Mientras el planeta arde, algo se cocina entre Brasil y Colombia
La reuni¨®n entre Marina Silva y Francia M¨¢rquez fue un hecho particularmente significativo de la cumbre clim¨¢tica en Sharm el Sheikh. Los dos pa¨ªses suman el 70% del territorio amaz¨®nico
Por una coincidencia afortunada, los pabellones de Brasil y Colombia quedaron ubicados uno al lado del otro en este laberinto levantado sobre la arena ardiente que es la cumbre de cambio clim¨¢tico (COP27).
Ha sido uno de los rincones m¨¢s felices, y creo que uno de los m¨¢s auspiciosos. Feliz porque los brasileros est¨¢n de vuelta despu¨¦s de cuatro a?os de desplantes del Gobierno Bolsonaro a la comunidad internacional. La cordialidad sonriente de los brasileros contagi¨® un panel que compartimos con Sonia Guajajara ¨Cla l¨ªder ind¨ªgena que probablemente ser¨¢ la titular del ministerio de pueblos originarios que Lula prometi¨® crear¨C y Lu¨ªs Roberto Barroso ¨Cel magistrado de la Corte Suprema que dict¨® un fallo clave para proteger la Amazonia¨C. Todos saben que van a tener que trabajar a contrarreloj para deshacer el da?o de Bolsonaro, pero vuelven a respirar tranquilos.
El pabell¨®n colombiano, al otro lado del corredor, zumba desde el inicio de la COP. Primero el presidente y su ministra de Ambiente, luego la vicepresidenta, y ahora una delegaci¨®n nutrida y variopinta de activistas y lideres de pueblos ind¨ªgenas y negros, le han dado al pa¨ªs una visibilidad sin precedentes en este tipo de cumbres.
Digo que la coincidencia es auspiciosa porque una alianza entre Brasil y Colombia ser¨ªa una de las mejores noticias para la Amazonia y para el futuro del clima planetario. En primer lugar, porque los dos pa¨ªses suman el 70% del territorio amaz¨®nico. Colombia aporta la iniciativa pol¨ªtica: el gobierno de Gustavo Petro y Francia M¨¢rquez viene asumiendo el liderazgo de la agenda ambiental en Am¨¦rica Latina, incluyendo la protecci¨®n de la Amazonia y la propuesta de condonaci¨®n de deuda externa para liberar recursos para programas contra el cambio clim¨¢tico. Para tener influencia global, sin embargo, los colombianos necesitan el peso geopol¨ªtico y geogr¨¢fico de Brasil, que tiene el 60% del pulm¨®n del mundo y un cuerpo diplom¨¢tico envidiable que ni siquiera Bolsonaro ha logrado desmontar.
Pero falta ver si Lula pone el medio ambiente en el centro de su gobierno, o si vuelva a subordinarlo a la promoci¨®n de las industrias extractivas, como lo hizo en su segundo mandato y lo sigui¨® haciendo su sucesora, Dilma Rousseff. Las primeras se?ales indican que Lula ha dado un giro ambientalista y estar¨ªa m¨¢s cerca de la izquierda ecologista en el poder en Colombia y Chile que de la extractivista de M¨¦xico o Argentina. En efecto, su programa de gobierno y su discurso de victoria electoral les dieron un lugar prominente a las propuestas que vienen del partido de la exministra Marina Silva, que tiene el r¨¦cord de ser la ¨²nica funcionaria capaz de detener la deforestaci¨®n en la regi¨®n amaz¨®nica y que tuvo que salir del primer Gobierno de Lula cuando se impuso el ala extractivista de Rousseff.
Por eso, el hecho de que Marina Silva suene como ministra de ambiente del nuevo Gobierno de Lula augura un futuro promisorio para la alianza Brasil-Colombia. Por eso tambi¨¦n, la reuni¨®n entre Marina Silva y Francia M¨¢rquez fue un hecho particularmente significativo de esta COP. Ambas son mujeres negras que llegaron a la pol¨ªtica nacional sobreviviendo la violencia de las econom¨ªas extractivas en sus territorios. Las dos llevan las banderas de la justicia ambiental, racial y de g¨¦nero. Y representan movimientos que les apuestan a la integraci¨®n regional y a la solidaridad con otros pa¨ªses y regiones del sur global, los que sufren los peores efectos del calentamiento global a pesar de haber contribuido a ellos mucho menos que los pa¨ªses del norte.
Mas all¨¢ de su relevancia geopol¨ªtica, la articulaci¨®n entre Brasil y Colombia puede tender un puente entre los dos mundos que circulan por rutas paralelas en estas cumbres. De un lado est¨¢n los funcionarios de los gobiernos que negocian, palabra por palabra, el texto del acuerdo final. Se pueden distinguir a la distancia, porque las credenciales que cuelgan de sus cuellos est¨¢n atravesadas por una franja rosa. De otro lado est¨¢n los de la franja amarilla: los miembros de la sociedad civil que participan en eventos paralelos y siguen las negociaciones por los medios.
Quiz¨¢s lo m¨¢s llamativo de la presencia de Gustavo Petro y Francia M¨¢rquez en esta cumbre es que ambos hablaron como gobernantes, pero tambi¨¦n como activistas. Mucho se ha dicho sobre la transici¨®n energ¨¦tica que volvi¨® a proponer Petro en su discurso de diez puntos a la COP. Se ha hablado mucho menos de lo que creo que est¨¢ en el coraz¨®n de la propuesta: el papel de los movimientos sociales como motores de la soluci¨®n a la emergencia clim¨¢tica. ¡°La movilizaci¨®n de la humanidad corregir¨¢ el rumbo y no el acuerdo de tecn¨®cratas influidos por los intereses de las empresas del carb¨®n y el petr¨®leo¡±, dijo Petro, quiz¨¢s teniendo en mente a los m¨¢s de 600 lobistas que representan los intereses de las compa?¨ªas de combustibles f¨®siles en esta cumbre. La vicepresidenta M¨¢rquez defendi¨® el mismo punto con ejemplos concretos, en un conversatorio electrizante que comparti¨® con mujeres j¨®venes que lideran la causa ecol¨®gica alrededor del mundo.
Con la llegada de Lula al poder, lo m¨¢s probable es que Brasil vuelva a encarnar la articulaci¨®n entre gobierno y sociedad civil que represent¨® en cumbres anteriores, donde la delegaci¨®n brasilera era de las m¨¢s nutridas, precisamente porque el gobierno otorgaba credenciales liberalmente a activistas y cient¨ªficos. De hecho, ya se dice que convocar¨¢ un evento global sobre el clima en la Amazonia en 2023, posiblemente en alianza con su par colombiano.
Mientras el planeta arde, algo interesante se cocina entre Brasil y Colombia.
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