Las ni?as de Am¨¦rica Latina lograron que la ONU reconozca su derecho a ser ni?as y no madres
El Comit¨¦ de Derechos Humanos orden¨® a Per¨² y Nicaragua reformar sus leyes para garantizar el acceso seguro, legal y efectivo al aborto, especialmente en casos en los que ni?as y mujeres enfrenten sufrimiento

Casi seis a?os de espera valieron la pena. Recientemente el Comit¨¦ de Derechos Humanos de Naciones Unidas emiti¨® condenas hist¨®ricas en contra de Ecuador y Nicaragua por las violaciones a los derechos humanos de tres ni?as sobrevivientes de violencia sexual que fueron forzadas a ser madres. Esta es una victoria global para la lucha feminista por la autonom¨ªa reproductiva, especialmente para las ni?as que han sobrevivido a la violencia sexual y es un poderoso ejemplo de c¨®mo los movimientos progresistas en Am¨¦rica Latina y el Sur Global est¨¢n enfrentando las estructuras de misoginia arraigadas y alertando a todos los pa¨ªses de que el derecho internacional protege los derechos reproductivos como derechos humanos.
No es un tema menor. En Am¨¦rica Latina, cinco de cada 100 ni?as entre 10 y 14 a?os se convirtieron en madres en 2021, seg¨²n datos del Fondo de Poblaci¨®n de Naciones Unidas. Esa edad est¨¢ por debajo del l¨ªmite de consentimiento legal en nuestros pa¨ªses. El Comit¨¦ de Derechos Humanos de la ONU reconoci¨® la valent¨ªa de Norma, de Ecuador y Luc¨ªa y Susana, de Nicaragua. Ellas ten¨ªan entre 10 y 13 a?os cuando vivieron en carne propia el horror de la violencia sexual y se enfrentaron a embarazos no deseados producto de esas violaciones. Los agresores de las tres ni?as eran hombres mayores, en posiciones de poder y autoridad ¡ªel padre, el abuelo materno y un sacerdote, respectivamente¡ª que abusaron de la confianza de ellas y de sus familias.
Al enterarse de los embarazos, las tres ni?as expresaron con voz propia que no quer¨ªan ser madres y, a pesar de que las leyes en Ecuador permit¨ªan el aborto porque su vida y salud estaban en riesgo, el Estado se lo neg¨® a Norma. Igual suerte corrieron Susana y Luc¨ªa en Nicaragua, un pa¨ªs cuya legislaci¨®n proh¨ªbe totalmente el aborto. Todas ellas fueron forzadas a llevar a t¨¦rmino embarazos producto de la violaci¨®n y obligadas a asumir una maternidad para la que no estaban preparadas. El Movimiento Son Ni?as No Madres present¨® sus casos ante la ONU en 2019.
Norma, Susana y Luc¨ªa sufrieron m¨²ltiples formas de violencia por parte de las instituciones que les fallaron y el personal m¨¦dico que las atendi¨®. Norma, por ejemplo, no pudo terminar su bachillerato y aunque quiso entregar al beb¨¦ en adopci¨®n, no le dieron informaci¨®n sobre c¨®mo lograrlo. A F¨¢tima la culparon de su violaci¨®n y, como consecuencia, tuvo ideas suicidas. A Luc¨ªa la estigmatizaron en su comunidad por haber denunciado a su agresor, al que consideraban ¡°un hombre de Dios¡±. Y Susana fue v¨ªctima de violencia obst¨¦trica.
En contraste, frente al peso de tantas acusaciones y omisiones que la sociedad, funcionarios y personal de salud propinaron a estas valientes sobrevivientes, ninguno de los agresores ha sido condenado por estos hechos, uno de ellos incluso ya muri¨®, y los casos siguen en completa impunidad. No es casualidad: el sistema falla, la impunidad reina y las ni?as pagan el precio m¨¢s alto. Todo eso, como lo reconoci¨® el Comit¨¦, no se trat¨® solo de negarles el derecho a decidir y a garantizarles el derecho a su vida privada. Fue tambi¨¦n una violaci¨®n de sus derechos a la vida y a la vida digna, a la informaci¨®n y a la igualdad. Acciones equivalentes a la tortura.
Para evitar que otras ni?as tengan que renunciar a sus sue?os para asumir maternidades forzadas, el Comit¨¦ les orden¨® a los Estados a reformar sus leyes para garantizar el acceso seguro, legal y efectivo al aborto, especialmente en casos en los que ni?as y mujeres enfrenten sufrimiento, como aquellos derivados de una violaci¨®n sexual o que representen un riesgo para la vida o la salud de la persona gestante. Y fue m¨¢s all¨¢ al exigir acciones reales para eliminar todas las barreras que dificulten el acceso a servicios de salud integrales, incluido el aborto; y para prevenir y combatir la violencia sexual. Adem¨¢s, deben garantizar una reparaci¨®n integral para las sobrevivientes, capacitar a profesionales de la salud y operadores de justicia en atenci¨®n integral frente a casos de violencia sexual, y asegurar respuestas efectivas en situaciones en las que haya antecedentes de agresiones similares.
Para transformar esa alarmante realidad que vivimos en la regi¨®n es urgente que no s¨®lo los tres Estados condenados implementen lo ordenado por el Comit¨¦ de Derechos Humanos de la ONU, sino que estas decisiones sean rodeadas por esfuerzos articulados en el nivel regional. Urge que todos los Estados entiendan que ¡ªcomo lo reconoci¨® el Comit¨¦ por primera vez¡ª, la falta de acceso a un aborto constituye maternidades forzadas que vulneran el derecho a la vida digna, ya que afecta de forma particular los proyectos de vida personales, familiares, educativos y laborales de las ni?as y mujeres. Estas decisiones no solo se convierten en una obligaci¨®n para Ecuador y Nicaragua, sino para la mayor¨ªa de pa¨ªses de la regi¨®n, pues son vinculantes para los m¨¢s de 170 Estados firmantes del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Pol¨ªticos alrededor del mundo, incluido Estados Unidos.
Este es un avance grand¨ªsimo, que fue posible gracias a la valent¨ªa de Norma, Susana y Luc¨ªa, y puede transformar la vida de las ni?as en todo el mundo. Adem¨¢s son un contundente rechazo a la peligrosa agenda anti derechos promovida por pol¨ªticos y gobernantes como Donald Trump, de Estados Unidos; Javier Milei, de Argentina, entre otros. Por eso, y como un primer paso para evitar que m¨¢s ni?as tengan que seguir sacrificando sus sue?os, el Movimiento Son Ni?as No Madres ¡ªdel que hacen parte el Centro de Derechos Reproductivos, Planned Parenthood Global y organizaciones nacionales como Surkuna, MTM y Promsex¡ª celebra hoy este reconocimiento hist¨®rico de los derechos de las ni?as.
Que quede claro: la lucha por los derechos reproductivos y la educaci¨®n sexual integral no es un asunto ideol¨®gico, es una cuesti¨®n de humanidad y dignidad, y los Estados tienen la obligaci¨®n de garantizarles protecci¨®n especial a las ni?as. Esto va m¨¢s all¨¢ de n¨²meros o estad¨ªsticas, estamos hablando de vidas, de sue?os y de futuros que merecen ser vividos en libertad. La maternidad debe ser una elecci¨®n y no una condena. Es momento de que como sociedad cumplamos con nuestro deber de proteger a las ni?as y permitirles ser lo que son: ni?as, no madres.
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