?D¨®nde fue a parar el honor de los militares de Colombia?
Duque pasar¨¢ a la historia por ser un presidente que fue incapaz de ejercer su liderazgo sobre las fuerzas armadas
En Colombia, no se habla p¨²blicamente ni de la vida ¨ªntima de los presidentes ni de lo que sucede dentro de las Fuerzas Militares. Lo primero tiene su l¨®gica, lo segundo es una aberraci¨®n que le ha permitido a los militares salirse del forro, cometer desafueros y atropellos a los derechos humanos casi que con la anuencia o el silencio del poder civil.
En el Gobierno de Iv¨¢n Duque, los militares se han vuelto a¨²n m¨¢s aut¨®nomos y funcionan como unas cajas negras a las que muy pocos civiles tienen acceso. Hoy se dan lujos temerarios que no hab¨ªan podido darse antes. Sin mucho trauma se han convertido en activistas pol¨ªticos y en sujetos deliberantes, dos cosas que proh¨ªbe la constituci¨®n colombiana. Causa sorpresa que esta peligrosa metamorfosis que rompe el orden constitucional haya contado con la anuencia del propio presidente Iv¨¢n Duque quien, para infortunio de nuestra democracia, ha actuado como si fuera el subalterno de los generales.
Esa licencia de los militares para traspasar fronteras hasta ahora infranqueables, qued¨® muy bien retratada en el penoso episodio protagonizado hace unas semanas por el comandante del ej¨¦rcito, el general Eduardo Enrique Zapateiro. En un hecho sin precedentes, el general se fue lanza en ristre contra el candidato Gustavo Petro y como cualquier pol¨ªtico en campa?a utiliz¨® su Twitter para fustigarlo. Al general no le gusto que Petro hubiera dicho una verdad que revel¨® Otoniel, el jefe del clan del golfo antes de que fuera extraditado a los Estados Unidos: la de que en la n¨®mina de ese poderoso cartel hab¨ªa ¡°algunos generales del ej¨¦rcito colombiano¡±.
En Colombia, la Constituci¨®n dice que los militares no pueden ser deliberantes y que los presidentes no pueden intervenir en pol¨ªtica, dos prohibiciones derivadas de la ¨¦poca de La Violencia, cuando cerca de 200.000 colombianos murieron por una guerra entre los partidos tradicionales. A rega?adientes, los presidentes, incluido el inmanejable ?lvaro Uribe, han cumplido esta norma que pocos analistas extranjeros entienden.
Con Duque esa tradici¨®n se rompi¨®. El mandatario viene interviniendo en la campa?a sin pudor y su ejemplo ha sido entendido por los militares como una invitaci¨®n para incumplir la Constituci¨®n. Por eso, el general Zapateiro no fue llamado al orden por Duque ni ha sido destituido por los organismos disciplinarios. En cambio, Duque lo respald¨®, con el argumento de que el candidato Petro se hab¨ªa entrometido en los cuarteles y mancillado el honor militar. As¨ª de Castro chavista est¨¢ la institucionalidad en Colombia.
Bajo la Administraci¨®n Duque los militares han podido funcionar a su aire. No tienen doctrina, porque su enemigo hist¨®rico se desarm¨®, pero siguen recurriendo a la estrategia de ¡°Buscar y Destruir¡±, derivada de la guerra del Vietnam. Eso fue lo que hicieron hace unos d¨ªas en un pueblo en el departamento del Putumayo, situado en el sur del pa¨ªs. Llegaron disparando sus armas, masacraron a civiles y se fueron. El presidente tampoco los increp¨® ni los llam¨® al orden. Duque pasar¨¢ a la historia por ser un presidente que fue incapaz de ejercer su liderazgo sobre los militares y que prefiri¨® ser su alcahueta.
Uno de los grandes problemas que va a tener el pr¨®ximo presidente, sea el que sea, es que va a tener que asumir el poder con un ej¨¦rcito que en su gran mayor¨ªa perdi¨® la noci¨®n de lo que en realidad significa el honor militar. Con todo respeto con el general Zapateiro y el presidente Duque, el honor militar no se mancilla por decir la verdad. Y lamentablemente si es verdad que hay oficiales en contubernio con el narcotr¨¢fico. Como tambi¨¦n es cierto que hay oficiales corruptos que utilizan los gastos reservados para sus gastos personales. Tambi¨¦n es verdad que hay generales con lujosos apartamentos y con costosas propiedades que se han enriquecido en el servicio. Y lo m¨¢s grave: los ¨®rganos de control pocas veces se atreven a investigarlos y a sancionarlos.
Seg¨²n la definici¨®n, el honor militar ¡°se trata de una cualidad moral, ligada a la dignidad¡± que impulsa al soldado a ¡°realizar el m¨¢s estricto cumplimiento¡± de sus deberes ante el pr¨®jimo y ante ellos mismos. Es decir, el honor militar est¨¢ sustentado en unas virtudes morales y ¨¦ticas del soldado que lo obligan a cumplir su deber sin ninguna mancha, ni tacha.
Dentro de ese concepto de honor militar no cab¨ªan ni los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n ni imposiciones como la que le exigieron un d¨ªa antes de la firma del acuerdo de paz al presidente Juan Manuel Santos. En esa encerrona, la c¨²pula militar supedit¨® su apoyo al proceso a que se incluyera un art¨ªculo en el que se dijera que el enriquecimiento il¨ªcito de los generales durante su servicio podr¨ªa ser un delito conexo, susceptible de ser amnistiado. Ese d¨ªa, los generales condicionaron su apoyo a la paz a una exigencia vergonzosa que mancillaba el honor militar porque pretend¨ªa limpiar sus fortunas mal habidas. Un ej¨¦rcito que un d¨ªa antes de firmar la paz, estaba pensando en sus bolsillos no es un ej¨¦rcito que pueda hablar de honor militar.
Tambi¨¦n fallaron a su juramento cuando adoptaron sin ning¨²n reato moral la atroz pr¨¢ctica de los falsos positivos que produjo la muerte de 6.400 colombianos a manos del Ej¨¦rcito. Quienes juraron defender con las armas la vida de los colombianos, idearon un plan para asesinar civiles y hacerlos aparecer como guerrilleros muertos en combate. Esa fue su manera de acceder a beneficios que iban desde unas vacaciones hasta un ascenso. Varios oficiales de rango medio han ido a la justicia transicional a aceptar lo que hicieron y le han pedido perd¨®n a las v¨ªctimas, pero la gran mayor¨ªa de los generales siguen negando su responsabilidad y han dicho que lo que hicieron fue en cumplimiento de ¨®rdenes, invocando de nuevo una interpretaci¨®n arbitraria de lo que en realidad significa el honor militar.
Luego de casi diez a?os de destapado el esc¨¢ndalo de los falsos positivos, no se ha podido saber qui¨¦n dio la orden para asesinar a seis mil colombianos.
Un ej¨¦rcito que es incapaz de reflexionar sobre sus errores y atropellos a los derechos humanos es un ej¨¦rcito que est¨¢ utilizando el honor militar para tapar sus fracasos ¨¦ticos y para justificar lo que nunca debi¨® hacer.
Durante la guerra contra las FARC, los militares y el poder civil construyeron una narrativa en la que los uniformados eran los buenos y los h¨¦roes. Pero despu¨¦s de la firma del acuerdo se ha descubierto que la guerra no fue as¨ª de simple y que lo que hubo fue un contubernio en el que se cruzaron los poderes legales e ilegales. Cuando los atropellos por parte de la fuerza p¨²blica, fueron imposibles de tapar, los primeros en reaccionar no fueron los poderes en Colombia, sino el congreso norteamericano que con enmiendas como la del senador Patrick Leahy, enfrentaron con mucha m¨¢s decisi¨®n el problema de derechos humanos que ten¨ªan nuestras fuerzas.
Los pocos avances en esa materia se los debemos m¨¢s a ONGs como HRW, y a varios senadores norteamericanos, que a las pol¨ªticas de contenci¨®n internas.
Es hora de exigirles a los militares que act¨²en pensando en su honor militar y de exigirle al pr¨®ximo presidente, sea el que sea, que no sea su alcahueta.
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