Se vino el estallido
En un pa¨ªs acostumbrado a los grandes traumatismos, donde la discusi¨®n pol¨ªtica es (?era?) deporte nacional, la decadencia continua sin estruendos resultaba toda una anomal¨ªa
La Argentina informada y la de a pie, la de la calle y la de palacio, se hace a s¨ª misma y durante a?os distintas versiones de la misma pregunta: ¡°?Cu¨¢ndo explota esto?¡±. En un pa¨ªs acostumbrado a los grandes traumatismos, con una larga tradici¨®n de movilizaci¨®n de masas y donde la discusi¨®n pol¨ªtica es (?era?) el segundo deporte de importancia despu¨¦s del f¨²tbol, la decadencia continua sin ¡°estallido¡± resultaba toda una anomal¨ªa. Las comparaciones con la gran crisis del a?o 2001-2002 (con sus corralitos, sus cinco presidentes, y su festival de modelos cambiarios) estaban a la orden del d¨ªa. ?Por qu¨¦ en ese entonces, si existi¨® aquella gran rebeli¨®n y ahora, comparativamente hablando, pr¨¢cticamente nada? Las explicaciones eran y son muchas y variadas, y van desde la ampl¨ªsima red de contenci¨®n social, o de administraci¨®n de la penuria, inventada en estas dos d¨¦cadas para evitar, justamente, un nuevo estallido popular ( y que hoy se encuentra estragada por la inflaci¨®n) hasta reflexiones sobre el ¨¦xodo de la vida p¨²blica de vastos sectores de la sociedad argentina que optaban por repudiar al ¡°sistema¡± ignor¨¢ndolo, sencillamente, no yendo a votar, emigrando, o desertando de la pr¨¢ctica y la actividad pol¨ªtica.
Pero finalmente sucedi¨®. Un 2001 por otros medios, con efectos devastadores sobre el sistema pol¨ªtico argentino, que se hab¨ªa resignado ya a construir con su sistema de dos coaliciones un mecanismo m¨¢s destinado a administrar la crisis antes que a resolverla. Un sistema solar que se fue construyendo en torno al eje gravitatorio del liderazgo de Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner -sea para apoyarla o para repudiarla- pero que ordenaba a los distintos planetas en un esquema inteligible. ¡°Contra Cristina est¨¢bamos mejor¡±, podr¨ªa sostener una parte de la dirigencia del macrismo. La elecci¨®n del domingo expresa un cambio radical en ese viejo orden, sin que todav¨ªa se sepa a ciencia cierta como se construir¨¢ un orden nuevo.
La suma de estad¨ªsticas econ¨®micas y sociales catastr¨®ficas, la polarizaci¨®n pol¨ªtica y el clima cultural crecientemente t¨®xico, aparentemente sin fin, ven¨ªan cristalizando una pendiente descendente que encontr¨® en la elecci¨®n de este domingo su propio paroxismo ¡°l¨®gico¡±. El vendaval de votos que obtuvieron Javier Milei y sus libertarios es sorpresivo por much¨ªsimos aspectos (empezando por la psique peculiar y las costumbres exc¨¦ntricas de su l¨ªder y su entorno familiar) pero no en su arco narrativo principal. Resulta m¨¢s bizarro el instrumento que la raz¨®n de fondo. Un profundo, amplio y masivo rechazo al estado de situaci¨®n econ¨®mica y social del pa¨ªs y a las ¨¦lites pol¨ªticas argentinas que la prohijaron, perfectamente comprensible si se observa el derrotero pol¨ªtico de los gobiernos de los ¨²ltimos a?os, gestiones de un solo mandato que culminaron sus ¨²ltimos a?os en la cornisa de las corridas cambiarias y la inestabilidad econ¨®mica. Una revoluci¨®n popular que encontr¨® en este personaje pr¨¢cticamente desconocido hace algunos a?os, panelista de programas de TV, polemista medi¨¢tico, autodefinido cultor del anarco-capitalismo, cultor del sexo t¨¢ntrico, y defensor de causas como la portaci¨®n de armas o la venta de ¨®rganos, su particular forma de expresi¨®n. Paradojalmente, esa ¡°locura¡± es uno de sus atributos. Como me dijo un peluquero porte?o votante de los libertarios: ¡°S¨ª, yo s¨¦ que est¨¢ loco, pero nadie que no est¨¦ loco es capaz de hacer lo que los pol¨ªticos no quieren hacer en este pa¨ªs¡±
Milei import¨® de Espa?a la idea de ¡°la casta¡±, reformul¨¢ndola en clave vern¨¢cula. Su pr¨¢ctica pol¨ªtica tiene dos elementos centrales: su repudio al sistema dirigencial nacional (el conglomerado de pol¨ªticos, periodistas, empresarios y sindicalistas, a los cuales se?ala como los par¨¢sitos culpables excluyentes de la decadencia nacional) y su cosmovisi¨®n de liberalismo radical, que se mixtura con distintos aportes de otras tradiciones de conservadurismo m¨¢s ¡°cl¨¢sicas¡±. El trumpismo argentino de Milei intenta como su hom¨®logo americano sintetizar una suerte de ¡°federaci¨®n de derechas¡± hasta entonces partidas y separadas en distintos partidos, que incluyen tambi¨¦n al peronismo. Esta voluntad le hace tener una relaci¨®n compleja, algo hist¨¦rica y frenemy, con el aparato y la dirigencia del macrismo, con el cual comparten el enemigo ideol¨®gico y una parte del electorado. Se seducen y recelan simult¨¢neamente, a sabiendas de que compiten por saber qui¨¦n ser¨¢, en definitiva, quien termine de enterrar la hegemon¨ªa del proceso hist¨®rico m¨¢s largo de la historia democr¨¢tica argentina: el kirchnerismo. Hoy Milei le arrebat¨® a Juntos la pole position en el campo opositor, invirtiendo por el momento la ecuaci¨®n de poder. El Frankestein escap¨® del laboratorio.
Como novedad, el mileisismo carece de todo sistema de gobernabilidad. Si el trumpismo se apoyaba sobre la amplia estructura del partido republicano al que supo cooptar, y el bolsonarismo sobre el apoyo de las fuerzas armadas de Brasil, podr¨ªa sostenerse que por el momento que el partido de La Libertad Avanza es un cuerpo sin columna vertebral. Un dato que podr¨ªa empezar a cambiar si distintos sectores de poder acuden en auxilio del vencedor para intentar suplir ese vac¨ªo.
Los resultados de ayer (que dejaron al peronismo en un hist¨®rico tercer lugar) abren un escenario de alt¨ªsima incertidumbre para un gobierno que transita sus ¨²ltimos meses sin presidente en ejercicio efectivo, sin d¨®lares, y con pocos votos. Sergio Massa y su equipo constituyen casi el ¨²nico eslab¨®n de algo que se asemeje a una cadena de mandos en el Estado argentino, y acaba de ser derrotado en las urnas. La Argentina navega una vez m¨¢s, y sin instrumental acorde, en sus tiempos interesantes.
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