As¨ª lleg¨® el reencauchado
Julio C¨¦sar Turbay Quintero, el inolvidable Junior Turbay, se sinti¨® a sus anchas en las oficinas de la empresa estatal que administra el ahorro pensional de los colombianos

Cuando lo vieron subir por las escaleras que llevan del parqueadero hacia los ascensores del imponente edificio de vidrios reflectantes, en el centro financiero de Bogot¨¢, pensaron que era una aparici¨®n, un espectro. No ten¨ªa ning¨²n sentido encontrarse con ese cad¨¢ver insepulto de la vieja pol¨ªtica en las relucientes oficinas de una de las entidades m¨¢s valiosas del Estado colombiano. No ten¨ªa l¨®gica que ese personaje, con un pasado marcado por m¨²ltiples atentados contra la moralidad p¨²blica estuviese llegando preciso a las oficinas administrativas. ?Qu¨¦ iba a hacer all¨¢? ?Por qu¨¦?
Mientras esperaba el ascensor que lo llevar¨ªa al piso 11, dos personas que estaban detr¨¢s de ¨¦l cruzaron miradas. Era claro que no pod¨ªan estar equivocados. El personaje siempre fue una estampa fidedigna de su padre. Alto, corpulento. Ahora se ve¨ªa mucho m¨¢s canoso en contraste con aquellos a?os en que sal¨ªa todos los d¨ªas en la televisi¨®n, tal vez la piel estaba un tanto ajada, pero cuando sac¨® el tel¨¦fono celular de su bolsillo para atender una breve llamada no qued¨® duda: esa particular rinolalia es el sello familiar. De tal padre, tal hijo.
Entraron. Se cerraron las puertas. Y mientras la cabina ascend¨ªa lentamente hasta el piso de presidencia, quienes compart¨ªan elevador con el resucitado trataron de hacer memoria sobre los episodios que hicieron brillar en el desprestigio su carrera p¨²blica. Uno de ellos record¨® que cuando fue Contralor General compr¨® con presupuesto de la entidad una camioneta Mercedes Benz costos¨ªsima que hizo acondicionar con sillas en cuero reclinables, mini sala de juntas y pantallas LCD (que hace 15 a?os eran un lujo traqueto) para as¨ª moverse c¨®moda y ¡°discretamente¡± por la ciudad. Tambi¨¦n record¨® que Auditor¨ªa, Fiscal¨ªa y Procuradur¨ªa anunciaron investigaciones. Tambi¨¦n record¨® que nada pas¨® con ese caso.
A otro de los ocupantes del ascensor se le vino a la memoria un art¨ªculo del a?o 2009 de la antigua revista Cambio donde se denunciaba la manera en que su moment¨¢neo compa?ero de elevador gastaba millones del presupuesto de la Contralor¨ªa en viajes privados, aunque los cobraba como si fuesen desplazamientos t¨¦cnicos. Dud¨® si ese mismo personaje fue el que siendo contralor electo por el uribismo cerr¨® los procesos de Agro Ingreso Seguro y el Carrusel de la Contrataci¨®n sin haber avanzado en las investigaciones. Pero ya habr¨ªa tiempo para corroborar eso en internet y confirmar que a su sucesora le toc¨® reabrir los casos para tratar de recuperar los dineros perdidos que a su predecesor parecieron no importar.
La puerta del ascensor se abri¨® y con su caminar cansino el inesperado visitante se acerc¨® a la recepci¨®n. No tuvo que esperar mucho.
¡°?Mi querido doctor Turbay, qu¨¦ gusto verlo!¡±, expres¨® con emoci¨®n el presidente de Colpensiones, Jaime Duss¨¢n. Luego del apret¨®n de manos y las palmaditas en la espalda, Julio C¨¦sar Turbay Quintero, el inolvidable Junior Turbay, se sinti¨® a sus anchas en las oficinas de la empresa estatal que administra el ahorro pensional de los colombianos.
Los dos viejos pol¨ªticos se alejaron cuchicheando y se encerraron en la oficina de Presidencia de la entidad. Hablaron largo. Acordaron planes para el futuro de Colpensiones. Y en los ¨²ltimos d¨ªas la escena se ha repetido. ?Vaya reencauche en el Gobierno del Cambio!
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