Guayaquil se sumerge en la penumbra y ahoga al comercio
El coraz¨®n comercial de la ciudad ecuatoriana sufre especialmente los cortes de suministro, a los que suma la inseguridad
En el coraz¨®n de Guayaquil, el aire se impregna del aroma a di¨¦sel, mientras el zumbido de los generadores el¨¦ctricos se entrelaza con la humedad del ambiente. Los ecos de los buses y los gritos de los vendedores que animan a los transe¨²ntes a entrar en sus locales forman una sinfon¨ªa ca¨®tica. Esta es la ciudad del comercio, donde sus habitantes se enorgullecen de su esp¨ªritu empresarial y su af¨¢n por el lucro. Sin embargo, hoy, la mayor¨ªa de los almacenes se encuentran sumidos en la penumbra por falta de electricidad.
En la panader¨ªa Nacional, los hornos permanecen apagados. Llevan cinco horas sin electricidad, justo en el horario en que m¨¢s venden pan. Dos empleadas atienden los mostradores y tratan de llenar los espacios vac¨ªos que ha dejado la baja producci¨®n debido a los racionamientos. Casi mil panes han quedado sin hornear tras los cortes de electricidad inesperados. ¡°Nos organizamos para dejar el pan en el horno, pero la empresa el¨¦ctrica no respet¨® el horario publicado. Hemos perdido el pan que m¨¢s vendemos¡±, lamenta Rux P¨¦rez, una de las trabajadoras del establecimiento.
Panader¨ªas, farmacias, ferreter¨ªas, locales de ropa, productos org¨¢nicos, chucher¨ªas y restaurantes pueblan la manzana alrededor de la calle Luque, un ¨¢rea rebosante de comercio. Miguel ?ngel Rumipamba, de 50 a?os, gast¨® 600 d¨®lares en un generador para encender un foco que mantiene caliente la carne de cerdo horneada para los s¨¢ndwiches y una licuadora para preparar batidos. ¡°He perdido un 40% de ingresos en solo un d¨ªa¡±, se queja. Con 30 a?os en el negocio de los alimentos, los ¨²ltimos cuatro han sido los m¨¢s duros. ¡°Desde la pandemia, la situaci¨®n econ¨®mica ha sido muy dif¨ªcil, y que nos corten la electricidad es un golpe m¨¢s a una econom¨ªa rota¡±, a?ade el comerciante, quien migr¨® de la Sierra ecuatoriana a los 14 a?os para trabajar. Desde entonces, no ha parado. No termin¨® el colegio y sal¨ªa a las calles con una carreta vendiendo jugo de naranja con hielo y s¨¢ndwiches. ¡°Aguantaba los aguaceros, el sol, y recorr¨ªa el centro so?ando con mi propio local¡±, relata Miguel ?ngel. Hoy, un enorme letrero con el nombre Soda Centenario se ha convertido en una leyenda de los desayunos, piqueos t¨ªpicos coste?os y batidos que ¨¦l llama ¡°levanta muertos¡±, al mezclar frutas y plantas naturales. ¡°La gente se siente con energ¨ªa despu¨¦s de tomar uno de los batidos¡±, asegura.
Mientras limpia los estantes, busca algo que lo mantenga activo en espera de los clientes, que son atendidos casi al instante. ¡°?Que regrese la luz!¡±, exclama el hombre, haciendo gracia a los comensales que degustan empanadas algo fr¨ªas. La algarab¨ªa del centro decae por la tarde y termina de morir casi al anochecer. Los comerciantes de la zona, y pr¨¢cticamente todo Guayaquil, llevan a?os enfrentando la inseguridad. Tener un negocio es un riesgo en una de las ciudades m¨¢s peligrosas del pa¨ªs y del mundo. Entre enero y el 19 de agosto se han registrado 1.150 cr¨ªmenes violentos, y el a?o a¨²n no ha terminado. Nadie menciona las extorsiones; el silencio, en esas condiciones, salva vidas. El guayaquile?o que visita el centro enfrenta el miedo con resiliencia y necesidad.
La incertidumbre sobre cu¨¢nto tiempo durar¨¢n los apagones los tiene nerviosos. Es la sensaci¨®n de Carlos, que tiene una peque?a imprenta. ¡°Solo abro el local para que la gente no piense que he cerrado por completo¡±. Su negocio depende totalmente de la electricidad. ¡°No he podido comprar un generador porque la situaci¨®n ya es bastante mala y no alcanza para gastos adicionales¡±, contin¨²a. En la misma calle, la situaci¨®n es similar. Los locales est¨¢n a oscuras y sin clientes. ¡°La gente sale menos cuando no hay electricidad, probablemente piensan que no estamos atendiendo o simplemente tienen temor de dejar sus casas¡±, a?ade Carlos.
Al lado de su local est¨¢ el de Ana Paula Su¨¢rez, que tiene una ¨®ptica. Las dos m¨¢quinas oftalmol¨®gicas est¨¢n cubiertas con un forro. ¡°Se supone que la electricidad deb¨ªa regresar a las 13.00, pero a¨²n no llega¡±, se lamenta. En un d¨ªa, solo ha atendido a un cliente que dej¨® una receta para hacer unos lentes a medida. ¡°Si alg¨²n paciente quiere que le hagamos el diagn¨®stico de sus ojos, tendr¨ªamos que hacerlo a la antigua y probablemente no le va a gustar¡±, a?ade.
La electricidad volvi¨® a las 15.30. Un grito de alegr¨ªa reson¨® como un eco en el centro. Se apagaron los generadores, y regres¨® el reggaet¨®n y el vallenato a todo volumen. Nadie sabe cu¨¢nto tiempo durar¨¢n los apagones. Ya ni siquiera miran los horarios publicados por el Gobierno, porque no creen que se cumplir¨¢n. El ministro de Energ¨ªa ofreci¨® una nueva rueda de prensa para comunicar que el lunes por la noche llovi¨®, pero no lo suficiente para aumentar el caudal del embalse de Mazar, que alimenta a dos hidroel¨¦ctricas. Adem¨¢s, anunci¨® que el jueves se reunir¨¢n para decidir cu¨¢ntas horas de cortes de electricidad se programar¨¢n para la pr¨®xima semana. Para este martes, la mayor¨ªa del pa¨ªs ya sumaba 12 horas sin luz.
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