Ariel Goldstein: ¡°No existe cord¨®n sanitario a la extrema derecha en Am¨¦rica Latina¡±
El investigador argentino, autor de ¡®La reconquista autoritaria¡¯, analiza las caracter¨ªsticas regionales de las nuevas derechas y el peligro que suponen para democracias ¡°incapaces de formar anticuerpos¡±
Ariel Goldstein (Buenos Aires, 37 a?os) es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet. En 2022, public¨® La reconquista autoritaria. C¨®mo la derecha global amenaza la democracia en Am¨¦rica Latina (Marea). Jair Bolsonaro a¨²n gobernaba en Brasil, Jos¨¦ Antonio Kast hab¨ªa disputado y perdido la segunda vuelta de las presidenciales en Chile, Donald Trump ya hab¨ªa incitado el asalto el Capitolio y el argentino Javier Milei llevaba meses como diputado. Dos a?os despu¨¦s, los nombres se repiten, fortalecidos por la llegada de Milei a la presidencia de Argentina. Goldstein ha dedicado su vida acad¨¦mica a estudiar las redes de contactos que dan alas a esta nueva derecha, el papel de las tecnolog¨ªas en la difusi¨®n de sus ideas y el regreso a la primera l¨ªnea de ¡°pol¨ªticos ca¨ªdos en desgracia¡±. En la ultraderecha, ¡°hay una apolog¨ªa de la destrucci¨®n, de forzar al m¨¢ximo un momento dist¨®pico para justificar la deshumanizaci¨®n del otro, la violencia pol¨ªtica¡±, advierte en este entrevista con EL PA?S.
Pregunta. ?Encuentra paralelismos entre la ultraderecha que describe en sus trabajos y el fascismo del siglo pasado?
Respuesta. El fascismo tradicional era la movilizaci¨®n en torno al l¨ªder y en la calle, con camisas pardas y el saludo nazi, todos a la vez. El posfascismo, como lo llama Enzo Traverso, si bien incluye algo de eso, no hace uso tanto de la violencia f¨ªsica sino que usa la violencia simb¨®lica. Por eso las redes sociales son tan importantes. El fin fin principal es el aniquilamiento simb¨®lico del enemigo. Eso no quiere decir que no haya violencia en algunos momentos, como el asalto a los tres poderes en Brasilia o al Capitolio en Estados Unidos, pero no es lo dominante, son momentos espec¨ªficos de una batalla cultural que es simb¨®lica.
P. ?Quienes engrosan las filas de estos movimientos?
R. En general son tipos que estaban olvidadados y ahora recobran una nueva vida. En el caso de Javier Milei, en Argentina, por ejemplo, es gente que si no hubiera sido por ¨¦l, no habr¨ªa llegado a nada. Hay algunos personajes m¨¢s idel¨®gicos, de extrema derecha, y hay tambi¨¦n muchos oportunistas que se pliegan por conveniencia. Bolsonaro lleg¨® al poder como influencer, distribuyendo listas por Whatsapp. As¨ª llega gente sin trayectoria pol¨ªtica que se sube a la ola.
P. ?Por qu¨¦ necesitan apelar a estas figuras secundarias?
R. Por su forma de surgimiento. Estas figuras outsider nacen en general de las redes sociales, donde encuentran una forma de comunicaci¨®n directa que no ten¨ªan. Antes, los medios tradicionales defin¨ªan qu¨¦ discursos eran aceptables y cu¨¢les no, y hoy esa barrera ya no existe. Tienen adem¨¢s una cosa provocadora que nace de las ideas de Steve Bannon, de las cuales esta derecha se apropia. Mucho de lo que Milei llama batalla cultural lo saca de Bannon. Se crea entonces una idea del esc¨¢ndalo que es muy atractiva para los medios. Estos personajes hacen crecer la audiencia en la televisi¨®n y generan retuit en las redes. Esa es la forma de surgimiento de estos l¨ªderes, y por lo tanto no tienen un partido y tienen que buscar alianzas distintas a la de los partidos tradicionales. ?Y quien est¨¢ dispuesto a sumarse a eso? Pol¨ªticos ca¨ªdos en desgracia o gente que no viene de la pol¨ªtica tradicional. Estos influencer y youtuber son especialmente funcionales a esto.
P. ?Que papel cumplen esos influencer?
R. Acompa?an y reproducen ese relato. Lo bajan a audiencias distintas a las de l¨ªder o presionan para la radicalizaci¨®n del movimiento y de esa manera ganan adeptos y plata por visualizaciones.
P. ?C¨®mo manejan luego la tensi¨®n entre la provocaci¨®n en la redes y la gesti¨®n de Gobierno, en caso de llegar al poder?
R. Hay un estilo distinto de Gobierno, donde la gesti¨®n ya no importa. Es un relato polarizante donde se busca destruir un enemigo, las cucas, los par¨¢sitos, la casta. No es que no se gestiona, pero importa m¨¢s el relato construido v¨ªa redes sociales que circula en torno la megaloman¨ªa y el mesianismo del l¨ªder. Si uno analiza el Instagram de Milei, es el le¨®n contra las ratas. Eso no tiene nada que ver con la gesti¨®n, el adversario es una rata y est¨¢ deshumanizado. La violencia es una forma de construcci¨®n pol¨ªtica y cuando dec¨ªs que el otro es una rata, est¨¢s habilitando formas de violencia pol¨ªtica.
P. En su ¨²ltimo libro habla de ¡°la familia global¡± de la derecha. ?C¨®mo surge ese concepto?
R. Es una idea de Stephen Forty, que yo profundizo. En esta ¨¦poca de la conectividad global, las extremas derechas est¨¢n usando esos mecanismos de comunicaci¨®n para fortalecer sus lazos y para construir narrativas comunes. Por ejemplo, patria y familia, que fue la campa?a de [Giorgia] Meloni en Italia y de Bolsonaro en Brasil o lo que dice [Eduardo] Ver¨¢stegui en M¨¦xico. Es como un n¨²cleo unificador, se busca hablar un lenguaje c¨®mun que se repite en encuentros que antes no exist¨ªan.
P. ?No exist¨ªan o no ten¨ªan publicidad?
R. En los setenta, la derecha extrema se reun¨ªa en secreto y de forma ilegal, como cuando coordinaban operaciones de represi¨®n ilegal. Pienso, por ejemplo, en el Plan C¨®ndor [un plan de exterminio de opositores coordinado por las dictaduras del Cono Sur americano]. Hoy es una internacional neofascista a cara descubierta. No hay un ocultamiento, sino todo lo contrario: se busca convocar a todos los que quieran sumarse. Como el CPAC, una vidriera de ultraconsevadores que nace en Estados Unidos y presiona dentro del Partido Republicano y hoy est¨¢ en Jap¨®n, Israel, M¨¦xico o Brasil. Y despu¨¦s est¨¢ Vox, que es una pata yuxtapuesta y con personajes que se cruzan.
P. ?Qu¨¦ papel juega Vox en todo eso?
R. Vox tiene una serie de ideas que convergen con CPAC, pero que no son las mismas: reconquista, hispanidad, narcomunismo. Esta cosa de la Espa?a cat¨®lica que tiene que volver a ser una influencia sobre las excolonias. La propuesta de Vox es inteligente al plantear un v¨ªnculo Europa-Am¨¦rica Latina desde las colonias, la tradici¨®n cat¨®lica castellana y el idioma. Vox adem¨¢s le permiti¨® a personajes marginales, como era Milei en Argentina, sumarse a una serie de redes y contactos que no ten¨ªan. Milei en uno de sus actos agradece a Santiago Abascal que le haya abierto la puerta cuando, dice, ¡®yo era un ser despreciado¡¯.
P. ?Estos movimentos por qu¨¦ anclan en la sociedad?
R. En esta nueva etapa del neoliberalismo, las frustraciones que genera el sistema, como la desigualdad y la precarizaci¨®n, son conducidas por estos l¨ªderes emergentes contra la misma democracia liberal. Es una forma de construcci¨®n de poder que tiene que ver con esta etapa del capitalismo. Estos l¨ªderes hacen un discurso de la destrucci¨®n: Bolsonaro fue a la embajada de Brasil en Estados Unidos y dijo que, para construir, antes hab¨ªa que destruir muchas cosas en su pa¨ªs, como el socialismo; Milei dice ¡®yo soy un topo del Estado para destruirlo desde adentro¡¯; Elon Musk, cuando fueron las ¨²ltimas protestas en Inglaterra, dijo ?la guerra civil es inevitable¡¯. Hay una apolog¨ªa de la destrucci¨®n, de forzar al m¨¢ximo un momento dist¨®pico para justificar la deshumanizaci¨®n del otro, la violencia pol¨ªtica.
P. En Brasil ha vuelto Lula, en Estados Unidos Trump ya no parece tener el triunfo asegurado y Francia ha frenado a la ultraderecha. ?Est¨¢ surgiendo un dique de contenci¨®n?
R. No lo s¨¦, porque es algo que est¨¢ en proceso. Lo que s¨ª vemos es que lo que antes era una derecha tradicional y moderada, como el PRO en Argentina o el PSDB en Brasil, ha dado paso a esta derecha radical que cuestiona abiertamente varios principios democr¨¢cticos. Eso lleva a un deterioro de la convivencia democr¨¢tica y a una ca¨ªda en la creencia de que la democracia es el mejor sistema. Pero no olvidemos que en Am¨¦rica Latina las democracias son j¨®venes, tienen menos de 40 a?os. No es inimaginable que surjan estas ultraderechas herederas del autoritarismo. Esas tradiciones, vemos ahora, nunca desaparecieron del todo en Am¨¦rica Latina y las ¨¦lites econ¨®micas y pol¨ªticas est¨¢n acostumbradas a resolver los problemas de esa manera. Es la historia latinoamericana.
P. ?Podr¨ªa haber en Am¨¦rica Latina un ¡°cord¨®n sanitario¡± como el que hubo en Francia contra Le Pen?
R. No, eso no existe y ya lo vimos. En ese punto, el peligro en la regi¨®n es mayor. En Europa se construy¨® la Uni¨®n Europea con mucha conciencia de lo que fue el fascismo y la guerra. De este lado no existe eso, ni siquiera en Estados Unidos. Trump estimul¨® un asalto al Capitolio y el sistema democr¨¢tico estadounidense no pudo forjar anticuerpos para impedir que fuese otra vez candidato. Al contrario de Brasil que s¨ª, que inhabilit¨® a Bolsonaro por ocho a?os.
P. ?Ve alguna figura emergente que podr¨ªa sumarse a Milei, Bolsonaro o Trump?
R. Habr¨ªa que prestar atenci¨®n a Eduardo Ver¨¢stegui en M¨¦xico. No digo que pueda llegar a presidente, pero en la medida en que ahora se vienen seis a?os de Claudia Sheinbaum y haya 12 a?os de Morena es probable que la derecha se fortalezca. Hay una b¨²squeda de construir un movimiento ah¨ª y de engarzarlo con estas derechas radicales globales. Es un personaje bien conectado con ese mundo, con Vox, con Milei y con Trump. Por eso solo ya vale la pena prestarle atenci¨®n.
P. ?Y qu¨¦ piensa de Jos¨¦ Antonio Kast en Chile?
R. Es tambi¨¦n un personaje importante, pero pareciera que hoy con el surgimiento de Evelyn Matthei hay todav¨ªa una derecha tradicional con poder. De todos modos,que Kast haya llegado a la segunda vuelta en las ¨²ltimas elecciones ya es interesante. A principio de siglo, la derecha chilena se hab¨ªa moderado y se declaraba no pinochetista para ganar votos. Kast es todo lo contrario, piensa que la derecha falla porque no es consecuente con los valores m¨¢s autoritarios y religiosos.
P. Hablamos de la diferencia entre esta ultraderecha y el fascismo ?Y con la derecha tradicional?
R. Para empezar, el v¨ªnculo con las dictaduras. La ultraderecha hace una reivindicaci¨®n del terrorismo de Estado que no exist¨ªa. Tenemos adem¨¢s la apelaci¨®n a la violencia, el esfuerzo por construir un relato a partir de las redes, la deshumanizaci¨®n del otro. El coctel de la derecha tradicional era otro y hasta coexist¨ªa con figuras m¨¢s progresistas. La ultraderecha ataca a ¡®los zurdos¡¯, al feminismo, a la agenda 2030. La derecha tradicional todav¨ªa estaba imbuida del esp¨ªritu pos ca¨ªda del Muro, en el sentido de que la Guerra Fr¨ªa termin¨® y de que la de democracia se puede extender a todo el mundo. Milei, Bolsonaro o Kast vienen a revivir el lenguaje de la Guerra Fr¨ªa, solo que el contexto es distinto. Cuba no es una amenaza, la Uni¨®n Sovi¨¦tica no existe, entonces el enemigo ahora es interno, sin una amenaza real del comunismo. Yo lo llamo un neomacartismo.
P. ?C¨®mo prende entonces esta idea de guerra al comunismo?
R. Porque en la posverdad es m¨¢s importante el relato que la verdad. Es una construcci¨®n narrativa muy fuerte sin conexi¨®n con la realidad.
P. ?Qu¨¦ papel juega la religi¨®n en todo esto?
R. Todos estos personajes hacen una hibridaci¨®n religiosa. Combinan los elementos m¨¢s conservadores de las religiones occidentales y al mismo tiempo pueden asumir otras formas. Bolsonaro es un buen ejemplo: es cat¨®lico, fue bautizado por un pastor evang¨¦lico y se re¨²ne con los jud¨ªos m¨¢s ortodoxos, va a Israel y visita a [Benjamin] Netanyahu. Hacen una hibridaci¨®n siempre desde lo m¨¢s conservador, y eso les sirve para una narrativa mesi¨¢nica, donde Dios les encomend¨® salvar al pa¨ªs.
P. ?La gesti¨®n no los obliga a moderar su discurso? Pienso en Milei pidiendo dinero a China o Arabia Saud¨ª, pa¨ªses a los que siempre denost¨®.
R. Hay una doble moral. Por un lado, Milei se pone como un intransigente, pero despu¨¦s, por lo bajo, negocia. Bolsonaro hac¨ªa lo mismo. Dec¨ªa ¡®m¨¢s Brasil, menos Brasilia¡¯, pero ven¨ªa de ser 28 a?os diputado en Brasilia. Si hay que negociar se negocia, pero que la gente no se d¨¦ cuenta, aunque en la narrativa digan que los comunistas son abominables.
P. ?Qu¨¦ papel le ve a la izquierda o al progresismo en este escenario?
R. Est¨¢ paralizada, sin poder interpretar el fen¨®meno de la extrema derecha. Por eso no sabe c¨®mo combatirla. En Brasil lo pudo hacer, pero apelando a Lula, que es un l¨ªder ¨²nico. Y recordemos quue Bolsonaro perdi¨® solo por un mill¨®n de votos y perfectamente podr¨ªa haber ganado. Qued¨® demostrado que la ultraderecha no es invencible, pero tiene que haber alianzas muy grandes entre todos los que piensan que es una amenza para la democracia.
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