Yo, que soy t¨², que soy ellos: el arte de Fina Miralles
El MACBA dedica una amplia retrospectiva a la artista catalana, cuya obra pol¨ªtica y radical resuena en el ecofeminismo de hoy
Fina Miralles (Sabadell, 1950) se llama Josefina por su abuela. De ella ha heredado tambi¨¦n el RH negativo y el reumatismo. Las manos r¨ªgidas y los dolores de rodilla. De peque?a jugaba a hacer caras con el yeso que su padre utilizaba para hacer moldes de dentadura y pintaba con acuarela el mismo plato que lavaba una y otra vez, como si fuera un lienzo eterno. Cuando acab¨® Bellas Artes odiaba ya la pintura al ¨®leo, el cuadro, la tela, el caballete, los pinceles y cualquier mirada literal a la realidad. Su mundo real era otro: ese que no se ve, pero que se piensa. El mundo de las ideas. Seguramente por eso, pronto sintoniz¨® con las ideas del arte conceptual que en aquellos primeros a?os setenta ven¨ªan a revolucionarlo todo. Un arte que miraba de cerca las pr¨¢cticas povera y el Land Art, la performance y el happening. Creaciones que defend¨ªan las obras ef¨ªmeras, el arte en la calle y la participaci¨®n del espectador. Un arte d¨¦bil, dec¨ªan los te¨®ricos entonces, que hab¨ªa tenido su punto de arranque en la po¨¦tica de Joan Brossa y que, lejos de las tendencias del norte, m¨¢s fr¨ªas y desmaterializadas, en Catalu?a abogaban por el uso del paisaje, por la reconsideraci¨®n del objeto y por abrir un debate entre lo natural y lo artificial. Ah¨ª Fina Miralles encontr¨® todo lo que necesitaba, entender la vida a partir de la vivencia y la obra de arte como esa vida: una cosa que te lleva a la otra, causa y efecto siempre, como en la naturaleza.
Es importante fijarse en esos detalles al recorrer la exposici¨®n que el MACBA ha organizado de gran parte de su trabajo, bajo el comisariado de Teresa Grandas, y un t¨ªtulo que parece una r¨²brica donde abrazarlo todo. Soy todas las que he sido, dice. En un primer momento, y con el primer paseo por la muestra, organizada cronol¨®gicamente, parece que se refiere a las muchas finas que ha acumulado a lo largo de los a?os. De los distintos formatos y de las escalas. De las fotograf¨ªas y las pinturas. De la proximidad del arte conceptual. Y, al mismo tiempo, de su mirada a la naturaleza y a la cultura del campo y, a la vez, al feminismo. De sus obras m¨¢s conocidas y las m¨¢s desconocidas. Aunque luego, en una segunda vuelta, pronto ves que la mujer que hay bajo esas obras bucea en otra dimensi¨®n oculta en sus ra¨ªces sumergidas en las profundidades del mar.
Quiz¨¢s por eso emociona tanto ver obras como El retorno (2012): Fina Miralles, a sus 62 a?os, en el mar: desnuda, ingr¨¢vida y libre. Ausente pero presente. Tambi¨¦n obras como Standard (1976), donde la escritura se vuelve epifan¨ªa: la artista sentada y atada en una silla de ruedas, sometida a una proyecci¨®n de diapositivas, algunas de su familia, otras de los estereotipos que habitaban en las revistas. En 1975, a?o en que fallec¨ªa su madre, Fina Miralles deja algunas de sus obras ic¨®nicas, llenas de met¨¢foras: su cuerpo cubierto de paja, de hierba y de tierra. Tambi¨¦n la vemos hablar con los ¨¢rboles, rellenar sus huecos, fusion¨¢ndose con ellos, como quien busca respuestas.
Sabemos que Fina Miralles es una Mujer-?rbol desde que en 1973 se plant¨® en mitad del campo y enterr¨® sus piernas en la tierra. Desde tiempos ancestrales, la imagen de la mujer se hibrida con los ¨¢rboles para hablar del poder y la fuerza de la fertilidad y del sentido del ciclo de la vida. Ah¨ª est¨¢ Frida Kahlo y sus Ra¨ªces (1943), una mujer vegetal arraigada a un territorio des¨¦rtico. Tambi¨¦n las acciones que Ana Mendieta defin¨ªa como Dead Tree Area (1976-77). O Louise Bourgeois y su Topiary III (1999): un ¨¢rbol de ramaje generoso que se sostiene sobre las extremidades inferiores mutiladas y min¨²sculas de un cuerpo femenino. ?rboles, como los de Miralles, que reclaman un papel primordial para la mujer, el que tuvo en las culturas primigenias: la mujer como madre tierra, autosuficiente, capaz de engendrar. Aunque m¨¢s all¨¢ de la denuncia ecol¨®gica y feminista, el ¨¢rbol del que parece hablar la artista es del geneal¨®gico, ese acertijo insondable. De todas esas mujeres de la tierra que estuvieron antes que ella. Tambi¨¦n de las que vendr¨¢n. De ese ¨¢rbol de laurel metido en la cama, lugar c¨®smico donde ella sol¨ªa acurrucarse con su madre. De aquellas manos f¨¦rreas de su abuela Fina.
Esta exposici¨®n es importante por varias cosas. Primero, por el repaso que hace al trabajo de una artista resistente a las revisiones y que hace tiempo que merec¨ªa una gran exposici¨®n, aunque personalmente se me ha hecho corta. Segundo, porque habla de una Barcelona art¨ªstica que dista mucho de lo que es hoy la ciudad, y la comparativa resulta abrumadora desde un MACBA que cumple 25 a?os abierto a la incertidumbre de otro cambio m¨¢s de etapa y de direcci¨®n. Hablo de los mejores a?os de la Sala Vin?on, un espacio experimental que se abri¨® a los primeros pasos de muchos artistas. De la Sala Tres y de la Galer¨ªa G. De ese momento de cierta oficializaci¨®n del conceptual por parte de instituciones como la Fundaci¨® Mir¨® y, ya en los a?os ochenta, por un mecenazgo privado protagonizado, sobre todo, por Rafael Tous, gran coleccionista e impulsor de nuevas pr¨¢cticas de arte alternativo en el Espai Metr¨°nom, creado en 1980. Aunque, por encima de todo, habla de lo que significa ser artista, y ah¨ª reside todo el valor, el que seguramente no se le haya dado a una Fina Miralles escurridiza con el mercado y las convenciones. Una exposici¨®n que habla de la necesidad de perderse, de no saber entenderse, de ser fiel a un caos org¨¢nico donde, cuando las palabras se acaban, empieza el gran alarido eterno. Esa libertad instintiva perdida hist¨®ricamente y tan reclamada aqu¨ª.
Soy todas las que he sido. Fina Miralles. MACBA. Barcelona. Hasta el 5 de abril de 2021.
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