Ni reprimir, ni rezar, ni traducir: latinos en Nueva York crean cuidados de salud mental incluyentes
La falta de terapeutas biling¨¹es, a un precio asequible, y culturalmente competentes complican el acceso a salud mental profesional para los hispanos

La terapeuta Ingrid Camacho odia escuchar las ¨²ltimas cifras del Departamento de Salud de Nueva York que dicen que s¨®lo tres de cada diez latinos diagnosticados con depresi¨®n acceden a tratamiento. Mientras, m¨¢s del 50% de los adultos blancos con la misma enfermedad logra acceder a cuidados de salud mental. La necesidad es evidente, pero el acceso a cuidado profesional para tratar la salud mental sigue siendo limitado para los latinos, lo cual deja una brecha cr¨ªtica. ¡°Creo que yo sol¨ªa ser una de esas personas que dec¨ªa que necesitaba ayuda y no pod¨ªa acceder a ella¡±, dice Camacho. Esta terapeuta de 31 a?os creci¨® en Queens en una casa puertorrique?a, donde las expectativas de comportamiento estaban regidas por la fe cristiana. ¡°Me ense?aron que Jes¨²s deber¨ªa ser suficiente¡±, recuerda.
Aunque la salud mental se ha convertido en un tema de conversaci¨®n m¨¢s abierto en los ¨²ltimos a?os, para muchos latinos acudir a terapia puede sentirse como cruzar un puente lleno de obst¨¢culos: costos altos, falta de cobertura del seguro m¨¦dico, estigma hacia el tratamiento y desconexi¨®n cultural entre pacientes y terapeutas.
Cuando hablamos de latinos en Nueva York, hablamos de un grupo diverso. Son, seg¨²n el censo de 2020, alrededor de 2,5 millones de personas con ascendencia latinoamericana, de diferentes pa¨ªses, varias generaciones ¡ªunas con m¨¢s arraigo en Estados Unidos que otras¡ª y con distintos niveles socioecon¨®micos y educativos. Ante esta diversidad, terapeutas como la afrolatina Paola Volquez, quien migr¨® de Rep¨²blica Dominicana a los 10 a?os, se precia de ejercer la competencia cultural, un enfoque que reconoce y valora el papel activo de la cultura en la salud de las personas. Para ella, los tratamientos requieren ¡°una exploraci¨®n y una curiosidad constante sobre c¨®mo todo eso ha moldeado qui¨¦n eres hoy y c¨®mo te presentas en el mundo¡±. Desde terapeutas biling¨¹es, como Camacho y Volquez, hasta programas gratuitos con una perspectiva comunitaria, diversas iniciativas est¨¢n haciendo que el cuidado en salud mental sea cada vez m¨¢s accesible e incluyente en Nueva York.
¡°Es demasiado costoso¡±
¡°Mi historia psicol¨®gica es que todos los miembros de mi familia han tenido depresi¨®n¡±, aclara la colombiana Chiara Mazzanti. ¡°Es un tema hereditario¡±. En 2016, recibi¨® la noticia de que sus pap¨¢s se separar¨ªan. Ten¨ªa 21 a?os, viv¨ªa en Brooklyn y estaba en la mitad de su pregrado. Aunque su presupuesto de estudiante era insuficiente, sinti¨® que necesitaba conversar con un terapeuta profesional.

El costo exacto de la terapia en Nueva York es dif¨ªcil de estimar. Similar a lo que ocurre con la renta o la ropa, no existe un ¨²nico mercado. Algunas personas pagan el precio completo, mientras que otras recurren a su seguro m¨¦dico y realizan un pago parcial. Los costos por sesi¨®n pueden variar de 10 d¨®lares, con un copago, hasta sesiones privadas que se promocionan en l¨ªnea por entre 200 y 350 d¨®lares.
Mazzanti acudi¨® a un servicio gratuito en su universidad. Una vez en la sesi¨®n, la terapeuta ¡°no daba pie con bola¡±, recuerda.¡± Lo ¨²nico que me dec¨ªa era: ¡°Devu¨¦lvete a tu pa¨ªs¡±. Quiso cambiar. Pero los psic¨®logos que le recomendaban eran impagables. Actualmente, tiene 29 a?os, trabaja en una agencia de casting y vive con su esposo. Cuando lo necesita, Mazzanti se conecta con una profesional en Colombia que cobra en moneda local, m¨¢s barato que terapia en Nueva York. ¡°Tengo una depresi¨®n de por vida y es una cosa que me toca tratar de vez en cuando, como cualquier enfermedad¡±, reconoce.
El instituto Arthur Ashe para la Salud Urbana, en colaboraci¨®n con otras organizaciones, ha creado el directorio Community Together for Health Equity, que conecta quienes lo necesitan con organizaciones comunitarias que ofrecen apoyo totalmente gratuito, incluidos cuidados en salud mental. El directorio, disponible en ocho idiomas, incluido espa?ol, filtra los servicios por ubicaci¨®n y funciona desde cualquier navegador web.
Una de las personas detr¨¢s de la iniciativa es Camila Figueroa. Antes de completar su maestr¨ªa en Psicolog¨ªa y Salud Mental Global en Nueva York, trabaj¨® en la reunificaci¨®n de familias migrantes. Sobre su trabajo comunitario en Nueva York, Camila explica que hay recursos disponibles,¡°pero lastimosamente muchas veces no est¨¢n en uso¡±, se?ala. Uno de sus prop¨®sitos es divulgar la herramienta.
Al trabajar con comunidades, encuentra que no es tan sencillo. ¡°Hay un problema social muy fuerte de desconfianza¡±, explica, y dice que algunas personas que necesitan atenci¨®n prefieren no dejar su informaci¨®n en formularios de internet, ¡°especialmente despu¨¦s de [Donald] Trump, si compartes tus datos, no se puede garantizar nada¡±, a?ade. Sin embargo, matiza que las pol¨ªticas de privacidad de su directorio aseguran que la informaci¨®n que dejan los usuarios es absolutamente confidencial.

¡°Son mis asuntos, no necesito ventilarlos¡±
Otra barrera es el estigma. Para algunos, aparece en forma de preocupaci¨®n por la confidencialidad. Para otros, en conflictos con creencias religiosas, sentimiento de culpa e incomodidad de las posibles opiniones de la familia. Tambi¨¦n hay quienes sienten temor por no saber lo que ocurre en una sesi¨®n.
Para Camacho, la terapeuta puertorrique?a, los factores se mezclan. En su caso, su familia asociaba sus estados emocionales con falta de devoci¨®n, mientras que en la escuela y la iglesia sufr¨ªa de matoneo. Al comenzar sus estudios en psicolog¨ªa forense, descubri¨® que los s¨ªntomas de la depresi¨®n coincid¨ªan con lo que ella misma estaba viviendo: ¡°Se me hac¨ªa muy dif¨ªcil ir a trabajar, asistir a la escuela, comer, o pasar tiempo con mi familia y amistades¡±.
Fue entonces cuando decidi¨® hacer algo hasta entonces tab¨²: buscar terapia mental. En el proceso entendi¨® que no necesitaba compartir con otros que participaba en estas sesiones, ni tampoco la aprobaci¨®n de su familia para hacerlo. Hoy, Camacho tiene su propio consultorio privado, que se especializa en atender a personas de comunidades latinas, negras, ind¨ªgenas o de color. All¨ª usa con destreza su propia experiencia para contrarrestar prejuicios. ¡°Si el conocimiento viene de Dios, entonces eso significa que las personas que trabajan en salud mental, su informaci¨®n, vienen de ¨¦l¡±, dice.
La percepci¨®n Yamaly Barrag¨¢n, una bi¨®loga peruana y estudiante de doctorado, cambi¨® luego de conversar con un amigo. ¡°Nunca cre¨ª en los psic¨®logos, ?sabes? Pero escuch¨¦ que es como el dentista; no tienes que tener caries para ir¡±, dice Barrag¨¢n. Escuchar a alguien de su c¨ªrculo la anim¨® a probar.

En el norte de Manhattan, la organizaci¨®n comunitaria NMIC usa otra estrategia. Ofrece clases a migrantes en temas como vivienda, finanzas, inmigraci¨®n o ingl¨¦s. Los estudiantes encuentran en su curr¨ªculo una sesi¨®n extraordinaria que se llama wellness (bienestar). Durante esa hora, los terapeutas de NMIC visitan el sal¨®n y comparten informaci¨®n, pero, en especial, se aseguran de escuchar. ¡°Invitamos a que ellos nos cuenten de sus experiencias. ?Qu¨¦ creen que es la salud mental? ?Por qu¨¦ el estigma?¡±, explica Rauly Chero, coordinadora de servicios de bienestar.
Chero curs¨® una maestr¨ªa en consejer¨ªa de salud mental biling¨¹e en la Universidad de Columbia motivada por ayudar a migrantes e hijos de migrantes como ella. En NIMIC, una vez que los participantes comparten sus preocupaciones, suelen cambiar de perspectiva y optan por asistir a terapia. Una ventaja, asegura, es que las sesiones ocurren en el mismo edificio de las clases.
¡°Es que me toca explicar mucho¡±
Aunque una persona supere el tab¨² con la terapia, sortee sus costos y logre reunirse con un profesional, queda un obst¨¢culo menos visible pero igual de significativo: la desconexi¨®n cultural. En una ciudad como Nueva York, este factor est¨¢ en el radar de las autoridades. El plan de acci¨®n m¨¢s reciente, A Mental Health Plan for New York City, ofrece soluciones ¡°culturalmente receptivas¡± y ¡°conscientes de la raza y el trauma¡±.
Preguntado por la disparidad que existe en el acceso entre blancos y latinos en el acceso a terapia, el Departamento de Salud de Nueva York dijo que no existe un enfoque ¨²nico para la salud mental. ¡°Nos comprometemos a ofrecer servicios accesibles y culturalmente competentes para las diversas comunidades que atendemos¡±, a?adi¨® en un comunicado.

La brasile?a Tatiana Bertolucci, vivi¨® la desconexi¨®n cultural en dos frentes. ¡°Ten¨ªa que dar cuatro frases para una cosa que eran tres palabras en portugu¨¦s¡±, recuerda la mujer de 42 a?os. Entre las limitaciones de su seguro m¨¦dico y los altos costos, no encontr¨® un profesional que hablase su idioma as¨ª que tomaba sesiones en su tercera lengua, el ingl¨¦s.
Bertolucci migr¨® para asumir un nuevo rol en una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro. Ten¨ªa situaciones laborales que quer¨ªa discutir y que sol¨ªa hablar con su mam¨¢. Cuando se lo cont¨® a su terapeuta, se sinti¨® incomprendida. Le toc¨® explicarle que, para ella, eso ¡°no implica una relaci¨®n de codependencia¡±. Es algo con lo que la comediante Isa Medina ha bromeado en un reel de Instagram con m¨¢s de 90.000 reproducciones: ¡°Para las terapistas gringas, su conclusi¨®n es: ¡°Deja de hablar con tus pap¨¢s¡±.
La terapeuta Volquez cree que desconocer factores culturales, como esa estrechez de v¨ªnculos entre la familia, pone la responsabilidad sobre el paciente de educar al terapeuta. Debe explicar las normas que usualmente rigen su entorno, lo cual genera un sentimiento de alienaci¨®n. ¡°Alguien que proviene de un contexto latino o latinx puede tener una orientaci¨®n basada en una perspectiva colectiva, cooperativa y m¨¢s comunitaria, en lugar de una m¨¢s occidental, individualista e independiente¡±, reflexiona. Por ejemplo, al momento de establecer l¨ªmites, Volquez sugiere que los terapuetas examinen y honren la colectividad de la cultura latina.
Como soluci¨®n, recomienda tomar prestados marcos de pensamiento del trabajo social. Esto significa examinar los entornos y los contextos en los que el ser humano est¨¢ teniendo su experiencia. Para mitigar la desconexi¨®n, existe una serie de directorios que agregan terapeutas que experimentan con marcos de pensamiento que expanden la salud mental cl¨ªnica, como Therapy for LatinX, Latinx Therapy y Psychology Today. Adicionalmente, la National Alliance for Mental Illness ha publicado una gu¨ªa con recomendaciones para profesionales al atender a personas de la comunidad latina, que puede ser usada por profesionales y participantes para guiar la conversaci¨®n.
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