Contra el porno electoral
La presentadora Kay Burley y el alcalde laborista de Manchester, Andy Burnham, prorrumpieron en gemidos org¨¢smicos con el anuncio de los 410 esca?os de los laboristas
Si estuviera en vigor el pajaporte, muchos habr¨ªamos gastado la mitad del cr¨¦dito con el escrutinio de las elecciones brit¨¢nicas, y la culpa ser¨ªa de la presentadora de Sky News que retransmit¨ªa la jornada. El despliegue de la cadena, muy dram¨¢tico, proyect¨® una cuenta atr¨¢s sobre Downing Street que marcaba el cierre de los colegios, y al terminar solt¨® el primer sondeo, que daba 410 esca?os a los laboristas. Al ver las cifras emerger en la pantalla, cual primavera de Botticelli naciendo de una concha, la presentadora Kay Burley y el alcalde laborista de Manchester, Andy Burnham, prorrumpieron ¡ªcon toda la fuerza del verbo prorrumpir¡ª en gemidos org¨¢smicos que un director de cine porno habr¨ªa reprobado por sobreactuados. El v¨ªdeo, por supuesto, se ha viralizado y protagoniza las comidillas postelectorales.
Soy muy partidario tanto del porno como de la espontaneidad de las retransmisiones en directo. Nada hay m¨¢s art¨ªstico y agradecido que salirse de los guiones y caer en la chapuza, a la que ya he dedicado alg¨²n elogio en esta columna, pero no me gustar¨ªa ver a Xavier Fortes, a Antonio Ferreras, a Marta Carazo o a Vicente Vall¨¦s transidos de gozo sexual mientras informan de que tal o cual partido ha ganado las elecciones. Que los orgasmos de Kay y Andy nos sirvan de faro y se?alen las costas rocosas hacia las que nunca deber¨ªamos poner la proa. Aunque nada me gustar¨ªa m¨¢s, como espectador, que los c¨®digos del porno se cruzasen con los del periodismo pol¨ªtico, como ciudadano reclamo distancia y decencia. Comp¨®rtense, se?ores presentadores. Templanza, amigos: un poquito de bromuro y una ducha fr¨ªa antes de empezar el directo. Mantengan la excitaci¨®n a raya, por muy lascivos que sean los esca?os que se contonean en los monitores.
Sospecho que esto es una consecuencia de la futbolizaci¨®n de la pol¨ªtica, que ha llevado a muchos colegas a informar de la actualidad electoral y parlamentaria como si retransmitieran la Eurocopa y cantasen los goles de los suyos. La paradoja de este caso es que Keir Starmer promueve una sobriedad radicalmente incompatible con el hooliganismo que recorre Europa. Su campa?a ha sido un alegato contra la efusi¨®n y una promesa de sosiego. Un orgasmo era el festejo menos apropiado para una victoria que reclamaba, si acaso, un sorbito de t¨¦ sin leche ni az¨²car. Mir¨¦monos, pues, en el espejo pornogr¨¢fico de Sky News, y cultivemos la virtud de la informaci¨®n sosegada. Falta nos hace.
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