Petro insistir¨¢ en la ONU con el acuerdo nacional para implementar la paz

Gustavo Petro regresa a Nueva York. A trav¨¦s de la ventanilla del coche oficial que le recoge en el JFK, escoltado por los servicios de inteligencia estadounidenses, se sucede el Roy Wilkinson Park, South Jamaica, la Liberty Avenue que discurre entre Brooklyn y Queens. En el horizonte, el State Building. El presidente de Colombia regresa a una de sus ciudades favoritas, una en la que siente que se ha proyectado al mundo. Hace dos a?os, en la Asamblea General de La ONU, un septiembre caluroso que le hac¨ªa sudar la camisa blanca metida por dentro de los pantalones, pronunci¨® un discurso nada condescendiente con Washington. Se quiso alejar de la tradici¨®n de otros presidentes colombianos, que guardaban un enorme respeto a Estados Unidos, su principal socio pol¨ªtica y econ¨®micamente. Petro, en cambio, lo acus¨® de haber cometido un genocidio en Latinoam¨¦rica con la guerra contra las drogas que impuls¨® Nixon en los setenta. Se puso l¨ªrico para hablar del vac¨ªo existencial de la sociedad estadounidense: ¡°Nosotros les servimos para excusar los vac¨ªos y las soledades de su propia sociedad que la llevan a vivir en medio de las burbujas de las drogas. Les ocultamos sus problemas que se niegan a reformar¡±.

Aquel d¨ªa sinti¨® que hab¨ªa dicho exactamente lo que quer¨ªa decir. Una cosa es pensar en abstracto y otra verbalizarlo. Recibi¨® cr¨ªticas por ser tan duro con el Gobierno de Joe Biden, que este a?o da una ayuda, por ejemplo, de 410 millones de d¨®lares. A Petro no le import¨®. Como buen izquierdista de los setenta-ochenta, tiene animadversi¨®n ante el imperio yanqui. Despu¨¦s lleg¨® tarde al c¨®ctel organizado por la Casa Blanca en el que Biden iba a saludar a presidentes de distintos pa¨ªses. Cuando se lo reprocharon, dijo que ¨¦l no iba a perseguir al presidente de Estados Unidos a los ba?os para tener un momento de gloria. Era una forma de reiterar que no iba a guardar una actitud complaciente. No se iba a arrodillar ante nadie, para no dar m¨¢s rodeos con esta idea.

Ahora vuelve a Nueva York. Dormir¨¢ frente a Central Park. Caminar¨¢ un rato, rodeado de hombres de negro con pinganillo, por las amplias aceras de esta ciudad abrumadora. Le espera el jueves una intervenci¨®n en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Colombia no es miembro, pero puede participar en sus deliberaciones como pa¨ªs afectado. El presidente trae un mensaje, de unos diez minutos, muy claro: el acuerdo de paz no se ha implementado lo suficiente, o no lo suficientemente r¨¢pido, y eso ha provocado que muchos firmantes (excombatientes de las FARC) hayan sido asesinados y la violencia siga afectando a algunas regiones del pa¨ªs. En esos territorios operan disidencias con las que el Gobierno negocia su desarme. Mientras eso ocurre, Colombia no termina de ser una naci¨®n enteramente pacificada.

Se le ha reprochado a Petro que vaya a la ONU a quejarse de que el Estado no ha conseguido concretar ese acuerdo sobre el terreno, al tratarse de una paradoja: ¨¦l es el jefe de ese Estado y deber¨ªa ser ¨¦l quien lo lograra. El presidente le reprocha a su antecesor, Iv¨¢n Duque, haber hecho todo por dinamitar la implementaci¨®n¡ªDuque, un desconocido, lleg¨® al poder por el impulso del presidente Uribe y el no al proceso de paz en un refer¨¦ndum que ganaron los que se opon¨ªan a sentarse en una mesa con la guerrilla-. Petro cree que no existen las herramientas burocr¨¢ticas suficientes para llevarlo a cabo. Ante la ONU expondr¨¢, como ha repetido durante semanas en Colombia, que quiere movilizar lo que ¨¦l llama el poder constituyente, un movimiento de masas inspirado en el fil¨®sofo Antonio Negri.

Petro no va a hablar de Asamblea Constituyente, seg¨²n Presidencia. El canciller Luis Gilberto Murillo, que tambi¨¦n viaja a Nueva York para atender distintos compromisos, hab¨ªa dicho anteriormente que no lo har¨¢. En cualquier caso, va a pedir que el tiempo de implementaci¨®n pactado, 15 a?os, se extienda cinco u ocho a?os m¨¢s. Parece claro que se le conceder¨¢. Petro ha hecho toda su vida campa?a por la paz, desde que el M-19, la guerrilla en la que militaba como un guerrillero-activista (nunca fue un verdadero combatiente) negociara con el gobierno de turno reconvertirse en un partido pol¨ªtico e iniciar la discusi¨®n de esa Constituci¨®n que se firm¨® en el 91, considerada m¨¢s progresista que la sociedad colombiana de ese tiempo, aunque muchos de sus art¨ªculos no se hayan cumplido a¨²n. Por eso, para ejecutarla, Petro quiere reformarla. Otra paradoja del presidente, una genialidad o una boutade.

En el viaje tambi¨¦n mantendr¨¢ una reuni¨®n de 20 minutos con el secretario general de la ONU, Ant¨®nio Guterres. Adem¨¢s, inaugurar¨¢ en la sede de la ONU uno de los monumentos que se construyeron con el armamento fundido que pertenec¨ªa a las FARC, una obra cuya realizaci¨®n qued¨® pactada en el punto 3 del Acuerdo Final de Paz, rubricado en La Habana. Esta es la agenda, lo escrito en papel. Petro vuelve a la ciudad en la que se siente vivo y se aleja de la crispaci¨®n de la actualidad colombiana. Los rascacielos le dan sombra a un presidente en continuo agite.

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