Quintero: el alcalde discriminador

M¨¢s all¨¢ de sus peleas con el sector empresarial, m¨¢s all¨¢ del nepotismo que ha caracterizado a su administraci¨®n, m¨¢s all¨¢ de las denuncias por presuntos hechos de corrupci¨®n que hace meses empa?an su mandato, Daniel Quintero, alcalde de Medell¨ªn, lleva un par de meses demostrando que su discurso de inclusi¨®n social no es m¨¢s que un eslogan para quedar bien con ciertos sectores pol¨ªticos, pues la forma en que ha malinterpretado el concepto de espacio p¨²blico es suficiente para concluir que sus bonitas frases est¨¢n vac¨ªas de sentido y no son m¨¢s que un discurso politiquero para mostrarse como lo que no es.

Las ciudades del siglo XXI son las urbes del espacio p¨²blico. Plazas, plazoletas y parques son pulmones y coraz¨®n de complejos organismos donde, a pesar de las distancias socioecon¨®micas que separan a sus habitantes, todos pueden encontrarse para vivir a su manera esa metr¨®poli que es hogar y a la vez condena. Sin embargo, para el genio urbanista de Quintero, plazas y parques ahora son espacio para discriminar, para dividir a la ciudad entre presuntos buenos y presuntos malos, para elegir bajo unos criterios desconocidos quienes pueden y quienes no pueden gozar de esos lugares que en principio eran de todos. La plaza p¨²blica ya no es p¨²blica, sino de unos pocos: los elegidos, los ungidos, los bellos que s¨ª son Medell¨ªn.

Hoy, dos ¨ªconos de una capital de Antioquia que se so?¨® como una ciudad para todos est¨¢n rodeados por rejas y vallas de la Polic¨ªa, supuestamente para garantizar que los visitantes puedan disfrutar a plenitud esos espacios.

En el centro de la ciudad, la Plaza Botero, otrora concebida como espectacular antesala al Museo de Antioquia gracias a ese inigualable recorrido entre esculturas monumentales del maestro Fernando Botero, ahora es una peque?a c¨¢rcel. En un par de accesos por entre las rejas, los polic¨ªas de turno definen quien entra y quien no. La plaza ha muerto. Quintero la mat¨®.

En el Poblado, zona de alto flujo tur¨ªstico, el parque Lleras que en otros tiempos era punto de encuentro de propios y extra?os, ahora es un gigantesco corral cercado por rejas estampadas con el sello ¡°Polic¨ªa Nacional¡±, a trav¨¦s de las cuales cada noche no pueden circular sino aquellos bendecidos por el buen ver de los uniformados. El parque ya no es parque, sino una inmensa zona VIP exclusiva o, mejor, excluyente.

El alcalde Quintero hizo lo que ning¨²n alcalde del mundo desarrollado har¨ªa. Y eso que ¨¦l es un hombre viajado y con estudios en Boston. Pero parece que del primer mundo, donde son reyes del espacio p¨²blico, poco le qued¨®, mientras que el clasismo, tan colombiano, es norte de su br¨²jula.

Segregar es una palabra que no deber¨ªa existir en el l¨¦xico o en el imaginario del alcalde de una ciudad del siglo XXI. Atr¨¢s, muy atr¨¢s, est¨¢n esos tiempos donde ricos y pobres no pod¨ªan mezclarse por temor de unos a otros. Construir o promover espacios para el disfrute de unos, pero a los que los otros no pueden acceder es el fracaso de alguien que se dice progresista. Es la muestra de un burgomaestre que no entendi¨® como se construyen las sociedades de hoy: buscando la igualdad para todos y no promoviendo la burda discriminaci¨®n.

Llenar la ciudad de rejas no es soluci¨®n, pero s¨ª prueba de un fiasco en seguridad y convivencia.

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