La vanidad y el populismo
El gobierno de Duque no es impopular por caprichos de la ciudadan¨ªa. Lo es porque ha sido insensible e insolidario
En su tristemente c¨¦lebre ¨Cy a la vez divertid¨ªsima¨C entrevista con el programa Hard Talk, de la BBC, el presidente Iv¨¢n Duque hizo una declaraci¨®n que parece salida de una s¨¢tira pol¨ªtica: de una noticia de Actualidad Panamericana, por ejemplo, o de cualquiera de los memes m¨¢s ingeniosos que circulan libremente por ah¨ª. Ante una pregunta sobre la mala opini¨®n que tiene la ciudadan¨ªa de su mandato, Duque esgrimi¨® el argumento m¨¢s bien tonto de que el porcentaje de aprobaci¨®n de hoy era la misma cifra que el porcentaje de votos de su primera vuelta electoral, all¨¢ por el a?o remoto de 2018. Imagino que habr¨¢ cruzado los dedos y esperado que nadie se diera cuenta de una obviedad: en 2018, ¨¦l era un candidato que compet¨ªa con otros cuatro. En las encuestas de ahora, en cambio, s¨®lo ten¨ªa un contendor: la desaprobaci¨®n. Y la desaprobaci¨®n le gan¨® por goleada.
Tras ese intento fallido de juego de manos, el presidente continu¨® su respuesta con esta p¨ªldora: ¡°Si pudiera presentarme a una reelecci¨®n¡±, dijo inveros¨ªmilmente, ¡°tenga por seguro que luchar¨ªa por ella y ser¨ªa reelegido¡±. (Las traducciones de los medios en espa?ol prefirieron el participio reelecto, pero qu¨¦ puedo decir: en cuestiones de lengua espa?ola tengo mis man¨ªas.) La risible declaraci¨®n fue la instancia m¨¢s reciente, pero sin duda no la ¨²ltima, de ese extra?o s¨ªndrome que a Duque se le ha agudizado con el paso de los a?os: una total desconexi¨®n de la realidad. Es la misma desconexi¨®n que lo llev¨® a incluir un gravamen a los servicios funerarios en plena crisis sanitaria, mientras los colombianos mor¨ªan de Covid en todas partes; la misma desconexi¨®n que lo llev¨® a disfrazarse de polic¨ªa despu¨¦s de que la represi¨®n policial de unas protestas acabara con un saldo de varios muertos; la misma desconexi¨®n, acaso, que lo lleva a proclamarse c¨ªnicamente defensor de los acuerdos de paz cada vez que puede, cuando en realidad los ha deslegitimado desde el principio.
Los resultados de las elecciones del domingo pasado se explican en parte como un comentario sobre los cuatro a?os de Duque. Pero s¨®lo en parte, porque todo en Colombia siempre es mucho m¨¢s complicado de lo que parece: el ascenso s¨²bito de Rodolfo Hern¨¢ndez no es solamente un rechazo de las castas, como se ha dicho tanto, sino que tiene mucho que ver tambi¨¦n con la admiraci¨®n lamentable que este pa¨ªs siempre ha tenido por los violentos y los malhablados; y no responde solamente a esa admiraci¨®n lamentable, que nos lleva a aceptar y aun felicitar a quien agreda a otro o lo amenace con pegarle un tiro (o con darle en la cara, marica), sino que responde tambi¨¦n a la infantilizaci¨®n de una sociedad que hace rato perdi¨® la capacidad de concentrarse en algo, cualquier cosa, durante un tiempo sostenido. Ya hasta Twitter parece sobrepasar nuestra capacidad de atenci¨®n, y basta con hacer aspavientos en TikTok, aparentemente, para acercarse a la presidencia de este pa¨ªs complej¨ªsimo.
Ahora me gustar¨ªa saber qu¨¦ piensa el presidente Duque de la respuesta que le dio al periodista de Hard Talk: ?todav¨ªa sigue creyendo que ganar¨ªa una hipot¨¦tica reelecci¨®n? Respuesta: tal vez s¨ª. Duque ha dado sobrados ejemplos de que eso de la realidad no es con ¨¦l. Pero habr¨¢ visto c¨®mo Federico Guti¨¦rrez, el candidato que su partido apoyaba, hizo todo lo posible por alejarse de ¨¦l y de su presidencia en el intento por rescatar su candidatura. En nuestro pa¨ªs de polos irreconciliables, por supuesto, el esfuerzo fue en vano, sobre todo por las grotescas intervenciones del presidente, que quiso hacerle mella a Petro pero result¨® haci¨¦ndole campa?a. Entendi¨®, al parecer, cuando ya era demasiado tarde. Ninguna figura se ha vuelto m¨¢s t¨®xica que la de Uribe y ninguna compa?¨ªa es hoy menos apetecible que la de los suyos, y ayer mismo Rodolfo Hern¨¢ndez aparec¨ªa en una entrevista ¨Co en un publirreportaje: no era clara la diferencia¨C jurando en todos los tonos que nunca har¨ªa una alianza con el uribismo.
Seamos claros: el gobierno de Duque no es impopular por caprichos de la ciudadan¨ªa. Lo es porque ha sido insensible e insolidario, y porque se ha comportado siempre con arrogancia frente a los d¨¦biles y con sumisi¨®n frente a los poderosos, y s¨®lo por eso le ha construido una autopista al m¨¢s rampl¨®n de los populismos. En tiempos de sufrimiento como los nuestros, despu¨¦s de una pandemia asesina y de una crisis devastadora que llev¨® a millones a la pobreza, y despu¨¦s de dolorosas revelaciones de nuestra propia crueldad que se han vuelto el pan de cada d¨ªa (y s¨®lo hay que imaginar lo que falta por saber), lo que a veces necesita un ciudadano es que el presidente de su pa¨ªs le d¨¦ una prueba de algo parecido al reconocimiento: que lo mire y lo escuche y sepa ver sus dificultades, sus carencias y sus dolores, o por lo menos sea capaz de fingir que lo hace. Duque les ha volteado la cara a sus ciudadanos; mientras tanto, Hern¨¢ndez les ha hecho sentir, con cada payasada y cada promesa barata, que los tiene en cuenta.
Claro: as¨ª funcionan los populismos, as¨ª han funcionado siempre. Pero el presidente, que tantos libros sobre pol¨ªtica lee y cita, no se ha enterado todav¨ªa: porque est¨¢ desconectado de la realidad. El d¨ªa de las elecciones, alguien lo convenci¨® ¨Co tal vez fue idea suya: no me sorprender¨ªa¨C de que era buena idea poner una alfombra roja que sal¨ªa de las puertas del palacio presidencial y llegaba hasta el puesto de votaci¨®n. No s¨¦ si la intenci¨®n ilusoria era devolverle un poco de majestad a este cargo que ha quedado por los suelos, pero el efecto fue retratar a un reyezuelo vanidoso y fr¨ªvolo, aislado en su sendero de parafernalia, flanqueado por su guardia personal. Semejante puesta en escena era innecesaria, y adem¨¢s ingenua: ?nadie le dijo a Duque que esas im¨¢genes iban a contrastar duramente con la gente que braveaba inundaciones para meter el voto en la urna? ?Nadie le hizo la caridad de pasarle un anecdotario de la Revoluci¨®n Francesa?
Mientras tanto, ah¨ª qued¨® Rodolfo Hern¨¢ndez: un hombre que lo ignora todo sobre la tarea infinitamente dif¨ªcil de gobernar. El tiempo de Hern¨¢ndez se divide en dos: la mitad se le va explicando sus propias declaraciones machistas o xen¨®fobas, o disculp¨¢ndose por haber elogiado a Hitler (es que lo confundi¨® con Einstein: a todos nos pasa). La otra mitad de su tiempo la ocupa con la repetici¨®n hasta la n¨¢usea de la ¨²nica propuesta que tiene para este pa¨ªs de mil aristas: que los pol¨ªticos dejen de robar. Est¨¢ muy bien. Pero los pol¨ªticos a los que se refiere con su generalizaci¨®n grosera est¨¢n en los mismos partidos que ahora comienzan a unirse a su campa?a, y ¨¦l s¨®lo atina a decir que acepta los votos pero no cambia el discurso. Y claro, hay un problema: a pesar de lo que puedan sugerir sus hip¨®critas antiuribismos de ¨²ltimo minuto, en Hern¨¢ndez no hay discurso. Hay un recipiente vac¨ªo que se llenar¨¢ con lo que traigan quienes le den su apoyo. Creer otra cosa, me temo, es de una ingenuidad que ahora mismo no nos podemos permitir.
Juan Gabriel V¨¢squez es escritor.
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