Con los pies en Colombia y la mente en Israel: tres intelectuales jud¨ªos ante la guerra
EL PA?S re¨²ne a la polit¨®loga Elisabeth Ungar, el economista Salom¨®n Kalmanovitz y el f¨ªsico Paul Bromberg para analizar la situaci¨®n en Palestina tras m¨¢s de 200 d¨ªas de conflicto
Todo comenz¨® con un art¨ªculo de opini¨®n titulado Soy jud¨ªo y no puedo defender a Israel. Su autor, el economista Salom¨®n Kalmanovitz (Barranquilla, 80 a?os), se lanz¨® en marzo en las p¨¢ginas de El Espectador con un texto cr¨ªtico contra la respuesta militar del presidente Benjam¨ªn Netanyahu en medio de una coyuntura fr¨¢gil y emocional tras los ataques terroristas perpetrados por Ham¨¢s el 7 de octubre del a?o pasado. La reacci¨®n, dice, fue como abrir una caja de ¡°rayos y centellas¡± en la comunidad jud¨ªa en Colombia. Algo m¨¢s de 200 d¨ªas y 34.200 muertos despu¨¦s del inicio de la guerra contra el Movimiento de Resistencia Isl¨¢mica en territorio palestino, EL PA?S re¨²ne a la polit¨®loga Elisabeth Ungar (Bogot¨¢, 72 a?os), el f¨ªsico Paul Bromberg (Bogot¨¢, 71 a?os) y al autor de la columna en cuesti¨®n para intercambiar visiones de un conflicto en el que la brutalidad parece haber anulado los matices de la discusi¨®n.
Son tres intelectuales jud¨ªos, ninguno practicante, cuyo pasado navega por Medio Oriente, Europa y Am¨¦rica en un trasiego que abarca buena parte de la historia del siglo XX. Del escalofriante Holocausto, a las luchas estudiantiles de los a?os sesenta, hasta la vida en el Israel de hoy, estos relatos permean sus v¨ªnculos afectivos al punto de que el exalcalde de Bogot¨¢, Paul Bromberg, reconoce que sus biograf¨ªas resultan familiares. La entrevista en la casa de Elisabeth Ungar, al norte de Bogot¨¢, empieza con los recuerdos del exilio de Europa y termina con algunos halagos a La zona de inter¨¦s, una pel¨ªcula sobre la desapacible vida familiar del comandante nazi Rudolf H?ss en su casa vecina al campo de exterminio de Auschwitz (Salom¨®n es el ¨²nico que a¨²n no la ha visto).
Pregunta. ?En qu¨¦ contexto llegaron sus familiares a Colombia?
Elisabeth Ungar. Mi padre, Hans Ungar, lleg¨® en 1938 gracias a un banquero que le ayud¨® a conseguir la visa para entrar a Colombia. Cuando lleg¨® a Bogot¨¢, se hosped¨® en un hotel detr¨¢s del Palacio de San Carlos y la primera ma?ana se despert¨® con la m¨²sica de la Guardia Presidencial que desfilaba por la calle. Cuando vio por la ventana de su habitaci¨®n a los soldados vestidos con cascos prusianos, no entend¨ªa si se trataba de una pesadilla o si todo hab¨ªa sido un sue?o y nunca hab¨ªa salido de Austria. A los pocos a?os, cuando tuvo posibilidad de pagar la visa de sus pap¨¢s, que se hab¨ªan quedado en Europa, esta les fue denegada por el canciller Luis L¨®pez de Mesa. Mis dos abuelos paternos murieron en campos de concentraci¨®n. Mi mam¨¢ (Lilly Bleier) lleg¨® por su parte a Medell¨ªn con su hermana gemela y, aunque muchos de sus familiares lejanos murieron en los campos, la mayor¨ªa logr¨® emigrar hacia Canad¨¢ o Estados Unidos desde Austria.
Salom¨®n Kalmonovitz. Bernardo, mi padre, lleg¨® entre 1930 y 1932 a Colombia huyendo de la conscripci¨®n del ej¨¦rcito ruso, que en ese momento ten¨ªa el control territorial de Lituania, donde hab¨ªa nacido. Trat¨® de entrar a Estados Unidos, pero lo rechazaron dos veces y acab¨® en Cuba trabajando en la zafra, cortando ca?a de az¨²car. Finalmente, desembarc¨® en Barranquilla y con un paisano lituano montaron una cacharrer¨ªa en el centro. Marion, mi mam¨¢, lleg¨® en 1938 desde Polonia porque ven¨ªa a casarse con un se?or con el que hab¨ªa arreglado todo y que le hab¨ªa pagado el tiquete del barco. Pero esa persona, por alg¨²n motivo, no le gust¨® y se arrepinti¨®. Luego conoci¨® a mi pap¨¢, que asumi¨® los gastos de la novia y desembols¨® los costos del barco al otro se?or. Mi mam¨¢ huy¨® de la pobreza en Polonia. Su pap¨¢ le contaba que durante el nazismo un alem¨¢n le da?¨® un pulm¨®n con un golpe que le dio en la espalda con un riel. ?l muri¨® a?os m¨¢s tarde por eso.
Paul Bromberg. Mi pap¨¢, Jacobo, tambi¨¦n lleg¨® huyendo de la pobreza en Polonia y del proyecto nacional polaco, que era el esfuerzo de consolidar una naci¨®n del mariscal Pi?sudski, empecinado en ense?arles a hablar polaco e imprimirles esa identidad a rega?adientes. Mi padre no era nada parecido a un intelectual y, sin ser muy religioso, segu¨ªa los ritos b¨¢sicos del juda¨ªsmo. Mi madre, Gela, tambi¨¦n lleg¨® de Polonia, donde hab¨ªa nacido en un pueblito cerca a Varsovia. Las fechas exactas no las conozco, pero tambi¨¦n debi¨® ser a comienzos de los a?os treinta. Se conocieron en el 48 y mi pap¨¢ tuvo en principio una peleter¨ªa que quebr¨® r¨¢pidamente y despu¨¦s trabaj¨® para su hermano vendiendo pa?os a los campesinos sin hablar una gota de espa?ol. De la familia de mi padre, que al parecer era muy grande, sobrevivieron cinco a la Shoah (Holocausto). Y la historia de su hermano menor es tan de pel¨ªcula que la fundaci¨®n de Steven Spielgerg lleg¨® a Manizales y grab¨® la narraci¨®n de su vida. Enfrent¨® al ej¨¦rcito nazi en las primeras semanas tras la invasi¨®n, y de all¨ª pas¨® a esconderse, luego fue confinado en el gheto de Varsovia, se escondi¨® disfrazado en un hospital, estuvo preso en Auschwitz y sali¨® vivo. En 1945 lo trasladaron a Par¨ªs, a un hospital a donde lleg¨® pesando 30 kilos y luego lo trajeron a Colombia.
P. Salom¨®n publica su columna el 11 de marzo y Elisabeth y Paul se pronuncian a principios de abril en un chat privado. ?Qu¨¦ los impulsa a alzar la voz en medio de tanta confusi¨®n?
S.K. Porque la reacci¨®n de Israel fue tremenda. No tuvo consideraci¨®n con la poblaci¨®n civil. Atacar a un grupo fundamentalista como Ham¨¢s implicaba una represalia contra su aparato militar y no contra decenas de miles de civiles. Esa mortalidad de 35.000 palestinos muertos y 70.000 heridos solo puede despertar rechazo. Me parece que para el proyecto de extrema derecha que est¨¢ gobernando Israel la vida de los palestinos no vale nada. Ese sentimiento de opresi¨®n, que confunde nacionalismo con la exclusi¨®n de los ¨¢rabes de la vida pol¨ªtica, me llev¨® a escribir la columna a sabiendas de que mi autoexilio voluntario de la comunidad se iba a acentuar.
P.B. Yo hab¨ªa abandonado el problema de Oriente Medio hace mucho tiempo. Pero esto que ocurri¨® el 7 de octubre me sorprendi¨® y sin pensarlo me golpe¨® sin saber d¨®nde. Leo el art¨ªculo de Salom¨®n y quedo muy maltrecho. El an¨¢lisis de Salom¨®n omite que hay un ej¨¦rcito buscando a 250 personas secuestradas, pero entr¨® con la consigna de matar, violar y hacer el mayor da?o posible, llegando a asar un beb¨¦ vivo en un horno, cosa que est¨¢ demostrada. Y que en esos primeros d¨ªas de la ofensiva a¨¦rea israel¨ª, alcanz¨® a disparar desde instalaciones civiles m¨¢s de 10.000 cohetes a las ciudades israel¨ªes. Si t¨² eres el presidente, ?qu¨¦ haces? ?Rezar el talmud? Yo tengo un sesgo, y es que veo a los soldados israel¨ªes y podr¨ªan ser mis hijos. Todos los ciudadanos de Israel, indiferentemente de su posici¨®n social, tienen que servir tres a?os en el ej¨¦rcito. Cada madre jud¨ªa sabe que su hijo va a pasar tres a?os en el ej¨¦rcito. Por eso tengo la esperanza, y s¨¦ que mi posici¨®n es dif¨ªcil, de que un ej¨¦rcito compuesto por gente parecida a mis hijos act¨²e de manera ¨¦tica, aunque como siempre habr¨¢ excepciones y desmanes. Pero discrepo radicalmente de la posici¨®n de Salom¨®n: en el combate urbano singular contra un enemigo que se oculta tras civiles, a pesar del panorama de destrucci¨®n, el cuidado del ej¨¦rcito de Israel ha sido notable, por encima de lo que se conoce. ?Cu¨¢ntos de los 30.000 muertos estaban detr¨¢s de un fusil, una ametralladora, una granada? Seg¨²n las FDI, han dado de baja 13.000 milicianos de Ham¨¢s. Eso deja un n¨²mero de algo m¨¢s de 1.5 civiles por cada soldado del ej¨¦rcito enemigo. Suena macabro, s¨ª, pero as¨ª son las guerras. Lo notable es el n¨²mero tan bajo. Es una guerra brutal, planeada por Ham¨¢s, en la que ponen a morir a sus milicianos por no devolver a los secuestrados.
P. Pero usted reconoc¨ªa en un chat que el presidente Netanyahu es ¡°funesto¡± y que est¨¢ respaldado por ¡°lun¨¢ticos fundamentalistas jud¨ªos¡±¡
P.B. En eso estoy totalmente de acuerdo. Ha obstaculizado todos los proyectos de creaci¨®n de dos Estados. Con Trump y los l¨ªderes ¨¢rabes que quieren deshacerse de Ir¨¢n se tom¨® la decisi¨®n, en los Acuerdos de Abraham (2020), de olvidarse de los palestinos. No es de extra?ar que los ataques de Ham¨¢s hayan llegado dos o tres semanas antes de que Israel y Arabia Saudita formalizaran el restablecimiento de sus relaciones diplom¨¢ticas. Por otra parte, est¨¢ la proliferaci¨®n de los asentamientos ilegales israel¨ªes en territorios palestinos, que es otro factor que debe incluirse dentro del an¨¢lisis para entender lo que pas¨® el 7 de octubre. Ese es el gran pecado de Israel, promovido desde la izquierda y la derecha, y es irreversible porque estamos hablando ya de 700.000 colonos.
E.U. Yo tambi¨¦n me pronunci¨¦ sobre todo esto en un chat privado. Hice un comentario breve, despu¨¦s de reflexionar mucho, con el convencimiento de que mis padres habr¨ªan repudiado este horror de guerra con bombardeos a hospitales, hambre y miles de ni?os y mujeres muertas. Tuve el sentimiento de que resultaba incomprensible el hecho de que el ej¨¦rcito m¨¢s preparado y mejor dotado tecnol¨®gicamente tuviera una reacci¨®n tan desmesurada, independientemente de que existan or¨ªgenes hist¨®ricos para explicar su respuesta. Nunca se puede justificar a Ham¨¢s, pero para Israel va a ser muy complejo procesar todo lo que est¨¢ pasando con un presidente, adem¨¢s, se?alado de corrupci¨®n. La ¨²nica defensa de Netanyahu ha sido aferrarse a su cargo para que no lo lleven a la c¨¢rcel.
P. Los tres critican al Gobierno, un asunto delicado debido a los rasgos confesionales de un Estado que soporta mal la autocr¨ªtica.
P.B. Eso es cierto. Pero el Estado de Israel se cre¨® as¨ª. Yo siempre he dicho que es un error que no pod¨ªa dejar de cometerse. Y, sin embargo, hoy hay un 22% de poblaci¨®n ¨¢rabe, la mayor¨ªa de ellos musulmanes. M¨¢s del 22% de los estudiantes en las universidades de Israel son ¨¢rabes. M¨¢s del 22% de los m¨¦dicos son ¨¢rabes. El 45% de los farmaceutas en Israel son ¨¢rabes israel¨ªes. No tienen los mismos derechos pol¨ªticos, pero tampoco tienen la obligaci¨®n de ir al ej¨¦rcito para defender su patria. Esto suena feo, pero es la esencia de la construcci¨®n del Estado sobre un modelo confesional. Fue pensado para que la poblaci¨®n jud¨ªa fuera mayor¨ªa y tuviera m¨¢s derecho a la ciudadan¨ªa que muchos descendientes de habitantes ¨¢rabes que fueron expulsados de esos mismos territorios.
S.K. Siempre tuve mis reservas sobre este sionismo ultraconservador que ahora gobierna. Pero mi rechazo se ha profundizado con el papel que est¨¢n impulsando para instaurar un Estado religioso excluyente, muy opuesto a mi idea de lo que deb¨ªa ser Israel: un sitio donde pudieran convivir y prosperar ¨¢rabes y jud¨ªos. Esto ya lo he repetido y desde el art¨ªculo en El Espectador me han ca¨ªdo rayos y centellas desde otras comunidades jud¨ªas, adem¨¢s de la Asociaci¨®n Israelita Montefiori, a la que yo pertenec¨ªa, donde me criticaron fuertemente con una carta. Los sefard¨ªes de la sinagoga de la calle 94, por ejemplo, no me determinan.
E.U. Yo no hablo ni de los jud¨ªos en abstracto ni de Israel como un pueblo. Hablo de un Gobierno mezquino con una capacidad de maldad incalculable. Esto lo he conversado con mi familia, donde incluso tengo un sobrino casado con una palestina. Viven en Berl¨ªn, pero la familia de ella vive en Jaffa. Y para revolver todo a¨²n m¨¢s, su pap¨¢ es profesor de ¨¢rabe en la universidad de Tel-Aviv. Por eso todo esto que est¨¢ sucediendo me parece inhumano e inadmisible.
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