Andr¨¦s Celis, el investigador de la Comisi¨®n de la Verdad que tuvo que salir al exilio
Despu¨¦s de una serie de llamadas amenazantes y un extra?o robo a su apartamento, encontr¨® refugio en Europa
¡°Me toca por ahora recuperar la cabeza, porque yo no he estado muy bien¡±, dice por videollamada Andr¨¦s Celis, un exinvestigador de la Comisi¨®n de la Verdad. La instituci¨®n fue la que entrevist¨® durante los ¨²ltimos cuatro a?os a m¨¢s de 30.000 personas antes de presentar en junio un extenso informe sobre las causas y consecuencias del conflicto armado y Celis fue uno de esos entrevistadores. No se arrepiente de una sola entrevista aunque dice que este trabajo por la b¨²squeda de la verdad ¡°me jodi¨® la existencia¡±. Ahora busca recuperar su tranquilidad porque este mes, tras una serie de amenazas, tuvo que salir al exilio. Habla desde un diminuto cuarto en una esquina de Europa pero, por precauci¨®n, no se atreve a revelar el pa¨ªs que le acogi¨®.
Un obsesionado por entender lo que llama ¡°el teatro de la guerra¡±, Celis (Bogot¨¢, 30 a?os) se sent¨® durante cientos de horas con exmilitares, exparamilitares y exguerrilleros¡ªmandos medios y altos que le hablaron de masacres, narcotr¨¢fico, o alianzas con grupos pol¨ªticos y empresariales. M¨¢s de una vez tuvo la impresi¨®n de que lo segu¨ªan, m¨¢s de una vez not¨® a desconocidos que le tomaban fotos en la calle. ¡°Mantengo un bajo perfil porque, cuando uno maneja temas as¨ª en Colombia, debe hacerlo sin tanta parafernalia¡±, dice.
Sabiendo que m¨¢s de uno quisiera robar sus entrevistas, Celis se cuidaba de transcribirlas inmediatamente y de respaldar la informaci¨®n en un segundo computador. Pero desde febrero, cuando entrevist¨® al detenido jefe del clan del Golfo, Dairo Antonio ?suga David, o alias ¡®Otoniel¡¯, empez¨® a perder la tranquilidad. Un grupo de hombres entr¨® a su casa una madrugada y se rob¨® dos grabadoras y un computador. Afortunadamente, no el computador en que estaba ya la entrevista al narco. Celis no cree que sea Otoniel ni sus hombres los que est¨¢n detr¨¢s del robo, ni de las amenazas posteriores. ¡°De eso estoy 100% seguro, esos manes no son¡±.
La Fiscal¨ªa le dijo inicialmente que el robo deb¨ªa ser por parte de alg¨²n habitante de la calle pero algo no encajaba. ?Por qu¨¦ un ladr¨®n se robar¨ªa libros de su biblioteca sobre las guerrillas? ?Por qu¨¦ llenar¨ªa con tinta negra el cuaderno donde ten¨ªa apuntes con su entrevista con Otoniel? Celis no confiaba en la investigaci¨®n de la Fiscal¨ªa. Cuidar su vida depender¨ªa de ¨¦l.
¡°Ah¨ª arranca un calvario¡±, dice. Empez¨® una vida n¨®mada y vivi¨® un rato en una instituci¨®n jesuita, luego con amigos, luego con familiares. Poco antes de que la Comisi¨®n de la Verdad entregara a la sociedad su extenso Informe de Hallazgos y Recomendaciones, empezaron a llegar amenazas al celular. ¡°De junio a julio, me hicieron 11 llamadas, y todas ten¨ªan el mismo patr¨®n: me insultaban y dec¨ªa que sab¨ªan qui¨¦n era yo, que sab¨ªa, qu¨¦ hab¨ªa hecho, y me dec¨ªan que me cuidara. No dec¨ªan m¨¢s¡±. El miedo aument¨® exponencialmente.
La Unidad Nacional de Protecci¨®n le entreg¨® un esquema de seguridad: un carro blindado, un conductor, un escolta, dos chalecos. La Comisi¨®n de la Verdad le exigi¨® a la Fiscal¨ªa que investigara a fondo el caso. Pero Celis empez¨® a pensar en un plan para salir del pa¨ªs. ¡°Andar as¨ª es como tener una c¨¢rcel encima, es evitar caminar, es no dar papaya, es quedarse quieto¡±. Busc¨® apoyo en la embajada del pa¨ªs europeo que no puede revelar, y una vez lleg¨® a su destino del otro lado del Atl¨¢ntico llegaron tres llamadas m¨¢s.
¡°En la ¨²ltima me dicen unos hombres que los hab¨ªan contratado a ellos para mandarme a matar a mi¡±, cuenta Celis. ¡°Dicen que dos personas son las que les han pagado para que me maten, que les dieron 15 millones de pesos, y que me iban a matar. Pero entonces, para no matarme, quer¨ªan saber si yo les iba a colaborar a ellos. Yo le pregunto a la persona qui¨¦nes son los que me han mandado a matar. Entonces despu¨¦s me dicen que yo he tomado una mala decisi¨®n, que igual me iban a matar y que no importaba la manera: si me iban a descuartizar, o si me iban a pegar un tiro¡±.
En otra de las llamadas le dicen que lo vienen siguiendo por varias semanas. Le hablan de su familia, le dicen que los tienen ubicados a todos, a ¨¦l y a sus padres, y que saben por qu¨¦ lugares se mueven. Por eso, desde su peque?o cuarto en Europa, Celis no ha podido recuperar la cabeza. ¡°Mi familia est¨¢ all¨¢, eso es lo que a mi me tiene inquieto¡±, dice.
La gran paradoja que vive Andr¨¦s Celis es que, por saber demasiado, ya no puede contar demasiado. ¡°No s¨¦ de qu¨¦ manera decirle esto, pero todo lo que me ha pasado se ha centrado medi¨¢ticamente en la entrevista a Otoniel¡±, dice precavidamente. ¡°Pero al escucharme, al saber todo el recorrido que he tenido en la Comisi¨®n, pueden aparecer otras aristas en las entrevistas que hice con exmilitares o exagentes del Estado, otras entrevistas que podr¨ªan dar otras luces¡±. Cuenta que en un momento un grupo de la ONU le pregunt¨® si podr¨ªa hacer una lista de las personas que entrevist¨® y que pudieran estar detr¨¢s de la informaci¨®n que ¨¦l conoce. ¡°Salieron como 15 personajes¡±, dice. No puede revelar ninguno a los medios.
Celis conoce mucho m¨¢s del conflicto de Colombia que el ciudadano promedio porque ha escuchando ya demasiados testimonios de c¨®mo la violencia se desarrolla y se recicla. Parte de lo que le interesaba de las entrevistas con Otoniel ¡ªy con uno de sus mayores aliados, alias Nicol¨¢s¡ªera precisamente c¨®mo estos dos pasaron de ser guerrilleros de las FARC y el EPL, a paramilitares de las ACCU y AUC, a dos de los narcotraficantes m¨¢s poderosos de Am¨¦rica Latina en el clan del Golfo. Son personas que llevan m¨¢s de 45 a?os en las armas desde distintos ej¨¦rcitos.
Desde otra esquina, Celis tambi¨¦n conoce el poder il¨ªcito dentro del Estado muy bien. Recuerda entrevistar a un exagente del Estado, ya condenado, y se sorprendi¨® cuando este se sab¨ªa de memoria las sentencias condenatorias de otros criminales mejor que cualquier investigador del conflicto. Un conocimiento enciclop¨¦dico de la guerra guardado en el silencio de una prisi¨®n. Verdades que, incluso en el extenso informe de la Comisi¨®n de la Verdad, no fue f¨¢cil publicar. ¡°A mi modo de ver, a la Comisi¨®n de la Verdad le falt¨® decir cosas m¨¢s duras de las que ya est¨¢n dentro del informe¡±, dice.
Andr¨¦s Celis no llevaba 4 sino 10 a?os obsesionado con la verdad de la guerra. Antes de llegar a la Comisi¨®n, trabaj¨® 6 a?os en un portal period¨ªstico llamado Verdad Abierta que desde 2007 empez¨® a contar las historias de paramilitares y guerrilleros. Aunque all¨ª entrevist¨® a decenas de v¨ªctimas del conflicto armado, su verdadera obsesi¨®n han sido los que tienen el poder de las armas.
¡°Yo siempre he pensado que hay que conocer a estos locos qu¨¦, c¨®mo les funciona el cerebro, porque al final son personas, son humanos¡±, dice Celis. ¡°Muchos de mis compa?eros me han dicho que no pueden hablar con personas as¨ª, pero yo s¨ª, porque entiendo que tienen una condici¨®n humana, pero siempre mi pregunta ha sido: ?qu¨¦ motivos encontraron para actuar as¨ª? Y uno encuentra motivaciones distintas en las guerrillas, los paras, los agentes del Estado, pero tambi¨¦n unas cosas muy comunes¡±.
Aunque trabaj¨® un tercio de su vida en dos instituciones que ponen la verdad en singular ¡ªde Verdad Abierta a la Comisi¨®n de La Verdad¡ª a Celis le gusta hablar de ¡°las verdades¡±, en plural. ¡°A pesar de ese ejercicio grande que hizo Verdad Abierta, y a pesar de ese esfuerzo descomunal de casi cuatro a?os que hizo la Comisi¨®n de la Verdad, pues hay muchas cosas que quedaron en en punta por conocerse¡±, dice. Hay varias verdades, sin embargo, que la guerra a¨²n no le permite contar p¨²blicamente. Hay hombres, sobre todo, que est¨¢n haciendo todo lo posible para que no lo haga.
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