La incompleta tarea de garantizar la educaci¨®n de los ni?os venezolanos
Pese a los esfuerzos por facilitar las matr¨ªculas, persisten barreras por los planes de estudio, la atenci¨®n a los alumnos rezagados y la xenofobia, advierten investigaciones de las universidades del Rosario y Javeriana
Alejandra Bastidas (Barquisimeto, 22 a?os) fue la mejor de su clase cuando se gradu¨® del colegio en Colombia. Pero ni sus buenas notas ni ser despreocupada y conversadora la salvaron de algunas miradas recelosas ni de comentarios xen¨®fobos. ¡°Le ca¨ªa mal a la gente porque era muy nerd. Tambi¨¦n les molestaba que a una venezolana le fuera bien¡±, cuenta por tel¨¦fono, luego de salir de clases de la Universidad de Antioquia, una de las mejores universidades del pa¨ªs, donde cursa sexto semestre de Ingenier¨ªa de Alimentos. ¡°Mi mam¨¢ tuvo que escuchar c¨®mo los otros padres dec¨ªan que c¨®mo una veneca pod¨ªa tener tan buenas calificaciones¡±, recuerda.
Bastidas es una de los cientos de miles de venezolanos que ha recibido el sistema educativo colombiano desde 2015, cuando se intensific¨® la crisis en la vecina Venezuela. Actualmente, hay m¨¢s de 2,8 millones de venezolanos en Colombia y, a julio de 2024, 604.000 alumnos nacidos en ese pa¨ªs estaban matriculados en colegios colombianos, la mayor¨ªa en instituciones p¨²blicas (84%) y en primaria (57%), de acuerdo con datos del reciente informe del Laboratorio de Econom¨ªa de la Educaci¨®n (LEE) de la Universidad Javeriana. En Colombia cualquier ni?o de Venezuela, sin importar su situaci¨®n migratoria, puede matricularse; de hecho, ese tr¨¢mite activa el proceso para solicitar al permiso por protecci¨®n temporal (PPT), que hace posible permanecer en el pa¨ªs de forma regular.
Pese a ese marco legal favorable a los menores, y a los protocolos del Ministerio de Educaci¨®n que van en el mismo sentido, los ni?os a¨²n enfrentan barreras. As¨ª lo alertan dos recientes investigaciones, la del LEE y otra de las universidades del Rosario y de Toronto (Canad¨¢), que se concentr¨® en lo que ocurre en Bogot¨¢, La Guajira y C¨²cuta, los territorios con mayor n¨²mero de migrantes. Ambos estudios ponen la lupa sobre las deudas del pa¨ªs en la inclusi¨®n estructural, la que brinda el acceso a las instituciones y servicios educativos, y en la inclusi¨®n relacional, la que garantiza las condiciones de aprendizaje y convivencia.
Las investigaciones entregan recomendaciones para que no se repitan historias como la de Alejandra Bastidas, que lleg¨® a Colombia en 2018. Para ella fue dif¨ªcil encontrar un colegio en Medell¨ªn para cursar grado d¨¦cimo. En los privados le ped¨ªan c¨¦dula de extranjer¨ªa y hacer ex¨¢menes para certificar sus conocimientos. Tambi¨¦n le sugirieron entrar a noveno para nivelarse. Finalmente, un colegio p¨²blico la admiti¨® para el curso que le correspond¨ªa y le dio la posibilidad de presentar los ex¨¢menes m¨¢s adelante, lo que le dar¨ªa tiempo para ponerse al d¨ªa con asignaturas como geograf¨ªa o historia de Colombia.
No es un caso aislado. Asociaciones venezolanas como Colvenz y Funvenex han recibido consultas de migrantes que tienen problemas a la hora de matricular a sus hijos. Arles Pereda, presidente de Colvenz, que opera en Medell¨ªn, explica que hay familias que se encuentran con funcionarios o directivos escolares que no conocen la norma, y corren el riesgo de dejar a los ni?os sin estudiar. Maryuris Aguilar, que lidera Funvenez, cuenta que este a?o detect¨® en el municipio de Sabanalarga, en el caribe?o departamento del Atl¨¢ntico, que varios colegios no matriculaban a los ni?os si no estaban regularizados. ¡°Es clave que el Estado capacite a funcionarios, directivos y docentes porque, muchas veces, son los primeros respondientes cuando un venezolano viene a preguntar algo¡±, afirma Aguilar.
Otro reto es buscar a los ni?os que no llegan al sistema, una proactividad que no siempre tiene el Estado: la investigaci¨®n de la Universidad del Rosario advierte que hay poco seguimiento a los menores desescolarizados. Y cuando llegan, las investigadoras encontraron la ausencia de un plan claro para atender los d¨¦ficits que tienen muchos de ellos, pese a que es usual porque su vida escolar ha sido interrumpida por la situaci¨®n de Venezuela y los movimientos migratorios.
En unos pocos territorios son atendidos con programas de ¡°modelo flexible¡± de educaci¨®n, que suelen brindar organizaciones internacionales. ¡°El problema es que dependen de recursos de cooperaci¨®n para funcionar. Por eso su continuidad es incierta¡±, explica Nathalia Urbano, profesora de Sociolog¨ªa de la Universidad del Rosario. Su colega Claudia D¨ªaz a?ade que hay un problema de financiaci¨®n. ¡°El Gobierno ha girado los recursos de canasta b¨¢sica para atender a los ni?os matriculados, pero todo lo dem¨¢s no est¨¢ financiado. Es decir, no hay dinero para pagar m¨¢s docentes o m¨¢s infraestructura si se necesita¡±, comenta D¨ªaz. Adem¨¢s, la integraci¨®n curricular queda a la voluntad de los directivos o de los docentes. ¡°El ministerio y las secretar¨ªas se amparan en la idea de autonom¨ªa curricular, por lo que el tema pedag¨®gico tiene poca coordinaci¨®n¡±, explica D¨ªaz.
A esos problemas de tipo administrativo se suma uno m¨¢s cultural: la xenofobia hace m¨¢s dif¨ªcil el duelo migratorio. Urbano, profesora del Instituto de Estudios en Educaci¨®n de la Universidad de Toronto, alerta de que en ocasiones viene incluso de los profesores. ¡°Algunos colegios no consideran que haya xenofobia porque, a veces, viene de microagresiones o violencias que no son tan evidentes¡±, asegura. Y a?ade que hay una pol¨ªtica m¨¢s correctiva que preventiva ante la discriminaci¨®n.
Alejandra Bastidas apenas experiment¨® problemas curriculares o de rezago, porque hab¨ªa tenido una buena formaci¨®n en un colegio privado de Venezuela, pero s¨ª choc¨® con la discriminaci¨®n. Recuerda que en el colegio hab¨ªa m¨¢s ni?os y ni?as migrantes, que optaron por ¡°mimetizarse¡±. ¡°Cambiaban el acento, usaban palabras de ac¨¢, no hablaban de sus cosas ni de su familia all¨¢¡±, relata. ¡°Yo no es que haya sido fuerte, es que los acentos no se me dan¡±, dice y suelta una carcajada, ¡°?qu¨¦ m¨¢s pod¨ªa hacer? Ten¨ªa que estudiar¡±.
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