Fernando Mart¨ªn Pe?a: la memoria del cine argentino en 8.000 rollos de celuloide
Due?o de una colecci¨®n de 8.000 filmes, este archivista, historiador y profesor cuenta en el libro ¡®Diario de la Filmoteca¡¯ el trabajo de su vida: rescatar y divulgar el cine que nadie se encarga de cuidar en su pa¨ªs
El santo grial del cine estuvo escondido en Buenos Aires durante 80 a?os. Metr¨®polis, la f¨¢bula anticapitalista de Fritz Lang, se estren¨® censurada en la Alemania de 1928 tras pasar por las tijeras de las distribuidoras. Dio media vuelta al mundo, su ¨¦xito fue discreto, y en eso lleg¨® la Segunda Guerra Mundial. Muerto Adolf Hitler en un pa¨ªs partido en dos, reconstruirla como la concibi¨® su director parec¨ªa imposible.
La idea de que la versi¨®n m¨¢s fiel a la pel¨ªcula original pod¨ªa estar en Argentina empez¨® anidar en la cabeza de Fernando Mart¨ªn Pe?a a finales de los ochenta. Empez¨® por una an¨¦cdota que le cont¨® el cr¨ªtico Salvador Sanmartiniano: una vez, hac¨ªa a?os, hab¨ªa presenciado una proyecci¨®n de Metr¨®polis que le pareci¨® m¨¢s larga de lo normal. Ese rollo, seg¨²n descubri¨® Pe?a casi 20 a?os despu¨¦s, hab¨ªa llegado a Buenos Aires a finales de los a?os veinte. Tras su estreno en teatros, pas¨® a manos de un coleccionista. Este la dej¨® en herencia a una instituci¨®n del Estado y, de esta, pas¨® a otra. Los 25 minutos in¨¦ditos que fueron noticia internacional en 2008 hab¨ªan pasado d¨¦cadas juntando polvo en una caja.
Argentina nunca tuvo, en todo ese tiempo, un archivo nacional que resguarde su patrimonio audiovisual, y Pe?a tuvo que pedir durante a?os a distintos museos y archivos una autorizaci¨®n para poder ver el tesoro de Fritz Lang. No ha sido su ¨²nica b¨²squeda. Historiador de cine, profesor universitario, archivista y divulgador, Fernando Mart¨ªn Pe?a (Buenos Aires, 58 a?os) ha dedicado casi toda su vida a coleccionar rollos de f¨ªlmico en Buenos Aires. En su casa, a las afueras de la ciudad, acumula m¨¢s de 8.000 pel¨ªculas originales que resguarda en una torre climatizada de dos pisos. El trabajo de esa vida lo narra en Diario de la Filmoteca (Blatt & R¨ªos, 2023), donde resume a manera de diario un a?o dentro de ese archivo, uno de los acervos culturales m¨¢s importantes del pa¨ªs.
¡°Argentina es un pa¨ªs muy cin¨¦filo. Pero tiene una paradoja fundacional¡±, cuenta Pe?a. ¡°Ac¨¢ ten¨¦s una producci¨®n gigante, muy buena, que el p¨²blico conoce poco y despu¨¦s se pierde. Las tres patas del hecho cinematogr¨¢fico tendr¨ªan que ser producci¨®n, difusi¨®n y preservaci¨®n. La comunidad cinematogr¨¢fica pide plata para producir, pero nunca para preservar y difundir. Nadie cuida eso que se produce, esa parte de la cultura que, en esto estamos todos de acuerdo, define nuestra identidad¡±.
El Gobierno argentino declar¨® por ley la ¡°emergencia del patrimonio f¨ªlmico¡± en 1999 y tard¨® 11 a?os en reglamentar la creaci¨®n de un archivo que jam¨¢s se cre¨®. Algunas pel¨ªculas sobreviven en el Museo del Cine de Buenos Aires y en los s¨®tanos del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, pero seg¨²n narra Pe?a no hay ning¨²n relevamiento sobre lo que todav¨ªa sobrevive en esos dep¨®sitos. ¡°Hemos perdido el 50% del cine sonoro argentino, y ni hablemos del mudo. Es casi el 90%¡±, afirma. ¡°Se est¨¢ haciendo muy tarde. Si no hay nunca una cinemateca nacional, el problema va a dejar de existir porque nos estamos quedando sin algo que cuidar¡±.
Diario de la Filmoteca no es una diatriba contra la falta de pol¨ªticas p¨²blicas. Es, m¨¢s bien, un relato sobre descubrir y compartir cine. Pe?a cuenta que su fascinaci¨®n comenz¨® a los ocho a?os. ¡°Mis juguetes eran un Winco y un proyectorcito a manivela en el que pasaba tres pel¨ªculas mudas de no m¨¢s de dos minutos que ten¨ªa mi padre, que trabajaba en una agencia de publicidad. Me tra¨ªa los comerciales que ve¨ªa mudos, pero como los estaban pasando todo el tiempo en la TV, ya sab¨ªa cu¨¢l era el sonido¡±, recuerda. ¡°Cuando vos tomabas la pel¨ªcula, ve¨ªas las im¨¢genes fijas. Pero las met¨ªas en este aparato y se mov¨ªan. Para m¨ª era extraordinario, algo totalmente misterioso. Todav¨ªa me produce la misma fascinaci¨®n que a esa edad¡±.
Su Filmoteca fue un esfuerzo conjunto con su amigo Octavio Fabiano, con quien empez¨® a coleccionar a principios de los noventa. ¡°Nos dimos cuenta de que, en Argentina, algo que era habitual en los setenta se estaba perdiendo: la televisi¨®n abierta sol¨ªa pasar todas las tardes dos pel¨ªculas cl¨¢sicas y ya no era tan habitual¡±, cuenta. ¡°Empezamos a ver que todo el tiempo aparec¨ªan a la venta copias y decidimos comprar todo lo argentino o toda pel¨ªcula extranjera que tuviese un argentino metido adentro. La ten¨ªamos que comprar porque lo m¨¢s probable era que no la ¨ªbamos a encontrar nunca m¨¢s. Si no lo hac¨ªamos nosotros, no lo iba a hacer nadie¡±.
En el libro se mezclan relatos sobre el primer gran archivo que compr¨® junto a Fabiano, unas mil pel¨ªculas que consiguieron de un coleccionista en 1991 con los ahorros de su primer buen sueldo, o el descubrimiento de algunas joyas. Pe?a narra el descubrimiento de una copia de un cl¨¢sico del cine sovi¨¦tico, el Acorazado Potemkin de Sergu¨¦i Eisenstein, en un local del centro de Buenos Aires en plena dictadura militar, o c¨®mo rastre¨® durante a?os las 15 pel¨ªculas que dirigi¨® Hugo del Carril, un actor y cantante de tangos que fue censurado como director de cine por su cercan¨ªa con Juan Domingo Per¨®n.
El libro nace de una serie de apuntes que tom¨® durante un programa de televisi¨®n que comenz¨® en el a?o 2000 junto a Fabiano. Filmoteca es un cl¨¢sico de la televisi¨®n de trasnoche en Argentina que Pe?a present¨® junto a Fabiano hasta su muerte en 2003, y con el cr¨ªtico Fabio Manes hasta 2014. Las anotaciones que hac¨ªa para presentar las pel¨ªculas en televisi¨®n o en los clubes que ha dirigido durante toda su vida dieron pie al relato. ¡°Es un libro vitalista¡±, cuenta Pe?a. ¡°Lamentablemente, tengo que ver muchas pel¨ªculas solo, para revisar que est¨¦n bien, pero lo primero que pienso es d¨®nde puedo proyectarlas. La experiencia irremplazable es tener una sala llena¡±. Lo dice una persona con una sala de cine con veinte butacas en su casa.
Antiguo director de los festivales de Buenos Aires y Mar del Plata, Pe?a prefiere la palabra archivista antes que coleccionista. ¡°Esto no tiene sentido si no se muestra¡±, cuenta mientras recorre una de las plantas de su acervo. Hace unos meses program¨® un ciclo en honor a Jean-Luc Godard en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, donde se encarga de la programaci¨®n de cine, que agot¨® las entradas de un mes en la primera semana. Proyect¨® pel¨ªculas originales de su archivo. Hace lo mismo en otros centros culturales de la ciudad y todos los martes en un bar del barrio de Almagro, donde proyecta dos pel¨ªculas sorpresa a sala llena. ¡°Disfruto mucho de mi trabajo. No me gusta que me pregunten si siento frustraci¨®n porque no hay una filmoteca nacional. Yo hago todo lo posible y cuido mis pel¨ªculas. Cuando me muera ir¨¢ al Estado. Y que se arreglen¡±.
¨C?Y la digitalizaci¨®n no hace que todo esto sea en vano?
¨C Lo digital es extraordinario para la difusi¨®n. Cuando yo estudiaba la historia del cine le¨ªa sobre pel¨ªculas que sab¨ªa que nunca iba a poder ver. Ahora los chicos tienen un acceso que mi generaci¨®n no tuvo. Pero lo digital est¨¢ en estado de permanente cambio. El f¨ªlmico no, si vos ten¨¦s una copia de 35 mil¨ªmetros la guardas y es eterna. Si la guardas bien, ?no?
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