La mina de la no ficci¨®n
El ¨¦xito de ¡®No digas nada¡¯, la cr¨®nica de Patrick Radden Keefe sobre Irlanda del Norte, llama la atenci¨®n sobre un g¨¦nero en auge y que engloba desde relatos de guerra hasta una historia emocional del carb¨®n en Espa?a
El periodismo narrativo, que no tolera un ¨¢pice de ficci¨®n para contar la realidad, se est¨¢ haciendo por fin un lugar en las librer¨ªas. Hay logros, pero tambi¨¦n espejismos. No todo es susceptible de convertirse en cr¨®nica de largo aliento. El material, el rigor y la habilidad para organizar la pesquisa dependen del talento del reportero. En eso, el celebrado No digas nada, de Patrick Radden Keefe, muestra una maestr¨ªa que bebe de The New Yorker, donde trabaja, y su respeto religioso por los hechos, que ojal¨¢ abriera escuela aqu¨ª. Frente a tanta informaci¨®n previsible, repetitiva y sesgada con prosa rala que plaga los peri¨®dicos, la mirada minuciosa y amena sobre la realidad es una mina.
En Noem¨ª Sabugal (Santa Luc¨ªa de Gord¨®n, Le¨®n, 1979) se cumple el dictum de que donde se mece la cuna nace un destino. Pero no todos lo asumen con la voluntad que a ella le ha llevado a escribir Hijos del carb¨®n. ¡°De la mina de carb¨®n, esa garganta oscura, salen las palabras de este libro¡±, una lengua de antracita, hulla y lignito. Cr¨®nica de minas y mineros que ha explorado en todas las cuencas de Espa?a, como deja ver el mapa que abre este libro elegiaco, no rom¨¢ntico. A mediados del siglo XX hab¨ªa 100.000 mineros en Espa?a. En 2018, apenas 2.000. Ayer, un pu?ado. Plagado de hallazgos, como esos esclavos africanos en minas andaluzas del XVII. Esa es la l¨ªnea de resistencia, con aportaci¨®n de Roberto Arlt, para quien su lidiar con la muerte hizo de los mineros temibles revolucionarios.

Sabugal destila buena prosa y lirismo contenido (¡°sirena a destiempo que es heraldo de la desgracia¡±), perfora una cultura desaparecida, huellas visibles e invisibles en tantos paisajes, minas que a veces son teatros a cielo abierto, lavaderos, castilletes, monta?as de escoria¡ y en tantos hombres y mujeres (los silic¨®ticos, con el ox¨ªgeno a cuestas ¡°y la derrota como destino¡±). Rescata s¨ªmbolos como la l¨¢mpara Davy y hace hincapi¨¦ en ¡°la agencia de viajes m¨¢s persuasiva del mundo: la pobreza¡±. En el hermoso final est¨¢ la clave de estos Hijos del carb¨®n, pero tambi¨¦n su lastre: se pierde en su cicl¨®peo trabajo de campo, mapa subterr¨¢neo de Espa?a.
La periodista Anna Teixidor (Figueres, 1978) ha llegado con honestidad en Los silencios del 17-A (un t¨ªtulo manifiestamente mejorable) todo lo lejos que ha podido en la investigaci¨®n de los atentados yihadistas de 2017 en Barcelona y Cambrils. A veces la prosa encalla, pero puede que sea la versi¨®n castellana. ?C¨®mo se convirtieron en yihadistas j¨®venes de origen marroqu¨ª educados en Espa?a? No viven en barrios tan agrios como los que retrata el filme franc¨¦s Los miserables. Demuestra que ¡°la familia no es un elemento decisivo en la socializaci¨®n pol¨ªtica de estos individuos¡±. El libro hubiera tenido m¨¢s nervio narrativo si Teixidor lo hubiera anclado en el im¨¢n de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, el gran personaje, del que se dice que ¡°aparentemente ha flirteado con los servicios de inteligencia espa?oles¡±. Probadas las visitas de Guardia Civil, Polic¨ªa Nacional y servicios de inteligencia a Es Satty mientras cumpl¨ªa prisi¨®n por tr¨¢fico de drogas, ese camino no se agota.

Con sus nueve hijos en Marruecos, Es Satty visti¨® violencia con religi¨®n, una v¨ªa de construcci¨®n de la identidad que el Estado Isl¨¢mico propaga con pericia en videoclips y videojuegos. Es Satty persuadi¨® a j¨®venes y adolescentes para entregarse al matadero de la yihad. ¡®Los oratorios, un reino de taifas¡¯ (300 en Catalu?a) es uno de los cap¨ªtulos m¨¢s reveladores. La explosi¨®n de Alcanar, laboratorio del terror, evit¨® la voladura de la Sagrada Familia y precipit¨® una improvisaci¨®n asesina en la Rambla. ¡°Termino esta cr¨®nica period¨ªstica apuntando m¨¢s reflexiones que conclusiones sobre un tema que presenta demasiadas aristas y lagunas informativas para darlo por cerrado (¡). Lo hacen por convicci¨®n. Lo creen con la cabeza y lo sienten con el coraz¨®n¡±. Me temo que el intento de comprender y la simpat¨ªa (contenida) por el proc¨¦s contaminan la mirada y condicionan una pesquisa que la llev¨® a Marruecos y B¨¦lgica. Las buenas intenciones hacen que la cr¨®nica cojee.
Argemino Barro define Una historia de Rus. Cr¨®nica de la guerra en el este de Ucrania como un ensayo, y la cr¨®nica sufre. Habla del coraz¨®n part¨ªo entre lo que ofrec¨ªan Mosc¨² (lazos tradicionales, eslavos) y Bruselas. El p¨¦ndulo oscila entre la minor¨ªa prorrusa asentada al este, en el Donb¨¢s, y la mayor¨ªa proeuropea. Ucrania no fue nunca un pa¨ªs. El Rus de Kyiv (el autor explica por qu¨¦ ha adoptado la graf¨ªa ucrania para el antiguo Kiev) se rompi¨® con la invasi¨®n mongola. As¨ª surgieron Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Cauto, avisa de que ¡°los libros del futuro contar¨¢n la historia clara y precisa (¡). Un hilo negro que va desde las protestas de Kyiv hasta la anexi¨®n de Crimea, y que ahora se prolonga en el Donb¨¢s¡±. Con buen equipaje hist¨®rico, y prosa que a veces le lleva a embelesarse y perder la perspectiva, sobre todo cuando los ¨²ltimos cap¨ªtulos se esponjan en Rusia, vibra cuando se asoma a la guerra en Donb¨¢s y recuerda el Holodomor, la hambruna atizada por la pol¨ªtica de Stalin en Ucrania (entre tres y siete millones de muertos).

Convertido desde su traducci¨®n en uno de los libros de la temporada en Espa?a, No digas nada surgi¨® de un tema que a Patrick Radden Keefe le fascinaba como periodista y que tiene ecos espa?oles: ¡°La negaci¨®n colectiva: esas historias que las comunidades se cuentan a s¨ª mismas a fin de asimilar acontecimientos tr¨¢gicos¡±. Son a?os de investigaci¨®n y una envidiable pericia a la hora de dosificar una historia estremecedora, la de la viuda Jean McConville, pobre, de 38 a?os y con 10 hijos, harto improbable esp¨ªa al servicio del Ej¨¦rcito brit¨¢nico, asesinada por el IRA y hecha desaparecer. Ese crimen y la devastaci¨®n de esa familia, despreciada por sus vecinos cat¨®licos, le sirven a Radden Keefe para reconstruir el terrorismo en Irlanda del Norte y sus miserias, y la pol¨ªtica (torturas incluidas) del Gobierno de Londres. El autor, que escatima adjetivos, dice al final: ¡°Es una obra de no-ficci¨®n narrativa¡±. No ha inventado nada, ni di¨¢logos, ni pormenores. Afirmaciones tan valiosas no figuran en los celebrados libros de Ryszard Kapuscinski.
En Espa?a contamos con valientes ensayos que hablan de las v¨ªctimas (como La derrota del vencedor) y novelas (como Patria). Pero falta un libro de periodismo narrativo con la fuerza de la verdad sobre ETA como esta ofrenda neta de prosa impecable que firma Patrick Radden Keefe, y que creo a la altura de Hiroshima, de John Hersey.
LECTURAS RECOMENDADAS
Hijos del carb¨®n. Noem¨ª Sabugal. Alfaguara, 2020. 336 p¨¢ginas. 18,90 euros.
Sense por de morir: Els silencis del 17-A / Los silencios del 17-A. Anna Teixidor. Traducci¨®n de Concepci¨® L. Moreno Oliveras. P¨°rtic, 2020 / Di?resis, 2020. 440 / 416 p¨¢ginas. 18 euros.
Una historia de Rus. Cr¨®nica de la guerra en el este de Ucrania. Argemino Barro. La Huerta Grande, 2020. 317 p¨¢ginas. 16 euros.
No digas nada. Patrick Radden Keefe. Traducci¨®n de Ariel Font. Reservoir Books, 2020. 544 p¨¢ginas. 21,75 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.