Colombia: la Historia liberada
En lugar de fomentar la liberaci¨®n del ser humano, la mayor¨ªa de las revoluciones han acabado, por una mezcla de errores propios e intervenciones externas, en jaulas represivas
La idea de que los procesos hist¨®ricos tuvieran un trazado ¨²nico, que apuntaba de forma ineluctable hacia la emancipaci¨®n del ser humano, vigente entre la Revoluci¨®n Francesa y, quiz¨¢s, los primeros a?os de la Revoluci¨®n Cubana, ha naufragado en el mar de las derrotas de los propios procesos revolucionarios. En lugar de fomentar la liberaci¨®n del ser humano, la mayor¨ªa de las revoluciones han acabado, por una mezcla de errores propios e intervenciones externas, en jaulas represivas.
La Historia no tiene una direcci¨®n natural. Y, sin embargo, aunque no exista un horizonte hacia el cual la Historia tienda de forma necesaria sabemos que, por lo menos desde lo tiempo de Tuc¨ªdides, mujeres y hombres se han enfrentado para que los procesos hist¨®ricos tomen una direcci¨®n particular, y no otra.
Hacia final de los a?os 40 del siglo XX, Am¨¦rica Latina se encontraba en una in¨¦dita coyuntura donde parec¨ªa imponerse en la regi¨®n, como se?ala Rafael Rojas, un modelo pol¨ªtico republicano de tipo democr¨¢tico, que buscaba integrar importantes reformas sociales en larga parte descuidadas por los reg¨ªmenes liberales poscoloniales. Representado por los gobiernos del Partido Revolucionario Cubano Aut¨¦ntico de Cuba, los frentes populares chilenos o la presidencia de Juan Jos¨¦ Ar¨¦valo, s¨®lo para citar algunos ejemplos, un nuevo nacionalismo de izquierda intent¨® durante esos a?os articular con cierto ¨¦xito proyectos de cambio social dentro de marcos institucionales democr¨¢ticos.
Colombia tuvo en el programa del populismo social de Jorge Eli¨¦cer Gait¨¢n uno de los momentos m¨¢s importantes y s¨®lidos de ese intento de transformaci¨®n. Y Colombia fue tambi¨¦n el lugar donde, el comienzo de la Guerra Fr¨ªa mostr¨® que para Am¨¦rica Latina empezaba una larga y dura fase en la que aspirar a ambiciosos planes de reforma social, dentro de marcos democr¨¢ticos, iba a ser pr¨¢cticamente imposible. La pinza formada por el conservadurismo de las oligarqu¨ªas latinoamericanas y la pol¨ªtica exterior anticomunista de Estados Unidos inaugurada despu¨¦s de 1947 plante¨® un obst¨¢culo formidable para ese modelo republicano de izquierda. En 1948, pr¨®ximo a convertirse en el nuevo presidente de Colombia, Gait¨¢n era asesinado en circunstancias nunca del todo esclarecidas, aunque exist¨ªan fuertes sospechas de que los sectores m¨¢s conservadores de arco pol¨ªtico colombiano estaban detr¨¢s del mencionado asesinato. Por su parte, pocos a?os despu¨¦s, en 1952, Fulgencio Batista irrump¨ªa de nuevo en la escena pol¨ªtica cubana, impidiendo con un golpe la posible victoria del candidato de la izquierda nacionalista Eduardo Chib¨¢s. Igualmente, dos a?os despu¨¦s, en 1954, otro golpe de estado apoyado por la CIA derrocaba en Guatemala al gobierno de izquierda democr¨¢tica de Jacobo ?rbenz, continuador del proyecto de Ar¨¦valo. En 1973, el golpe en contra de Salvador Allende, tambi¨¦n apoyado por la CIA, volv¨ªa a recordar a la regi¨®n que incluso en un momento en que en otras partes del mundo se hablaba de distensi¨®n, esta no aplicaba para Am¨¦rica Latina.
Frente a la violenta interrupci¨®n del proceso de democratizaci¨®n pol¨ªtica y social propiciada por la Guerra Fr¨ªa, una generaci¨®n de j¨®venes latinoamericanos decidi¨® que solo las armas representaban el instrumento para desbloquear la Historia y volver a rencauzarla hacia sus carriles supuestamente emancipadores. Despu¨¦s de 1948, Colombia ca¨ªa en un largo conflicto armado, donde varios grupos guerrilleros fueron proliferando en distintas oleadas. Gustavo Petro, como In¨¢cio Lula da Silva, o Jos¨¦ Mujica, perteneci¨® a esa generaci¨®n y, sobre todo, a esa coyuntura que ve¨ªa en la lucha armada la ¨²nica opci¨®n practicable para fomentar un cambio social en sus respectivos pa¨ªses.
La transformaci¨®n de estos ex guerilleros en l¨ªderes pol¨ªticos que encabezan movimientos democr¨¢ticos caracterizados por fuertes agendas sociales y sus victorias electorales desde el inicio del siglo XXI hasta hoy muestran que los equilibrios socio-pol¨ªticos regionales, despu¨¦s de d¨¦cadas de desasosiego, vuelven paulatinamente a reconfigurarse a favor de los procesos de inclusi¨®n social democr¨¢tica.
Para que el republicanismo de izquierda haya vuelto a ser una opci¨®n practicable han concurrido varios factores. En primer lugar, la conclusi¨®n de la Guerra Fr¨ªa ha roto la alianza basada en el anticomunismo entre la pol¨ªtica hegem¨®nica de Estados Unidos y las viejas y nuevas oligarqu¨ªas latinoamericana de los a?os del conflicto bipolar. Desde la implosi¨®n de la URSS, Washington no interviene en Am¨¦rica Latina de forma autom¨¢tica en contra de los procesos de cambio liderados por la izquierda, como ocurr¨ªa por medio de golpes militares o presiones econ¨®micas durante la Guerra Fr¨ªa. Por otro lado, los proyectos econ¨®micos llevados a cabo por las oligarqu¨ªas latinoamericanas han generado niveles tales de exclusi¨®n, que sectores cada vez m¨¢s importantes de las sociedades vuelven a apostar por una agenda de transformaci¨®n que ayude a absorber un conflicto social que ha desembocado en una violencia y una corrupci¨®n patol¨®gica. Finalmente, el carisma de los l¨ªderes de la nueva izquierda republicana, aunado a programas s¨®lidos y articulados para hacer frente a los estragos sociales producidos por los a?os de gobierno de las ¨¦lites m¨¢s conservadoras, han contribuido sin duda a fortalecer electoralmente estas opciones.
Las victorias de Boric en Chile y de Petro en Colombia son, dentro de este contexto, particularmente significativas porque rompen definitivamente unos moldes de contenci¨®n de los procesos de inclusi¨®n social que se hab¨ªan plasmado durante la Guerra Fr¨ªa.
En Colombia, un pa¨ªs con el mayor n¨²mero de guerrillas activas en la regi¨®n y donde el estado hab¨ªa sido ocupado de forma quiz¨¢s m¨¢s sistem¨¢tica por los representantes de las oligarqu¨ªas tradicionales, la elecci¨®n de Petro vuelve a liberar la Historia del pa¨ªs. Esta tiene una oportunidad compleja, pero muy concreta para retomar aquel camino de democratizaci¨®n pol¨ªtica y social que con dificultad hab¨ªa sido construido despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial e interrumpido con al asesinado de Gait¨¢n durante los primeros a?os de la Guerra Fr¨ªa latinoamericana.
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