Atl¨¦tico Nacional contra Junior de Barranquilla: f¨²tbol, pu?ales y 25 heridos por los que nadie responde
La Alcald¨ªa de Medell¨ªn recuerda que el partido de f¨²tbol es ¡°un evento privado¡± y se?ala a los organizadores. La Dimayor considera que la Polic¨ªa tiene ¡°la obligaci¨®n constitucional¡± de garantizar la seguridad en los encuentros deportivos
El detonante del caos fue el segundo gol del Atl¨¦tico Nacional, que jugaba de local en el estadio Atanasio Girardot de Medell¨ªn en la noche del jueves. Hinchas del Junior de Barranquilla, frustrados y enfurecidos ante la inminente derrota, comenzaron a hostigar a los seguidores rivales que se encontraban cerca, muy cerca. Lograron apoderarse de una de las banderas, trapos, del equipo verdolaga, como un trofeo. La reacci¨®n fue implacable. Locales se abalanzaron sobre visitantes y las im¨¢genes de violencia se multiplicaron. Los videos difundidos muestran a personas lanzadas desde los balcones de las tribunas, cuchilladas, patadas. Algunas v¨ªctimas quedaron con el torso desnudo, usurpados de sus camisetas del Junior. Hubo al menos 25 heridos y el ¨¢rbitro suspendi¨® el encuentro. Al d¨ªa siguiente, las im¨¢genes indignaron a Colombia, pero nadie se hizo cargo.
Un ejemplo de c¨®mo las autoridades se tiran la pelota entre s¨ª se pudo ver el viernes en la emisora Blu Radio. El secretario de Seguridad de Medell¨ªn, Manuel Villa, enfatiz¨® que el partido era ¡°un evento privado¡±, como lo son los conciertos musicales. ¡°La autoridad la tiene el privado que ha alquilado el estadio [propiedad del Distrito] para poder llevar a cabo el partido¡±, remarc¨®. Seg¨²n el funcionario, la Polic¨ªa ¡°acompa?a¡± el juego con personal alrededor del recinto ¡ªunos 550 uniformados¡ª porque entiende que tiene connotaciones p¨²blicas, pero no es la responsable principal. Por eso, y ante el escaso pie de fuerza, la entidad ha tomado la decisi¨®n de reducir gradualmente el n¨²mero de efectivos. Minutos despu¨¦s, el presidente de la Divisi¨®n Mayor del F¨²tbol Colombiano (Dimayor), Fernando Jaramillo, habl¨® de ¡°corresponsabilidad¡± y contraargument¨® que la Polic¨ªa tiene ¡°la obligaci¨®n constitucional¡± de asistirlos, aunque el partido sea un evento privado. ¡°No es posible que en un pa¨ªs como Colombia, con una historia de violencia tan arraigada, la log¨ªstica se encargue exclusivamente de la seguridad¡±, dijo.
Todos coincidieron, por otro lado, en expresar el horror que produc¨ªan las im¨¢genes de violencia. El conductor del programa radial, N¨¦stor Morales, se refiri¨® a los hinchas implicados como ¡°asesinos en potencia¡±. El secretario Villa los defini¨® como ¡°bandidos, criminales, delincuentes¡±. ¡°Nada tiene que hacer una persona ingresando un cuchillo o un machete a un estadio¡±, subray¨®. El alcalde, Federico Guti¨¦rrez, escribi¨® en X que los implicados ¡°son delincuentes¡± y deben ser tratados como tal. ¡°No son hinchas, son criminales. Ay¨²danos a identificarlos¡±, pidi¨® en redes junto a algunas fotos de 10 violentos. El ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, coment¨® que las autoridades investigan las fallas de log¨ªstica y estudian ¡°una sanci¨®n ejemplarizante para los implicados¡±. En el debate p¨²blico, la culpa de todo parece estar en la irracionalidad de los hinchas, algo que se comenta c¨ªclicamente desde hace a?os.
Sarah Castro Lizarazo, polit¨®loga y periodista deportiva, se?ala en una conversaci¨®n telef¨®nica los difusos l¨ªmites entre el negocio privado y la responsabilidad estatal. ¡°La Dimayor es la due?a del espect¨¢culo, pero luego dice que el tema de la violencia la supera, que es un tema social. El f¨²tbol en Colombia, entonces, es privado hasta donde interesa que sea privado. Luego se termina convirtiendo en p¨²blico¡±, remarca. Se habla de corresponsabilidades y esto deriva, seg¨²n comenta Castro, en que ¡°nadie se sienta plenamente responsable¡±. Gran parte del Plan Decenal de F¨²tbol, adoptado por el Gobierno de Juan Manuel Santos en 2014, sigue sin implementarse. Nunca se utilizaron los carnets de hinchas que comenzaron a hacerse en 2017 para identificar a los seguidores usuales y apenas se invirti¨® en la compra de c¨¢maras de reconocimiento biom¨¦trico para identificar a quienes cometan actos de violencia.
Algo similar diagnostica Juan Sebasti¨¢n G¨®mez, un barrista del Once Caldas que entr¨® en la pol¨ªtica hace 20 a?os y ahora es congresista. ¡°La Dimayor organiza un evento privado, en escenarios p¨²blicos, y se lava las manos: siempre dice que es problema de las barras, de las alcald¨ªas. No invierte un solo peso en hacer trabajo social y comunitario con los hinchas¡±, cuestiona por tel¨¦fono. Los programas de algunas administraciones distritales, como Goles en Paz en Bogot¨¢, no son suficientes ante una problem¨¢tica de escala nacional. ¡°No todo se juega en la capital. Las barras rotan y giran por todo el pa¨ªs¡±, remarca. Para el congresista del Nuevo Liberalismo, es inaceptable que nadie invierta en los estadios y que la Comisi¨®n Nacional de F¨²tbol, conformada por ministros y altos funcionarios del Ejecutivo, apenas se re¨²na.
Tanto Castro como G¨®mez expresan su frustraci¨®n respecto a que recurrentemente se hable sobre violencia en el f¨²tbol y nada cambie. La periodista explica que durante un par de d¨ªas todos expresan su indignaci¨®n en los medios y luego se pasa a la siguiente historia noticiosa. ¡°En momentos coyunturales como el del jueves, se habla de brutos e inadaptados y se pide mano dura. Pero se necesita de procesos culturales de convivencia a largo plazo¡±, dice. El congresista, por su parte, pide que se repliquen programas de trabajo social con las barras y que se invierta en equipos como esc¨¢neres de seguridad. ¡°Ac¨¢ todav¨ªa estamos en la edad media. Creemos que es suficiente pedirle a los hinchas que se quiten los zapatos, requisarlos manualmente y tratarlos mal. Seguimos haciendo lo mismo que hace 20 a?os y esperamos un resultado distinto¡±, apunta.
Las emociones
Im¨¢genes como las del jueves hacen que muchos se pregunten c¨®mo el robo de un trapo del equipo admirado puede llevar a una persona a golpear a otros con tanta brutalidad. Para Germ¨¢n G¨®mez Eslava, soci¨®logo y coautor del libro F¨²tbol y barras bravas, esto se vincula a fuertes procesos identitarios. El experto comenta por tel¨¦fono que las barras llegaron a Colombia a principios de los noventa como ¡°un proceso juvenil¡± y que, al igual que suced¨ªa antes con el rock o el metal, los j¨®venes de la ¨¦poca encontraron una comunidad de pertenencia. ¡°Para ellos, un partido no dura solo 90 minutos. Son tres d¨ªas de antelaci¨®n, de viajar [incluso por toda Sudam¨¦rica], de invertir en funci¨®n de ese apoyo incondicional y poco racional frente al equipo de f¨²tbol¡±, dice G¨®mez. ¡°Son hinchas m¨¢s de la hinchada que del equipo. Se vuelven muy solidarios y muy unidos... y tambi¨¦n muy violentos contra el enemigo com¨²n¡±, agrega.
En ese contexto, el trapo de una barra no es algo menor. Es ¡°un s¨ªmbolo de unidad¡±, seg¨²n describe el soci¨®logo. ¡°Los agarrones se suelen dar en el momento en que una de las barras ve la posibilidad de hurtar el trapo del rival. Es una oportunidad de decir: ¡®Nosotros somos mejores¡±, remarca el experto, que recuerda que en 2005 un hincha de Independiente Santa Fe fue asesinado en medio de un incidente similar al del jueves en Medell¨ªn. Robar el trapo se vuelve, para algunos, una forma de mostrar val¨ªa y lealtad.
Otro factor es percibir la violencia como una forma de canalizar la frustraci¨®n con los resultados deportivos del equipo. Hace unos d¨ªas, otro incidente sorprendi¨® en Colombia: hinchas del Deportivo Cali agredieron a los periodistas de Win Sports, el canal de televisi¨®n por suscripci¨®n que transmite los partidos de la liga local. G¨®mez explica que el club cale?o ha tenido malos resultados deportivos y que las barras se?alan a los comentaristas de tener un sesgo contra ellos. ¡°Es una especie de sabotaje porque consideran que Win Sports es una marca de RCN y que RCN tiene relaci¨®n con Nacional¡±, apunta. La polit¨®loga Castro, por su parte, cree que los hinchas ven en el canal un s¨ªmbolo ¡°de poder¡± en el f¨²tbol y una forma de expresar su descontento contra todo el sistema ante los problemas administrativos que tambi¨¦n tiene el equipo: ¡°Esa gente quiere hacerse sentir. La idea de la agresi¨®n es: ¡®Aqu¨ª se van a enterar de que existimos¡±.
La frustraci¨®n, adem¨¢s, puede reflejar cosas que van m¨¢s all¨¢ del f¨²tbol. El soci¨®logo G¨®mez describe a las barras ¡°como catalizadores de las emociones cotidianas¡± de sus miembros. ¡°Muchas frustraciones se tramitan a trav¨¦s de la violencia¡±, apunta. Castro, en tanto, insiste en la importancia de judicializar a los violentos, pero tambi¨¦n enfatiza que hay que entender los procesos identitarios que est¨¢n detr¨¢s de ellos. ¡°Las preguntas deber¨ªan ser sobre qui¨¦nes son estas personas y por qu¨¦ sienten que no tienen nada que perder. La idea de dar la vida por el equipo tiene que ver con que importa poco el resto¡±, comenta. Aunque ya no se identifica como hincha, entiende el porqu¨¦ el deporte puede producir emociones tan intensas: ¡°Son tan pocos los escenarios de alegr¨ªa en la vida que queremos que el deporte nos d¨¦ todo eso que en otros espacios nos es negado¡±.
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