La ni?a colombiana de 11 a?os que reivindica a Roald Dahl
Elena Velasco escribi¨® una carta a la editorial del autor brit¨¢nico para que no modifique algunos de sus libros favoritos. ¡°Si la literatura infantil se pone a ser m¨¢s correcta y a querer ense?arnos, va a dejar de interesarnos¡±, afirma
Elena Velasco, una ni?a colombiana de 11 a?os, se enter¨® hace unos d¨ªas de que el sello editorial Puffin quer¨ªa retocar los libros de Roald Dahl. La intenci¨®n era hacerlos m¨¢s inclusivos, sin descripciones como ¡°gordos¡± o ¡°feos¡± ni menciones a autores acusados de colonialistas como Rudyard Kipling. Y a Elena esto no le gust¨®. Le brot¨® un discurso de rechazo que le recit¨® a su madre y que despu¨¦s deriv¨® en una carta. ¡°Ustedes est¨¢n leyendo los libros como editores y no como lectores¡±, acus¨®. Para ella, los textos que ha atesorado desde sus siete a?os corren el riesgo de perder su esencia.
La primera de las obras de Dahl que fascin¨® a Elena fue La maravillosa medicina de Jorge. All¨ª, se adentr¨® en el mundo de un ni?o que se harta de los maltratos de su abuela y decide prepararle una extra?a medicina. ¡°Le ech¨® de todo... gasolina, pintura, esmalte de u?as y medicamentos para animales. Se la dio y ella empez¨® a crecer y crecer hasta que rompi¨® el techo de la casa¡±, cuenta Elena. Seg¨²n ella, es una historia sencilla que es ideal para comenzar a adentrarse en el autor brit¨¢nico. No la considera cruel: ¡°La abuela no sufre, ella es feliz cuando duerme en el granero, antes no sal¨ªa nunca¡±.
La joven lectora no cree que a ning¨²n ni?o se le vaya a ocurrir imitar al protagonista. ¡°Los ni?os no somos tontos. A mi edad uno sabe que es ficci¨®n y, cuando era m¨¢s peque?a, estaba contado de una forma que hac¨ªa que una no pensara en hacerlo. No es sobre influenciar, sino de disfrutar¡±, comenta. Para ella, el componente burl¨®n de Dahl es esencial. Los ni?os se identifican, se entretienen y se mantienen enganchados. Por ello, cambiar el texto implica grandes riesgos. ¡°Si la literatura infantil se pone a ser m¨¢s correcta y a querer ense?arnos, va a dejar de interesarnos. Se va a volver m¨¢s una obligaci¨®n que algo divertido¡±, sentencia Elena.
El impacto de estos textos en Elena, sin embargo, va m¨¢s all¨¢ del entretenimiento. Como lectora ha adquirido una mirada puntillosa y afilada, atenta a cada detalle de los libros. Considera importante, por ejemplo, resaltar que Dahl no mat¨® a la abuela de La maravillosa medicina de Jorge y dej¨® ¡°un final abierto¡±. Tambi¨¦n que Las Brujas, su libro favorito del escritor brit¨¢nico, le encanta porque tiene ¡°pausas¡± que permiten conocer mejor a los personajes. Un ni?o convertido en rat¨®n y una abuela que esta vez es afectuosa se expresan sin prisas en medio de la trama: ¡°Hablan de cu¨¢nto tiempo va a vivir cada uno. Al ni?o le da miedo que su abuela se muera o que ¨¦l se muera antes por ser un rat¨®n¡±.
La escritora Yolanda Reyes, directora de la librer¨ªa Espantap¨¢jaros, resalta la capacidad de an¨¢lisis de Elena. Fue por eso que public¨® la carta cuando le lleg¨® a trav¨¦s de la madre de la ni?a: ¡°Me pareci¨® que era darle voz a quienes a veces tratamos con excesiva condescendencia y subestimamos en sus capacidades interpretativas¡±. Seg¨²n la escritora, la literatura infantil sufre desde hace a?os de las ¡°buenas intenciones¡± de los adultos, que confunden la literatura con ¡°educar¡±. No le agrada cuando los padres le exigen que los textos traigan una carga de valores o le piden libros de autoayuda. ¡°Los ni?os tienen derecho a leer buena literatura¡±, subraya.
La librera, antigua maestra de Elena, recuerda que Dahl estuvo siempre ¡°rabiosamente¡± a favor de los ni?os y abominaba que se los tratara de manera condescendiente. Se pon¨ªa del lado de ellos, con retratos sarc¨¢sticos de adultos malvados, grotescos o rid¨ªculos. Y Elena coincide. Se?ala que Dahl lograba empatizar porque rememoraba las experiencias de su propia ni?ez: ¡°Hice varias exposiciones sobre ¨¦l en el colegio y me he dado cuenta de las conexiones con su propia vida. Hab¨ªa una celadora que le ca¨ªa mal en el internado... de ah¨ª se inspir¨® para el personaje de la directora Tronchatoro en Matilda¡±.
La muerte del autor
Un aspecto central de la carta de Elena es que Roald Dahl muri¨® en 1990, hace m¨¢s de 32 a?os. ¡°?l no puede decidir que le hagan cambios a sus historias¡±, les recuerda a los editores brit¨¢nicos. Y, en entrevista con este peri¨®dico, enfatiza que esto es una transgresi¨®n grave: ¡°Ellos no son ¨¦l y no piensan como ¨¦l. Si cambian sus libros, van a acabar no siendo suyos¡±. Seg¨²n Elena, es imposible imaginar a la malvada Tronchatoro como una mujer ¡°hipercorrecta¡±, con un vocabulario y tono amable hacia los ni?os. El personaje y la historia se perder¨ªan.
La editorial anunci¨® el viernes que daba marcha atr¨¢s, al menos parcialmente: imprimir¨¢ tanto las versiones originales como las adaptadas. Elena, sin embargo, no est¨¢ del todo satisfecha. Dice que valora que den la opci¨®n de comprar el texto inicial o el nuevo, pero afirma que le sigue pareciendo innecesario. ¡°Yo no comprar¨ªa una versi¨®n nueva modificada¡±, remarca. Y por suerte no tiene problemas para evitarlo, ya que la editorial espa?ola no har¨¢ cambios.
La madre de Elena le anuncia a su hija, al concluir la entrevista, que ya han llegado a casa versiones originales de El dedo m¨¢gico y el trabajo autobiogr¨¢fico Boy. Son los dos libros de Dahl que la joven lectora tiene pendientes y son su nueva meta. La pol¨¦mica la ha impulsado a completar la obra del autor.
Matilda, entre la ni?ez y la adultez
Elena tiene un especial afecto por Matilda, pese a que “es un poco triste que la película se hiciera más famosa que el libro”. Admira a la protagonista, una niña brillante que sufre la incomprensión de sus padres y encuentra apoyo en su maestra. El libro narra como ella y la señorita Miel enfrentan, juntas, las agresiones constantes de la directora Tronchatoro.
El personaje de Matilda, que da su nombre a la novela, destaca por ser una niña con “una parte adulta”, según explica Elena. “Me gusta que sea tan pequeña y piense como piense. Lee libros para gente grande, tiene pensamientos de personas mayores”, dice la joven lectora. No obstante, a la vez, Matilda tiene el espíritu de una niña de su edad y la perspicacia para vengarse: “Hace travesuras como reemplazar el tónico para el cabello de su padre por la tintura de su madre”.
La dualidad entre la madurez y la niñez se refleja en Elena y sus sofisticados análisis de los textos de Dahl. Pero ella rechaza el paralelismo. “Me veo más como una niña que como algo más serio”, afirma. La adultez, insiste, todavía está lejos.
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