Mi casa (de artista) es la tuya
Varios libros recientes proponen pasear por los hogares de grandes personalidades del arte y la literatura, y buscan correspondencias entre la personalidad de sus propietarios y las obras que crearon en su interior
![La Casa de Victor Hugo (1802-1885), en la Place des Vosges de Par¨ªs.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/B37VC2H77BFN3GRV2LPIO55Y3M.jpg?auth=1906e3ac1af270748b213a9d48d7d474d5822034901e3b9970ef0e13c72215bc&width=414)
Visitar la casa-museo de un artista o escritor es un viaje en el tiempo y en la historia del arte y de la cultura, pero para los mit¨®manos puede tambi¨¦n convertirse en una experiencia casi religiosa, pues ser¨¢ en ese espacio dom¨¦stico donde se podr¨¢n acercar a los objetos que miraban y tocaban a diario los artistas a los que m¨¢s respetan. El libro Life Meets Art (Phaidon) se hace eco de esta fascinaci¨®n general por los espacios donde residen y trabajan los artistas y propone un paseo fotogr¨¢fico por casas de personalidades que han hecho de la creatividad su profesi¨®n. Las im¨¢genes nos permiten asomarnos a salones y dormitorios ¡ªel ba?o y la cocina est¨¢n vetados¡ª de 250 artistas nacidos entre los siglos XVI y XX. Algunos de estos espacios se encuentran en casas-museo, pero otros son privados y no admiten visitas.
Es previsible que, en cualquier casa donde resida un escritor, lo que busquemos de inmediato sea su mesa de trabajo, que quiz¨¢ no difiera tanto de la de un estudiante de oposiciones o un contable. En el hogar de un m¨²sico, en cambio, se nos ir¨¢ la vista a cualquier instrumento musical, como el clavec¨ªn que destaca en uno de los salones de la casa londinense de Haendel, y si se trata de un artista visual, nos reconfortar¨¢ comprobar que en su estudio abundan los botes llenos de pinceles, como ocurre en la casa-museo madrile?a de Joaqu¨ªn Sorolla.
![Villa Santo Sospir, la casa de Jean Cocteau (1889-1963) en Saint-Jean-Cap-Ferrat, en Francia.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6QYWRPE5QVAZNFQAB3L4PWNQBU.jpg?auth=b2a8af00f1bdf39205a9a28fee38e80ee165e46a237b52705e4f278a95c2cd31&width=414)
El poder de las im¨¢genes de esta gu¨ªa eminentemente fotogr¨¢fica nos traslada a la cotidianidad de artistas y celebridades de diversos siglos. Es f¨¢cil que nos deje boquiabiertos el atractivo y la singularidad de los espacios donde vivieron ¡ªel sal¨®n de Cocteau con frescos del propio artista, o el de Neruda, con mascarones de proa en su interior, son memorables¡ª, y tanta belleza quiz¨¢ nos lleve a recordar a aquellos otros artistas que acabaron sus d¨ªas en la miseria, como los holandeses Vermeer o Van Gogh, cuyas casas no ser¨ªan tan fotog¨¦nicas como estas, que siempre posan para la foto con sus mejores galas. Un buen ejemplo es el impecable sal¨®n del m¨²sico Louis Amstrong, del que quiz¨¢ esper¨¢semos cierto desali?o, pues el jazz nos remite a vida nocturna y a interminables jam sessions entre amigos. Lo mismo ocurre con el impoluto estudio de Leonardo da Vinci en el castillo franc¨¦s de Clos Luc¨¦, situado en Amboise, pueblo del valle del Loira en la que pas¨® sus ¨²ltimos a?os trabajando para el rey Francisco I. Las vasijas con fruta fresca que aparecen en la imagen logran que imaginemos al artista florentino a punto de esbozar una naturaleza muerta.
Solamente el estudio del pintor Francis Bacon en Dubl¨ªn resulta tan ca¨®tico que recibir¨ªa gritos airados de madres y padres debido a su desorden. La sorpresa es que nunca un desorden fue tan meticulosamente reescenificado, pues el estudio que se puede visitar hoy en la galer¨ªa Hugh Lane de Dubl¨ªn fue transportado pincel a pincel y lienzo a lienzo desde su ubicaci¨®n original en Londres hasta la capital irlandesa en 2001, tras tres a?os de laboriosa mudanza. Tal como explican en el sitio web de la galer¨ªa, un equipo de profesionales ¡ªque inclu¨ªa a varios arque¨®logos¡ª traz¨® meticulosos mapas y dibujos para dar cuenta de la situaci¨®n los m¨¢s de 7.000 objetos del estudio de Bacon, que inclu¨ªan pinceles, caballetes y lienzos, pero tambi¨¦n tubos de pintura, fotograf¨ªas, discos y cartas.
![The Mount, la casa de la escritora estadounidense Edith Wharton (1862-1937) en Lenox (Massachusetts).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UE4LOUC2JNCBBPPHISYY2JA2T4.jpg?auth=68ac48b487a91a0a96b2eeb0fe3b8db2f53d3cbd4e753e60a5cea46f2cce8774&width=414)
¡°El estudio es la imagen de la potencia: de la potencia de escribir para el escritor, de la potencia de pintar o esculpir para el pintor o el escultor. Intentar la descripci¨®n del propio estudio significa entonces intentar la descripci¨®n de los modos y las formas de la propia potencia, una tarea, al menos a primera vista, imposible¡±. Estas palabras proceden del libro de Giorgio Agamben titulado Autorretrato en el estudio (Adriana Hidalgo). Si las fotograf¨ªas o visitas a estudios de artistas sirven para que nos sumerjamos en su universo creativo, en este libro el fil¨®sofo italiano pretende lograr algo similar, pero a trav¨¦s de la escritura. As¨ª, tomando algunos de los objetos que ha ido acumulando durante a?os tanto en su estudio romano de la calle Vicolo del Giglio como en el que tuvo en Venecia, Agamben va tirando de un hilo muy fino del que obtiene recuerdos acerca de sus viajes, lecturas, amistades ¡ªcomo las que entabl¨® con el escritor Jos¨¦ Bergam¨ªn y los artistas Isabel Quintanilla y Francisco L¨®pez¡ª e incluso epifan¨ªas. El m¨¦todo de la asociaci¨®n libre divulgado por Freud cobra aqu¨ª especial protagonismo, pues Agamben es capaz de extraer mil historias de la mera observaci¨®n de un dibujo de Bonnard que encuentra en su estudio o de una marioneta de Polichinela.
La intimidad de seis escritoras
Una tarea similar se propone la escritora Susana Petrignani en su libro La escritora vive aqu¨ª (Gatopardo), fruto de sus viajes por el mundo para visitar las casas de las escritoras del siglo XX que m¨¢s le han marcado. El resultado son seis relatos impresionistas, a caballo entre la cr¨®nica, el libro de viajes y la biograf¨ªa literaria, cuyo detonante son las visitas a las viviendas de Karen Blixen, Grazia Deledda, Colette, Alexandra David-N¨¦el, Marguerite Yourcenar y Virginia Woolf. En ocasiones viaja acompa?ada por alguna amiga, como en su periplo por Maine para conocer Petit Plaisance, la casa donde vivieron Marguerite Yourcenar y su compa?era Grace Frick, pero lo que s¨ª lleva consigo Petrignani en todos y cada uno de sus viajes es el recuerdo vivo de la obra literaria de estas autoras, as¨ª como el de sus cartas y entrevistas. Con todo este material, y con la experiencia ¨²nica de encontrarse en espacios de tan alto valor simb¨®lico, Petrignani logra establecer v¨ªnculos claros entre la vida y la obra de estas seis autoras.
![Casa-museo de Pablo Neruda (1904-1973) en Isla Negra (Chile).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6EP6H3UD45DC3FYD4MR6MJUDKQ.jpg?auth=c86e0490831d73d5d1c0c790b061a4c3ccd18a97bd179a818bb5410e6afe84a9&width=414)
Todos los libros mencionados destacan la importancia de los lugares de trabajo de los artistas, pero hay otro aspecto de su cotidianidad que suscita un inter¨¦s si cabe mayor: sus rituales cuando se encuentran en pleno proceso creativo. El estadounidense Mason Currey, particularmente interesado en estas cuestiones, ha publicado ya dos libros en los que explica detalles sobre las rutinas de la actividad creadora de escritores y escritoras can¨®nicos como Dickens, Nabokov o Alice Munro, pero tambi¨¦n de artistas de otras disciplinas y ¨¦pocas diversas, desde Tchaikovsky hasta Cindy Sherman. Parte del placer que conlleva la lectura de sus dos vol¨²menes (Rituales cotidianos. Las artistas en acci¨®n y Rituales cotidianos. C¨®mo trabajan los artistas, ambos publicados en castellano por Turner) radica en la posibilidad de comparar nuestros horarios, h¨¢bitos y rarezas con los de los artistas que muchos admiramos. Por ejemplo, Patricia Highsmith ten¨ªa caracoles como mascotas porque le tranquilizaban y James Joyce prefer¨ªa escribir por las tardes porque no hab¨ªa modo de hacerle madrugar. Proust, por su parte, escrib¨ªa tumbado en la cama, con la cabeza levantada por dos almohadones, algo que, por c¨®modo que pueda parecer, le fatigaba enormemente (¡°A las diez p¨¢ginas estoy destruido¡±, escribi¨® en una ocasi¨®n). Parad¨®jicamente, leer acerca de sus excentricidades nos hace sentirnos tan especiales y creativos como ellos.
Lecturas
Life Meets Art. Sam Lubell. Phaidon, 2020. 304 p¨¢ginas. 49,95 euros.
Autorretrato en el estudio. Giorgio Agamben. Adriana Hidalgo, 2019. 144 p¨¢ginas. 16 euros.
La escritora vive aqu¨ª. Susana Petrignani. Gatopardo, 2019. 264 p¨¢ginas. 19,90 euros.
Rituales cotidianos. Las artistas en acci¨®n. Mason Currey. Turner, 2019. 368 p¨¢ginas. 22,90 euros.
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