Un oasis de convivencia de los pumas y la ganader¨ªa en la Patagonia
La organizaci¨®n internacional Panthera busca los ganaderos de Chile y Argentina dejen de cazar al segundo mayor felino americano
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Tras ser muy bien recibidos por unos gauchos en la bodega de una estancia en la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, Nicol¨¢s Lagos y Mauricio Montt se encontraron con unas quince pieles de pumas adultos y cachorros colgadas. ¡°Los tipos nos contaban c¨®mo los mataban¡±, relata Montt, t¨¦cnico de campo del proyecto Puma de Patagonia para Panthera, una organizaci¨®n global de conservaci¨®n de felinos salvajes. ¡°Fue fuerte ese momento¡±, recuerda. En Argentina, su caza es legal en las provincias patag¨®nicas pese al rechazo de conservacionistas como el Comit¨¦ Argentino de la UICN. Ser leonero, como se conoce a quien mata pumas, es s¨ªmbolo de estatus.
No muy lejos, en el Parque Nacional Torres del Paine, en la Patagonia chilena, se ha registrado la mayor densidad mundial de pumas, entre tres y siete individuos por cada 100 kil¨®metros cuadrados, seg¨²n un estudio de Panthera, lo que equivale a entre 80 y 180 individuos (sin contar los cachorros) en esta zona protegida.
Pese a que la especie se considera casi amenazada a nivel nacional, seg¨²n el Ministerio del Medio Ambiente de Chile, esa zona es una ¡°isla de protecci¨®n¡± en tierras patag¨®nicas, sostiene Montt. En este sector, reconoce su colega Lagos, ¡°tienen m¨¢s esta conciencia de proteger¡± la especie, lo que disminuye su cacer¨ªa en las estancias. S¨®lo en la comuna de Torres del Paine, hay una treintena de fincas, que van desde 6.000 hect¨¢reas a las 20.000. Y en algunas no solo han dejado de matar a los pumas, sino que incluso est¨¢n generando ingresos con el segundo mayor felino de Am¨¦rica a trav¨¦s del turismo.
Para aliarse con los ganaderos, los conservacionistas se propusieron tumbar lo que consideran un mito: que los felinos son el enemigo. Y si bien reconocen que se han registrado ataques de los pumas al ganado, principalmente a ovejas y corderos, y a alguna vaca o potrillo, no est¨¢ claro cu¨¢ntos. Los ganaderos no suelen llevar un conteo de bajas, m¨¢s cuando en pocas horas llegan los carro?eros y difuminan la causa de muerte. ¡°Nos hemos dado cuenta que, de 50 que dicen que mat¨® el puma, probablemente mat¨® 10; y las otras 40, qui¨¦n sabe¡±, opina Montt.
Dentro de Magallanes, la regi¨®n chilena m¨¢s septentrional, desde 2012 se han registrado 142 denuncias de ataques de carn¨ªvoros a ganado. De los casos identificables, el 73,2% es atribuible a perros dom¨¦sticos, mientras que el 9,1% a pumas, seg¨²n Alexis Zepeda, jefe de la divisi¨®n de protecci¨®n de los recursos naturales renovables del Servicio Agr¨ªcola y Ganadero (SAG).
Su organizaci¨®n no dispone de datos sobre la caza clandestina del felino en esta vasta regi¨®n, pero Lagos estima que en los alrededores de Torres del Paine se caza un puma cada mil hect¨¢reas. En Panthera buscan reformular la relaci¨®n entre el ser humano y el puma y trabajan con los ganaderos para que pasen a aplicar m¨¦todos ¡°no letales¡± para proteger a sus animales de los felinos.
Luces y GPSs
La organizaci¨®n ya est¨¢ trabajando con cinco estancias en Chile y dos en Argentina y quiere sumar nuevos aliados. Seg¨²n explica Lagos, el trabajo que hacen se adapta a la realidad de cada finca. Entre las medidas que han implementado para evitar ataques a ganado est¨¢, por ejemplo, el uso de luces LED din¨¢micas, que se prenden cuando anochece para ahuyentar a los felinos.
Ahora, junto con la Universidad del Desarrollo de Chile, Panthera est¨¢ trabajando en nuevos elementos disuasivos para los felinos con luz, sonido y sensores de movimiento que ¡°funcionen ante distintos escenarios¡±, explica Lagos.
El equipo tambi¨¦n ha puesto 17 collares con GPS a pumas patag¨®nicos para conocer mejor su comportamiento y entender la eficacia de las luces. Esa tecnolog¨ªa les ha permitido demostrar, por ejemplo, que los pumas no prefieren alimentarse de animales dom¨¦sticos frente a los cam¨¦lidos salvajes que habitan la zona. ¡°Hay unos que entran a los corrales de las ovejas, matan a una, se van, al otro d¨ªa matan un guanaco, y a la semana vuelven¡±, describe Montt.
Por su parte, Lagos propone acabar con el ¡°mito¡± de que una puma con cachorros es el ¡°peor enemigo¡± para las ovejas. ¡°Si ellas quisieran matar cada oveja que ven, no quedar¨ªa ni una¡±, dice. En sus trabajo de campo han hallado tanto hembras como machos y juveniles acerc¨¢ndose al ganado.
Los conservacionistas tambi¨¦n han puesto collares a perros ovejeros para estudiar la relaci¨®n que tienen con los felinos. Seg¨²n explica, generalmente se piensa que el ganado est¨¢ seguro cuando hay perros. Pero, ¡°hemos visto campos en que los pumas carnean a 100 metros de un perro, supuestamente protector¡±, apunta Lagos, que advierte que estos requieren de entrenamiento y que no todos los individuos sirven, por lo que se requiere de selecci¨®n: ¡°El esfuerzo humano es alto, pero es una herramienta s¨²per eficiente¡± asegura.
Y no es con el ¨²nico mito que quieren acabar. ¡°Es importante romper esa idea establecida en cierta gente, que las ONG son contrincantes de los ganaderos ,que se preocupan s¨®lo del puma; no, nos preocupamos de los ganaderos tambi¨¦n¡±, concluye Montt.
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