El d¨ªa que Fujimori renunci¨® por fax desde Tokio
El 19 de noviembre se cumplir¨¢n 24 a?os desde que el dictador se fue al pa¨ªs natal de sus padres para no enfrentarse a los casos de corrupci¨®n y violaci¨®n de derechos humanos por los que se le persegu¨ªa
Desde que la presidenta, Dina Boluarte, decidi¨® otorgarle los funerales de Estado a Alberto Fujimori, m¨¢s de un analista pol¨ªtico se ha preguntado si han sido tres d¨ªas de duelo o tres d¨ªas de memoria. Sus adeptos, quienes lo defienden como si fuese un santo, se han dedicado a enarbolar su figura, remarcando que su paso por la vida estuvo impregnado de hero¨ªsmo y valent¨ªa por un aspecto que para ellos es indiscutible: haber vencido al terrorismo. Sus opositores rebaten dicha ¡°verdad¡±, sosteniendo que Fujimori no solo tuvo poco que ver en el hito que determin¨® aquella derrota ¡ªla captura del cabecilla de Sendero Luminoso, Abimael Guzm¨¢n¡ª, sino que fue a pesar de ¨¦l. Para ello citan a exmiembros del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la Polic¨ªa, los captores de Guzm¨¢n, quienes han asegurado que el pol¨ªtico nunca estuvo enterado de la operaci¨®n y que no se lo comunicaron porque la informaci¨®n se hubiese filtrado a su ¨ªntimo asesor Vladimiro Montesinos, y este hubiese frustrado el trabajo al no obtener ning¨²n r¨¦dito.
Pero, sin duda, el acontecimiento que se trae abajo la mentada valent¨ªa del patriarca del fujimorismo es su huida del Per¨² y posterior renuncia desde Tokio, Jap¨®n, a fines de 2000. Es un hecho que a los peruanos les remite a un viejo aparato tecnol¨®gico, mitad tel¨¦fono, mitad impresora, que en aquel entonces era la herramienta m¨¢s veloz para enviar documentos a larga distancia: el fax. Un perif¨¦rico que ha quedado asociado al fin de un mandato dictatorial, donde se envilecieron las instituciones del Estado, se compraron los medios de comunicaci¨®n, se esparci¨® la corrupci¨®n y se cometieron m¨²ltiples delitos en contra de inocentes.
Corr¨ªa el a?o 2000 y Fujimori buscaba su tercer periodo presidencial, en medio de una ola de cuestionamientos que hac¨ªan tambalear cualquier atisbo de gobernabilidad. En abril de ese a?o, hubo elecciones generales y los resultados oficiales se?alaban que Fujimori hab¨ªa superado por nueve puntos porcentuales al economista Alejandro Toledo. Pero los visos de fraude provocaron una indignaci¨®n que se manifest¨® en las calles en una marcha multitudinaria, pocas veces vista, denominada Los cuatro suyos, en alusi¨®n a las cuatro regiones que conformaron el imperio incaico del Tahuantinsuyo.
Aquella manifestaci¨®n de repudio supuso un remez¨®n para Fujimori, pero no determin¨® su fin. Un grueso de la poblaci¨®n todav¨ªa cre¨ªa a ciegas en su l¨ªder y estaba dispuesto a respaldarlo. Se necesitaba una prueba contundente. Un destape. Eso que en las redacciones se denomina una bomba. El 14 de septiembre de 2000, la esperada bomba explot¨® en la cara de todos los peruanos reunidos frente a la televisi¨®n. Un canal de cable reprodujo un video donde se ve¨ªa a Vladimiro Montesinos, el jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), comprando la conciencia del congresista Alberto Kouri con una torre de billetes. Quince mil d¨®lares para que se pasara al bando fujimorista. Fue el primer Vladivideo de muchos.
Ante los hechos, la estrategia de Fujimori se bas¨® en condenar a Montesinos y en asegurar que toda esa corrupci¨®n estructural la hab¨ªa levantado a sus espaldas. Incluso protagoniz¨® una escena memorable donde lo ¡°persigue¡± junto a un comando de polic¨ªas, recorriendo sus supuestos escondites. El 29 de octubre, Montesinos fug¨® a bordo de un velero junto a unos militares y no ser¨ªa capturado hasta junio del a?o siguiente en Venezuela. Al descubierto, consciente de que tarde o temprano ser¨ªa llamado a los tribunales y que la Fiscal¨ªa le segu¨ªa los pasos con un voluminoso folio de pruebas, Fujimori sali¨® del pa¨ªs con la excusa de cumplir con un compromiso presidencial: asistir al foro APEC en Brun¨¦i, un pa¨ªs del sudeste asi¨¢tico. Luego deb¨ªa viajar hacia Panam¨¢ para participar de otra cumbre, pero el aut¨®crata que gobern¨® durante diez a?os al Per¨² nunca lleg¨® y cambi¨® su vuelo hacia Jap¨®n, el pa¨ªs de sus padres y donde ¡ªseg¨²n algunas denuncias¡ª realmente habr¨ªa nacido.
El 19 de noviembre, a dos meses del primer Vladivideo, Fujimori envi¨® su renuncia formal a la Presidencia v¨ªa fax desde un hotel en Tokio. En la carta dirigida al presidente del Congreso, Valent¨ªn Paniagua, dec¨ªa que hab¨ªa llegado a la conclusi¨®n de que su presencia no era conveniente para el proceso de transici¨®n y que aguardaba que de este modo se abriera paso a ¡°una etapa de definitiva distensi¨®n pol¨ªtica¡±.
M¨¢s de dos d¨¦cadas despu¨¦s est¨¢ claro que fue como echarle gasolina a una hoguera que est¨¢ muy lejos de apagarse. ¡°A pesar de errores, que reconozco, he actuado sin c¨¢lculo pol¨ªtico, mucho menos preocupado por la popularidad, circunstancias que hubieran impedido la exitosa ejecuci¨®n de un programa econ¨®mico antiinflacionario, el proceso de pacificaci¨®n interna y luego alcanzar la paz definitiva con Ecuador y Chile, entre otros logros fundamentales de mi Gobierno¡±, dice el documento hist¨®rico.
Por estos d¨ªas, en el velorio, Jos¨¦ Cevasco, exoficial mayor del Congreso, ha negado que Fujimori haya renunciado oficialmente por fax, sino que se trat¨® de una copia, pues el documento oficial fue tra¨ªdo desde Jap¨®n por uno de sus edecanes. ¡°Esa renuncia demor¨® 23 horas en llegar a Lima. Pero yo le ped¨ª al edec¨¢n una copia para mostr¨¢rsela al entonces presidente del Congreso, Valent¨ªn Paniagua. ?l me env¨ªa una copia por fax. Y yo se la muestro hasta que llegue el original¡±. Si finalmente Paniagua, quien asumi¨® la Presidencia en el per¨ªodo de transici¨®n democr¨¢tica, se enter¨® por una copia, no cambia el acto: Alberto Fujimori renunci¨® a su investidura desde otro continente para evitar responder a la justicia y no acabar en prisi¨®n, cosa que acab¨® sucediendo varios a?os despu¨¦s.
Sus ministros se sintieron traicionados y renunciaron. Y el Congreso, tras una votaci¨®n, no acept¨® su renuncia y lo vac¨® por permanente incapacidad moral. No hubo una transmisi¨®n de mando. Fujimori no le coloc¨® la banda a su sucesor. Pate¨® el tablero cuando se supo a buen recaudo. Tanto es as¨ª que postular¨ªa al Senado japon¨¦s, aunque sin ¨¦xito. Luego viajar¨ªa a Chile para intentar quedar absuelto de sus delitos, pero sus planes quedaron truncos y acabar¨ªa siendo extraditado al Per¨². ?C¨®mo ser¨¢n recordados los tropiezos y delitos del s¨¦ptimo presidente m¨¢s corrupto del mundo? El pa¨ªs parece asistir a una inagotable temporada de posverdad.
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