Andr¨¦s Trapiello: ¡°No hay vidas m¨¢s importantes que otras, hay vidas bien o mal contadas¡°
El escritor publica ¡®Madrid¡¯, un libro en el que entrecruza sus memorias personales con la memoria de una ciudad a la que lleg¨® ¡°el d¨ªa m¨¢s importante¡± de su vida
El 4 de mayo de 1971, Andr¨¦s Trapiello (Le¨®n, 1953) y su hermano no quisieron probar tarta en el cumplea?os de su padre. Fue la decisi¨®n m¨¢s importante de su vida. Estall¨® una discusi¨®n violenta tras semanas de tensiones. La mesa se qued¨® en silencio ante los gritos de los tres, y s¨®lo su t¨ªo, el cura, crey¨® cort¨¦s intervenir para gritar: ¡°?Yo he estado en una guerra, yo he estado en una guerra!¡±. Casi medio siglo despu¨¦s, Trapiello recuerda de ese t¨ªo suyo: ¡°Era el hombre m¨¢s bueno del mundo y en absoluto belicoso, pero no encontr¨® un modo mejor de decirle a nuestro padre que contara con ¨¦l si las cosas se pon¨ªan feas. Hab¨ªa sido sargento provisional; no s¨¦ qui¨¦n pudo darle los galones¡±. Los hermanos Trapiello se fueron de casa en ese instante. A Madrid. El escritor se despidi¨® de una chica que se encontr¨® ese mismo d¨ªa por la calle por segunda vez, la chica del coro. Ella lo acompa?¨® al tren. ¡°Tambi¨¦n dejar¨ªa este pueblo de mierda si tuviese valor¡±, le dijo. ?l no la volvi¨® a ver m¨¢s. Muchos a?os despu¨¦s, un compa?ero de aquel coro le dijo que la muchacha se hab¨ªa suicidado y que hab¨ªa tenido un ni?o que se llamaba Andr¨¦s. ¡°Vivir¨¢ acaso¡±, cuenta Trapiello en el libro Madrid (Destino, 2020), 500 p¨¢ginas asombrosas sobre su vida en la ciudad, y la ciudad en su vida. Una memoria de Madrid, la ciudad desmemoriada, como pocas. Recibe Trapiello en su casa de la calle Conde de Xiquena el lunes 16 de noviembre. El sol entra por el sal¨®n. El escritor, protegido por una mascarilla, se deja caer en el sof¨¢.
PREGUNTA. Cuenta en el libro que aqu¨ª debajo se vendi¨® la primera hero¨ªna de Madrid.
RESPUESTA. El bar se llamaba el Tito¡¯s, con ap¨®strofo, porque entonces eso lo encontraban en Madrid de lo m¨¢s chic. Era 1978. Luego lo compr¨® un cura belga, y lo convirti¨® en un bar de alterne de chicos. Le puso un nombre tambi¨¦n muy bueno: Xanad¨².
P. Y que movida viene de mover droga.
R. S¨ª, eso era as¨ª. Movida era de moverse para ir a buscar droga. Se dijo muy al principio. Yo viv¨ª con uno que dec¨ªa: ¡°Bueno, te dejo, tengo que irme a la movida¡±, que era a comprar costo o perico, como ¨¦l lo llamaba. Es curioso porque, cuando a Unamuno le hablaban de la ikurri?a y de las esencias vascas, ¨¦l dec¨ªa que qu¨¦ es eso de las esencias vascas, ¡°si yo conoc¨ª al sastre que confeccion¨® la ikurri?a que viv¨ªa en mi misma calle, no me hablen de esencias¡±, porque es algo de antes de ayer. Todo es de antes de ayer.
P. ?Qui¨¦n es esa persona?
R. [Sonr¨ªe] Uno de tantos, uno que se mov¨ªa.
P. Escribe que en aquella ¨¦poca hay una renovaci¨®n est¨¦tica que lo es para distinguirse, pero tambi¨¦n para liberarse.
R. Pero ahora es lo mismo, y vest¨ªs todos igual. No os dais cuenta, pero desde fuera se ve: los zapatos, las camisas, los pelos, las barbas. Todo el mundo tiene barba, como en el siglo XIX. Llegar¨¢ un momento en que vuestros hijos detestar¨¢n las barbas y se dejar¨¢n un bigote a lo Clark Gable, no s¨¦. Cada ¨¦poca, y cada generaci¨®n, necesita distinguirse de la anterior para sobrevivir y para crecer. No puedes estar constantemente constre?ido por el legado. La emancipaci¨®n, en todos los sentidos, pasa tambi¨¦n por la emancipaci¨®n de la ropa y los suplementos.
P. Todo se recicla.
R. Es una de las teor¨ªas que yo tengo de Madrid. Como dec¨ªa Ca?abate, vamos de lamento en lamento, siempre estamos quej¨¢ndonos de si han quitado esta cosa, o si han quitado la otra, o si han hecho esta cosa tan fea. Bien, pero todo acaba poni¨¦ndose bonito. El churrigueresco y ese barroco excesivo de Madrid los neocl¨¢sicos lo encontraban detestable y destruyeron lo que pudieron. A nadie se le ocurrir¨ªa ahora tirar la fachada del hospicio donde est¨¢ hoy el Museo Municipal. Incluso tiene una gracia inmensa, pues es un edificio que estuvo a punto de echarse abajo hace menos de cien a?os porque lo encontraban muy feo. A m¨ª hoy los pantalones campana que yo llevaba me parecen espantosos, pero si ma?ana unos chicos los llevan me parecer¨¢ estupendo, porque lo que hace bonitas las cosas es el esp¨ªritu con que se viven, la juventud y la luminosidad con la que se vive eso. Hay muy pocas cosas feas, realmente, en cuanto a est¨¦tica; morales hay muchas cosas feas. Y lo que encontrabas muy elegante al cabo de cincuenta a?os te da un cierto alipori, y al cabo de ochenta la gente lo vuelve a encontrar bonito. Estamos constantemente reciclando cosas que nos parecen espantosas.
P. Se ha estrenado Anatom¨ªa de un dandy, un documental sobre Umbral en el que se habla mucho de Madrid, como es natural. Y ?ngel Antonio Herrera dice que la ciudad la describen, a finales de siglo, Sabina, Almod¨®var y el propio Umbral.
R. S¨ª, claro. Pero en Madrid todo tiene una caducidad muy corta, lo que brilla lo hace como un f¨®sforo: un fulgor que se agota pronto porque viene otro fulgor parecido. En los a?os noventa esos tres acaparan el fulgor de Madrid, pero ese Madrid se apaga inmediatamente y viene otro fulgor.
P. ?Casi siempre de fuera?
R. Los de fuera a Madrid hemos venido por un lado a que nos dejen en paz, como dice tu paisano Rafa Latorre, y por otro a vivir. Como llegamos llorados de casa, la gente no te da la torrada constantemente y, como adem¨¢s es una ciudad donde no hay problemas identitarios de ninguna clase, no hay problemas de victimaci¨®n.
P. Su libro es duro y tierno con la ciudad.
R. Es que la ciudad es oscura, pero el esp¨ªritu de los madrile?os acaba haci¨¦ndola luminosa, y muy circulada, muy aireada. La gente no se fija mucho en lo feo de Madrid. Madrid es una ciudad que est¨¢ constantemente destruyendo y, por contraste, es una ciudad donde los individuos est¨¢n constantemente construy¨¦ndose. Esto es una paradoja, pero es as¨ª lo que ocurre. Madrid se est¨¢ cayendo a pedazos siempre, pero al mismo tiempo es d¨®nde m¨¢s se ha construido. Y las gentes vienen a construirse y a hacer sus vidas. Y esa mezcla de las dos cosas produce esa impresi¨®n como de caf¨¦ irland¨¦s, caliente y fr¨ªo al mismo tiempo. Ese buen rollo es lo primero que perciben los forasteros.
P. Dedica unos p¨¢rrafos al Madrid de Umbral y Cela.
R. Umbral conmigo se port¨® siempre maravillosamente. Le he encontrado un talento un tanto agreste, un tanto asilvestrado, pero lleno de fogonazos y de un cierto temblor. Cosa que no he encontrado en Cela. As¨ª como Cela no me ha parecido nunca una buena persona, por lo menos literariamente, Umbral s¨ª. Umbral era un hombre que se compadec¨ªa de las criaturas. ?l es consciente de que sus libros solo pueden hacerse con los dem¨¢s. Los libros de Umbral est¨¢n hechos de gentes; los libros de Cela siempre los he visto hechos de Cela, y eso es lo que me separa de ¨¦l. Hay una especie de desprecio a los personajes, por eso no entend¨ªa que se le dijera barojiano. Esto de la literatura es muy raro.
P. ?Por qu¨¦?
R. Umbral detesta a Baroja y, sin embargo, es mucho m¨¢s barojiano que Cela, que dice que le gusta mucho Baroja, cosa que no es verdad. Baroja s¨ª tiene un punto de ternura hacia los personajes. En La busca, La lucha por la vida¡ esa trilog¨ªa es la novela cervantina del siglo XX.
P. Gald¨®s.
R. Es el gran historiador de esta ciudad, el que m¨¢s la ha humanizado. A Mesonero Romanos, por ejemplo, le interesan las piedras, las casas, el catastro, el urbanismo. A Gald¨®s lo que le interesa son las personas. Lo que ocurre es que a las personas las pone en un decorado y ese decorado es Madrid y no sale en primer plano. T¨² cuando est¨¢s leyendo Fortunata y Jacinta lo que te interesa es Fortunata, no la calle San Pedro, la Cava Baja, o el Rastro, que salen tambi¨¦n. A quien sigues es a Fortunata. Pero el paisaje de Madrid que le da Gald¨®s a sus personajes es tambi¨¦n un paisaje moral. Es un paisaje est¨¦tico que realza la belleza o el car¨¢cter de sus personajes. Y esto es lo que, en mi modestia, he tratado de hacer con el libro de Madrid.
P. Expl¨ªquese.
R. El libro de Madrid es un libro imposible de escribir, para m¨ª por lo menos. Primero porque los libros de ciudades no se leen: impacientan, se hacen muy largos, buscas solo una peque?a cosa, la consultas y listo, y yo quiero escribir libros que se lean, no libros de consulta. As¨ª que el libro de Madrid no sab¨ªa hacerlo de otra manera que contando una vida, que en este caso es la m¨ªa en la ciudad. Y un poco a la diabla, trenzando estos mimbres va saliendo el libro un adelante. Yo cuento mi vida y los lectores se interesan, porque los lectores se interesan por las vidas y los eruditos por otras cosas, como debe ser.
P. Tiene problemas con Larra.
R. Muchos. Larra es un escritor espl¨¦ndido, de una lengua bastante cervantina, pero es un nihilista absoluto. Pr¨¢cticamente no hay humanidad en ¨¦l, es fr¨ªo y calculador. Y adem¨¢s se suicida por una tonter¨ªa, realmente. De puro nihilismo.
P. Bueno, tonter¨ªa. Por amor.
R. En principio por una mujer. Yo le admiro much¨ªsimo, me parece un retratista de la realidad fabuloso, pero se podr¨ªa decir de ¨¦l lo que dec¨ªa Cervantes de La Celestina: ¡°Libro a mi entender divino si no fuera tan humano¡±. A Larra se le podr¨ªa decir lo mismo, escritor a mi entender divino, si no fuera tan humano. Es un hombre que dice que empieza a escribir porque le mueve la bilis. Yo no creo que de la bilis salga nada, de la bilis salen cosas biliosas.
P. ?Era un rom¨¢ntico?
R. Es la figura por antonomasia del Romanticismo. Incluso el nihilismo, incluso el pistoletazo con el que se quita la vida. Si no hubiera tenido ese momento de ofuscaci¨®n, un poco a lo tonto porque la v¨ªspera estaba hecho unas casta?uelas¡ Es un suicidio que nadie se explica. Yo creo que se le fue un poco de las manos la cosa.
P. Usted estuvo presente en el desenterramiento de Azor¨ªn.
R. Ah, eso es fant¨¢stico. De las cosas m¨¢s incre¨ªbles y menos azorinianas que he visto nunca. Azor¨ªn muri¨®, el pobre, siendo una momia ya. Se conoce que se hab¨ªa conservado muy bien en la fosa y el alcalde de Mon¨¢var, que se asom¨®, le dijo al notario, juntando los dedos: ¡°Clavado, est¨¢ clavado¡±. El pobre notario medio vomitando, p¨¢lido completamente, porque ten¨ªa que ir a dar cuenta de que era Azor¨ªn, y dec¨ªa: ¡°No, no, vayan ustedes¡±. Est¨¢bamos como cuatro personas all¨ª. Bajaron a la fosa dos sepultureros muy shakespearianos y o¨ªmos a uno que dijo, en lo m¨¢s hondo de todo: ¡°?Lo quieren ustedes entero o a trozos?¡±. Todo esto era realmente siniestro, pero ten¨ªa un lado pur¨ªsimo: hac¨ªa un d¨ªa azul, de primavera maravillosa de Madrid, y yo me acord¨¦ de que Azor¨ªn hab¨ªa estado en la exhumaci¨®n de los restos de Espronceda y le cort¨® un bot¨®n al chaleco de Espronceda. Estaba tambi¨¦n el alcalde, que era Rodr¨ªguez Sahag¨²n, al que ya le hab¨ªan declarado un c¨¢ncer y estaba ya un poco como Azor¨ªn. Y, a todo esto, la banda municipal atacando un pasodoble que se llamaba El nuevo amanecer. Esto es Madrid, esto lo sabe todo el mundo.
P. El caos.
R. ?La mezcla! Desde el siglo XVII, desde que Felipe II llega a Madrid y en una misma calle hay tres conventos, una iglesia, siete tiendas, dos burdeles o casas de juego, y mucha gente que vive. Y todo eso en una calle de 30 metros, y se saludan, se conocen, se respetan. Esto ha pervivido hasta la actualidad.
P. En la Guerra Civil: ¡°Una acera de la calle General Ricardos era nuestra y otra de ellos¡±.
R. De la Guerra Civil creo haber le¨ªdo bastantes libros, pero de pronto te dice m¨¢s de un asunto el testimonio de alguien an¨®nimo que vivi¨® ese momento, y ese detalle peque?o es mucho m¨¢s gr¨¢fico que cuarenta tomos militares o pol¨ªticos. Yo no he visto ninguna cosa m¨¢s gr¨¢fica que esa descripci¨®n de General Ricardos.
P. Lo impresionante es que se supiera qu¨¦ calle es, suelen levantarse cada pocos a?os.
R. Hay una cosa que me hace mucha gracia de Madrid: es una ciudad de la que hablan mal todos los madrile?os, pero todos hablan muy bien de su barrio. El madrile?o que ha venido de fuera, del campo, del terru?o y que se instala en Madrid reproduce su peque?a provincia y sus peque?os h¨¢bitos all¨ª donde est¨¢ y eso le hace amar, y mucho, el barrio donde est¨¢.
P. Quiz¨¢ m¨¢s que a la ciudad, a las obras.
R. Obras hay en todas partes. La m¨¢s importante que se ha hecho en Madrid, probablemente, es Madrid R¨ªo, y la cantidad de protestas que origin¨® en un primer momento: que si era una obra fara¨®nica, que si era una obra in¨²til, que qu¨¦ vamos a hacer con el Manzanares. Hoy nadie podr¨ªa prescindir de Madrid R¨ªo. Aqu¨ª en mi calle, en una de esas obras de verano, levantaron el asfalto y aparecieron los ra¨ªles del tranv¨ªa. Solamente eso te transporta al momento en que hab¨ªa tranv¨ªas y pensabas que ese tranv¨ªa ser¨ªa el que cog¨ªa Antonio Machado para venir al caf¨¦ de las Salesas.
P. De Machado cuenta Alfredo Marquer¨ªe que iba al barrio de San Ant¨®n a verse con una prostituta.
R. Se ve¨ªa en la calle que para m¨ª tiene el nombre m¨¢s bonito de Madrid: V¨¢lgame Dios.
P. Y dec¨ªa Marquer¨ªe que se encontr¨® con ellos, el poeta y la mujer, en una taberna de la red de San Luis, y que ella ¡°se parec¨ªa de un modo estremecedor a la Leonor soriana¡±.
R. Igual que Leonor, s¨ª.
P. Escribe que el d¨ªa m¨¢s importante de su vida es el d¨ªa que lleg¨® a Madrid.
R. Me baj¨¦ en la Estaci¨®n del Norte. Me impresion¨® mucho la visi¨®n de la ciudad, de la que yo ten¨ªa solo la idea lejana de una excursi¨®n escolar. No me acordaba de nada y mi ¨²nico conocimiento era por el Pal¨¦.
P. As¨ª empieza el libro.
R. Con una maleta en un lugar donde se unen dos calles en el Pal¨¦ y en mi vida, que es la Avenida de Jos¨¦ Antonio ¡ªcomo se llamaba entonces a la Gran V¨ªa¡ª y la calle Leganitos; la calle m¨¢s cara del Pal¨¦, y la m¨¢s barata. El 5 de mayo de 1971, porque el 4 es cuando me echan de casa. Y cincuenta a?os despu¨¦s aparezco en un Comisionado de la Memoria Hist¨®rica de Madrid para cambiar las calles. Como un protagonista del Pal¨¦.
P. En esa comisi¨®n estaban todos los partidos.
R. Y el 95% o m¨¢s de las decisiones que tomamos fue por unanimidad. Propusimos quitar el nombre de un franquista, pero pusimos el nombre de dos franquistas. Esto va contra la ley y estoy orgullos¨ªsimo de haber sugerido que se infringiera la ley y la ley se ha infringido en un pleno del Ayuntamiento dando una calle a Edgar Neville y otra a Mercedes Formica. Formidable. Ahora tienen calle contra la Ley de Memoria Hist¨®rica.
P. ?Qu¨¦ le parece la retirada de honores de Largo Caballero e Indalecio Prieto?
R. Largo Caballero no debe tener monumento, Prieto s¨ª. El argumento en contra para mantener el monumento a Largo Caballero lo dio Paul Preston, que dijo: ¡°Bueno, podr¨ªa decirse de Largo Caballero que era un pol¨ªtico mediocre, pero no un asesino¡±. Hombre, si tuvi¨¦ramos que dar un monumento a todos los pol¨ªticos mediocres en Madrid no podr¨ªamos salir de casa. Preston, que sale a defender a Caballero, lo hace como pol¨ªtico mediocre porque no puede decir otra cosa mejor. Por tanto, ?qu¨¦ hace teniendo un monumento?
P. ?Por qu¨¦ dice sentirse viejo y nuevo en Las Vistillas?
R. Porque todos nos quedamos antiguos, pero lo importante es que vayas envejeciendo bien. Madrid, no se sabe muy bien por qu¨¦, envejece bien. Quiz¨¢ porque se renueva. Y Las Vistillas es un ejemplo. Tiene un algo que es todav¨ªa muy humilde porque es donde empiezan los barrios bajos. Es el barrio m¨¢s antiguo de Madrid, el barrio moro, porque lo otro era la ciudadela. Ha conservado siempre ese car¨¢cter modesto, popular. En Las Vistillas se pon¨ªan los puestos de melones y sand¨ªas durante el verano, y a m¨ª me parece, cuando voy all¨ª, que ese Madrid provinciano todav¨ªa se conserva. Madrid el siglo XIX lo conserva muy bien, del XVII casi nada. Del XVIII muy poco. El XIX se conserva muy bien, entre otras cosas porque ha ayudado a conservarlo Gald¨®s.
P. Cuenta c¨®mo nace el Sal¨®n de Pasos Perdidos, sus vol¨²menes de diarios: ¡°El d¨ªa en que me dije que quiz¨¢ valga la pena contar lo que me pasaba a gentes que tampoco esperaban que se lo contara¡±.
R. El diario es un lugar donde vives con reposo lo que has vivido, nada m¨¢s. Con reposo quiero decir con reflexi¨®n y con intenci¨®n, como en una obra literaria.
P. Un diario, dice, es un ¡°tendr¨ªa que haberle dicho, un tendr¨ªa que haber hecho¡±.
R. Mis diarios no son una especie de desahogo, o un ajuste de cuentas, porque han pasado diez a?os y muchas de las cosas se han quedado muy antiguas. Se escriben como diarios y se publican como novelas precisamente porque les doy un sentido, cosa que la vida no tiene. Las vidas no tienen sentido. Tienen sentido las ficciones, por eso las novelas funcionan como ficci¨®n. En mis diarios, que ya son unas 14.000 p¨¢ginas, de quien menos hablo es de m¨ª.
P. Es mucha vida.
R. Una vez me pregunt¨® alguien con mucha malicia que por qu¨¦ alguien como yo, al que no le pasa nada, ten¨ªa un diario tan largo. Y le dije que porque hablo de gente como ¨¦l y a mis lectores la gente como ¨¦l les hac¨ªa much¨ªsima gracia. Ese es el secreto de este diario.
P. La vida de un hombre corriente, enti¨¦ndase corriente como se quiera, puede tener tantas p¨¢ginas como quiera. Perder un autob¨²s contado con gracia pueden ser tres o cuatro.
R. Absolutamente. No hay vidas m¨¢s importantes que otras, hay vidas bien o mal contadas. Hace muchos a?os conoc¨ª a la marquesa de Quintanar, Elena Escudero y Ohaco, mujer del marqu¨¦s de Quintanar, due?o de Acci¨®n Espa?ola, uno de los m¨¢s reaccionarios, y que fue la que pag¨® el avi¨®n de Sanjurjo para sumarse a la rebeli¨®n de Franco y viaj¨® a Portugal a comprar armas. Luego Franco desterr¨® a su marido a Mallorca. En fin, una vida de cuidado. En Planeta le encargaron unas memorias. Yo la hab¨ªa conocido y era divertid¨ªsima, contaba mil historias. Me he puesto a contar mi vida, dec¨ªa, y lo que puedo contar no tiene el menor inter¨¦s, as¨ª que llevo 16 p¨¢ginas y no me da m¨¢s. Ten¨ªa una buena vida, pero mal contada daba para 16 p¨¢ginas.
P. Las cosas s¨®lo le pasan a quien sabe contarlas, escribe Manuel Arroyo-Stephens en Pisando Ceniza.
R. Exacto. Ese es un libro extraordinario, como su autor.
Madrid
Destino, 2020
560 p¨¢ginas. 24,90 euros
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