¡°Asesinamos a campesinos inocentes¡±: la confesi¨®n de militares colombianos ante el tribunal de paz
Un grupo de uniformados, responsables de los llamados ¡®falsos positivos¡¯, reconocen sus cr¨ªmenes ante las v¨ªctimas en una in¨¦dita audiencia de la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz
Cinco a?os despu¨¦s de la firma del acuerdo de paz, Colombia se asoma a la dolorosa verdad judicial de la guerra, cada vez con mayor decisi¨®n. En particular, al esclarecimiento de uno de los peores cr¨ªmenes del conflicto armado, los falsos positivos, el eufemismo con el que se conocen los asesinatos de civiles por parte de militares para presentarlos como guerrilleros ca¨ªdos en combate. En un nuevo hito de la justicia transicional, una decena de militares imputados por cr¨ªmenes de guerra y de lesa humanidad sostuvieron por primera vez este martes una desgarradora audiencia de reconocimiento, cara a cara ante sus v¨ªctimas. ¡°Asesinamos personas inocentes, campesinos¡±, admit¨ªa uno de los m¨¢ximos responsables en la primera de dos jornadas dedicadas al fen¨®meno en la regi¨®n del Catatumbo.
El presidente de la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz (JEP), el magistrado Eduardo Cifuentes, declar¨® que ¡°ning¨²n momento nos hab¨ªa acercado tanto a la verdad y a la posibilidad de impartir justicia¡±, en un mensaje transmitido al comienzo de la audiencia. ¡°La tragedia a la que nos arrastr¨® la guerra no debe repetirse, si la justicia brilla, y si su brillo es la verdad¡±, se?al¨®. Fue el pre¨¢mbulo de una avalancha de testimonios de v¨ªctimas, intercalados con los reconocimientos de los victimarios. Los relatos, sobrecogedores, se sucedieron uno tras otro. Coincidieron en quejarse de la estigmatizaci¨®n de los campesinos como guerrilleros. El evento, por petici¨®n expresa de las v¨ªctimas, se traslad¨® hasta un auditorio del municipio de Oca?a, en el departamento del Norte de Santander, donde viven la mayor¨ªa de los familiares.
¡°Mi hermano, Javier Pe?uela, fue un hombre sacado de una tienda, fue secuestrado, fue torturado, fue robado de su casa¡±, se desahog¨® Sandra Barbosa, una agricultora de la regi¨®n quien lleva 14 a?os en busca de recuperar su buen nombre, y relat¨® las m¨²ltiples vicisitudes para reclamar el cuerpo. ¡°Yo s¨ª quiero que cambien las t¨¢cticas de entrenar a nuestro ej¨¦rcito, no los tenemos all¨¢ para que nos maten y nos asesinen, los tenemos para que nos cuiden y nos protejan¡±, les reclam¨® sobre la tarima a los comparecientes.
El intercambio con N¨¦stor Guillermo Guti¨¦rrez, un suboficial retirado, imputado como uno de los m¨¢ximos responsables y considerado por la JEP ejecutor directo de varios homicidios, fue uno de los momentos m¨¢s dram¨¢ticos. ¡°Javier Pe?uela era un campesino, hoy lo digo ac¨¢, en p¨²blico; como todos sus familiares, gente de bien¡±, dijo Guti¨¦rrez. Relat¨® que su ¨²nico ¡°pecado¡± el d¨ªa en que el ej¨¦rcito lo captur¨® para luego asesinarlo fue bajar al pueblo para que le sacaran una muela. Mencion¨® en varias ocasiones la presi¨®n de los altos mandos por resultados, habl¨® de alianzas con paramilitares y de las listas negras de supuestos colaboradores de la guerrilla, que en realidad no lo eran. ¡°Asesinamos personas inocentes, campesinos. Y uno de mis compromisos cuando yo me reun¨ª con las v¨ªctimas fue aclararlo ac¨¢ ante la opini¨®n, ante el mundo, ante el pa¨ªs¡±, admiti¨®. ¡°Pido perd¨®n a dios¡±.
En otro inusual caso, Villamir Rodr¨ªguez, un jornalero sobreviviente, cont¨® en un video c¨®mo se salv¨® gracias a que los uniformados creyeron que estaba muerto despu¨¦s de dispararle, nunca perdi¨® el conocimiento, y se pudo escapar arrastr¨¢ndose por el campo, a pesar de sangrar profusamente de un brazo. ¡°Yo quiero saber porque iban a hacer conmigo ese falso positivo¡±, les reclam¨® a los militares. ¡°Usted nunca fue ning¨²n combatiente, ni ning¨²n delincuente. Vengo a limpiar su nombre¡±, declar¨® despu¨¦s Daladier Rivera, para la ¨¦poca capit¨¢n del ej¨¦rcito. ¡°Yo elabor¨¦ falsos documentos de inteligencia¡±, admiti¨®.
Las primeras decisiones de fondo de la JEP son inminentes. La in¨¦dita audiencia de reconocimiento, la primera dentro del sistema, activa una nueva etapa judicial en la que los imputados deben reconocer su responsabilidad y aportar verdad. Corresponde al subcaso en el que la Sala de Reconocimiento ha acusado a 11 personas ¨Centre ellos un brigadier general, dos coroneles, dos tenientes coroneles, un mayor, un capit¨¢n, dos sargentos y un cabo, as¨ª como un civil¨C por su participaci¨®n en las muertes de por lo menos 120 personas indefensas en Catatumbo, en Norte de Santander, una regi¨®n fronteriza con Venezuela, entre enero de 2007 y agosto de 2008.
Los llamados falsos positivos, perpetrados mayoritariamente durante los dos mandatos de ?lvaro Uribe (2002-2010), han sido una fuente constante de conmoci¨®n en una sociedad que busca doblar la p¨¢gina de la violencia en medio de la polarizaci¨®n que ha caracterizado al pa¨ªs desde la negociaci¨®n de paz. Sus ramificaciones se produjeron a lo largo y ancho de Colombia. Como parte del caso 03 la JEP ha documentado por lo menos 6.402 ¡°asesinatos y desapariciones forzadas presentados como bajas en combate por agentes del Estado¡±. Los ocurridos en el Catatumbo son emblem¨¢ticos por varias razones.
Las 120 v¨ªctimas en Norte de Santander, que ten¨ªan un perfil semejante y obedecen a un patr¨®n sistem¨¢tico, buscaban satisfacer el indicador oficial de ¨¦xito militar en el marco de la pol¨ªtica del conteo de cuerpos, ha detallado el tribunal en su imputaci¨®n. Los incentivos inclu¨ªan felicitaciones, medallas, permisos y vacaciones. All¨ª hubo dos modalidades criminales. En la primera, eran hombres j¨®venes de entre 25 y 35 a?os, habitantes del ¨¢rea rural del Catatumbo, en su mayor¨ªa agricultores, comerciantes y transportadores informales. En esa etapa se concentr¨® la jornada de este martes.
Cuando las denuncias de la poblaci¨®n del Catatumbo comenzaron a acumularse, los militares comenzaron a asesinar a j¨®venes provenientes de otras regiones, enga?ados para ser trasladados con el mismo prop¨®sito de presentarlos como bajas en combate. Fue as¨ª como el pa¨ªs se enter¨® en 2008 del relato de las madres de Soacha, en las inmediaciones de Bogot¨¢, que buscaban a sus hijos desaparecidos y terminaron hall¨¢ndolos en una fosa com¨²n en Oca?a, despu¨¦s de que miembros del ej¨¦rcito los reportaron como muertos en combate. En ellas se concentrar¨¢ la jornada del mi¨¦rcoles. Las v¨ªctimas en la audiencia vest¨ªan camisetas con la imagen de altos mandos militares y el mensaje que ha popularizado el movimiento de madres de Soacha: ¡°?Qui¨¦n dio la orden?¡±.
El proceso por los falsos positivos es uno de los dos grandes procesos ¨Co macrocasos¨C m¨¢s avanzados en el tribunal de paz, junto al que imputa a la c¨²pula de las extintas FARC por una serie de delitos asociados al secuestro, que tendr¨¢ su audiencia de reconocimiento en Bogot¨¢ a partir del 31 de mayo. Si los comparecientes reconocen su responsabilidad durante las audiencias, adem¨¢s de aportar verdad plena, detallada y exhaustiva, las primeras resoluciones de conclusiones se deben producir en los pr¨®ximos tres meses.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.