¡°Esto es libertad¡±: 200 familias retornan a sus tierras tras dos a?os hacinadas en un coliseo en Buenaventura
Los pobladores de San Isidro, en plena selva del Pac¨ªfico colombiano, huyeron por la guerra en abril de 2022
El viernes pasado lleg¨® el d¨ªa que Consuelo Manyoma tanto hab¨ªa anhelado. Una fila de seis chivas lleg¨® al Coliseo El Cristal, un polideportivo ubicado en la ciudad de Buenaventura, el principal puerto de Colombia. M¨¢s de 200 familias emprend¨ªan el camino de regreso a sus tierras, de las que hab¨ªan sido desplazadas m¨¢s de dos a?os atr¨¢s. Cientos de personas iban y ven¨ªan entre el coliseo y los buses desde temprano, recogiendo colchas, maletas y cajas de cart¨®n con las pocas pertenencias que alcanzaron a rescatar cuando salieron de San Isidro, un corregimiento del gran territorio selv¨¢tico que rodea a Buenaventura. Sobre las nueve de la ma?ana, con los enseres empacados y un almuerzo en la mano, los mayores murmuraban en las bancas de los buses, mientras que decenas de j¨®venes arengaban desde los techos: ¡°?Ni por el m¨¢s, ni por el menos, ni por el putas retrocedemos!¡±
Manyoma, una mujer de 39 a?os, se hab¨ªa despertado desde las dos de la ma?ana en anticipaci¨®n del retorno. Ten¨ªa raz¨®n para estar alegre. En abril del 2022, huy¨® de la comunidad rural ubicada a unos 20 kil¨®metros al norte de la bah¨ªa de Buenaventura. Ella, sus cuatro hijos, sus dos padres y unas 200 familias m¨¢s hab¨ªan sufrido una creciente ola de enfrentamientos entre el llamado Clan del Golfo y la guerrilla del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN), que se disputaban el control de las rutas del narcotr¨¢fico hacia el puerto. San Isidro tiene el dif¨ªcil privilegio de estar ubicado justo en una de ellas, la que baja por el r¨ªo Calima.
Despu¨¦s del acuerdo de paz del 2016 entre las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno, hubo un periodo de paz. Pero lleg¨® primero el ELN y luego, en 2021, el Clan del Golfo. Durante los peores episodios de violencia, fueron asesinados varios habitantes, los ni?os se debieron refugiar bajo sus camas ante las patrullas de hombres armados, y los grupos intentaron reclutar a los j¨®venes locales. San Isidro se hizo invivible. Sus habitantes debieron desplazarse, algo que le ocurri¨® en total a unas 20.300 familias en Colombia solo ese a?o, seg¨²n la Defensor¨ªa del Pueblo.
Cuando llegaron a la ciudad, se refugiaron en el polideportivo del barrio El Cristal. Asum¨ªan que era cuesti¨®n de semanas o meses para regresar a sus casas. La ¨²ltima vez que hab¨ªan sido desplazados en el 2014, hab¨ªan permanecido seis meses por fuera del territorio antes de retornar. Pero los meses se alargaron y, al cumplir el segundo a?o en el albergue temporal, Manyoma ya hab¨ªa perdido la fe de regresar a su territorio. Imaginaba otro a?o durmiendo con sus hijos y sus padres en colchones delgados tirados en el piso fr¨ªo, mientras que su familia pasaba hambre. Sin una fuente econ¨®mica estable ni otro lugar a donde ir, el coliseo se hab¨ªa convertido en una prisi¨®n sin fecha de salida para ella y centenares de personas m¨¢s.
Por eso, Manyoma exhal¨® con alivio al ver de nuevo el r¨ªo Calima, y m¨¢s al ver a los j¨®venes sonrientes, incluyendo sus hijos, saltar a las aguas y nadar sin parecer cansarse. ¡°Esto es libertad¡±, declar¨®, su cara iluminada por una sonrisa gigante. Sus vecinos y compa?eros de desplazamiento parecen estar de acuerdo. Acaban de regresar y desde un equipo de sonido comienza a sonar un currulao, ritmo tradicional del Pac¨ªfico colombiano, que resuena por todo el pueblo, hasta las casas de madera m¨¢s apartadas. El resto del viernes fue un d¨ªa de fiestas, con baile y viche, la bebida destilada de la regi¨®n.
El retorno fue posible porque, seg¨²n el Gobierno, la seguridad en el Bajo Calima ha mejorado en el ¨²ltimo a?o. Dennis Huffington, investigador de la regi¨®n del Pac¨ªfico para la Fundaci¨®n Paz y Reconciliaci¨®n, asegura que esto se debe a que el Clan del Golfo ha ganado la disputa con el ELN y ha tomado control de la regi¨®n, con lo que los enfrentamientos se han reducido.
Ricardo Alberto Visbal Heilbut, coronel de la infanter¨ªa de Marina y quien lidera la brigada que cubre la zona rural de Buenaventura, tiene otra explicaci¨®n. Asegura que el a?o pasado las fuerzas armadas tuvieron resultados significativos que derivaron en la desmovilizaci¨®n de la estructura del Clan del Golfo que operaba en la zona. ¡°Hicimos someter a la justicia tres integrantes de esa estructura. A raz¨®n de eso, se genera la tranquilidad en este sector del Bajo Calima¡±, dice Visbal, quien agrega que unidades a su cargo estar¨¢n monitoreando especialmente San Isidro por los siguientes dos meses.
La presencia militar se ve: desde las ocho de la ma?ana, soldados se estacionan en cada esquina del poblado. Su visibilidad ha brindado algo de tranquilidad a los habitantes quienes, a pesar de la alegr¨ªa de volver a su territorio, no pueden dejar de recordar el terror del conflicto. Pedro Evangelista Valois, quien ha vivido de extraer madera de la generosa selva como la mayor¨ªa de los habitantes de San Isidro, regres¨® sin un peso y asegura que pronto tendr¨¢ que volver a la selva a trabajar. Desde su casa palaf¨ªtica ubicada en los l¨ªmites del pueblo, explica que esa eventualidad lo preocupa. ¡°Nos da temor salir al monte porque nadie sabe si uno se puede encontrar con un grupo de esos,¡± dice, su mirada fijada en el extenso verde que encubre las orillas del r¨ªo.
Las preocupaciones de Valois hacen eco a los sentimientos encontrados de otros retornados. Las condiciones precarias en el coliseo impulsaron el regreso. Familias enteras vivieron durante dos a?os en todos los rincones del coliseo, creando hogares en armarios y ba?os, durmiendo en el piso. A ra¨ªz de las escasas ayudas humanitarias, muchos no consegu¨ªan una alimentaci¨®n b¨¢sica. La incertidumbre de no saber cu¨¢ndo retornar¨ªan aument¨® sus estreses diarios. Seg¨²n los l¨ªderes de la comunidad, cinco personas, la mayor¨ªa de ellos adultos mayores, murieron en los 26 meses en los que vivieron en el coliseo. Quer¨ªan regresar.
Pero no quer¨ªan volver a la vida de antes, sino a una mejor. Muchos regresan sin recursos y han encontrado que sus fincas est¨¢n arruinadas. Algunas casas se han deteriorado, hasta el punto de caerse. La carretera por la cual sacan la madera hasta Buenaventura est¨¢ llena de huecos, lo cual hace que un trayecto de 40 kil¨®metros se demore unas cuatro horas. Esto ha dificultado que la econom¨ªa y las ventas crezcan.
Para abordar esos problemas ya hay planes estatales, dice Claudio Gonz¨¢lez, l¨ªder de la comunidad. El programa a¨²n no ha sido anunciado, pero Gonz¨¢lez sostiene que en reuniones con funcionarios del Fondo de Programas Especiales para la Paz (FondoPaz), de la Presidencia, se ha presentado un borrador con inversiones por m¨¢s de 240.000 millones de pesos (unos 60 millones de d¨®lares) para construir viviendas, instalar energ¨ªas limpias, pavimentar v¨ªas, entregar sistemas de saneamiento b¨¢sico y acueductos y mejorar la educaci¨®n y la salud en el Bajo Calima. Estas inversiones, que vendr¨ªan de distintos ministerios del Gobierno, har¨ªan parte de un proyecto de desarrollo social denominado Maqueta de Paz, que surgi¨® en el marco de las negociaciones entre el ELN y el gobierno. El l¨ªder espera que con esas inversiones se pueda fortalecer la industria maderera y as¨ª reducir la pobreza en San Isidro.
Tambi¨¦n se espera que estas medidas puedan prevenir m¨¢s desplazamientos, al crear oportunidades econ¨®micas y mejores condiciones de vida. La posibilidad de brindarle un mejor futuro a sus hijos alienta a Manyoma. Su sue?o es ver terminar el bachillerato a los tres hijos que quedan por graduarse. Para lograrlo, necesitan evadir la guerra y el reclutamiento. Tambi¨¦n anhela una vida tranquila para ella y sus padres, viviendo de la tierra como hicieron sus ancestros.
Atr¨¢s de su casa se encuentra una huerta donde crecen la papachina, el ?ame, el aguacate, el banano, el lulo, el lim¨®n y la palma de coco, cultivos que sobrevivieron a los dos a?os sin que nadie los cuidara. ¡°Pens¨¦ que iba a llegar a no ver nada. Pero, gracias a Dios, no muri¨®¡±, explica aliviada. La tierra le ha brindado la esperanza para seguir resistiendo en el territorio, en su territorio. A¨²n faltan las viviendas prometidas por el Gobierno, dice, y la carretera que le ayudar¨ªa a comercializar sus productos. Pero sostiene que espera seguir viviendo en San Isidro muchos a?os m¨¢s.
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