Qui¨¦n no cree en las elecciones colombianas
La insatisfacci¨®n con la democracia y ser de izquierdas correlaciona con tener m¨¢s desconfianza en las instituciones electorales, pero el riesgo de un desconocimento del resultado est¨¢ presente gane quien gane
Colombia logr¨® ahuyentar el fantasma del fraude electoral masivo en la primera vuelta de sus elecciones presidenciales. Lo hizo pese a que ven¨ªa azuzado tanto desde el extremo izquierdo como por parte de la derecha, incluidos dos expresidentes que sembraron dudas sobre las instituciones encargadas. Pero el 29 se vot¨® y el 30 el pa¨ªs no ardi¨®. Los candidatos aceptaron el resultado, los que pasaron a la siguiente vuelta se centraron en su campa?a, y los que no, en lamer sus heridas y repartir sus apoyos. Sin embargo, a medida que se acerca el domingo de la segunda vuelta, los temores han vuelto. El empate t¨¦cnico en que cerraron las encuestas el pasado s¨¢bado, seg¨²n el cual ser¨¢n uno, dos o tres millones de indecisos los que acabar¨¢n decidiendo la elecci¨®n, favorece el foco en el margen. Una pregunta inevitablemente derivada de este hecho flota en el ambiente: ?qu¨¦ pasar¨¢ si el resultado es muy apretado? Independientemente de lo que digan los l¨ªderes, ?habr¨¢ amplias capas de la poblaci¨®n que no acepten la derrota de su rival?
Por desgracia, los datos de falta de confianza entre la poblaci¨®n colombiana s¨ª justifican este temor: un 85% de la ciudadan¨ªa le tiene poca o ninguna a las instituciones electorales nacionales, seg¨²n una encuesta realizada por EL PA?S a principios de abril, justamente cuando la conversaci¨®n sobre la Registradur¨ªa (entidad encargada de llevar adelante la parte operativa de los procesos electorales) y su actual cabeza se encontraban en su punto ¨¢lgido.
Con estos mismos datos, que en realidad situan la confianza en una suerte de term¨®metro, podemos evaluar cu¨¢les son los factores que incrementan las posiciones m¨¢s calientes contra estas instituciones. Dos dominan sobre las dem¨¢s: la insatisfacci¨®n con toda la democracia, y la posici¨®n ideol¨®gica a la izquierda del espectro ideol¨®gico.
Resulta imposible con este an¨¢lisis discernir la direcci¨®n de causalidad: ?la gente en Colombia no cree en las instituciones electorales, encargadas del elemento central del sistema democr¨¢tico que en teor¨ªa otorga el poder a la ciudadan¨ªa, porque est¨¢ insatisfecha con toda la democracia? ?O la insatisfacci¨®n global es producto de la falta de f¨¦ en el proceso? Solo se puede decir que ambas van de la mano, de manera muy significativa y con magnitud grande, adem¨¢s: el term¨®metro de desconfianza se ¡®calienta¡¯ en un 36% por cada grado que adquiere el de insatisfacci¨®n sist¨¦mica.
Igual de relevante es que este mismo v¨ªnculo no se produce con la enmienda total a la democracia como opci¨®n de gobierno. Ser antidemocr¨¢tico o no pensar que la democracia es el mejor sistema para manejar un pa¨ªs no correlaciona con desconfiar de la instituci¨®n electoral. Esto es crucial porque ayuda a enmarcar bien el potencial rechazo a los resultados: no se producir¨ªa por una pulsi¨®n autoritaria intencionada desde antes.
De la misma forma que es relevante la relaci¨®n con la ideolog¨ªa de izquierdas: ser de centro-izquierda incrementa en un 11% el calor de la desconfianza institucional; ser de extrema izquierda lo sube m¨¢s, en un 16%. Pero no tener ideolog¨ªa declarada, normalmente un signo de anti-establishment y falta de v¨ªnculo con los procesos b¨¢sicos de decisi¨®n en democracia, no tiene ning¨²n tipo de efecto. Sumado a lo anterior, podemos afinar a¨²n m¨¢s el marco de la desconfianza: escorado a la izquierda y hacia la insatisfacci¨®n con la democracia colombiana, pero no el descreimiento de la capacidad de elegir. En caso de derrota de Petro, por ah¨ª probablemente vendr¨¢ el mayor riesgo del desconocimiento de resultados.
Ahora bien, como qued¨® demostrado en la discusi¨®n y el agitamiento previo a la primera vuelta, este riesgo no desaparece si Petro gana. La desconfianza con las instituciones es lo suficientemente transversal, y la voluntad de ¡®emprededores pol¨ªticos¡¯ por la derecha de aprovecharse de ella para crecer apalancados en el deterioro institucional lo suficientemente clara, como para asegurar que el miedo deba ser casi sim¨¦trico.
Y aunque el inicio de un eventual desconocimiento no desemboca inevitablemente en la puls¨®n autoritaria, el final s¨ª podr¨ªa hacerlo, por cualquiera de los dos lados. Al fin y al cabo, casi todas las crisis m¨¢s importantes que ha sufrido la democracia, desde las puntuales como en los Estados Unidos el pasado 6 de enero de 2021 con la toma del Congreso hasta las permanentes como la regresi¨®n venezolana, se han dado en nombre de la defensa de la democracia con may¨²sculas. Si estos datos indican algo es que en Colombia faltan liderazgos interesados por, o al menos dispuestos a, defender (tambi¨¦n reform¨¢ndola para mejorarla) la democracia con m¨ªn¨²sculas, la peque?a, la de los mecanismos espec¨ªficos que son los que realmente aseguran que al menos mediante el voto las voces sean o¨ªdas.
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