Luis Ortega, cineasta: ¡°Baja mucho la potencia po¨¦tica cuando una pel¨ªcula se vuelve un discurso narrativo y pol¨ªtico¡±
El director argentino recibi¨® numerosos rechazos por el gui¨®n de ¡®El Jockey¡¯, una pel¨ªcula que es un ejercicio de libertad, palabra que ha vuelto, por otras razones, al centro de la conversaci¨®n en el pa¨ªs sudamericano
Cuando antes de dormir reza con un ortodoxo padre nuestro, Luis Ortega (Buenos Aires, 44 a?os) piensa en las personas que ama y en las que odia. En ese grupo aparece un subgrupo: los que rechazaron su proyecto de pel¨ªcula El Jockey. En su estimaci¨®n fue el 95% de los recibieron el gui¨®n, incluido los que apoyaron su ¨²ltima y muy taquillera El ?ngel (2018), que lleg¨® casi al mill¨®n y medio de espectadores en Argentina. El director agradeci¨® el no rotundo, sin ambig¨¹edades, de la plataforma Netflix: les interesaban solamente ¡ªcuenta¡ª proyectos de alto impacto comercial.
¡ª El rechazo ¡ªel rom¨¢ntico, el profesional¡ª genera mucho rencor. Como cuando te deja una novia y durante seis meses no te pod¨¦s ni parar en la cama, pero al final dec¨ªs que deber¨ªas agradecerle por el enorme favor de haberte dejado solo. En mi caso, arm¨¦ una productora con Esteban Perroud y Rodolfo Palacios [eldespacho] y para El Jockey nos asociamos con Rei cine para juntar los fondos que necesit¨¢bamos [el presupuesto final rond¨® los tres millones de d¨®lares].
Pregunta. ?Qu¨¦ revisiones hizo despu¨¦s de esas devoluciones y rechazos?
Respuesta. Algunas cosas demasiado inaccesibles que tiene la esencia de la pel¨ªcula. Como dec¨ªa [el director Stanley] Kubrick: lamentablemente necesitamos una historia. Aunque tu vida no sea una historia y tu experiencia no sea una historia, para hacer cine la necesitamos.
Ortega la encontr¨® en dos situaciones aparentemente inconexas. Una noche vio a un desconocido, Maxi, un ruso de Sebastopol, vestido de hombre y mujer con una cartera, unas Crocs en un pie, zapatos de taco alto en otro y medallas y pins colgados. Deambulaba por la ciudad de Buenos Aires y empez¨® a seguir a ese pr¨ªncipe vestido de mujer, incluso cuando entraba a pesarse a las farmacias. ¡°Peso cero en todas las balanzas. No existo, pero me est¨¢n siguiendo¡±, le dijo. Ortega le pregunt¨® si le gustar¨ªa actuar. ¡°Es un trabajo muy est¨²pido¡±.
Un d¨ªa m¨¢s tarde el director visit¨® con un amigo el hip¨®dromo de Palermo. En la observaci¨®n de jockeys y jocketas, cuerpos bajos de menos de 50 kilos y vestidos con colores estridentes, imagin¨® la pel¨ªcula. Despu¨¦s de caerse de su caballo, el jockey de ficci¨®n queda internado en un hospital, escapa con un tapado de piel y de a poco se asume como mujer, mientras se pregunta, sin hacerlo deliberadamente, qui¨¦n es.
Hasta la d¨¦cada de 1950, cuando fueron desplazadas por el f¨²tbol y el boxeo, las carreras de caballo eran el m¨¢s popular de los espect¨¢culos deportivos de Argentina y los jockeys receptores de cari?o y devoci¨®n. Ortega, con un desinter¨¦s expl¨ªcito para las biopics, no eligi¨® a ninguno de ellos para contar una vida, ni el turf, ni Argentina. En El jockey, encarnado en Nahuel P¨¦rez Biscayart y en pareja con la jocketa Ursula Corber¨®, busca sutil e inc¨®modamente otros temas en un ejercicio pleno de libertad, una palabra que ha vuelto, por otras razones, al centro de la conversaci¨®n del pa¨ªs.
¡ª Hay una presi¨®n muy fuerte por la identidad, y no s¨¦ qu¨¦ da m¨¢s miedo: si tener una identidad o no tenerla. Porque la identidad viene a ocupar el espacio vac¨ªo que somos, y tal vez esa sea una especie de invasi¨®n o de posesi¨®n. No s¨¦ si me da m¨¢s miedo esa idea de no saber qui¨¦n soy, o la posibilidad de que uno en realidad no sea nadie en particular. Me pasa a m¨ª, pasa en El Jockey.
A los 19 a?os el director cargaba con esa pregunta y encontr¨®, tambi¨¦n en la calle, tambi¨¦n con un marginal, la idea de su primera pel¨ªcula: Caja Negra.
-Llevaba cuatro meses en la Universidad del Cine y cuando salgo veo pasar al que termin¨® siendo el actor principal de mi primera pel¨ªcula [Eduardo Couget]. Se sent¨® en un banco, me sent¨¦ al lado de ¨¦l, empec¨¦ a hablar y le dije: ¡°Me gustar¨ªa hacer una pel¨ªcula juntos, mi novia [Dolores Fonzi] es actriz¡±.
Filmada por el propio Ortega en un formato de video digital de baja resoluci¨®n, el protagonista sale agobiado de la c¨¢rcel, se instala en una pensi¨®n del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n, pide limosna en los sem¨¢foros y parece imposibilitado de tener una relaci¨®n con su hija, representada por Fonzi.
-Hubo una intuici¨®n de acercar la pel¨ªcula a una cosa vital e inabordable. Yo quer¨ªa contar la relaci¨®n con mi padre, ¨ªntimamente. Por supuesto nunca lo explicit¨¦.
Ram¨®n Palito Ortega fue uno de los m¨²sicos argentinos m¨¢s populares del siglo XX. Tambi¨¦n actor, productor y director de cine, luego de un breve tiempo de residencia en Miami en la d¨¦cada de 1980 tuvo una incursi¨®n de una d¨¦cada en la pol¨ªtica: fue gobernador de la norte?a provincia de Tucum¨¢n, senador nacional y candidato a vicepresidente del peronismo en 1999.
P. ?Por qu¨¦ lo que m¨¢s le interesa de su padre son sus or¨ªgenes?
R. Hace poco acept¨¦ escribir un proyecto de [el cantante Carlos] Gardel porque necesitaba el trabajo. Me interesa su vida antes de ser famoso, hasta sus 25 a?os: un chico de la calle cambiando identidad porque lo deten¨ªan todo el tiempo. En el caso de mi viejo, me pasa lo mismo. A los 10 a?os trabajaba en un cementerio, ten¨ªa que limpiar las tumbas y sacar los restos ¨®seos de la gente que ya no iba a visitar a sus familiares. La experiencia de lustrabotas, de vender caf¨¦, de dormir en la calle. Despu¨¦s ya no me interesa tanto y es de p¨²blico conocimiento.
P. Lo llam¨® Luis por el actor Sandrini.
R. Hace unos d¨ªas en un asado cont¨® que lustraba zapatos en la puerta del cine del pueblo m¨¢s cercano de donde viv¨ªa y que juntaba unas monedas y entraba a ver las pel¨ªculas de Sandrini. Termin¨® dirigi¨¦ndolo en la ¨²ltima pel¨ªcula en la que actu¨® [?Qu¨¦ linda es mi familia!, 1980]. Hizo la ¨²ltima toma, ¨¦l fue a hacer el contraplano y escuch¨® el ¨²ltimo suspiro. Yo me iba a llamar a Agust¨ªn, pero como nac¨ª unos d¨ªas despu¨¦s de la muerte de Sandrini me llamaron Luis.
P. En una entrevista que le hizo Julieta [su hermana actriz] ella cont¨® que usted filmaba a la familia durmiendo y haciendo caca.
R. Eso era con mi novia. Yo filmaba todo. En realidad, yo crec¨ª en Miami y a los 11 a?os, cuando llegu¨¦, sin escala a Tucum¨¢n dije: ¡°Ac¨¢ est¨¢ la cosa¡±. Fue como si hubiese nacido ah¨ª. Me entend¨ªa perfecto con el entorno, con el paisaje, con la gente.
P. En Tucum¨¢n usted era, adem¨¢s, el hijo del gobernador. ?C¨®mo lo llevaba?
R. Ten¨ªa tanta energ¨ªa y ansias de conectar con la gente que quiz¨¢s eso lo facilit¨® un poco. Pod¨ªa caminar al lado de esa gente y escucharla de igual a igual, aunque eso que vos dec¨ªs, deber¨ªa separar. Debe ser algo que tiene que ver con mis ra¨ªces, con las ra¨ªces de mi viejo. Viv¨ªamos en una casa al pie del cerro San Javier y atr¨¢s pasaba el r¨ªo Muerto, porque no ten¨ªa agua. Desfilaban todo tipo de personajes. Hab¨ªa uno que le dec¨ªan el viejo Batata. Cuando volv¨ªa del colegio le compraba un vino y ¨¦l me mostraba los huevos [test¨ªculos]. Ten¨ªa una hernia y le llegaba hasta la rodilla.
P. En El Jockey aparece, como personaje, alguien calcado al c¨¦lebre polic¨ªa Mario El Malevo Ferreyra. ?En ese momento vio la dimensi¨®n del personaje?
R. El Malevo estaba detenido porque hab¨ªa matado tres pibes y les hab¨ªa puesto un arma en la mano para plantar un enfrentamiento que no hab¨ªa existido. Se escap¨® con una granada en mano y le jur¨® la muerte a mi viejo. Se termin¨® suicidando en vivo en Cr¨®nica TV. En El Jockey me propuse ponerme al d¨ªa con mi ni?ez, quedaron muchas cosas sin poner en escena. Para m¨ª hacer pel¨ªculas es m¨¢s eso que una representaci¨®n, una exteriorizaci¨®n de una narrativa en particular. Creo que estamos todos conectados. Yo conf¨ªo en eso, que es una confianza ciega, y va a hacer eco en el espectador. Yo trato de conectar con esa fuerza inaccesible al discurso. Por eso en El Jockey no se termina armando un discurso, porque no est¨¢ alimentada de eso, no tiene un mensaje.
P. Cuando P¨¦rez Biscayart recibi¨® el premio Horizontes Latinos del Festival de San Sebasti¨¢n hizo una referencia al gobierno de Javier Milei: ¡°Se creen muy pillos, se creen militantes de la libertad, pero detr¨¢s del autoenga?o y el odio que profesan no hay libertad, solo una profunda soledad¡±. Usted, en general, no se expide sobre temas pol¨ªticos actuales, ?pero c¨®mo es su relaci¨®n con el peronismo?
R. Yo evito echar le?a al fuego porque me parece que hay algo que contribuye a la confusi¨®n general y que b¨¢sicamente es: o est¨¢s con esto o est¨¢s con esto y no hay otra. Eso baja el nivel de la conversaci¨®n y es como hablar de f¨²tbol. No quiero tener ning¨²n discurso pol¨ªtico, me parece que hay cosas evidentes en la pel¨ªcula y una sensibilidad con determinados personajes que no hace falta que yo levante una pancarta. Baja mucho la potencia po¨¦tica cuando se vuelve un discurso narrativo y pol¨ªtico tan preciso. Tengo mucha simpat¨ªa por el periodo del ¡®45 [el a?o fundacional del peronismo], previo al bombardeo a la plaza [de Mayo, en junio de 1955, previo al golpe contra Juan Domingo Per¨®n]. Me parece que la gente no llega a entender la transformaci¨®n que esos dos gobiernos produjeron. No llega a entender que un capataz o una persona que est¨¢ disminuida a la miseria absoluta, de repente haya tenido posibilidad de tener su casa, su autito, sus vacaciones, un respiro a su vida que le diera espacio para indagar en cosas que hoy s¨®lo est¨¢n reservadas para los que estamos en una situaci¨®n m¨¢s c¨®moda. Me parece que la gente que odia el peronismo no est¨¢ viendo lo que ese periodo corto produjo en la sociedad. Yo tengo una empat¨ªa con ese periodo y la sostengo. No se refleja en mi voto porque yo no voto.
P. ?Por qu¨¦ no vota?
R. Voto si es un caso muy extremo, pero no lo hago de manera convencida. Lo hago como lo poco que puede significar un solo voto para evitar una cat¨¢strofe mayor, pero no porque crea en la otra opci¨®n como algo benigno.
****
A los 17 a?os, Ortega tom¨® la decisi¨®n de enloquecer. Viv¨ªa en un monoambiente con su novia.
¡ª Mientras pon¨ªa un disco de Lou Reed ¡ªa quien escuchaba mucho¡ª me pregunt¨¦: ¡®?Estoy dispuesto a hacer lo que haga falta para hacer contacto con algo verdadero? ?Estoy dispuesto a enloquecer? S¨ª'. Fue algo muy ¨ªntimo y nada dram¨¢tico. Mientras escrib¨ªa ve¨ªa que las cosas se mov¨ªan. Con la c¨¢mara VHS filmaba todo. Todav¨ªa no me anim¨¦ a digitalizarlo. Hay fantasmas que la c¨¢mara capta y otros que no.
Entre sus 20 y 27 a?os la vida se le hizo insoportable y prefiere olvidar ¡ªo que no se vean¡ª las pel¨ªculas que corresponden a ese per¨ªodo: Monobloc, Los santos sucios y Verano maldito.
P. ?Qu¨¦ pas¨® en ese tiempo?
R. La realidad se hab¨ªa transformado en un teatro tan s¨®lido por un consenso general, que cualquiera que dudara de eso estaba aislado, estaba al margen y no encontraba con quien dialogar sobre eso. No es que no pudiera mantener una conversaci¨®n, no pod¨ªa estar.
P. ?Qu¨¦ hac¨ªa?
R. Tomaba pastillas para matar esos s¨ªntomas que no van de la mano con una conversaci¨®n convencional, con un almuerzo o con cualquier situaci¨®n social. Nunca lo hice p¨²blico. Era desnudarse para poder unirse desde una fragilidad humana que es lo ¨²nico que estoy seguro que tenemos en com¨²n.
En 2015, una miniserie para la televisi¨®n abierta, Historia de un Clan, le dio a Ortega lo que desconoc¨ªa hasta entonces: un p¨²blico masivo. Le dio, tambi¨¦n, el dinero para comprarse el sill¨®n Chesterton en el que estuvo sentado durante las dos largas conversaciones con EL PA?S y para arreglar su ex casa, donde funciona la productora en Parque Centenario, en el centro geogr¨¢fico de la ciudad.
La serie cuenta la historia de los Puccio, cuyo pater familias, Arqu¨ªmides, lideraba una banda criminal dedicada a los hacer secuestros extorsivos. Alojaba a los secuestrados en el s¨®tano de su casa antes de matarlos.
- [Mi hermano, el productor] Sebasti¨¢n tuvo la generosidad de llamarme para dirigir, y me dijo: ¡®Vos hac¨¦ lo que quieras, pero contame el cuento¡¯. ?l fue el primero que me amig¨® con esa idea que para m¨ª era un pecado, rebajarse. Pero yo no hab¨ªa logrado comunicar, hacer contacto con un p¨²blico m¨¢s amplio. A m¨ª me interesa llegar a un p¨²blico m¨¢s amplio. De hecho, cuando pienso en El Jockey, no creo que sea para entendidos ni para cin¨¦filos. Las referencias cin¨¦filas deber¨ªan honrarme, pero no me gustan. La limitan, se concentran en la estilizaci¨®n. No soy un intelectual, no es mi palo.
P: ?En Historia de un clan hubo una intenci¨®n de humanizar una familia supuestamente monstruosa?
R: Yo trat¨¦ de entender lo que pod¨ªa llegar a pasar en esa casa. Era una obligaci¨®n pasar de esa caricatura del demonio que era Arqu¨ªmedes y los hijos, a tratar de conocerlos un poco m¨¢s. Llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que la plata fue la primera motivaci¨®n, pero no la ¨²nica. Pens¨¦ que una vez que ellos matan al secuestrado la casa se deprime. No hay libido sexual y empieza a haber discordia. Arqu¨ªmedes necesitaba el fantasma en la casa para incluso poder tener relaciones sexuales con la mujer, para sentirse vivo. El fantasma en el s¨®tano despertaba un esp¨ªritu m¨¢s optimista y m¨¢s atractivo.
P. ?Hay algo autobiogr¨¢fico de la vida familiar que recuerda a su familia?
R. Ser¨ªa muy jugoso decir que s¨ª, pero no. Uno s¨®lo conoce a su familia. A m¨ª siempre me hizo gracia que mi viejo le dice mami a mi mam¨¢ [la actriz Evangelina Salazar] y ella le dice papi. No lo interpreto. Se dicen as¨ª y eso se los puse en boca de ellos. Esta familia era mucho m¨¢s interesante, tengo que decirlo. Mi familia es bastante parecida a cualquier otra.
P. El ?ngel, inspirada en la vida del asesino serial de la d¨¦cada de 1970 Angel Robledo Puch, fue presentado como una biopic, un g¨¦nero que usted abomina. ?Cu¨¢les son las razones de ese rechazo?
R. Si quer¨¦s encontrar el tesoro, ten¨¦s que ser un minero. Pon¨¦s dinamita, hac¨¦s agujeros, ten¨¦s que caerte en el agujero, morirte, correr todos esos riesgos. En el caso de El ?ngel no existe una entrevista a Robledo Puch en f¨ªlmico. Es todo gr¨¢fica y lo que escribieron los periodistas. ?Qu¨¦ sabes qu¨¦ pas¨® ah¨ª? En un personaje c¨®mo ¨¦l, me parece factible que haya inventado al menos la mitad de las cosas, que haya sido una medalla para su soledad adjudicarse ciertos cr¨ªmenes que no cometi¨®. Seguro algunos cometi¨®, pero no puedo saberlo con certeza. Tampoco descarto que la polic¨ªa en ese momento le haya puesto otros cr¨ªmenes para resolverlos. Us¨¦ lo de la biopic para conseguir el dinero, para que se piense que es la vida de Robledo Puch. Pero no es eso la pel¨ªcula, es una ficci¨®n total.
P. ?C¨®mo hizo entonces para dirigir dos episodios de una de las temporadas de Narcos que transcurre en M¨¦xico?
R. Como no hab¨ªa visto la serie, le pagu¨¦ a una amiga para que me contara en dos carillas de qu¨¦ se trataba y qui¨¦nes eran los personajes. Acababa de tener un hijo y no ten¨ªa ahorros. Me dije: ¡®Busco la plata y me voy¡¯. Sab¨ªa que no ten¨ªa chance de meter una pincelada. De hecho, cada cosa que propuse fue no: cuando la propuse en el gui¨®n, en el set, en el montaje. Si me dejaban hacer algo distinto en el rodaje, en el montaje lo sacaban. No vi el programa porque sab¨ªa que me iba a amargar. Pero me pagaron como nunca en mi vida: en un mes, lo mismo que por una pel¨ªcula. Mi entrega para hacer una pel¨ªcula es absoluta y puede llevar cuatro o cinco a?os. Mi entrega en esa serie, que es nula porque no es bienvenida, en un mes me soluciona un mont¨®n de problemas econ¨®micos.
Mientras contin¨²a con la gira internacional de El Jockey, Ortega trabaja en los ¨²ltimos detalles de la edici¨®n de Siempre es de noche.
-Dura 55 minutos y no califica como largometraje por cinco minutos. Todos me quieren matar, pero es lo que dura y no le voy a agregar trucos, como ponerle un fondo negro adelante. Yo estoy cortando clavos para que no se note que no soy muy bueno. No es falsa modestia: a m¨ª me cuesta la vida que una escena quede bien. Siempre es de noche est¨¢ ligada a un momento oscuro en mi vida, que es cuando me separ¨¦ de la madre de mi hijo y estaba muy angustiado. Me dorm¨ªa y era de noche y cuando me despertaba, tambi¨¦n.
En las m¨¢s biogr¨¢fica de una obra autobiogr¨¢fica ¡ªla de Ortega¡ª, el protagonista es Mat¨ªas Fern¨¢ndez Burzaco, el periodista, rapero y escritor que tiene fibromatosis hialina juvenil, una enfermedad muy infrecuente con 60 casos en el mundo que lo obliga a moverse en silla de ruedas y dormir con un respirador. En la ficci¨®n es un escritor en crisis con su novia.
¡ªMe gustar¨ªa saber qu¨¦ se siente, lo que vos sent¨ªs cuando escrib¨ªs¡ª le dice ella.
¡ªA m¨ª me gustar¨ªa saber lo que se siente vivir¡ª contesta el escritor.
En medio de la debacle tienen un hijo juntos y el desencuentro se vuelve constante. Un d¨ªa ¡ªo una noche¡ª llega el afilador de cuchillos sin rostro, se enamora de ella y ¨¦l cree que es la muerte que lo ha venido a buscar.
Ortega se impuso hacer una pel¨ªcula con c¨¢mara fija, en donde siempre es de noche y sin pedir plata, aunque termin¨® pidiendo. La pel¨ªcula se film¨® en su casa. Se despertaba y ten¨ªa a un iluminador colgando un farol arriba de su cabeza. ¡°Un d¨ªa llegu¨¦ a la noche y vi que la casa estaba llena de tr¨ªpodes, la c¨¢mara, cables, y dije: esta es mi familia¡±, cuenta. ¡°Eran todos objetos inanimados y acababa de perder la posibilidad supuestamente de formar una familia¡±.
P. ?C¨®mo sali¨® de eso?
R. Tengo un amigo pintor que me ense?¨® a meditar. Siempre supe que estaba esa posibilidad de renunciar a todo, pero es muy dif¨ªcil porque, como dice [el fil¨®sofo George] Gurdjieff: ¡®La gente est¨¢ dispuesta a abandonar todo, menos su sufrimiento¡¯. Yo sab¨ªa que exist¨ªa esa posibilidad pero el quilombo es muy atractivo, genera mucho apego, se vuelve una zona de confort. Nada que no sepa alguien que se separa y atraviesa esa experiencia tan traum¨¢tica que parece el fin del mundo. Esto es com¨²n a todos, todo el mundo se separ¨® y se quiso matar. Pero b¨¢sicamente yo sent¨ªa que hac¨ªa una pel¨ªcula o me mataba. Y decid¨ª hacer una pel¨ªcula. Esto es m¨¢s una biopic que cualquier cosa que haya hecho.
P. ?C¨®mo se convirti¨® finalmente en una obra m¨¢s all¨¢ de su dolor?
R. Estaba comiendo, estaba escribiendo en el mantel las escenas y dije: ¡®?De qu¨¦ voy a hablar si no es de lo que tengo enfrente de la nariz? Voy a hablar de esto¡¯. Ah¨ª hice el click. Se me orden¨® toda la pel¨ªcula. Me dio mucha curiosidad hasta qu¨¦ punto el dolor de una separaci¨®n pod¨ªa hacer que se te derrumbe la vida. Llam¨¦ al Centro de Atenci¨®n al Suicida a las cuatro de la ma?ana y estaba cerrado. Dije: ?Pero esta es la hora pico, ?c¨®mo va a estar cerrado?¡±' Es como una panader¨ªa cerrada por la ma?ana. Insist¨ª al otro d¨ªa y te dicen: ¡®Usted se ha comunicado con el centro de atenci¨®n al suicida, por favor aguarde y ser¨¢ atendido¡¯. Y ponen m¨²sica en espera. Si est¨¢ pensado, son unos genios. Cuando te atienden, ya no te quer¨¦s matar.
P. ?C¨®mo convivi¨® esta pel¨ªcula con El Jockey?
R. La pel¨ªcula fue una salvaci¨®n y El Jockey existe gracias a esa pel¨ªcula. No me hubiese animado a hacer El Jockey como la hice. Vale la pena seguir la intuici¨®n. Por lo general es lo ¨²nico que vale la pena seguir.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.