La antigua c¨¢rcel que ahora funciona como museo: la transformaci¨®n del Pan¨®ptico de Ibagu¨¦
La edificaci¨®n de finales del siglo XIX, que lleg¨® a tener m¨¢s de 4.000 presos, es un destacado complejo cultural del centro del pa¨ªs
Existen lugares donde dar un paso hacia adelante, m¨¢s que el impulso de un movimiento, es poner un pie en otro momento de la historia. Es trasladarse a escenas del pasado que encuentran formas de permanecer. En la antigua c¨¢rcel de Ibagu¨¦ ya no se escuchan los lamentos de los presos, las sirenas que alertaban sobre una trifulca, ni oraciones de los detenidos rogando el fin de su pena. Los sonidos de entonces se han esfumado. Solo en la celda n¨²mero 138 quedan vestigios notorios de aquella ¨¦poca.
En la pared de la habitaci¨®n de cuatro metros cuadrados ¡ªdonde encerraban hasta 12 internos¡ªun prisionero us¨® sus dedos como pincel. Como si hubiese deslizado el ¨ªndice humedecido con pintura azul, traz¨® algunas letras en el poco espacio que separaba su cama del techo: ¡°Se?or, en tus manos dejo mi libertad. T¨² eres mi mejor abogado¡ a tus pies me postro a pedirte perd¨®n por todas mis faltas¡±. Suplicaba protecci¨®n para sus padres y sus hijos, escribiendo uno a uno sus nombres. El mensaje qued¨® plasmado abajo de un crucifijo que se conserva en el altillo de la celda, donde el sentenciado pasaba d¨ªas y noches en un colch¨®n sobre una base de tablas de madera.
Es el ¨²nico cuarto del pan¨®ptico con objetos que guardan testimonio de la que fue una prisi¨®n durante cerca de un siglo. En el primer nivel permanece otra cama, una repisa improvisada, un cepillo de dientes y p¨¢ginas viejas de revistas cubriendo los muros. Las dem¨¢s celdas, de un total de 186 distribuidas en dos pisos, ofrecen un viaje hacia otros tiempos. No los del centro de reclusi¨®n que oper¨® desde 1905 hasta 2003, sino los de la historia del Tolima, un departamento por donde fluye el r¨ªo Magdalena de sur a norte, donde se imponen dos de las tres cordilleras nacionales y se asoman majestuosos volcanes y nevados.
El edificio en forma de cruz que se empez¨® a construir en 1892 es uno de los dos pan¨®pticos que existen en el pa¨ªs. En el otro, ubicado en Bogot¨¢ y construido como sede de la penitenciar¨ªa central de Cundinamarca en la d¨¦cada de 1870, funciona el Museo Nacional de Colombia. Los pan¨®pticos surgieron como modelo de arquitectura carcelaria por iniciativa del fil¨®sofo y jurista ingl¨¦s Jeremy Bentham, a finales del siglo XVIII. Su esencia consist¨ªa en permitir la vigilancia de los prisioneros desde un solo punto, en el centro de la infraestructura, como una mirada fija que lo observaba todo, sin que los internos tuvieran manera de saberlo siempre.
Lo que en el pasado fue un n¨²cleo de control y de castigo ahora es una br¨²jula en el piso del museo de Ibagu¨¦, que marca los puntos cardinales de una regi¨®n impregnada de historia y cultura. El lugar adapta las antiguas celdas con entradas en arcos de color pastel, trazando un diverso viaje por las cuatro alas del pan¨®ptico. Cada una de ellas representa un ¨¢rea geogr¨¢fica del departamento. Cada celda refleja un universo distinto, a partir de un acontecimiento, un lugar, una tradici¨®n o un personaje.
Al oriente, por ejemplo, una atarraya simboliza el tejido que dibujan las aguas del r¨ªo Magdalena; al occidente, las figuras de Leonor Buenaventura y Amina Melendro de Pulecio representan el legado de las mujeres en la m¨²sica; al norte se evoca la nostalgia con el recorrido del tren que conectaba a Bogot¨¢ y Neiva en la d¨¦cada del sesenta, pasando por el Tolima, as¨ª como el desconsuelo que dej¨® la tragedia de Armero en 1985; y al sur, el recuerdo de c¨®mo la paz naci¨® en el municipio de Planadas con la firma en 1996 de un acuerdo entre la comunidad ind¨ªgena Nasa y la extinta guerrilla de las Farc, considerado uno de los m¨¢s antiguos.
El gu¨ªa Antonio Arag¨®n explica que entender el Tolima a trav¨¦s de su geograf¨ªa ayuda a ver el departamento en otras dimensiones. ¡°La regi¨®n tolimense, a partir de su bell¨ªsima y particular geograf¨ªa, tambi¨¦n le otorga al museo una visi¨®n po¨¦tica del territorio que va estableciendo distinciones culturales, econ¨®micas y sociales. Es hablar de un campesino cafetero en una monta?a en la cordillera central a casi 3.000 metros de altura, o de Cantalicio Rojas en el valle del Magdalena, a 34 grados de temperatura, componiendo las grandes canciones del folclor colombiano¡±, expresa el arquitecto y muse¨®logo de 32 a?os.
El proceso de restauraci¨®n del pan¨®ptico de Ibagu¨¦ ¨C declarado patrimonio de la Naci¨®n en 1987, monumento nacional en 1997 y bien de inter¨¦s cultural en 1998 ¨C inici¨® en 2006. Naci¨® con la propuesta del arquitecto Luis Humberto Duque, seleccionada en un concurso nacional que lider¨® la Sociedad Colombiana de Arquitectos. El proyecto comprend¨ªa la demolici¨®n de parte de las estructuras, as¨ª como la construcci¨®n de espacios exteriores y edificios complementarios. Las primeras obras se desarrollaron hasta el a?o 2009.
En 2017, despu¨¦s de estar varios a?os suspendidas, se retomaron con los dise?os de la Escuela Taller de Bogot¨¢. La gerente del Instituto de financiamiento, promoci¨®n y desarrollo de Ibagu¨¦ (Infibagu¨¦), Nataly Su¨¢rez, destaca que uno de los principales retos fue proteger su valor hist¨®rico. ¡°Se realizaron estudios para poder cambiar las estructuras que no eran consideradas patrimoniales y se realizaron ajustes para las ¨¢reas exteriores del edificio cruciforme y de los edificios complementarios de la manzana del pan¨®ptico. Se realiz¨® el reforzamiento estructural y se hizo toda la recuperaci¨®n de las bases que fueron hechas desde el siglo XIX¡±, precisa.
La obra finaliz¨® en 2021, convirti¨¦ndose en uno de los proyectos de restauraci¨®n m¨¢s interesantes que se han desarrollado en Colombia en la ¨²ltima d¨¦cada. En 2020 estuvo elegido entre los dos mejores proyectos en la categor¨ªa de intervenci¨®n en el patrimonio de la XXVII Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo.
El complejo cultural se ubica sobre el eje de la c¨¦ntrica calle d¨¦cima en Ibagu¨¦, donde est¨¢n otros sitios de inter¨¦s como el Conservatorio de M¨²sica del Tolima. El museo abre las puertas de martes a domingo de 2 a 5:30 de la tarde. Cuenta con 22 opciones de rutas diferentes, incluida uno para personas con discapacidad visual o auditiva, que aborda los contenidos con herramientas como textos en braille, planos en relieve y modelos a escala. Tiene auditorio, sal¨®n de danza y salas de formaci¨®n musical. ¡°Era el edificio por donde pasaba de ni?a y se ve¨ªa como un lugar tenebroso. Ahora es un sitio emblem¨¢tico de la ciudad¡±, afirma Su¨¢rez desde una silla de madera que simula los puentes por donde los lugare?os cruzan los r¨ªos que ba?an el territorio.
La transformaci¨®n de la antigua c¨¢rcel en museo fue paralela a la restauraci¨®n del edificio, cuenta Antonio, el gu¨ªa. ¡°Mientras se iba arreglando el edificio, el curador iba pensando c¨®mo iba a funcionar como museo, dotarlo de mobiliario e intervenciones art¨ªsticas y devolverle esas caracter¨ªsticas de transparencia, de la nobleza de la arquitectura. Lo que eran unas celdas vac¨ªas y oscuras ahora est¨¢n cargadas de esperanza¡±, se?ala. El antrop¨®logo Germ¨¢n Ferro, curador de la exposici¨®n permanente del museo, fue quien ide¨® el concepto del lugar. El gui¨®n museogr¨¢fico estuvo a cargo de Juli¨¢n Roa.
Desde el centro del pan¨®ptico ya no se ven calabozos, ni patios siniestros rodeados de muros deteriorados por la severidad del tiempo. Ahora se divisan plazoletas cubiertas por un cielo luminoso. En una de ellas se levanta La Cris¨¢lida, una escultura del artista pl¨¢stico ibaguere?o Olmer Rojas con antiguas rejas que hoy son s¨ªmbolo de transformaci¨®n.
De vez en cuando, Jos¨¦ Crist¨®bal G¨®mez, un artesano de 75 a?os que trabaja cerca vuelve a recorrer el pan¨®ptico. Aprendi¨® a fabricar cofres y accesorios de madera mientras estuvo recluido en la antigua prisi¨®n cuando era joven, condenado dos veces por hechos del mismo caso y violaci¨®n del debido proceso, seg¨²n afirma. ¡°Lo que se ve hoy es inverso a lo que se vivi¨® en esa ¨¦poca. Es un lugar de paz, de conocimiento. Ya no est¨¢ el dolor de condenados por delitos o de condenados inocentes¡±, relata el hombre de mirada melanc¨®lica, destacado por el oficio en el que ya completa varias d¨¦cadas. A¨²n recuerda el peso inefable del encierro donde ahora solo hay lugar para el arte, la expresi¨®n m¨¢s n¨ªtida de libertad.
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