Ver ¡®20 d¨ªas en Mari¨²pol¡¯ duele. Y tiene que doler
El reportero Mstyslav Chernov recorre con valent¨ªa la devastaci¨®n de la ciudad ucrania bajo el asedio ruso, documenta las atrocidades y susurra sus pensamientos. Su objetivo es sacudirnos la indiferencia
No es una experiencia agradable ver 20 d¨ªas en Mari¨²pol, el documental que film¨® el reportero Mstyslav Chernov en la ciudad costera de Ucrania durante el asedio por Rusia en febrero y marzo de 2022. No se disfruta esta pel¨ªcula candidata al Oscar, estrenada en Filmin, porque todo es de una verdad tan cruda que te revuelve. A los pocos minutos ya ha muerto una ni?a ante la c¨¢mara: Evangelina, de cuatro a?os. Luego ser¨¢ Kiril, a los 18 meses. Aqu¨ª se pone nombre a los muertos. ¡°Esto duele. Pero tiene que doler¡±, confiesa la voz en off del premiado periodista gr¨¢fico de la agencia AP, que decidi¨® quedarse all¨ª cuando el resto de la prensa sali¨® y que durante casi tres semanas se convirti¨® en los ¨²nicos ojos de Occidente ante esa barbarie. Y que va narrando lo que ve y lo que graba en voz baja, casi un susurro; a menudo como si se le estuvieran escapando sus pensamientos.
Chernov recorre con valent¨ªa lugares devastados de Mariupol desde que empiezan los bombardeos hasta que los tanques con la Z se hacen con toda la ciudad, o mejor dicho con sus ruinas (salvo la acer¨ªa Azovstal, donde los combates feroces durar¨ªan hasta mayo). ?l pone la mirada en los civiles, en su espanto, en su desesperanza, en su incomunicaci¨®n. En el agobio de encerrarse en refugios, en el pavor cuando se oye el ruido de un avi¨®n, en la loter¨ªa macabra de los misiles que caen en zonas residenciales. En la embarazada ensangrentada llevada en camilla (se llamaba Irina Kalinina, 32 a?os, muri¨® y tambi¨¦n el hijo que esperaba) tras el atroz bombardeo de una maternidad. En los tipos que arrojan pilas de cad¨¢veres a las fosas comunes. En ni?os que lloran y lloran, por miedo, porque se han quedado hu¨¦rfanos o porque est¨¢n viendo los escombros de su casa. En un se?or que arrastra en un carrito todas sus posesiones, porque ya no queda nada de donde vivi¨®. En los m¨¦dicos y bomberos, los grandes h¨¦roes de estas historias.
Sin luz ni agua, sin internet, sin que funcionen los m¨®viles m¨¢s que como linternas, los vecinos se ocupan de sobrevivir sin saber del todo qu¨¦ est¨¢ pasando, sin apenas noticias del exterior. Percibimos su desconcierto. Y Chernov, que es de J¨¢rkov (unos 400 kil¨®metros al norte de aqu¨ª), piensa en sus hijas cuando ve sufrir a otras hijas; se ve a s¨ª mismo en los dem¨¢s porque es uno de ellos.
Durante esos 20 d¨ªas de asedio ruso, el periodista aprovechaba las contadas ocasiones en que lograba conectar (por sat¨¦lite o en alg¨²n rinc¨®n donde quedaba rastro de internet) para enviar a AP fragmentos de v¨ªdeo de 10 o 12 segundos. Esas im¨¢genes tuvieron gran impacto en todo el mundo. El final del documental muestra su complicada salida de la ciudad arrasada con el material recopilado, un tesoro que bien pudo perder en alg¨²n checkpoint. Luego Mosc¨² trat¨®, torpemente, de desacreditar al reportero diciendo (sus portavoces oficiales, sus televisiones y sus propagandistas) que las escenas que conocimos gracias a ¨¦l se hab¨ªan rodado con actores, que eran un montaje. Eso no convenci¨® a casi nadie. Este documental, tan honesto y tan poco editado, s¨ª que convence.
Lo que puede decantar la guerra que se libra en Europa es la paciencia: Putin ha demostrado que la tiene. Si Occidente titubea con Ucrania, si los Trump, Orb¨¢n y compa?¨ªa se salen con la suya minando el apoyo de los aliados a Kiev, si dejamos de prestar atenci¨®n porque hay otra guerra tambi¨¦n espantosa en Palestina, el mundo ser¨¢ aun m¨¢s siniestro. Uno de los enemigos m¨¢s temidos, en Mariupol como en Jan Yunis, es la indiferencia de quienes creen que todo esto no va con ellos.
Puedes seguir EL PA?S Televisi¨®n en X o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.