Petrofobia
Esta esquina del globo no deber¨ªa necesitar m¨¢s campa?as sangrientas, m¨¢s fantasmas masacrados, para recordar a tiempo el prop¨®sito de la democracia
En una esquina del mapamundi, en un pa¨ªs soberano y exuberante y contrahecho de la Am¨¦rica del Sur, se propaga a esta hora un miedo inagotable e irracional que puede verse a leguas: la petrofobia. Es el pavor, de sudores fr¨ªos, a que la izquierda llegue al poder en aquella naci¨®n que tiende a la nostalgia por el feudalismo. Viene del p¨¢nico al comunismo que se ha transmitido de generaci¨®n en generaci¨®n. Hay quienes lo llaman ¡°sinistrofobia¡± y hay quienes lo llaman ¡°bolchefobia¡±. El psicoanalista italiano Nicola Perrotti lo retrat¨®, en un art¨ªculo de 1947, como el temor a ser tragado por la masa ¨Cpor la legi¨®n del diablo¨C en tiempos de desmadre social. Pero Colombia, el pa¨ªs de pa¨ªses del que hablo, vive varado en ese caos. Y la petrofobia, o sea el espanto ante un posible triunfo del candidato presidencial Gustavo Petro, es la variante ¨®micron del viejo virus que digo, pues se contagia sin l¨ªo, sin pausa y sin remedio.
Por supuesto, no estoy hablando de los cr¨ªticos necesarios que se atreven a recordar que Petro es una voz brillante, un congresista l¨²cido que cumple treinta a?os de poner a la pol¨ªtica mafiosa en su lugar y un defensor de la paz que sabe encarnar los dramas abismales de este territorio, pero tambi¨¦n es un l¨ªder que no mira a los ojos y es una figura ambigua, lenguaraz, rodeada, como si no bastara, de alfiles incendiarios, y proclive a prometer fantas¨ªas irrealizables ¨Cc¨®mo no¨C porque vive encallado en el mundo de las ideas: de sus ideas. No, no hablo de los dem¨®cratas que le ven las costuras al programa petrista, y que lamentan, con argumentos, que sea Petro quien encabece la resistencia a una derecha insaciable, sino de una serie de ciudadanos de todas las suertes sociales que le temen con una furia clasista que aqu¨ª en Colombia ha sido siempre un sino.
Si quieren el est¨®mago revuelto, busquen las amenazas de muerte de las redes. Si quieren los nervios de punta, vean ese informe de NotiDanny, el noticiero de humor, en el que gentes de todos los barrios confunden a Petro con Satan¨¢s y le escupen virulencias que parecen venir del temor patol¨®gico que Perrotti describi¨® en el 47. ¡°?Tiene Gustavo Petro un pacto con el diablo?¡±, pregunta la revista Semana extraviada en la l¨®gica de los clics y las trincheras: si quieren despertarse la ci¨¢tica, as¨®mense a las notas aterradas y prejuiciosas de las viejas voces reaccionarias de ciertos medios criollos, s¨ª, Colombia no es ni va a ser sino Colombia, pero all¨ª campea la descabellada sensaci¨®n de que esta esquina tan peligrosa para los ambientalistas, los sindicalistas, los periodistas, las mujeres y los ni?os ¨Cmiren ustedes los estudios de Global Witness, de la ONU, de RSF, de Save the Children¨C va a despertarse un d¨ªa convertida en Venezuela.
Son d¨ªas perfectos para el extremismo. Despu¨¦s del estruendoso fracaso del centrismo pacifista de las posguerras, que prometi¨® un pacto entre la socialdemocracia y el capitalismo para librarnos de las tiran¨ªas, pero acab¨® entreg¨¢ndole la riqueza al 1,1 por ciento del planeta ¨Cy en este pa¨ªs, adem¨¢s, ni siquiera se puso de acuerdo en concederles alg¨²n alivio a las v¨ªctimas de los conflictos¨C, el extremismo de hoy no es tanto una agenda pol¨ªtica, sino un modo de ejercer la ciudadan¨ªa, una indignaci¨®n en busca de autor que los pol¨ªticos con vocaci¨®n de trols han sabido capitalizar. El lugar com¨²n de ¡°que cada cual vote por quien quiera¡±, que es lo m¨ªnimo, parece una proeza en esta campa?a presidencial. Volver a alguna clase de equilibrio, de las violencias a las cr¨ªticas, de las zanjas a las inclusiones, suena a empezar otra vez.
Esta esquina del globo no deber¨ªa necesitar m¨¢s campa?as sangrientas, m¨¢s fantasmas masacrados, para recordar a tiempo el prop¨®sito de la democracia. Esta esquina centenaria deber¨ªa soportar que subiera el uno o subiera el otro a poner en marcha su Constituci¨®n garantista.
Pero aqu¨ª estamos de nuevo ante el precipicio ¨Csi gana Petro ser¨¢ el fin, si pierde Petro ser¨¢ el apocalipsis¨C pues no hay nada m¨¢s colombiano que ser inclemente con Colombia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.