?Iluminando las tinieblas?
Primeros pasos de un presidente electo que conoce el poderoso mensaje de los abrazos. Cuidado: no funciona cuando se trata de osos
Colombia le perdi¨® el miedo a Gustavo Petro. Positivo. ?Qu¨¦ de bueno tendr¨ªa que un pa¨ªs le tuviera pavor a su presidente? Pero nuestros l¨ªderes pol¨ªticos s¨ª han demostrado que conservan un temor: quedarse sin una tajada de la torta del poder.
Todos han corrido a hacer fila en la ¡®abrazat¨®n¡¯, protagonizada un presidente electo que necesitar¨ªa de un aparato estatal tres veces m¨¢s grande del actual para cumplirles. ?En serio puede alguien pensar, por ejemplo, que un sagaz y astuto oso de la pol¨ªtica como el expresidente C¨¦sar Gaviria se sum¨® gentilmente a los ideales de Petro a cambio de nada?
Sudoroso, desencajado, con esas corbatas que siempre parecen ahorcarlo, el histri¨®nico periodista Jaime Bayly sali¨® a reclamarle a Rodolfo Hern¨¢ndez algo que no tiene explicaci¨®n: d¨ªas antes de la segunda vuelta dec¨ªa en c¨¢maras que Petro estaba rodeado de hampones y bandoleros, y que quer¨ªan matarlo. Del asco y la sindicaci¨®n, el ingeniero tiktokero pas¨®, sin despeinarse, a darse afectuosos abrazos con su n¨¦mesis. ¡°Muy bien, te re¨²nes con el presidente electo¡±, asegur¨® Bayly, ¡°pero preserva tu dignidad de l¨ªder opositor, que representa a m¨¢s de diez millones de colombianos¡±.
Se equivoca Bayly, porque las dignidades pol¨ªticas son tan escasas en Colombia como los cr¨ªptidos. Eso para no hablar de lo livianos que a veces resultan ser los votos luego de perder una elecci¨®n presidencial. Los casi siete millones de ?scar Iv¨¢n Zuluaga, en 2014, no le sirvieron ahora ni para ser estrella del baile en redes, y candidatos tenidos por l¨ªderes morales y ¨¦ticos, tipo Carlos Gaviria o Antanas Mockus, pasaron de un segundo lugar en la justa electoral a convertirse en discretos actores pol¨ªticos.
Se le exige a Petro que logre unir a un pa¨ªs fragmentado. F¨¢cil decirlo. Es como pedirle que empuje un ba¨²l repleto de plomo hacia la cumbre del Everest. La unidad de la gente est¨¢ muy lejos. No en la cima del techo del mundo; un poco m¨¢s all¨¢: en la Luna.
Lo que s¨ª puede conseguir Petro es un bloque pol¨ªtico relativamente compacto, siempre y cuando se dedique a dotar a los escaladores (?trepadores?) profesionales de ¡°ox¨ªgeno¡± suplementario. Ning¨²n pol¨ªtico de este pa¨ªs se resiste a la ¡°mermelada¡±, porque estar ¡°untados¡± es su manera natural de ser y estar. Tendr¨¢ que rodearse para sacar adelante sus iniciativas en el Congreso, pero ?qu¨¦ pasar¨¢ cuando pase a reformar las costumbres de sus nuevos mejores amigos?
Una m¨ªtica an¨¦cdota narra que, en cierta ocasi¨®n, cuando un ladr¨®n escapaba, luego de robar a un transe¨²nte, la gente gritaba ¡°?c¨®janlo, c¨®janlo!¡±. Y, cuando efectivamente lograban atraparlo y zarandearlo, la gente coreaba ¡°?su¨¦ltenlo, su¨¦ltenlo!¡±. En tiempos de Petro vivimos una contradicci¨®n similar: hab¨ªa temor de que Petro hiciera la revoluci¨®n; ahora el miedo es a que, apoyado por la clase pol¨ªtica que combat¨ªa fervorosamente, no pueda hacer revoluci¨®n alguna.
¡°Si fracaso¡±, dijo a EL PA?S, ¡°las tinieblas arrasar¨¢n con todo¡±. De no mantener sanas distancias con los ambiciosos caciques pol¨ªticos, Petro se perder¨¢ en la oscuridad y pasar¨¢ a la historia como el hombre que ilumin¨® estas tierras oscuras con la fuerza de un ef¨ªmero rayo.
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