Ding, el primer hombre chino campe¨®n del mundo de ajedrez tras jugar como un kamikaze
Con menos de dos minutos y el empate en la mano, el sucesor de Carlsen se lanz¨® a por Niep¨®mniashi con enorme riesgo y triunf¨® en la cuarta partida del desempate r¨¢pido
Solo alguien cuya confianza en s¨ª mismo es ilimitada puede hacer algo as¨ª. Liren Ding, de 30 a?os, es el primer chino que sube al trono del ajedrez, ocupado desde 2013 por el noruego Magnus Carlsen. Y lo hace con grandeza, lanz¨¢ndose al vac¨ªo con menos de dos minutos en el reloj en una posici¨®n diab¨®lica. Ese arrojo paraliz¨® al ruso Ian Niep¨®mniashi, quien daba por seguro que la cuarta partida del desempate r¨¢pido terminar¨ªa en tablas, como las tres anteriores, en Astan¨¢ (Kazajist¨¢n). Ding cobrar¨¢ 1,1 millones de euros, y Niep¨®mniashi, 0,9 millones.
Las frases m¨¢s significativas que Ding pronunci¨® ante los periodistas unos minutos despu¨¦s, tras abrazarse con Xie Jun, campeona del mundo en 1991 a pesar de que el ajedrez estuvo prohibido en su pa¨ªs hasta la muerte de Mao, en 1976, denotan que es una persona muy especial: ¡°Este es el fruto de los 26 a?os de mi vida que he dedicado al ajedrez. Cuando no hab¨ªa torneos, me resultaba dif¨ªcil encontrar otro modo de invertir el tiempo que entren¨¢ndome. (¡) Y si tengo que elegir una sola clave de mi triunfo, creo que es la escuela china de ajedrez. (¡) Pero mi objetivo no era ser campe¨®n del mundo, sino jugar lo mejor posible¡±.
Hay un estudio cient¨ªfico que demuestra la gran importancia de meter el primer penalti en una serie de cinco. Algo parecido puede afirmarse sobre ganar con las piezas blancas el primer asalto de los cuatro r¨¢pidos (25 minutos para cada uno con 10 segundos de incremento autom¨¢tico tras cada jugada) con que se inici¨® este desempate. Empez¨® muy bien para Ding, quien, adem¨¢s de sorprender a su rival con una apertura muy rara, logr¨® una gran ventaja posicional con las piezas blancas. Pero omiti¨® un recurso t¨¢ctico que Niep¨®mniashi vio al instante. Y poco despu¨¦s otro, que permiti¨® al ruso sacrificar espectacularmente su dama. Sin embargo, Ding volvi¨® a demostrar que es capaz de mantener la serenidad en momentos de gran presi¨®n y encontr¨® el camino para igualar, e incluso presionar a su rival para que forzase el empate.
Era la oportunidad de Niep¨®mniashi, quien recurri¨® otra vez, en el segundo asalto, a la Apertura Espa?ola, que Ding tampoco rehuy¨®, sin miedo a preparaciones caseras. Peque?a ventaja blanca, que se fue agrandando por imprecisiones sucesivas del chino. Pero Niep¨®mniashi repiti¨® otra vez el mismo error que ha marcado mucho este duelo: jugar muy r¨¢pido en posiciones cr¨ªticas que exigen calma. A partir de ah¨ª Ding no le dio m¨¢s oportunidades y empat¨® con facilidad.
El economista espa?ol Ignacio Palacios-Huerta es el autor del citado estudio sobre la importancia de lanzar el primer penalti, y tambi¨¦n ha llegado a la misma conclusi¨®n sobre jugar con blancas el primer asalto de los duelos de ajedrez. Lo que propone para compensar esa ventaja es cambiar la secuencia ABAB por ABBA; es decir, quien juega con blancas el segundo lo hace tambi¨¦n en el tercero. Pero la Federaci¨®n Internacional de Ajedrez (FIDE), no le ha hecho caso de momento.
As¨ª que Ding tuvo la iniciativa en el tercero, e intent¨® sorprender con la Apertura Catalana, que debe su nombre a que se emple¨® por primera vez en el torneo Expo Universal de Barcelona en 1929. Sin embargo, Niep¨®mniashi estaba muy bien preparado. De hecho, quiz¨¢ mejor que el chino, quien pareci¨® sorprendido en el duod¨¦cimo lance a pesar de que ya se hab¨ªa empleado en 15 partidas, y 4 de ellas entre jugadores de alto nivel. A pesar de que el ruso perdi¨® un pe¨®n, no tuvo problema alguno para firmar el tercer empate de la tarde.
Ese desenlace pon¨ªa el combate en favor de Niep¨®mniashi, quien iba a conducir las piezas blancas en el ¨²ltimo asalto de la primera tanda. Adem¨¢s, hab¨ªa otro factor sobrevolando el escenario: si se firmaban tablas por cuarta vez, se pasar¨ªa a la modalidad rel¨¢mpago (dos partidas con cinco minutos por bando m¨¢s tres segundos de incremento); y Ding reconoci¨® el s¨¢bado que, por la pandemia, hab¨ªa jugado muy pocos torneos de esa modalidad en los ¨²ltimos a?os (de hecho, ni siquiera aparece entre los cien mejores del mundo). Por tanto, pod¨ªa entenderse que un empate en la cuarta r¨¢pida favorecer¨ªa a Niep¨®mniashi, aunque jugase con blancas.
Tiene l¨®gica por tanto lo que decidi¨® el eslavo: plantear otra vez la Apertura Espa?ola, que le hab¨ªa dado posiciones c¨®modas. M¨¢s dif¨ªcil de entender en ese momento fue que Ding se empe?ara en no evitarla, por la raz¨®n contraria. Pero, a pesar de que Niep¨®mniashi se desvi¨® en su duod¨¦cimo lance de lo que hab¨ªa hecho en la segunda partida, Ding respondi¨® r¨¢pido con una idea muy profunda, sin duda preparada de antemano. Y eso le permiti¨® igualar enseguida, y quedar incluso un poco mejor. Y jugando r¨¢pido, lo que indicaba que se sent¨ªa muy a gusto y en terreno bien trillado. Adem¨¢s, estaba claro que no se conformaba con el cuarto empate.
De pronto, Niep¨®mniashi se equivoc¨®, tal vez porque le fall¨® la memoria, y dio a Ding la oportunidad de lograr mucha ventaja. Pero es muy probable que el asi¨¢tico tambi¨¦n estuviera siguiendo de memoria alguna variante similar analizada en su laboratorio. De tal modo que omiti¨® ese golpe tan favorable y sigui¨® desarrollando su plan con rapidez. La posici¨®n estaba objetivamente igualada y el ruso dispon¨ªa de unos minutos m¨¢s, pero el chino desprend¨ªa la sensaci¨®n de sentirse muy bien.
Era el momento en que Niep¨®mniashi ten¨ªa que demostrar que tambi¨¦n puede actuar con virtuosismo cuando le presionan, aunque sus frecuentes viajes al camerino en una partida r¨¢pida donde se jugaba el t¨ªtulo mundial no eran un buen presagio. Sin embargo, Ding renunci¨® a la paciencia y jug¨® a ganar de forma muy agresiva, y con riesgo.
El ruso mantuvo la calma y se defendi¨® bien. Pero cuando dispon¨ªa de una continuaci¨®n muy ventajosa volvi¨® a errar de igual manera por en¨¦sima vez: jugando demasiado r¨¢pido, a pesar de que le sacaba cinco minutos de ventaja al chino. Este ya no estaba peor en el tablero, pero s¨ª en el reloj (4 minutos, por 10 de su oponente).
Niep¨®mniashi intent¨® aprovechar esa ventaja, presionando cuanto pudo, pero Ding era una plancha de acero que devolv¨ªa todos los golpes. De modo que el ruso, tras comerse cuatro de los seis minutos de ventaja, opt¨® por la prudencia y se puso a repetir jugadas en busca del empate, sinti¨¦ndose favorito para la modalidad rel¨¢mpago.
Y entonces ocurri¨® algo de dif¨ªcil parang¨®n desde que el ajedrez moderno (con la dama como pieza m¨¢s potente) se cre¨® en Espa?a a finales del siglo XV: alguien que se est¨¢ jugando el t¨ªtulo mundial se lanza de cabeza a una piscina muy profunda porque supone que hay agua. La cara de Niep¨®mniashi cuando vio esa jugada era digna de un retrato. Objetivamente, la posici¨®n estaba igualada, pero el ruso qued¨® tan descompuesto que no acert¨® con las mejores respuestas. Mientras tanto, el chino jugaba casi como una computadora, con pocas imprecisiones.
Y, por fin, despu¨¦s de m¨¢s de tres semanas de un duelo tremendo, uno de los m¨¢s apasionantes e igualados de los ¨²ltimos 50 a?os, Niep¨®mniashi par¨® el reloj y estrech¨® la mano de su rival en se?al de rendici¨®n. La emoci¨®n causada por Ding por su arrojo fue tan grande que los gritos de j¨²bilo no sal¨ªan solamente de las gargantas chinas, sino de muchas m¨¢s. Era una admiraci¨®n multirracial ante un gesto de osad¨ªa que nada tiene que envidiar a los que hicieron famosos a Gari Kasp¨¢rov o a Magnus Carlsen. Ding es campe¨®n a lo grande.
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