Amenazas de muerte, drogas y pobreza: la peor cara de Bogot¨¢ en un solo conjunto residencial
Un mensaje supuestamente firmado por la banda del Tren de Aragua intimida a los 14.000 residentes de una urbanizaci¨®n del sur de la capital
¡°Fuera sapos de nuestro territorio o plomo en ese culo¡±. La amenaza escrita a ordenador ven¨ªa encabezada por el s¨ªmbolo de la banda del Tren de Aragua y un rifle. Ese 31 de enero, Edwid Zartos se dio cuenta de que su trabajo como administrador del conjunto residencial Parque Central El Tintal II se hab¨ªa complicado. Los problemas de convivencia en esta microciudad de 2.000 apartamentos y unos 14.000 residentes, al suroccidente de Bogot¨¢, llevaban escalando desde la pandemia, pero nunca hab¨ªa imaginado llegar a esto. ¡°Comenz¨® la cacer¨ªa de perros de la administraci¨®n¡±, advert¨ªa el mensaje.
Entrar en este conjunto es ahora como llegar a una prisi¨®n. Las rejas de la puerta est¨¢n cerradas y vigilantes con transmisores informan de todo el que accede. Nadie puede hacerlo si no es residente o tiene permiso. Las c¨¢maras registran cada cara y, con poco acierto, establecen las caracter¨ªsticas del sujeto. A casi todos los rostros los considera hombres con barba, aunque se trate de mujeres. Se vigilan los ascensores que el mensaje amenaza con incendiar y los tanques de agua que dice que podr¨ªan ¡°enbenena [sic]¡±.
Este jueves al mediod¨ªa algunos padres vuelven de recoger a sus hijos del colegio en bicicleta. Hace un d¨ªa de sol en Bogot¨¢ y en el ir y venir de gente por las zonas comunes entre las torres no se percibe nada extra?o. Hace unas horas estuvo aqu¨ª la alcaldesa de Bogot¨¢, Claudia L¨®pez, para decirles a los vecinos que ¡°no est¨¢n solos¡± y anunci¨® el inicio de una investigaci¨®n policial para desarticular al grupo detr¨¢s de las amenazas. ¡°Aqu¨ª no les tenemos miedo a esos delincuentes¡±, dijo.
L¨®pez no cree que detr¨¢s de las amenazas est¨¦ el Tren de Aragua, sino grupos delincuenciales que usan su nombre para intimidar. El Tren de Aragua es una banda que naci¨® en Venezuela pero que con la emigraci¨®n se ha establecido en varios pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, Colombia entre ellos. Zartos tambi¨¦n duda, aunque dice que el mi¨¦rcoles por la noche se escucharon disparos contra uno de los vigilantes que estaba en la azotea de una torre. El trabajador, que sali¨® ileso, renunci¨® al d¨ªa siguiente.
Mariam L¨®pez -nombre ficticio- no se atrevi¨® a bajar de su casa cuando lleg¨® la alcaldesa y se limit¨® a mirar por la ventana. Es una de las primeras vecinas que lleg¨® al lugar hace ya nueve a?os. Desde finales de enero no sale casi nunca, incluso ha dejado de trabajar. Vive con su esposo y sus hijos peque?os y est¨¢n decididos a marcharse del pa¨ªs por miedo. El mensaje de amenaza lo colgaron en su puerta. ¡°Mucha gente dice que es un juego, pero no. Yo no creer¨ªa que son una banda com¨²n, toman whisky fino y cervezas de importaci¨®n. Se ve que tienen algo bien montado¡±.
Los problemas en esa torre comenzaron hace tiempo. L¨®pez se ocupa de la seguridad del edificio y de entregar unos chips para abrir la puerta. De algunos apartamentos, de apenas 43 metros, le ped¨ªan hasta 12 chips, uno por habitante. El olor a marihuana se convirti¨® en habitual con un trasiego de gente constante.
El concejal Javier Ospina, del Centro Democr¨¢tico, fue quien hizo p¨²blica la situaci¨®n la semana pasada despu¨¦s de meses de quejas de los vecinos. Asegura que las bandas est¨¢n convirtiendo estos conjuntos residenciales en su centro de operaciones y crean problemas de hacinamiento en los apartamentos, venden estupefacientes, hay prostituci¨®n, fiestas clandestinas diarias y ri?as.
El origen venezolano de estos grupos ha tensado tambi¨¦n la convivencia. En el conjunto hay m¨¢s de 4.000 venezolanos, muchos de ellos viviendo tranquilamente con su familias desde hace a?os. El precio de los arriendos, que para los apartamentos peque?os es de unos 600.000 pesos (125 d¨®lares), ha atra¨ªdo a muchos migrantes que escaparon de la crisis perpetua del pa¨ªs vecino para buscar mejores condiciones de vida. La gran mayor¨ªa de ellos tratan de salir adelante ajenos a los problemas.
La mano detr¨¢s de las amenazas tambi¨¦n incide en el origen. ¡°El Tren de Aragua decidi¨® proteger a nuestros hermanos venezolanos por las multas, abusos, humillaciones para entral [sic] y salir (...). Les damos 48 horas para que renuncien o todos van a pagar¡±.
Zartos no renunci¨®. De hecho ahora pasa m¨¢s horas que nunca en el conjunto, protegido por agentes de seguridad privada en las oficinas de administraci¨®n. Estos d¨ªas tambi¨¦n hay polic¨ªas de paisano investigando el caso. Mientras el administrador relata la situaci¨®n recibe una llamada de la fiscal¨ªa. Dice que le van a poner protecci¨®n en su domicilio, que no est¨¢ en este conjunto del barrio de Kennedy. ¡°Se nos acaba la libertad¡±, dice al colgar con gesto de fastidio.
- ?Y no tiene miedo?
- Estuve en la Polic¨ªa en la ¨¦poca de Pablo Escobar. Esto no me asusta.
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