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LECTURA

As¨ª escrib¨ª ¡®La guerra del fin del mundo¡¯: autobiograf¨ªa literaria de Vargas Llosa

Babelia adelanta un cap¨ªtulo de ¡®La realidad de un escritor¡¯, que re¨²ne una serie de conferencias in¨¦ditas en espa?ol en las que el Nobel detalla su experiencia personal como novelista. El libro llega este mi¨¦rcoles a las librer¨ªas

Mario Vargas Llosa
El escritor Mario Vargas Llosa, fotografiado en Madrid en 2016.
El escritor Mario Vargas Llosa, fotografiado en Madrid en 2016.Bernardo P¨¦rez

La realidad de un escritor, que publica este mi¨¦rcoles la editorial Triacastela, llega a las librer¨ªas como parte de una serie de libros titulada Sobras completas, formada por este volumen in¨¦dito de Mario Vargas Llosa, otro titulado Di¨¢logos en el Per¨², que re¨²ne 38 conversaciones del autor con diversos periodistas peruanos de 1964 a 2019, y un tercero que recoge un ¡°ensayo dialogado¡± entre el escritor y el fil¨®sofo Fernando Savater, bajo el t¨ªtulo V¨ªas paralelas: Vargas Llosa y Savater.

***

Si yo tuviera que escoger una entre todas las novelas que he publicado, probablemente elegir¨ªa La guerra del fin del mundo, porque lo considero el proyecto m¨¢s ambicioso que me he planteado. Es tambi¨¦n el libro que me exigi¨® m¨¢s tiempo de trabajo y el que me plante¨® m¨¢s dificultades. Lo digo por muchas razones, pero especialmente por dos. Una es que esta fue la primera de mis novelas que no est¨¢ localizada en mi pa¨ªs, Per¨², sino en uno extranjero, Brasil. La otra es que se trata del primer libro que no es contempor¨¢neo a mi propia vida, sino una novela hist¨®rica situada a finales del siglo diecinueve. Si me hubieran preguntado hace quince a?os sobre la posibilidad de que escribiese un libro de estas caracter¨ªsticas ¡ªque no se desarrollase en Per¨² ni fuese contempor¨¢neo¡ª probablemente habr¨ªa respondido: ¡°No, nunca¡±. Siempre escribo libros sobre Per¨² y todos han sido contempor¨¢neos.

A pesar de que yo siempre hab¨ªa pensado que mi vocaci¨®n era escribir relatos actuales, siempre situados entre mi propia gente y en paisajes familiares, con personas que hablan el mismo tipo de lenguaje que yo, lo que me permite recrearlo con facilidad, un d¨ªa tuve una experiencia tan potente que me estimul¨® a escribir sobre otra cosa, a escribir La guerra del fin del mundo. Esa experiencia fue la lectura de un libro extraordinario que se llama Os Sert?es, del autor brasile?o Euclides da Cunha. Os Sert?es es uno de los libros m¨¢s extraordinarios que se han escrito jam¨¢s en Am¨¦rica Latina y una obra esencial para entender lo que este continente es, o, mejor dicho, lo que no es. Cualquiera que quiera comprender como un especialista los problemas y las culturas latinoamericanas, deber¨ªa empezar por leer Os Sert?es.

Creo que Os Sert?es es uno de los libros que he le¨ªdo con mayor asombro, entusiasmo y pasi¨®n. ?Por qu¨¦ me impresion¨® tanto? Las razones son muchas. En primer lugar, en el momento en que le¨ª Os Sert?es me preocupaban mucho algunos problemas relacionados con Latinoam¨¦rica. Uno de ellos era: ?C¨®mo es posible que los intelectuales latinoamericanos ¡ªpersonas de ideas, cultas, personas que est¨¢n bien informadas sobre lo que ocurre en nuestros pa¨ªses, que, generalmente, han viajado mucho y por esa raz¨®n pueden comparar lo que ocurri¨® en un pa¨ªs con lo que ocurri¨® en otro y tener una visi¨®n general o perspectiva de los problemas de Am¨¦rica Latina¡ª hayan sido responsables, tantas veces, de los conflictos y problemas a los que Latinoam¨¦rica se ha enfrentado en su historia? ?Cu¨¢l es la raz¨®n por la que los intelectuales han contribuido, por ejemplo, a la intolerancia, que es uno de los aspectos m¨¢s oscuros de nuestra historia? Los intelectuales han promovido la intolerancia; intolerancia religiosa en el pasado e intolerancia ideol¨®gica y pol¨ªtica en el presente. Es cierto que tambi¨¦n ellos han sido v¨ªctimas de la intolerancia muchas veces; han sido perseguidos, encarcelados, torturados, a veces asesinados por dictaduras. Pero en sus declaraciones pol¨ªticas han reaccionado a esta clase de intolerancia en muchos, muchos casos, con otra intolerancia equivalente, promoviendo un tipo de interpretaci¨®n celosa y dogm¨¢tica de nuestra sociedad y nuestra realidad. ?Por qu¨¦ ocurre esto? ?Por qu¨¦ la gente instruida de nuestro continente ha participado de la misma manera que otras secciones de nuestra sociedad en la creaci¨®n de este sistema de intolerancia, que es la ra¨ªz de nuestros problemas?

Lamentablemente, por muchas razones los intelectuales latinoamericanos todav¨ªa tienen grandes sesgos ideol¨®gicos en su enfoque de los problemas pol¨ªticos, sociales y culturales. Hay excepciones, por supuesto; pero en general yo dir¨ªa que, si el enfoque pragm¨¢tico es, como creo, m¨¢s civilizado y mejor para entender lo que es la realidad, entonces la gente com¨²n en Am¨¦rica Latina tiene, probablemente, una comprensi¨®n m¨¢s clara que los intelectuales y artistas de lo que es bueno para Latinoam¨¦rica.

Leer Os Sert?es me proporcion¨® una extraordinaria descripci¨®n de lo que ha sido este problema en un caso concreto, Brasil, y en un acontecimiento concreto, la guerra civil de Canudos. Me conmovi¨® profundamente el caso del propio Euclides da Cunha, el autor de Os Sert?es, porque su experiencia fue como la encarnaci¨®n de la que han tenido, y tienen, muchos intelectuales de Am¨¦rica Latina. Adem¨¢s, qued¨¦ muy impresionado porque creo que el libro es una obra maestra. No es una novela, pero puede leerse como si fuese un extraordinario relato.

El libro es una descripci¨®n de algo que ocurri¨® en Brasil a finales del siglo XIX. Resumir¨¦ esta guerra civil, la guerra de Canudos, porque asumo que la mayor¨ªa de los norteamericanos nunca han o¨ªdo nada sobre estos episodios, como tambi¨¦n es el caso en Am¨¦rica Latina. Probablemente sepan que la independencia brasile?a lleg¨® a finales del siglo XIX y fue una transici¨®n relativamente pac¨ªfica desde la monarqu¨ªa a la rep¨²blica. Un golpe militar, apoyado en general por todo el Brasil occidentalizado, estableci¨® la rep¨²blica en 1888.

El movimiento republicano, que aplast¨® a la monarqu¨ªa y la reemplaz¨®, fue un movimiento progresivo en el que los militares y los intelectuales fueron las fuerzas motrices. El ej¨¦rcito y los intelectuales estaban unidos; fue una de las pocas ocasiones en que estos dos grupos compartieron objetivos pol¨ªticos y sociales en Latinoam¨¦rica, un prop¨®sito com¨²n.

Hubo, por ejemplo, un personaje muy interesante, un militar e intelectual llamado Benjamin Constant, profesor en la escuela militar de R¨ªo de Janeiro. Muy influenciado por la doctrina positivista francesa, era un lector entusiasta de la filosof¨ªa francesa y pensaba que Auguste Comte era realmente el gran pensador de su ¨¦poca. As¨ª que introdujo el positivismo en la escuela militar de R¨ªo de Janeiro, y muchos de sus oficiales se formaron en las ideas positivistas. Como probablemente hayan escuchado, el positivismo fue muy importante en varios pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, particularmente en Brasil y M¨¦xico. Pero el pa¨ªs donde tuvo m¨¢s influencia y donde lleg¨® a ser una filosof¨ªa oficial del gobierno y de la sociedad fue Brasil.

En Brasil, el positivismo tuvo mucha m¨¢s influencia que en la propia Francia. Creo que Brasil fue el ¨²nico lugar en el mundo donde aquellos templos de la raz¨®n que Comte suger¨ªa se construyeron realmente, tempos que estaban orientados hacia Par¨ªs, como las mezquitas est¨¢n orientadas a La Meca. Benjamin Constant, en la escuela militar de R¨ªo de Janeiro, ense?¨® a los j¨®venes oficiales que la ¨²nica manera de que Brasil llegara a ser un pa¨ªs moderno, una sociedad progresista, era convirti¨¦ndose en rep¨²blica, sustituyendo el anticuado y obsoleto sistema mon¨¢rquico por una rep¨²blica.

Imagen de mujeres y ni?os presos tomada en Canudos en 1897 por el fot¨®grafo Fl¨¢vio de Barros durante al rebeli¨®n de campesinos contra la rep¨²blica.
Imagen de mujeres y ni?os presos tomada en Canudos en 1897 por el fot¨®grafo Fl¨¢vio de Barros durante al rebeli¨®n de campesinos contra la rep¨²blica.Fl¨¢vio de Barros

Esta fue tambi¨¦n la idea de todos los intelectuales progresistas de Brasil; y as¨ª, cuando los militares se rebelaron contra la monarqu¨ªa, los intelectuales los apoyaron, y todo el Brasil civilizado los sigui¨® y acept¨® la rep¨²blica, que se estableci¨® en 1888 con gran entusiasmo popular y con la convicci¨®n de que transformar¨ªa Brasil en algo similar a los Estados Unidos de Am¨¦rica. Ese era uno de los modelos que los brasile?os ten¨ªan en mente cuando crearon la rep¨²blica. Eran personas realmente convencidas de que la rep¨²blica cambiar¨ªa la suerte de los pobres en Brasil, que no solo significar¨ªa modernizaci¨®n, sino tambi¨¦n justicia social, la desaparici¨®n ¡ªo al menos disminuci¨®n¡ª de todas las desigualdades econ¨®micas. Eran progresistas en el sentido m¨¢s profundo de la palabra. Por supuesto, se necesit¨® alg¨²n tiempo para que las instituciones republicanas se extendieran por todo el enorme pa¨ªs, para llegar a las ¨¢reas remotas de Brasil.

Unos pocos a?os despu¨¦s de que se estableciera la rep¨²blica, en un ¨¢rea remota y aislada del interior del estado de Bah¨ªa, un lugar que se hab¨ªa estado desarrollando ¡ªo m¨¢s o menos languideciendo¡ª sin comunicaci¨®n con el resto de pa¨ªs, hubo una rebeli¨®n, una rebeli¨®n en contra de la rep¨²blica. Y los rebeldes eran probablemente los m¨¢s pobres de Brasil. Eran campesinos, vaqueros, personas que se sublevaron contra la instituci¨®n, contra la rep¨²blica. Al principio, nadie tuvo conocimiento sobre esta rebeli¨®n porque la zona estaba tan aislada que solo las autoridades en Salvador, la capital del estado de Bah¨ªa, recibieron informaci¨®n al respecto. Enviaron una compa?¨ªa de la Guardia Civil para aplastar el movimiento, que no les parec¨ªa muy importante. Pero los rebeldes los derrotaron y se llevaron todas las armas. Este resultado inesperado cre¨® cierta preocupaci¨®n en Salvador, que esta vez envi¨® un batall¨®n, dirigido por el mayor Febronio DeBrito.

La segunda expedici¨®n tambi¨¦n fue derrotada y destruida por los rebeldes. El mayor DeBrito escap¨®, pero los insurgentes se quedaron con todas las armas. Esta segunda derrota supuso un enorme esc¨¢ndalo, esta vez por todo el pa¨ªs. En R¨ªo, en S?o Paulo, por ejemplo, hubo muchas reuniones sobre la situaci¨®n. Lo curioso era que nadie pod¨ªa entender lo que suced¨ªa porque en la mente de la ¨¦lite ¡ªla ¨¦lite pol¨ªtica, intelectual y militar del pa¨ªs¡ª era simplemente impensable que hubiera una revuelta de los pobres contra algo que se hab¨ªa creado precisamente para su beneficio, para los campesinos, para las v¨ªctimas de Brasil. Los brasile?os occidentalizados no comprend¨ªan la resistencia de los campesinos y buscaron una explicaci¨®n.

Fue en ese momento cuando los intelectuales progresistas de Brasil comenzaron a jugar un papel fundamental. Como no pod¨ªan entender lo que estaba ocurriendo, hicieron lo que hacen todos los intelectuales en esos casos: se inventaron una teor¨ªa. Afirmaron que esto no era una rebeli¨®n de los campesinos pobres del noreste (Bah¨ªa), algo impensable. Ten¨ªa que tratarse de una rebeli¨®n organizada por los enemigos de la rep¨²blica. ?Y qui¨¦nes eran los enemigos de la rep¨²blica? Los mon¨¢rquicos, los antiguos miembros de la corte, los oficiales exiliados en Buenos Aires o en Lisboa y, por supuesto, los terratenientes del interior de Bah¨ªa, esos ricos que son los enemigos naturales de la rep¨²blica. Los mon¨¢rquicos eran los verdaderos responsables de la rebeli¨®n, e Inglaterra tambi¨¦n era responsable como enemigo natural de la rep¨²blica. La monarqu¨ªa hab¨ªa tenido una estrecha relaci¨®n comercial y econ¨®mica con Inglaterra, pero la rep¨²blica quer¨ªa orientar su comercio m¨¢s hacia los Estados Unidos de Am¨¦rica, as¨ª que a Inglaterra le perjudicaba esta pol¨ªtica. Por esta raz¨®n, los intelectuales pensaron que Inglaterra interven¨ªa en la rebeli¨®n, que era, de hecho, una conspiraci¨®n creada por los enemigos de la rep¨²blica. Lo que resulta verdaderamente fascinante es que esta teor¨ªa, una creaci¨®n imaginaria de los pol¨ªticos e intelectuales del Brasil occidentalizado, fue tomando forma poco a poco y se convirti¨® en una realidad indiscutible, una cosa tan obvia que nadie pensar¨ªa en falsificarla o criticarla.

Euclides da Cunha, que era un republicano fan¨¢tico, un hombre totalmente convencido de la necesidad de la rep¨²blica como medio para modernizar Brasil y crear justicia social en el pa¨ªs (hab¨ªa sido expulsado de la academia miliar en R¨ªo de Janeiro porque se neg¨® a saludar a un ministro de la monarqu¨ªa), estaba trabajando en ese momento como periodista en S?o Paulo y escribi¨® art¨ªculos vehementes contra los rebeldes del noreste, llamando a esta rebeli¨®n ¡°nuestra Vend¨¦e¡±, en alusi¨®n al movimiento reaccionario franc¨¦s en la Breta?a contra la Revoluci¨®n Francesa.

La rep¨²blica mand¨® una tercera expedici¨®n militar para aplastar la rebeli¨®n y puso al coronel Moreira C¨¦sar, un oficial republicano famoso en Brasil, a la cabeza de la fuerza expedicionaria. ?l tambi¨¦n era un republicano fan¨¢tico y positivista, que hab¨ªa luchado por la rep¨²blica desde que era un joven oficial. Una estrella militar, con grandes haza?as en su carrera. Hab¨ªa aplastado una peque?a revuelta contra la rep¨²blica en Santa Catalina, un suceso en el que mostr¨® una terrible crueldad. Era un h¨¦roe de la rep¨²blica, y su S¨¦ptimo Regimiento era uno de los pilares estelares del ej¨¦rcito. Fue enviado a aplastar la rebeli¨®n y, por supuesto, todo el pa¨ªs estaba esperando el resultado. Pero los rebeldes tambi¨¦n derrotaron a Moreira C¨¦sar. Lo mataron a ¨¦l y a muchos de sus lugartenientes, qued¨¢ndose con la mayor¨ªa de las armas del S¨¦ptimo Regimiento.

La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa

Se pueden imaginar c¨®mo fueron recibidas estas noticias en las principales ciudades de Brasil. En R¨ªo hubo manifestaciones espont¨¢neas de las masas contra los mon¨¢rquicos que todav¨ªa viv¨ªan all¨ª. Algunos de ellos fueron linchados por los manifestantes. Se quemaron peri¨®dicos mon¨¢rquicos que todav¨ªa se publicaban. Fue un aut¨¦ntico esc¨¢ndalo nacional. En la prensa aparecieron art¨ªculos que explicaban c¨®mo Moreira C¨¦sar hab¨ªa sido derrotado porque la Armada brit¨¢nica hab¨ªa participado directamente en la rebeli¨®n con armas, con material explosivo que se hab¨ªa introducido de contrabando en los territorios de Bah¨ªa, y c¨®mo los oficiales brit¨¢nicos y los mon¨¢rquicos estaban, de hecho, luchando con los rebeldes.

Todo esto sali¨® en los peri¨®dicos. Hay un libro muy interesante (No calor da hora), escrito por un soci¨®logo brasile?o, que es una descripci¨®n de lo que los peri¨®dicos publicaron sobre la rebeli¨®n. Es fascinante leerlo porque muestra c¨®mo el periodismo y la historia, en un momento dado, pueden convertirse en una rama de la ficci¨®n, exactamente como la poes¨ªa o la novela.

Despu¨¦s de la derrota de C¨¦sar, se envi¨® pr¨¢cticamente la mitad del ej¨¦rcito brasile?o, en una cuarta expedici¨®n, para combatir a los rebeldes. Euclides da Cunha fue en esta expedici¨®n, y se qued¨® unas cuantas semanas en Canudos, donde la rebeli¨®n ten¨ªa lugar. Pudo ver con sus propios ojos lo que pasaba en esta ciudadela rebelde. Resulta una experiencia pedag¨®gica leer lo que escribi¨® en los art¨ªculos que enviaba a su peri¨®dico de S?o Paulo desde el frente. Aunque estaba all¨ª y pod¨ªa ver qui¨¦nes eran los rebeldes, en realidad estaba totalmente ciego. Era un intelectual extremadamente honesto, pero estaba tan convencido de sus ideas que solo ve¨ªa lo que su ideolog¨ªa le permit¨ªa ver. Y en los art¨ªculos escribi¨® sobre oficiales navales de cabello rubio, obviamente oficiales ingleses. Escribi¨® sobre explosivos que s¨®lo el ej¨¦rcito brit¨¢nico ten¨ªa y mencion¨® un episodio que fue ampliamente comentado por la prensa de la ¨¦poca: un importante cargamento brit¨¢nico de armas que se hab¨ªa descubierto en Salvador.

Por supuesto, la cuarta expedici¨®n acab¨® con la revuelta. Todos los insurgentes fueron asesinados, en una de las masacres m¨¢s horribles en la historia de Am¨¦rica Latina, y se dijo que el ej¨¦rcito brasile?o mat¨®, al menos, a cuarenta mil personas. Canudos qued¨® totalmente destruida porque los rebeldes nunca se rindieron, los mataron. Despu¨¦s de la masacre, el ej¨¦rcito decidi¨® destruir todas las casas que a¨²n quedaban en pie. Fue como una voluntad inconsciente de hacer desaparecer todo rastro de lo que hab¨ªa ocurrido. Todas las casas se destruyeron y los supervivientes, algunas mujeres y ni?os, fueron enviados a diferentes familias por todo el pa¨ªs.

Euclides da Cunha fue uno de los primeros en entender que algo muy tr¨¢gico hab¨ªa sucedido, que tras aquel drama social se ocultaba un terrible malentendido. Fue uno de los primeros brasile?os en preguntarse: ?Qu¨¦ le hemos hecho a esta gente? ?D¨®nde est¨¢n los oficiales brit¨¢nicos? ?Y los terratenientes? ?D¨®nde est¨¢n los brasile?os mon¨¢rquicos? Todos aquellos miserables eran campesinos, personas iletradas que no ten¨ªan ni idea de lo que era Brasil, gente que luch¨® contra el ej¨¦rcito al grito de ¡°?Viva Jes¨²s!¡±. Se preocup¨® y se angusti¨® mucho, con sentimientos terribles sobre lo que el Brasil civilizado le hab¨ªa hecho a los rebeldes. Intent¨® entender lo que realmente hab¨ªa ocurrido.

?C¨®mo era posible que un pa¨ªs como Brasil se hubiera sumergido en esta confusi¨®n nacional? Os Sert?es, el libro de Euclides da Cunha, es la explicaci¨®n que se da a s¨ª mismo, a su pa¨ªs y a la posterioridad de lo que pas¨® en Canudos, de c¨®mo fue posible aquella guerra civil.

Le llev¨® tres a?os escribir el libro. Se dijo que le cost¨® el mismo tiempo que construir un puente. Era tambi¨¦n ingeniero y trabajaba lejos de Canudos, escribiendo el libro y construyendo el puente al mismo tiempo. Os Sert?es es una obra extraordinaria porque es una autocr¨ªtica a la vez personal y nacional. Al tratar de entender lo que fue la rebeli¨®n de Canudos, creo que Da Cunha descubri¨® lo que es Am¨¦rica Latina, lo que es un pa¨ªs latinoamericano y, como dije anteriormente, tambi¨¦n lo que no es. En su libro nos mostr¨® que importar instituciones, ideas, valores, e incluso tendencias est¨¦ticas desde Europa a Am¨¦rica Latina es algo que puede tener consecuencias muy diferentes, puede producir resultados inesperados. Explic¨® la rebeli¨®n, por ejemplo, como una deformaci¨®n de las ideas religiosas que se importaron a Brasil y se impusieron en esta comunidad de campesinos. Estas personas hab¨ªan sido educadas por fan¨¢ticos integristas cat¨®licos, monjes que predicaron una visi¨®n intolerante y dogm¨¢tica que fue profundamente asimilada por esta comunidad aislada de caboclos del interior de Bah¨ªa, personas que encontraron en aquella religi¨®n la ¨²nica fuente de alivio a sus terribles sufrimientos.

En aquella atm¨®sfera eran posibles muchas desviaciones absurdas de las religiones establecidas. Hab¨ªa muchos predicadores cruzando los sertones, transformando la religi¨®n en una especie de culto fan¨¢tico. Uno de aquellos predicadores fue el l¨ªder de la rebeli¨®n, Antonio Consejero, un hombre misterioso, con una juventud y una infancia enigm¨¢ticas, un hombre que nunca hab¨ªa sido pol¨ªtico antes de saber que se hab¨ªa establecido la rep¨²blica. Cuando se enter¨®, inmediatamente reaccion¨®, no solo como l¨ªder religioso sino tambi¨¦n pol¨ªtico, declarando que la rep¨²blica era el anticristo. Esto lo hab¨ªa aprendido de los misioneros capuchinos, que siempre hab¨ªan predicado contra la idea de una rep¨²blica, como algo inventado por los enemigos de la Iglesia, por los masones, por ejemplo.

Antonio Consejero era un hombre muy coherente y cuando se fund¨® la rep¨²blica reaccion¨® de forma acorde con las doctrinas e ideas religiosas en las que siempre hab¨ªa vivido. Pens¨® que como el anticristo ya estaba en Brasil, la gente deb¨ªa estar preparada para luchar contra ¨¦l. Era la obligaci¨®n que ten¨ªan como cristianos. Esa fue la fuerza motriz detr¨¢s de la rebeli¨®n, la idea religiosa de que el mal estaba en Brasil y los cristianos, los aut¨¦nticos cristianos, deb¨ªan luchar contra esa plaga. Lo extraordinario es que la gente siguiera al Consejero y aceptara sus ideas. Lo siguieron porque pod¨ªan entender lo que les dec¨ªa. El Consejero era una figura carism¨¢tica, sab¨ªa llegar a las mentes y los corazones de la gente sencilla, como los campesinos.

Por otro lado, no pudieron entender las ideas positivistas que estaban detr¨¢s de la rep¨²blica, ni la propia instituci¨®n abstracta de la rep¨²blica, con sus cuerpos representativos. Todas estas abstracciones estaban muy alejadas de sus vidas diarias. Sin embargo, s¨ª les fue f¨¢cil transformar esas nociones abstractas en algo sospechoso, algo que pod¨ªa encarnar un peligro para sus vidas, y a¨²n m¨¢s para sus almas. Cuando aquellos extranjeros llegaron (y las tropas militares eran extranjeras para los campesinos que nunca hab¨ªan visto gente de R¨ªo o S?o Paulo), sintieron amenazada su cultura propia, que estaba compuesta de cosas primitivas, costumbres antiguas, ideas religiosas dogm¨¢ticas, pero les daba un sentimiento de pertenencia a algo que todos compart¨ªan. No ten¨ªan nada que compartir con aquellos extranjeros que llegaron con Moreira C¨¦sar hablando de la rep¨²blica y de las ideas positivistas. Adem¨¢s eran ateos, como C¨¦sar, que consideraba la religi¨®n un obst¨¢culo para el progreso y la modernizaci¨®n. Para aquellos campesinos, todo esto confirmaba que la rep¨²blica era el anticristo. La sociedad de Brasil estaba dividida por prejuicios rec¨ªprocos, por intolerancias rec¨ªprocas, religiosas por un lado, ideol¨®gicas por otro. Todo eso produjo la cat¨¢strofe.

Para m¨ª, aquello fue como ver en un peque?o laboratorio el modelo de algo que hab¨ªa estado sucediendo a lo largo de Am¨¦rica Latina desde el comienzo de nuestra independencia. Todos los pa¨ªses latinoamericanos han pasado por situaciones m¨¢s o menos parecidas. La divisi¨®n de la sociedad en funci¨®n de esas visiones rec¨ªprocas y dogm¨¢ticas de lo que deber¨ªa ser su organizaci¨®n pol¨ªtica, siempre ha tenido consecuencias similares: guerras, represi¨®n, masacres. Me conmovi¨® profundamente todo lo que Da Cunha describi¨® en Os Sert?es e inmediatamente sent¨ª la necesidad de fantasear sobre ello y escribir una novela usando Canudos, aunque no dir¨ªa que como pretexto, porque estaba fascinado por el suceso en s¨ª mismo, que era una aventura extraordinaria. Pero al mismo tiempo sent¨ª que si escrib¨ªa una novela convincente, con Canudos como escenario de esa historia, quiz¨¢ podr¨ªa presentar de forma ficticia la descripci¨®n de un fen¨®meno continental, algo que todo latinoamericano podr¨ªa reconocer como parte de su propio pasado, en algunos casos como su propio presente, porque en la Am¨¦rica Latina contempor¨¢nea todav¨ªa existen Canudos en muchos pa¨ªses. En Per¨², por ejemplo, tenemos un Canudo vivo en los Andes.

Por eso decid¨ª utilizar los acontecimientos hist¨®ricos de Canudos como materia prima para escribir una novela en la que ser¨ªa totalmente libre de cambiar, deformar e inventar situaciones, usando el trasfondo hist¨®rico solo como punto de partida para crear lo que ser¨ªa esencialmente una ficci¨®n, es decir, una invenci¨®n literaria. Decid¨ª seguir, en general, los episodios hist¨®ricos, las cuatro expediciones militares, y utilizar algunas de las personas reales, como el coronel Moreira C¨¦sar o El Consejero, el l¨ªder de los rebeldes, como figuras literarias, pero sin respetar sus biograf¨ªas y adoptando libremente lo que sent¨ª que era ¨²til para mis prop¨®sitos literarios.

Creo que he le¨ªdo todo lo que se ha escrito sobre Canudos. Me fascin¨® la investigaci¨®n porque constantemente descubr¨ªa un material muy rico y sugerente para la ficci¨®n. Toda la historia republicana de la guerra estaba bien documentada, pero el lado rebelde no lo estaba en absoluto; no hab¨ªa documentos escritos por los insurgentes. Algunos de los que sobrevivieron fueron entrevistados, pero muchos a?os despu¨¦s. Hab¨ªa, por ejemplo, alg¨²n material escrito sobre Vilanova, uno de los l¨ªderes de la rebeli¨®n, al que encontr¨® un periodista cuando ya era un anciano y lo entrevist¨®. De ah¨ª sali¨® un documento, uno de los pocos de los rebeldes.

Todo esto me dio una gran oportunidad para inventar, para fantasear sobre lo que les ocurri¨® a los rebeldes, sobre lo que sucedi¨® en la ciudadela de Canudos. Recuerdo lo emocionado que estaba el d¨ªa que le¨ª ¡ªaunque no recuerdo en qu¨¦ libro o art¨ªculo de peri¨®dico¡ª que entre los rebeldes de la ciudadela hab¨ªa una especie de monstruo, un individuo de Natuba, muy deformado, que sab¨ªa escribir. La idea de que hubiera all¨ª al menos una persona que sab¨ªa escribir y que, probablemente, hab¨ªa escrito algo, fue para m¨ª muy conmovedora. Me afect¨® profundamente que pudiese haber un escritor entre los rebeldes.

A partir de este descubrimiento cre¨¦ un personaje completo, muy importante en mi novela, llamado Le¨®n de Natuba, que es un escritor, alguien muy cercano al Consejero que escribe todo lo que dice y documenta todo lo que sucede. Us¨¦ los nombres de algunos lugartenientes del Consejero, pero me invent¨¦ sus biograf¨ªas. Un aspecto emocionante de la rebeli¨®n fue que una vez que comenz¨® la guerra toda la gente de la regi¨®n se acerc¨® a la ciudadela, al sitio rebelde. Algunos curas de pueblo fueron a luchar con el Consejero, que oficialmente fue considerado un hereje. Pero a pesar de esto, los curas de pueblo de la regi¨®n hab¨ªan tejido una solidaridad natural con aquella gente y lucharon junto a los rebeldes. Todos los criminales de la regi¨®n (los cangaceiros, aunque el nombre no era popular en aquel momento), las pandillas de bandidos, se unieron inmediatamente a la ciudadela rebelde y fueron los verdaderos jefes militares de la rebeli¨®n.

Paje¨² fue un bandido muy famoso en la regi¨®n, que lleg¨® a ser la mano derecha del Consejero. En su biograf¨ªa emple¨¦ lo que podr¨ªa llamarse un patr¨®n estereotipado de lo que era un bandido en el sert¨®n de aquella ¨¦poca. Decid¨ª escribir primero una versi¨®n de la novela sin visitar la regi¨®n, sin mirar con mis ojos al sert¨®n, a los lugares donde tuvo lugar la rebeli¨®n. Y eso es lo que hice. Trabaj¨¦ dos a?os en una primera versi¨®n muy larga de la novela. Solo cuando termin¨¦ esa versi¨®n fui a Bah¨ªa, a Salvador, y al sert¨®n. Tuve la suerte de que me acompa?ara en este viaje un brasile?o, un antrop¨®logo llamado Renato Ferraz, que hab¨ªa sido director del Museo de Arte Moderno de Salvador; conoc¨ªa muy bien el sert¨®n y a los caboclos (la gente de la regi¨®n), estaba familiarizado con la historia y la sociolog¨ªa del ¨¢rea y ten¨ªa muchos amigos en los pueblos del sert¨®n.

La realidad de un escritor, de Mario Vargas Llosa

Que Ferraz aceptara fue realmente una gran ayuda para m¨ª, porque los caboclos son reservados, muy diferentes de la gente de la zona costera de Bah¨ªa, en Salvador, que son extrovertidos. La sociedad cabocla desconf¨ªa de los extra?os. Pero consideraban a Renato Ferraz como uno de ellos y fueron completamente receptivos con ¨¦l. Fuimos a visitar los veinticinco peque?os pueblos del sert¨®n donde se dice que el Consejero predic¨®. Incluso vimos el pueblo en que la iglesia construida por el Consejero est¨¢ todav¨ªa en pie. Para la gente de la regi¨®n, Canudos y la guerra civil todav¨ªa estaban muy presentes, porque hab¨ªa sido el acontecimiento m¨¢s importante de sus vidas, quiz¨¢ el ¨²nico importante. Todas las familias de all¨ª ten¨ªan alg¨²n padre o abuelo que hab¨ªa formado parte de la rebeli¨®n, y todo el mundo hab¨ªa escuchado an¨¦cdotas y episodios de la guerra. Las canciones que se cantaban en aquella ¨¦poca se segu¨ªan cantando, y escuchamos muchas de aquellas canciones de guerra. Todo esto, como se pueden imaginar, fue un material extremadamente rico para la novela.

Me impresion¨® descubrir que la raz¨®n de la guerra tambi¨¦n estaba muy viva. Recuerdo c¨®mo, en algunos lugares, las preguntas que hac¨ªa sobre Canudos provocaron terribles discusiones entre la gente. Hab¨ªa personas que justificaban la intervenci¨®n, argumentando que esa era la ¨²nica manera en que Brasil pod¨ªa convertirse en una sociedad moderna e integrada, y dec¨ªan que los rebeldes fueron gente cruel. Fue triste, no hay duda, pero ?qu¨¦ puede hacer una rep¨²blica?

?Qu¨¦ puede hacer un Estado moderno cuando hay una rebeli¨®n de gente primitiva que lucha contra las instituciones sociales, que las considera como el anticristo? ?Puede la rep¨²blica rendirse a ese tipo de fanatismo? Su obligaci¨®n era defender la ley y el orden, y esa fue la raz¨®n por la que aplast¨® Canudos.

Por otro lado, recuerdo que el padre Gumercindo, el sacerdote de un peque?o pueblo, defendi¨® vehementemente a los rebeldes, argumentando que la corrupci¨®n de la Iglesia contempor¨¢nea deriv¨® de que gente como los republicanos ganara esa guerra, que la historia de la Iglesia habr¨ªa sido muy diferente si personas como el Consejero la hubiesen ganado. Explic¨® que el Consejero era la verdadera Iglesia, una Iglesia no corrompida por las ideas modernas. Fue incre¨ªble ver como todos los problemas que hab¨ªan estado detr¨¢s de Canudos segu¨ªan presentes en la regi¨®n.

Por supuesto, el momento m¨¢s importante de este viaje fue cuando llegu¨¦ a Canudos. Como ciudad ya no existe, ahora es un lago artificial. Se construy¨® una presa. El lugar donde se encontraba la ciudadela ahora est¨¢ sumergido bajo el agua, y la gente de la regi¨®n dice: ¡°?Lo ve? El Consejero ten¨ªa raz¨®n, porque anunci¨® que sert?o tornaria mar¡± (el desierto se convertir¨ªa en mar). Naturalmente, el agua est¨¢ all¨ª, y por eso ten¨ªa raz¨®n el Consejero. Todav¨ªa se pod¨ªa ver en la orilla del lago la cruz que, seg¨²n me contaban, estuvo una vez en la torre de la iglesia de Canudos. Toda la zona estaba todav¨ªa llena de cartuchos de la guerra. Tras aquella visita reescrib¨ª la novela dos veces m¨¢s y solo despu¨¦s de la ¨²ltima versi¨®n me sent¨ª m¨¢s seguro, o menos inseguro, que cuando escrib¨ª el primer borrador. Como ya he mencionado, nunca tuve una dificultad tan grande para escribir una novela, pero al mismo tiempo, nunca sent¨ª tanta emoci¨®n con el tema como con La guerra del fin del mundo, y eso, desde luego, me ayud¨® a superar todos los problemas.

Una de mis mayores dificultades fue imaginarme en qu¨¦ idioma deber¨ªa hablar aquella gente, porque yo escribo en espa?ol y ellos hablaban portugu¨¦s. Y, como escribo todas mis novelas de un modo realista, tuve que determinar qu¨¦ tipo de lengua iban a usar para que no sonara artificial al lector. Intent¨¦ crear un idioma que no es del todo espa?ol, a pesar de ser espa?ol, una lengua en la que introducir¨ªa algunos ¡°lusitanismos¡±, algunas palabras portuguesas, para dar color brasile?o a las frases, al idioma. No hice esto s¨®lo en el di¨¢logo, tambi¨¦n en las descripciones. Tuve la idea de darle al texto la estructura de una novela de aventuras. Como siempre he sido un gran admirador de esa literatura, Canudos me ofrec¨ªa una ocasi¨®n extraordinaria para escribir una novela ¨¦pica de aventuras, con muchas an¨¦cdotas y episodios, una historia en la que los acontecimientos militares fueran importantes. He recibido muchas influencias tanto de obras hist¨®ricas como literarias. Y algo que me sorprendi¨® mucho cuando viaj¨¦ a Bah¨ªa fue descubrir que la tradici¨®n caballeresca estaba viva todav¨ªa en esa parte de Brasil, en forma de ¡°literatura de cordel¡± (literatura ¨¦pica), que lleg¨® a Brasil con los portugueses. Ahora ha desaparecido por completo de Portugal, pero en el sert¨®n se pueden escuchar canciones caballerescas recitadas por trovadores. Yo utilic¨¦ esas canciones en mi novela como homenaje a la tradici¨®n de la caballer¨ªa y tambi¨¦n porque es algo que permanece en la cultura contempor¨¢nea del sert¨®n.

Quer¨ªa que fuese tambi¨¦n una novela de grandes espacios y que moviera la historia con gran libertad. Me parec¨ªa importante que su estructura y su forma ayudaran tambi¨¦n al lector contempor¨¢neo a conseguir la distancia necesaria con acontecimientos que tuvieron lugar hace casi un siglo. En algunos episodios utilic¨¦ deliberadamente un tipo de frase, un tipo de escritura, que aportara un sabor, una reminiscencia de la literatura decimon¨®nica. Decid¨ª que algunos personajes y algunos acontecimientos ten¨ªan que presentarse al lector con una gran distancia, que era importante, por ejemplo, que el Consejero fuese percibido por el lector como lo hab¨ªan percibido sus seguidores, no como un ser humano de carne y hueso, sino como una figura m¨ªtica, como una especie de presencia divina. Por esa raz¨®n era importante mantener al Consejero a distancia del lector todo el tiempo. El narrador nunca se acerca a ¨¦l; siempre lo mira desde la perspectiva de sus seguidores y lo describe tal y como lo percibe y lo siente la gente que lo considera una encarnaci¨®n divina. Narr¨¦ todos estos episodios en un estilo del siglo diecinueve, pero los altern¨¦ con otros de enfoque m¨¢s moderno.

Muchos a?os antes de leer a Euclides da Cunha tuve la idea de escribir una novela o un relato, una pieza de ficci¨®n, sobre un personaje que me hab¨ªa imaginado mientras le¨ªa una historia del anarquismo espa?ol. Ya saben que ese movimiento fue muy importante en Espa?a desde el siglo diecinueve; en algunas regiones, como Andaluc¨ªa y Catalu?a, por ejemplo, se convirti¨® en un movimiento popular. Cuando le¨ª su historia descubr¨ª que un grupo de anarquistas catalanes hab¨ªa quedado especialmente impresionado con la frenolog¨ªa (pseudociencia creada por Franz Joseph Gall), seg¨²n la cual los huesos de la cabeza se consideraban la materializaci¨®n del alma, de la caracter¨ªsticas morales y psicol¨®gicas del individuo. Un experto en frenolog¨ªa pod¨ªa determinar inmediatamente las caracter¨ªsticas de un individuo tocando los huesos de su cabeza. Aquellos anarquistas catalanes quedaron muy impresionados con las ideas de Gall y decidieron que la frenolog¨ªa era el complemento cient¨ªfico del materialismo, que en la frenolog¨ªa se confirmaba la justificaci¨®n b¨¢sica del materialismo filos¨®fico.

Me emocion¨¦ al leer las ideas de estos fren¨®logos anarquistas o anarquistas frenol¨®gicos. Realmente me entusiasmaron, y decid¨ª escribir una novela o un relato con el personaje de un anarquista fren¨®logo. Pero era dif¨ªcil porque yo escrib¨ªa novelas sobre el Per¨² contempor¨¢neo. ?C¨®mo pod¨ªa meter un fren¨®logo all¨ª? Era ajeno a mis temas habituales. Sin embargo, cuando empec¨¦ a escribir La guerra del fin del mundo mi anarquista fren¨®logo encontr¨® inmediatamente un entorno familiar. As¨ª que lo coloqu¨¦ en Canudos, en esta novela de fanatismos rec¨ªprocos. Adem¨¢s le a?adi¨® al relato una nueva dimensi¨®n: el extranjero que viene a Am¨¦rica Latina con el fin de encontrar sus visiones personales, su utop¨ªa. Este es un aspecto importante de nuestra historia: extranjeros que vienen a Latinoam¨¦rica y no ven lo que es, sino lo que les gustar¨ªa que fuera para que ellos pudiesen satisfacer sus visiones personales. Tenemos una larga lista de personas de este tipo, empezando por Col¨®n, por supuesto. ?l quer¨ªa llegar a la India; tropez¨® con Am¨¦rica y vio en ella la India.

Quise que este fren¨®logo/anarquista encarnara en la novela a ese personaje aut¨¦ntico: el extranjero que confunde nuestra realidad, como el Consejero lo hace por razones religiosas y el Coronel Moreira C¨¦sar por motivos filos¨®ficos. En este caso, es la utop¨ªa la que lo ciega sobre la realidad que le rodea. Se convirti¨® en uno de los personajes principales de la novela.

Tambi¨¦n quise que Euclides da Cunha estuviera all¨ª; quer¨ªa a alguien que pudiese encarnar lo que ¨¦l personific¨® mejor que nadie en aquella guerra, el tipo de intelectual latinoamericano (listo, inteligente, culto, bien intencionado con respecto a nuestras realidades) que est¨¢, a pesar de todo eso, tan marcado ideol¨®gicamente que puede llegar a ser un factor esencial de nuestras tragedias, de nuestras cat¨¢strofes pol¨ªticas. Utilic¨¦ el caso de Euclides da Cunha para crear al periodista de la novela, el ¨²nico personaje al que nunca se le da nombre en el libro. Es un periodista miope (de esa forma se le describe en La guerra del fin del mundo), solo uno de los testigos de una historia que no puede entender realmente cuando la est¨¢ viviendo, pero que hace un gran esfuerzo para comprenderla despu¨¦s y escribe el libro que ofrecer¨¢ la explicaci¨®n real de lo que sucedi¨® en Canudos.

Quise que la literatura, la palabra escrita, fuera tambi¨¦n un personaje importante en la novela, porque cuando estaba investigando sobre Canudos descubr¨ª que la palabra escrita tuvo un papel esencial en lo que ocurri¨®. Todo el malentendido nacional fue posible por las cosas que dijeron los peri¨®dicos sobre Canudos, por los discursos que se pronunciaron y luego se publicaron, por las conferencias que se dieron sobre lo que estaba sucediendo. Y as¨ª la palabra escrita, que supuestamente describ¨ªa e interpretaba la realidad, fue de hecho transform¨¢ndola, cambi¨¢ndola, como hace frecuentemente la ficci¨®n. La palabra escrita fue testigo de la tragedia de Canudos. Quise que la literatura estuviera all¨ª, presente como un personaje real, manipulando los acontecimientos y empujando a las personas a asumir actitudes firmes. Este aspecto ¡ªla palabra escrita¡ª es muy importante en la novela. Hay art¨ªculos de los peri¨®dicos que aparecen en ella, por ejemplo describiendo discusiones pol¨ªticas en una asamblea. Tambi¨¦n se incluyen cartas intercambiadas entre los personajes, que describen sucesos y provocan que algunos cambien sus acciones y actitudes hacia Canudos.

Me result¨® muy dif¨ªcil inventar di¨¢logos convincentes para los campesinos, los vaqueros, para la gente m¨¢s pobre de La guerra del fin del mundo. En la novela estas personas no suelen hablar directamente al lector. Lo que dicen, sus palabras, generalmente se filtran a trav¨¦s de intermediarios, personas de clase media (intelectuales, m¨¦dicos, periodistas, terratenientes) cuyo lenguaje fue mucho m¨¢s f¨¢cil de extraer o inventar para m¨ª. Esto me ayud¨® a crear en la novela una sociedad tan dividida como realmente lo estaba en Brasil durante la guerra. El narrador expone al lector sobre todo el Brasil civilizado, el Brasil occidentalizado; y, a trav¨¦s de mecanismos literarios, mantiene cierta distancia con el otro lado del pa¨ªs. Este desequilibrio le da al lenguaje de la novela la personalidad de un mundo dividido, en el que hay dos sociedades totalmente incapaces de comunicarse entre s¨ª. De este modo, la principal preocupaci¨®n de La guerra del fin del mundo no son las diferencias religiosas o pol¨ªticas que existen en Brasil y, por extensi¨®n, en toda Am¨¦rica Latina, sino la divisi¨®n de estas dos sociedades debida a su incapacidad para comunicarse.

La realidad de un escritor, de Mario Vargas Llosa

La realidad de un escritor

Mario Vargas Llosa


Edici¨®n de Jos¨¦ L¨¢zaro


Triacastela, 2020


218 p¨¢ginas. 18 euros

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