Melba Escobar: ¡°Mi mam¨¢ se goz¨® la muerte, termin¨® su vida por todo lo alto¡±
La escritora colombiana publica ¡®Las hu¨¦rfanas¡¯, un libro sobre su madre, una mujer abrasiva, ir¨®nica e hiriente que intent¨® suicidarse de joven
El d¨ªa que muri¨® su madre, Melba Escobar abri¨® el chat de WhatsApp que tiene con sus hermanas y le cambi¨® el nombre: Las hu¨¦rfanas. Era una forma lapidaria y a la vez ir¨®nica de tomarse la despedida de una mujer sumergida durante gran parte de su vida en las aguas profundas de la melancol¨ªa. El d¨ªa que le lleg¨® el periodo a la escritora, la madre, que pensaba que ese era un momento decisivo en la vida de una mujer, le cont¨® que muchos a?os atr¨¢s, cuando ella ni siquiera hab¨ªa nacido, se lanz¨® por una ventana durante una crisis suicida. Son¨® plop cuando cay¨® sobre el techo de un coche que le sirvi¨® de colch¨®n salvavidas. La historia fue durante d¨¦cadas un secreto familiar escondido bajo la alfombra del pudor. El libro de Escobar (Cali, 48 a?os), que vive en Madrid despu¨¦s de haber pasado un tiempo en Barcelona, se titula -con buen criterio- Las Hu¨¦rfanas y lo publica Seix Barral, un sello editorial de Planeta que acaba de imprimir la segunda edici¨®n en Colombia. La se?ora, mordaz y sat¨ªrica con sus propias hijas, le dijo a Escobar en su lecho de muerte que le dejaba en herencia una revelaci¨®n traum¨¢tica, pero tambi¨¦n material para una gran novela.
Pregunta. ?Ha cumplido con el ¨²ltimo deseo de su madre y ha hecho esa gran novela?
Respuesta. Eso espero. Uno nunca es buen juez de lo que hace, lo intuye, lo supone. Los jueces son los lectores.
P. El d¨ªa que le cont¨® lo de su intento de suicidio, usted vio a su madre desde una luz nueva.
R. Totalmente. La idea de que yo pod¨ªa reproducirme coincidi¨® con su propio intento de matarse. Se teji¨® ah¨ª la vida y la muerte, que uno no piensa en ella tanto como cuando tiene un hijo. Surge una sensaci¨®n de que te vas a ir y hay un relevo.
P. De su padre -Rodrigo Escobar Navia, alcalde de Cali, rector de Los Andes y ministro, en dos cargos distintos, del presidente Belisario Betancur- dice que mucha gente se atrevi¨® a diagnosticarlo psiqui¨¢tricamente, pero que no quer¨ªa ponerle nombre a eso. Se intuye una bipolaridad.
R. S¨ª.
P. Con su madre -Myriam de Nogales- hay diagn¨®stico. ?Por qu¨¦ esa diferencia?
R. Lo pensamos con mi hermana psiquiatra. Ella nunca se quiso hacer ver ni nada. Ella insist¨ªa en su absoluta cordura y hablaba de la locura de los dem¨¢s. Eso debe pasarle a muchos locos, que los ven por todos lados, menos a s¨ª mismos. Era trastorno de personalidad m¨²ltiple.
P. ?Eso c¨®mo impactaba en su vida?
R. Nunca sab¨ªas c¨®mo iba a reaccionar. Parece que hubiera muchas personas en ella. Nunca se medic¨®. Y eso tiene un punto heroico.
P. ?Por qu¨¦?
R. Yo tengo cualquier malestar y busco una pastilla. Mi mam¨¢ tuvo un lupus durante buena parte de su vida, el dolor fue algo que existi¨® en ella durante buena parte de su vida. Se le fracturaban los huesos con cosas muy sencillas, como lavando un plato. Su columna, al final, solo eran astillas. Sin embargo, no hab¨ªa forma de que se tomara una aspirina. Ten¨ªa una cosa casi como de monje zen de trabajar por sublimar el dolor. Eso es lo que la llev¨® a esa expiaci¨®n final. Lleg¨® a otro nivel, se puso por encima de del dolor y de la enfermedad.
P. Una lucha interior.
R. Contra sus demonios. Al final era como si ella hubiera pasado un umbral. Los monjes japoneses lo han hecho por siglos. La idea de que cuando se est¨¢ mal hay que encerrarse, aislarse, contener ese dolor hasta que termine, hasta que pase por encima de ¨¦l. Hab¨ªa una relaci¨®n m¨ªstica de ella con la enfermedad.
P. Usted es la ¨²ltima de cuatro hermanas, se lleva muchos a?os con ellas. Le he o¨ªdo decir que ha tenido la sensaci¨®n de llegar tarde a muchas cosas de la vida de su familia.
R. El lugar que uno ocupa en el mundo est¨¢ relacionado con la familia, sobre cu¨¢l es el espacio que cree que ocupa o le corresponde. El libro se llama Las hu¨¦rfanas porque nos quedamos sin padres, pero en un sentido m¨¢s amplio habla de la orfandad existencial, de no alcanzar al otro, del vac¨ªo y la soledad. El narrador y el artista somos hu¨¦rfanos porque estamos ah¨ª sin estar, es una condici¨®n de quien narra. Porque quien narra vive cosas y a la vez piensa c¨®mo las va a contar. Eso lleva a un distanciamiento de la realidad.
P. Eso la convirti¨® en escritora.
R. En parte, s¨ª.
P. Su madre vino a Colombia desde Espa?a, lo que era un viaje no tan com¨²n. Este pa¨ªs no recibi¨® tanta migraci¨®n como Argentina o Venezuela. Se qued¨® como alguien ni de ac¨¢ ni de all¨¢, de ninguna parte.
R. Al mismo tiempo am¨® con locura este pa¨ªs. Luch¨® para nacionalizarse, lucha que pocos extranjeros se toman con tanta pasi¨®n jajaja. Tuvo muchos dolores de ese desarraigo cultural, psicol¨®gico, personal, adem¨¢s de cargar con un matrimonio con un hombre que no siempre estaba para ella.
P. En el libro hay una foto de ellos dos, de j¨®venes en Par¨ªs, donde se ve que son dos seres bellos, guap¨ªsimos.
R. Hermosos.
P. Cuando se casaron en Par¨ªs eran unos ni?os, su padre incluso estaba en negaci¨®n segundos antes de llegar al altar. ?Siente que ya hab¨ªa amor ah¨ª incubado?
R. Algo debi¨® haber porque se acompa?aron toda la vida hasta el final. Comenz¨® ese amor de una manera muy tempestiva, como cuenta. Mi madre ten¨ªa una idea muy elevada de s¨ª misma y de sus or¨ªgenes, de su abolengo, de su aristocracia espa?ola. Y mi padre era de origen provinciano, muy humilde, del Valle del Cauca. Y as¨ª entraron en un cuento de hadas, como La princesa y el vagabundo. Eso tambi¨¦n foment¨® su atracci¨®n, lo prohibido, lo que se sale de la habitual. Hab¨ªa mucha tensi¨®n sexual entre ellos, era muy fascinante. Muy apasionados.
P. Uy, ?c¨®mo se mantiene eso en el tiempo?
R. Eran bell¨ªsimos, ¨¦l de piel oscura, fuerte, un macho caribe?o; mi mam¨¢ era muy fr¨¢gil, delgada, blanca, muy fina. Opuestos. La atracci¨®n era bestial, era notorio. Ellos se enrollaron y en este pa¨ªs de los 60 mi mam¨¢ qued¨® embarazada, y para esa sociedad era una tragedia. El d¨ªa que se casaban ¨¦l estaba en una librer¨ªa escogiendo un libro con un amigo, no quer¨ªa llegar a la boda. Como pasaba m¨¢s antes, de esa atracci¨®n hacia el g¨¦nero contrario, de pronto, sin que te des mucha cuenta, pasar a estar atrapado en una domesticidad que no ha sido elegida de manera consciente. De pronto este hombre iba a ser padre y le estaban obligando a casarse. Se sinti¨® profundamente desgraciado. Su amigo, antes de entrar en la iglesia, lo abraz¨® y mi pap¨¢ se ech¨® a llorar como un ni?o. A veces formamos una familia sin saber cu¨¢nto nos va a pesar. Eran dos seres extraordinarios, pero no estaban preparados para tener cuatro hijas.
P. ?C¨®mo la trataba ella a ¨¦l?
R. Ella a veces era muy descalificadora, se burlaba de ¨¦l por su origen. Cuando quer¨ªa echar veneno se refer¨ªa a ¨¦l como alguien de pueblo. A la vez, entre ellos hab¨ªa una paridad intelectual. Mi mam¨¢ estudi¨® psicolog¨ªa en la Sorbona y las opciones de novias para mi pap¨¢ en Cali eran unas se?oritas que estaban buscando marido desde la 15. Le atrajo esta mujer contestataria, que todo el rato le llevaba la contra. Eso generaba tensi¨®n. ?l ven¨ªa de un origen muy humilde, muy machista, y se encontr¨® con esta potra salvaje.
P. ?l se abri¨® a otras relaciones.
R. Fue muy mujeriego, muy encantador. Se enamoraba seis veces al d¨ªa.
P. ?Tuvo m¨¢s hijos?
R. Otra hija, antes del matrimonio con mi madre. Me he enterado hace poco, mucho despu¨¦s de que ¨¦l muri¨®. Nos contact¨®. Mi madre se muri¨® sin saber, pero siempre pens¨® que hab¨ªa m¨¢s hijos.
P. Con el reguet¨®n en la mano, ?su madre entrar¨ªa en la definici¨®n de persona t¨®xica?
R. S¨ª, pero lo dej¨® de ser. Y esa es la gracia. Se transform¨® a lo largo de su vida en otra persona. Al entrar en la tercera edad uno puede ser otra persona. Despu¨¦s de los sesenta floreci¨®, se volvi¨® amorosa, comprensiva.
P. Muri¨® como una m¨ªstica.
R. Los finales importan. Ella termin¨® su vida por todo lo alto. Estaba en un hospital paliativo, era claro que se estaba muriendo, todos los sab¨ªamos, ella lo sab¨ªa. ?Se lo estaba gozando! Sab¨ªa que era su ¨²ltimo acto e hizo todas las tonter¨ªas que nunca hab¨ªa hecho. Solo com¨ªa paletas, ped¨ªa m¨²sica de Serrat, masajes en los pies. Eso result¨® muy bello. Se fue en paz. Tuvimos muchas conversaciones bellas con ella, algunas raras. Cuando ella estaba en su fase terminal, mi hermana Jimena le quiso hablar de su intento de suicidio, y su respuesta fue: vuelve con eso y te rompo un jarr¨®n en la cabeza. Te pod¨ªa insultar, y nos re¨ªamos. Hab¨ªa algo salvaje en ella.
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