?De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de g¨¦nero?
Es nuestra responsabilidad crear una sensibilidad colectiva, es necesario educar en entornos seguros alrededor del g¨¦nero, la diversidad y la inclusi¨®n
?Has vivido alguna vez violencias de g¨¦nero? ?Te has sentido discriminada o acosada en tu ejercicio de liderazgo por ser mujer? Propongo estas preguntas para reflexionar juntos sobre la consciencia en los asuntos de g¨¦nero.
En mi caso, he dicho ¨Dy reitero¨D que no por ser mujer soy capaz de responder a estas preguntas adecuadamente. Confieso que me he demorado mucho en construir en mi vida una consciencia de g¨¦nero y que en m¨²ltiples ocasiones he defraudado a otras mujeres que en un auditorio han esperado de m¨ª respuestas inspiradoras, claras y contundentes sobre el tema.
Por ello, esta meditaci¨®n no la voy a centrar en la necesidad de avanzar en la erradicaci¨®n de las violencias de g¨¦nero, una causa sin duda urgente y obligatoria moral y ¨¦ticamente. Mi inter¨¦s en este espacio es reflexionar sobre la pobre educaci¨®n y sensibilidad con la que contamos para comprender de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de g¨¦nero.
Soy mujer y me reconozco como tal. Desde peque?a, ante la pregunta por mi sexo, nunca tuve dudas. Crec¨ª en un hogar de seis hijos, de ellos cinco mujeres; me eduqu¨¦ en un colegio religioso de mujeres; y nunca me pregunt¨¦ ¨Dni tuve acompa?amiento educativo en esto¨D sobre las diversas percepciones ante el g¨¦nero, o sobre las cargas hist¨®ricas, sociales y culturales de ser mujer. Crec¨ª en la atrevida ignorancia, sin mayores preguntas. Esa ingenuidad seguramente me hizo c¨¢ndida y audaz a la vez, porque, al no cuestionarme sobre el tema, tampoco lo sent¨ªa, en principio, como una barrera.
Viv¨ª mi universidad rodeada de chistes como ¡°Ac¨¢ las mujeres son MMC (mientras me caso)¡±, queriendo decir que solo las feas seguir¨ªamos estudiando; el acoso en el aula o las expresiones sexistas no eran un tema de reflexi¨®n. Est¨¢bamos llenos de incorrecciones, aunque hay que admitir que no solo en este sino en muchos aspectos de la vida de esa ¨¦poca. Todo esto se traduc¨ªa en un mundo altamente tolerante con las violencias sociales, psicol¨®gicas y f¨ªsicas contra la mujer. Juzgar a la mujer por su forma de vestir, destruir su reputaci¨®n, hacer bromas sobre sus capacidades e intelecto, e incluso, en casos m¨¢s graves, obviar el maltrato y el abuso.
Debo confesar, tambi¨¦n, que a la pregunta sobre si he sido acosada o maltratada en entornos laborales, he tenido que responder que s¨ª, que, como en los tiempos de las brujas, me he sentido quemada, en este caso en la hoguera de la reputaci¨®n. Te se?alan de ser hija, esposa o amante de alg¨²n hombre importante para justificar tus m¨¦ritos. Incluso, en m¨¢s de una ocasi¨®n, he visto comprometida mi seguridad por no ser consciente de que en nuestra sociedad una mujer sola en un lugar, a ciertas horas, parece exponer un letrero de ¡°Disponible e interesada¡±, casi perdiendo el derecho a decir ¡°NO¡±.
Pero tal vez lo m¨¢s complejo de todo este asunto es no haberme dado cuenta de esto mientras me suced¨ªa. Siempre se lo atribu¨ª al hecho de ser m¨¢s joven que otros, a no ser parte de las ¨¦lites o, simplemente, al haber dado papaya, pero en ning¨²n caso al hecho de ser mujer.
Solo comprend¨ª el peso del g¨¦nero cuando me encontr¨¦ con otras mujeres que me hac¨ªan ver en sus historias una repetici¨®n de la m¨ªa; un camino m¨¢s dif¨ªcil de lo normal. Cuando me acercaba a mis 40 a?os, empec¨¦ a preguntarme por los sesgos cognitivos y culturales alrededor de ser mujer. Me hice consciente de los estereotipos y de c¨®mo los alimentamos entre todos, supe qu¨¦ eran los techos de cristal, los pisos pegajosos y el s¨ªndrome del impostor.
Entonces me convert¨ª en feminista, sobre todo, para m¨ª y por m¨ª. Tambi¨¦n para saber entender las luchas de las mujeres que me han antecedido y cu¨¢l es mi responsabilidad con las m¨¢s j¨®venes a quienes abro puertas con mis propias b¨²squedas. Me encontr¨¦ con el compromiso ¨¦tico de ejercer como mujer m¨¢s all¨¢ de serlo, es decir, me sent¨ª llamada a tener una voz propia que representara la voz de otras mujeres. Una voz que no me dejara dudar ante la pregunta sobre c¨®mo me siento por ser la primera rectora de la universidad que dirijo, y que me permita decir lo significativo y poderoso que es ser parte de un grupo de mujeres que en el mundo de hoy lideramos las transformaciones educativas con una nueva sensibilidad, y con la gran tarea de proponer nuevas conversaciones para ampliar el espectro de pensamiento y de acci¨®n desde la educaci¨®n.
Es as¨ª como he aprendido y sigo aprendiendo sobre el valor de ser mujer y de c¨®mo, desde mi lugar, puedo contribuir a la construcci¨®n de una sociedad m¨¢s consciente, que se permita filosofar, es decir, cuestionar, asombrarse y reflexionar sobre qu¨¦ significa hablar de g¨¦nero.
Creo que es nuestra responsabilidad crear una sensibilidad colectiva, es necesario educar en entornos seguros alrededor del g¨¦nero, la diversidad y la inclusi¨®n. Una sensibilidad que nos oriente en la construcci¨®n de protocolos para acompa?ar y atender situaciones que generan violencias de g¨¦nero, en especial en entornos escolares y universitarios; y que, sobre todo, nos obligue a pensar y repensar lo que decimos y hacemos para identificar los sesgos intelectuales y culturales, con la idea de alejarnos de las historias ¨²nicas que eliminan la diversidad de voces y perspectivas, y que perpet¨²an violencias asociadas a la exclusi¨®n y a una mirada simplista de la vida.
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