?Para lo que hay que ver? Pues s¨ª
Sin llegar a extremos autodestructivos hay otra peligrosa gente que constituye un riesgo para los viandantes. Son los ej¨¦rcitos de ultracuerpos en permanente idilio callejero con sus tel¨¦fonos
Les denominan conductores suicidas, pero el calificativo est¨¢ mal aplicado: tendr¨ªa que ser conductores homicidas. Toda mi comprensi¨®n hacia el coraje de los que se largan voluntariamente de una existencia que les resulta insoportable. Pero tambi¨¦n mi odio si sus coches embisten y ponen en peligro la vida de los que pretenden seguir por aqu¨ª. Sin llegar a extremos autodestructivos, hay otra peligrosa gente que constituye un riesgo para los viandantes. Son los ej¨¦rcitos de ultracuerpos en permanente idilio callejero con sus tel¨¦fonos. Pueden atropellar a los caminantes que vienen de frente pensando en los pajaritos. Los agresores no ofrecen excusas ni piden disculpas. Van a lo suyo. Como todo el mundo. Aunque ellos m¨¢s. Hace poco dos de esos drogotas del m¨®vil se pegaron en la calle un cabezazo descomunal. Y hab¨ªa transe¨²ntes piadosos interes¨¢ndose por su estado; yo no. Bastante tengo con intentar sortearles.
Tambi¨¦n he presenciado alg¨²n hosti¨®n de gente en patinete o en bici que iban circulando impunemente como zumbaos anfetam¨ªnicos por las aceras, con expresi¨®n arrogante o ecologista, asustando a los viejecitos. La tecnolog¨ªa y la mala educaci¨®n han creado multitudes de gente t¨®xica. Y no imaginamos hasta d¨®nde puede llegar la robotizada y masiva adicci¨®n que crean los putos aparatos.
Y entre los ancianos, en silla de ruedas o con muletas, acompa?ados o solos, percibes miradas acuosas, o resignadas, o vac¨ªas, o cansadas, o doloridas. Tambi¨¦n otras complacidas o serenas. Las ¨²ltimas pertenecen a gente que debe atesorar muchos recuerdos felices, el refugio m¨¢s s¨®lido. Me cuenta una amiga que su centenario padre se dej¨® morir al quedarse ciego. Desde su jubilaci¨®n se dedicaba ¨ªntegramente a leer, su mayor y demorado placer. Lo hac¨ªa con una lupa cuando la vista le empez¨® a fallar, pero llegaron las definitivas tinieblas y no quiso sobrevivir en esas condiciones. Tambi¨¦n decidi¨® abandonarse a s¨ª mismo un amigo m¨ªo cuyo ¨²nico refugio era ver continuamente pel¨ªculas en la soledad de su casa. Fue un perdedor, nunca le conoc¨ª parejas o amantes, el desamparo se ceb¨® a¨²n m¨¢s con ¨¦l en su vejez, aunque el cine le serv¨ªa como insustituible consuelo. La vista le fue abandonando con patetismo. Y se dej¨® morir.
Imagino que hay muchos viejos que consumen sus largos d¨ªas e insomnes noches viendo la televisi¨®n. Debe de ser el ¨²nico p¨²blico que le queda a esta. Desconozco a su sustituto, el abarrotado universo de las redes sociales. Al parecer otorgan un coloc¨®n irremplazable. Supongo que de droga chunga. Algunos seguiremos con la literatura y las pel¨ªculas. Pisando las hostiles calles lo menos posible para evitar atropellos. Y que la suerte nos siga conservando la vista hasta el ¨²ltimo d¨ªa. Y que nadie nos hable de la situaci¨®n pol¨ªtica. Da grima. Como casi siempre. Aunque algunas personas afirmar¨¢n haberse sentido felices con el estallido de las revoluciones, todas acaban fatal.
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