que ni se lava el pelo, convirtiendo su grasa capilar en el aspecto m¨¢s comentado de la trama. La otra, Sherwood (Filmin), va de mineros jubilados que no guardan las formas ni en p¨²blico ni en casa. Para los personajes de ambas series, cualquier protocolo es un pavoneo insufrible. Y, sin embargo, importa, como importa citar bien las Ge¨®rgicas de Virgilio y el primer verso de la Eneida. Importa como importan los rituales, no solo como demostraciones de poder, sino porque nos recuerdan que somos una comunidad y no individuos apelotonados. Vestirse con un frac o acoger en la tribuna a un ministro que cae antip¨¢tico significa que aceptamos solemnemente al otro y le reconocemos su dignidad. Lo contrario es despotismo.
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