As¨ª es: el f¨²tbol siempre es m¨¢s que f¨²tbol
Benzema dijo una vez a la revista ¡®So Foot¡¯: ¡°En resumen: si marco, soy franc¨¦s; si no marco o hay problemas, soy ¨¢rabe¡±
Lo que m¨¢s recuerdo es la sensaci¨®n de sorpresa: sorpresa porque tanta gente estuviera hablando de lo mismo, y adem¨¢s con tanta pasi¨®n, como si lo ocurrido fuera una cuesti¨®n pol¨ªtica. Hablaba del tema la mujer que me alquil¨® un cuarto, hablaban los estudiantes, hablaban las profesoras, y todo el mundo ten¨ªa una opini¨®n sobre lo que hab¨ªa dicho Jean-Marie Le Pen, presidente del Frente Nacional. Era el mes de julio de 1996; unos quince d¨ªas antes, despu¨¦s de que la selecci¨®n francesa de f¨²tbol se clasificara para la semifinal de la Eurocopa, Le Pen hab¨ªa atacado a los futbolistas por no cantar La Marsellesa, sugerido que el equipo era ¡°artificial¡± porque estaba lleno de ¡°extranjeros¡± y amenazado con ¡°revisar su situaci¨®n¡± cuando llegara a la presidencia. Era un ataque racista, por supuesto, y olvidaba convenientemente que todos los jugadores de ese equipo ¨Ctodos menos uno: Marcel Desailly, nacido en Ghana¨C hab¨ªan nacido en Francia o en colonias francesas. Aim¨¦ Jacquet, el entrenador, reaccion¨® bien: ¡°Yo no respondo a un payaso¡±.
Pero el payaso sigui¨® hablando. Frente a un micr¨®fono hizo el inventario de los que consideraba, a todas luces, franceses de segunda. ¡°Lamouchi es tunecino nacido en Francia; Loko, congol¨¦s nacido en Francia; Zidane, argelino nacido en Francia; Djorkaeff, armenio nacido en Francia¡±. Y concluy¨®: ¡°Ser¨ªa bueno encontrar jugadores en Francia¡±. Las declaraciones del ultraderechista envalentonado siguieron haciendo ruido mucho tiempo, y despu¨¦s, en medio de una marcha por los derechos (o los papeles) de los inmigrantes, vi a m¨¢s de uno llevando pancartas con el escudo de la selecci¨®n, las fotos o los nombres de los jugadores, mientras la gente cantaba: ¡°?Primera, segunda, tercera generaci¨®n! ?Todos somos hijos de inmigrantes!¡± Y poco despu¨¦s, durante el ¨²ltimo verano que pas¨¦ en Par¨ªs, me vi metido en una multitud que ya no se manifestaba para exigir los derechos de los inmigrantes, sino para celebrar que la selecci¨®n francesa ¨Cla de los hijos de inmigrantes: el argelino, el congol¨¦s, el armenio¨C hab¨ªa ganado por primera vez la Copa del Mundo.
He estado recordando esos d¨ªas ahora que la extrema derecha francesa ha vuelto a dar su opini¨®n sobre f¨²tbol, o a usar el f¨²tbol para hablar de su idea racista de Francia. ?ric Zemmour, xen¨®fobo y antisemita que ha querido ocupar el espacio de los extremistas¨Cpuesto que Marine Le Pen hace intentos desesperados por lavar la cara del Frente Nacional, despu¨¦s de tantos a?os de fracasos electorales¨C, hablaba indignado el otro d¨ªa de los franceses de origen marroqu¨ª que, seg¨²n ¨¦l, celebrar¨ªan la victoria de Marruecos. ¡°?C¨®mo reaccionar¨ªa el rey de Marruecos¡±, pregunt¨®, ¡°si en Marrakech miles de franceses llegaran a celebrar la victoria de Francia?¡± Los comentarios no ten¨ªan m¨¢s objetivo que atizar las tensiones raciales y los fantasmas del nacionalismo, estrategia siempre ventajosa cuando las tensiones son reales: y lo son. Pero esos varios minutos dedicados a escupir veneno en televisi¨®n fueron tambi¨¦n la demostraci¨®n elocuente de todo lo que pasar¨¢ esta tarde en el campo de f¨²tbol.
Pues, como ocurre siempre o casi siempre en los mundiales, el partido de hoy es mucho m¨¢s que un partido. El equipo de Marruecos, que ha llegado m¨¢s lejos de lo que nadie esperaba, se ha convertido adem¨¢s en bandera o pararrayos de muchas causas de nuestro mundo globalizado: ¨¢rabes, africanas, musulmanas, poscoloniales. Como el f¨²tbol es inevitablemente pol¨ªtico, aunque eso tanto le choque a la gente de la FIFA, era imposible que no se se?alara el trayecto que ha recorrido Marruecos. Las victorias contra B¨¦lgica, Espa?a y Portugal, como entender¨¢ cualquiera, son f¨¢ciles de convertir en una met¨¢fora de las relaciones colonialistas entre Europa y ?frica. Y eso es complicado y terriblemente interesante: pues la amplia mayor¨ªa de los jugadores de Marruecos no nacieron en Marruecos, sino en esa Europa. El t¨¦cnico, Walid Regragui, naci¨® en Francia, igual que Saiss, el capit¨¢n; Munir El Haddadi naci¨® en El Escorial, y en Madrid naci¨® Hakimi, el autor del penalti que elimin¨® a Espa?a.
En las capitales de esos pa¨ªses europeos, en barrios a veces duros de conflictos no siempre resueltos, vive una di¨¢spora que ha celebrado los partidos pasados con emociones que son mucho m¨¢s complejas, m¨¢s ambiguas y menos clasificables de lo que le gustar¨ªa a Occidente; y, como el f¨²tbol tiene siempre un lado oscuro y no escoge lo que refleja, sino que lo refleja todo, las tensiones acumuladas por m¨¢s razones de las que caben en esta p¨¢gina ¨Csociales, raciales, religiosas, algunas que no son nada de eso o que lo son todo al mismo tiempo¨C se han convertido a veces en violencia. As¨ª ocurri¨® en varias ciudades belgas despu¨¦s del partido, para gran dicha de la extrema derecha, que utiliz¨® y seguir¨¢ utilizando los desmanes de los violentos (como hizo Zemmour) para aplicar el manual del perfecto populista: el ellos contra nosotros, el enemigo interno, la guerra de identidades en la que tantos caen con tanta facilidad. El f¨²tbol tambi¨¦n saca el lado m¨¢s oscuro de todo. As¨ª es ahora y as¨ª ha sido siempre. La pregunta es qui¨¦n utiliza eso, y para qu¨¦.
Lo ir¨®nico del caso Zemmour, as¨ª como del de aquel Jean-Marie Le Pen que en 2006 se quejaba de que hubiera demasiados jugadores de color en la selecci¨®n francesa, es que el equipo de hoy est¨¢ construido en buena parte con los hijos o nietos de inmigrantes africanos: Mbapp¨¦ y Tchouam¨¦ni, por poner s¨®lo dos ejemplos, son descendientes de cameruneses. No es imposible leer las dos selecciones que se enfrentan hoy como las dos caras de una misma moneda: hay jugadores que crecieron en el mismo barrio y esta tarde jugar¨¢n con camisetas distintas. En el equipo de Marruecos jugar¨¢n hombres que habr¨ªan podido, por azar o por voluntad, representar a Francia; al rev¨¦s ocurre un poco lo mismo. Para cierta derecha francesa, obsesionada con un pa¨ªs que cada vez es menos blanco, esta circunstancia es fuente de ansiedades inagotables: la idea misma de las identidades con guion (franco-argelino, franco-marroqu¨ª, franco-camerun¨¦s) les resulta francamente aterradora.
Benzema dijo una vez a la revista So Foot: ¡°En resumen: si marco, soy franc¨¦s; si no marco o hay problemas, soy ¨¢rabe¡±.
Esta conversaci¨®n cambiar¨¢ cuando acabe el partido de hoy. Veremos en qu¨¦ sentido.
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