La siempre resucitada Inquisici¨®n a trav¨¦s de la autocensura
Los medios de comunicaci¨®n no descuidan estos d¨ªas ni un segundo, hasta el mareo, la sagrada causa de las futbolistas
¡°Converso con el hombre que siempre va conmigo¡±, confesaba Antonio Machado. Por mi parte ya ni eso tan ¨ªntimo, consolador o torturante. Pero descubro que a veces hablo solo e incontinentemente. O sea bramo, maldigo, blasfemo. Lo percibo en circunstancias problem¨¢ticas. Ocurre que durante dos meses van a reformar la fachada en el que habito. Y la terraza de mi casa es el centro de operaciones. Est¨¢ abarrotada de escaleras, poleas, cuerdas, medidas de seguridad y varios obreros atendiendo ese engranaje desde las 9 de la ma?ana a las 6 de la tarde, a pocos metros y separados por un ventanal del sal¨®n en el que ejerzo mi supervivencia. Y como me saturo de nicotina abro las ventanas, descubriendo alguna perpleja mirada de los visitantes al constatar que hablo solo, y consecuentemente su l¨®gica certeza de que tengo el cerebro averiado.
Me ocurre cuando veo la televisi¨®n y ojeo la prensa escrita por estricta obligaci¨®n. Aunque debe de ser peor estar picando piedra, como las personas que tengo al lado, pero no se quejan, son profesionales. Sin embargo, yo maldigo, me sulfuro, rio sarc¨¢sticamente ante lo que veo, escucho y leo. Casi todo es previsible, machac¨®n, irritante, repetitivo, con una pobreza expresiva que aturde. Y siempre tienen claro lo que es bueno y lo que es malo, lo conveniente y lo inconveniente, la virtud y el pecado. Profesan una calculada e imagino que bien pagada militancia en la censura, imponiendo al receptor lo que se debe pensar y hacer, los infalibles dogmas, lo exaltante y lo prohibido. Ahora quieren ilegalizar la pornograf¨ªa.
Y, por supuesto no descuidan ni un segundo, hasta el mareo, la sagrada causa de las futbolistas. Las ideolog¨ªas tal vez estuvieran en crep¨²sculo, pero ya han sido sustituidas por un nuevo, abusivo e implacable orden. Y recuerdo el asqueroso NODO de mi infancia y adolescencia, el ritual y obligado canto al estado de las cosas, a aquella Espa?a siempre dichosa, la ley de vagos y maleantes, el certificado de buena conducta, la odiosa pero siempre resucitada Inquisici¨®n.
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