Digresiones para el D¨ªa del Periodista
El oficio que llamamos periodismo deber¨ªa tener una consideraci¨®n m¨¢s alta que la que tienen los falibles individuos, pues su buena salud es indispensable para la salud de la democracia
En junio del a?o pasado, despu¨¦s de las elecciones que gan¨® Gustavo Petro, escrib¨ª en este peri¨®dico que ese resultado me parec¨ªa lo mejor que pod¨ªa pasarle a Colombia. No por ¨¦l, que no era mi candidato ni me ha inspirado nunca la m¨¢s m¨ªnima confianza, sino porque el programa de su partido promet¨ªa un compromiso sin fisuras con la implementaci¨®n correcta de los Acuerdos del Teatro Col¨®n, que el gobierno de Iv¨¢n Duque aplic¨® mediocre y selectivamente cuando no los sabote¨® a conciencia. La otra raz¨®n por la que me parec¨ªa positiva la victoria del Pacto Hist¨®rico era muy sencilla: la opci¨®n era Rodolfo Hern¨¢ndez, un populista incompetente a m¨¢s no poder, fabricado por la frivolidad de las redes sociales y por nuestro miedo al cambio, y demasiado susceptible a las zonas m¨¢s reaccionarias de la derecha.
Es verdad, s¨ª: me habr¨ªa gustado un partido de gobierno que no llegara al poder corriendo las l¨ªneas ¨¦ticas, seg¨²n la c¨ªnica expresi¨®n de un estratega que a muchos se les ha olvidado ya, ni haciendo guerra sucia contra los oponentes porque algunos se la hicieron a ellos. Yo no s¨¦ si en el futuro este pa¨ªs merecer¨¢ que unas elecciones presidenciales no sean un barrial de bajezas morales: no s¨¦ si mereceremos ser gobernados por un partido que no crea que todo vale, que no est¨¦ dispuesto a correr l¨ªneas ni a fabricar desprestigios, y, sobre todo, que no justifique con facilidad lo que en el oponente condenar¨ªa sin vacilaci¨®n. Cuando salieron a la luz (con malas artes, como salen a la luz las cosas en este pa¨ªs) las t¨¢cticas sucias contra el candidato de la derecha, el uribismo puso el grito en el cielo; pero, como ya he dicho en otras partes, su indignaci¨®n habr¨ªa sido mucho m¨¢s cre¨ªble si tambi¨¦n la hubieran manifestado cuando los calumniados eran v¨ªctimas del Twitter de Uribe: militantes de izquierda o periodistas cr¨ªticos que, despu¨¦s de un trino, se vieron obligados durante meses a llevar guardaespaldas.
En cualquier caso, llevo seis meses queriendo que a este gobierno le vaya bien. No s¨®lo porque su fracaso ser¨ªa un fracaso de todos, no s¨®lo de los que votaron por ¨¦l, sino porque la lenta invenci¨®n de una izquierda democr¨¢tica y sensata me parece cuesti¨®n de urgencia, y eso no parece posible si este presidente comete m¨¢s insensateces de las que aguante la democracia. Por eso me decepcionan y me preocupan las derivas recientes de Petro, que parece creer con una parte de su cabeza que todav¨ªa no es presidente, sino que sigue siendo candidato. No soy el primero en notar que Petro, cuando invita a la gente a manifestarse a favor de leyes que nadie conoce, cuando le pide a la gente que salga para ¡°discutir en la calle las reformas¡±, se est¨¢ apoyando en estrategias que se parecen demasiado al ¡°estado de opini¨®n¡± con el que Uribe quiso hacerles el quite a los obst¨¢culos legales que se interpon¨ªan entre ¨¦l y su modelo de pa¨ªs. As¨ª nos va a los colombianos: cada lado cree que los atajos est¨¢n bien si los toman ellos, y muy mal si los toman los otros.
En realidad, Petro no puede pensar que en la calle se va a discutir nada, ni con seriedad ni sin ella: quiere saltarse los conductos de deliberaci¨®n que son propios de una democracia madura para cambiar las ideas por las emociones, y cuanto menos informadas, mejor. Por supuesto que, cuando hablo de democracia madura, me estoy imaginando algo muy distinto a lo que ocurre en el congreso; cuando hablo de deliberaci¨®n, no me refiero a la sinraz¨®n, la violencia ret¨®rica y la tonter¨ªa serial de tantos representantes de nuestra derecha atrabiliaria, esos azuzadores de profesi¨®n que parecen convencidos de que el ¨¦xito pol¨ªtico s¨®lo se logra si se siembran suficientes odios, si las diferencias pol¨ªticas se convierten en virtuales peleas de cuchilleros, si hay sangre en la arena. Tengo en mente varios nombres; cuando pienso en ellos y en lo que dicen, no me sorprende que los otros lleguen a la conclusi¨®n de que cualquier negociaci¨®n es infructuosa y cualquier di¨¢logo es in¨²til: m¨¢s vale sacar m¨²sculo en la calle.
Claro, cambiar la raz¨®n por las emociones es el primer art¨ªculo del dec¨¢logo del perfecto populista. Hay que emocionar a los bandos y luego, como dice un poema, que alguien pase a recoger los restos. Lo fascinante del espect¨¢culo de Petro es que todo parece ocurrir a pesar suyo, como si el populista que ha llevado dentro toda la vida a veces se le saliera sin permiso: de repente declara que en las autopistas 4G ¡°se tira la plata¡±, pues s¨®lo contribuyen al ¡°concepto capitalista de la velocidad¡±, y ni siquiera se sonroja tras semejante tonter¨ªa. Cuando le¨ª estas palabras tuve que ir a verificar que la cita viniera de una fuente confiable: no me parec¨ªa veros¨ªmil que hubiera salido de las declaraciones p¨²blicas de un presidente en ejercicio, y no del ensayo escolar de un adolescente que acaba de leer su primer resumen de Marx. (Aunque los marxistas del siglo XX han se?alado con frecuencia que el culto de la velocidad, que tanto les gustaba a los futuristas italianos, es inseparable del auge fascista de Mussolini. Cosas de la historia.)
Pues bien, ese populista que Petro lleva dentro ha vuelto a asomarse en los ¨²ltimos d¨ªas, esta vez para atacar a los medios de comunicaci¨®n. Los ha acusado de ser parte del ¡°establecimiento¡±, lo cual, viniendo de un presidente en ejercicio que lleva d¨¦cadas en las ¨¦lites pol¨ªticas, es por lo menos contradictorio; y es tambi¨¦n amn¨¦sico, pues algunos de esos medios del ¡°establecimiento¡± contienen las columnas de opini¨®n que ayudaron a llevarlo a la presidencia, por no hablar de los reportajes que recogieron sus denuncias de congresista y construyeron su reputaci¨®n como opositor formidable. En el periodismo colombiano hay practicantes mejores y peores, los hay justos y profesionales y tambi¨¦n mediocres e injustos, los hay sectarios y moderados y clarividentes y confundidos; pero el oficio que llamamos periodismo, que es el lugar donde todos trabajan, deber¨ªa tener una consideraci¨®n m¨¢s alta que la que tienen los falibles individuos, pues su buena salud es indispensable para la salud de la democracia.
El presidente tiene todo el derecho de defenderse de las cr¨ªticas, pero uno agradecer¨ªa que la defensa se diera contra las cifras equivocadas y los argumentos falaces, no contra el gremio y mucho menos contra esa entidad gaseosa que sirve para todo: el ¡°establecimiento¡±. La verdad incontrovertible es que minar la credibilidad de los medios cr¨ªticos puede quitarle incomodidades al presidente, pero tambi¨¦n le quitar¨¢ defensas a la sociedad. Algo muy parecido tuve que escribir varias veces durante los ¨²ltimos tres a?os del gobierno de Uribe: no s¨¦ si eso quiera decir algo. Recordemos todo esto hoy, cuando celebramos un d¨ªa que s¨®lo se celebra porque los periodistas ¡ªen todos los tiempos y en todos los lugares¡ª han sido inc¨®modos y han sido atacados por serlo.
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