Chris Reynolds, la vi?eta como inquietante lugar mental
Se publican por primera vez en espa?ol los c¨®mics del gal¨¦s Chris Reynolds, autor de culto que, entre mediados de los a?os ochenta y los primeros noventa, cre¨® un extra?o mundo en su revista autoeditada ¡®Mauretania Comics¡¯
A veces pasa. A veces el alumno rescata al maestro. El maestro ni siquiera sabe que es un maestro. Ha estado escribiendo o, en este caso, ha estado dibujando sus historias desde hace un tiempo sin tener la sensaci¨®n de que importaban demasiado. Pero lo hac¨ªan. Alguien las hab¨ªa encontrado y las hab¨ªa convertido en aquello que le dec¨ªa que lo que estaba a su vez ten¨ªa un sentido. Eran un peque?o tesoro escondido. Y entonces ese otro alguien se hizo famoso, y empez¨® a decir que buena parte de lo que el mundo estaba viendo se lo deb¨ªa a un artista que hab¨ªa pasado lamentablemente desapercibido. Ocurri¨® en el caso de John Fante. Charles Bukowski no hizo otra cosa que intentar seguir sus pasos. Y cuando se hizo famoso, hizo famoso a un Fante entonces ya moribundo. No es exactamente eso lo que ha pasado con Seth y Chris Reynolds, pero es algo parecido.
No es exactamente as¨ª porque Seth y Chris Reynolds fueron, en alg¨²n sentido, contempor¨¢neos. El primero naci¨® en 1962; el segundo hab¨ªa nacido en 1960. Pero s¨ª podr¨ªa decirse que, cuando Seth empez¨® a publicar, ya hab¨ªa le¨ªdo los misteriosamente cotidianos ¡ªy a la vez, por momentos, extremadamente terror¨ªficos, de un terror existencial y casi kafkiano¡ª c¨®mics de Reynolds. Formaron parte, cuenta el propio Seth, de ¡°la breve explosi¨®n de energ¨ªa comiquera que surgi¨® de Inglaterra en la segunda mitad de los 80¡±, cuyo motor era la revista Escape. Reynolds es escoc¨¦s. Empez¨® a publicar en 1986. Se autoedit¨® los primeros 16 n¨²meros de algo que ¨¦l mismo llam¨® Mauretania Comics. Penguin Books le public¨® su primera novela gr¨¢fica ¡ªMauretania¡ª en 1991.
Luego se diluy¨® en el tiempo. Desapareci¨®, de alguna forma. Pero ya hab¨ªa cautivado a Seth, que empez¨® a buscar hasta la ¨²ltima de las publicaciones en las que colabor¨®, o que edit¨® ¨¦l mismo. Seth coleccion¨® sus c¨®mics durante a?os. No supo c¨®mo dar con ¨¦l. Le parec¨ªa francamente tr¨¢gico que hubiera tirado la toalla. Pero entend¨ªa a la vez que lo hubiera hecho. Porque la vida de historietista, dice, no ofrece recompensa a la altura de tan ¡°ardua tarea¡±. Lo cuenta en el pr¨®logo de la recopilaci¨®n que acab¨® impulsando y que incluye todo lo que consigui¨® reunir. Recopilaci¨®n que en Espa?a publica Libros Walden y que lleva por t¨ªtulo Este era el lugar, y cuyo subt¨ªtulo ¡ªHistorias misteriosas sobre tiempos y lugares¡ª deja claro en qu¨¦ consiste lo que hace Reynolds.
?Y qu¨¦ hace Reynolds? Por ejemplo, coloca a un tipo llamado Monitor a trabajar en una cafeter¨ªa en un pueblo solitario. El pueblo es tan solitario que no parece que nadie entre en la cafeter¨ªa. Un d¨ªa, ese tipo recibe una carta. La carta es de alguien que le ha legado la casa que ve desde la cafeter¨ªa. Era la antigua casa de unos amigos de sus padres. Por dentro, la casa es extra?a. El mundo es misterioso, se dice. Monitor es el personaje central de su obra. Es tambi¨¦n extra?o, est¨¢ siempre fuera de lugar. Viste una especie de traje de astronauta. ¡°Casi la concepci¨®n que tiene un ni?o de un traje espacial¡±, dice Seth. Nadie habla de ello. Todo lo que le rodea es en apariencia corriente. Pero en realidad no lo es. Seth se pregunta si no debi¨® crearlo cuando era ni?o.
Dejemos que sea el propio Reynolds quien responda. ¡°Monitor surgi¨®, creo, de la tira c¨®mica Billy the Cat ¡ªque public¨® la revista de c¨®mics Beano entre 1967 y 1974¡ª. Aunque no empez¨® teniendo ese aspecto. Era una especie de monstruo en al menos uno de los c¨®mics que dibujaba de ni?o. Por entonces le¨ªa muchos c¨®mics b¨¦licos tipo Commando. Cuando ten¨ªa 10 a?os, pas¨¦ un a?o en casa de una t¨ªa abuela. Mi t¨ªa ten¨ªa una vecina que ten¨ªa un mont¨®n de esos c¨®mics y por no tirarlos me los regal¨®. Eran mundos en blanco y negro, con l¨ªneas cruzando el cielo, y recuerdo salir a la calle buscando esas l¨ªneas¡±, cont¨® en una de las pocas entrevistas que circulan. Tambi¨¦n, dice, le¨ªa mucho c¨®mics de Batman, y los cruzaba con American Splendor. Se imaginaba c¨®mo pod¨ªa un mundo alumbrar otro.
En sus historias, dice Seth, la belleza es ¡°tan calma que es pura poes¨ªa¡±. Hay en ellas la sensaci¨®n de un lugar. Es decir, que el lector que observa est¨¢ realmente traslad¨¢ndose al sitio que ve como si ese sitio existiera, como si fuese alg¨²n tipo de sitio mental, parte de un sue?o o recuerdo reconocible. ¡°Si alguna vez has pasado tiempo lejos de casa vagando por un pueblo o ciudad desconocida, seguramente reconocer¨¢s la sensaci¨®n fascinante pero tambi¨¦n ligeramente triste que crea¡±, dice Seth. Utiliza siempre un saturad¨ªsimo blanco y negro, y nueve inalterables vi?etas por p¨¢gina. ¡°Lo de las vi?etas es porque no quer¨ªa despistar al lector, lo convert¨ª en una especie de gram¨¢tica personal¡±, cont¨® Reynolds. Tambi¨¦n habl¨® de lo que le gustan Di Chirico y Edward Hopper.
Una metamorfosis
Aunque la pintura nunca ha sido lo suyo. Quiere que el lector se quede. Que no se limite a mirarle y a seguir su camino. Y lo que consigue, con esa aparente sencillez suya, capaz de concentrar alt¨ªsimas dosis de extra?eza ante lo cotidiano, es encerrarlo en otro mundo que podr¨ªa tener algo de dist¨®pico por lo extraordinariamente fuera del mundo que parece. ¡°Nunca he querido parecer demasiado dist¨®pico. Aunque reconozco que me gusta que lo que hago tenga una atm¨®sfera en cierto sentido dist¨®pica. Pero no hay tremendismo, las cosas siempre acaban bien¡±, confesaba en esa entrevista, en la que tambi¨¦n se mostraba sorprendido por la forma en la que Seth hab¨ªa entendido su obra. ¡°Eso es, pens¨¦ cuando le¨ª su art¨ªculo. Y no ten¨ªa ni idea¡±, confes¨®.
Seth se?ala que los temas de su obra tienen siempre que ver con la fascinaci¨®n por el lugar, con la persistencia y el misterio de la memoria, con cierta preocupaci¨®n por los efectos del dise?o, y con el poder de la intuici¨®n. Tambi¨¦n dice que todo lo que el protagonista de la historieta observa, le lleva a una transformaci¨®n. Que la transformaci¨®n, la metamorfosis, por peque?a que sea ¡ªy casi siempre es una transformaci¨®n espiritual¡ª parece el fin de todo lo que ha escrito y dibujado. ¡°Sus personajes creen que es el instinto y no la raz¨®n lo que mueve el mundo¡±, escribe Seth. Y Reynolds se muestra de acuerdo. Que lo que describe resulte absurdo hasta cierto punto ¡ªjugando m¨¢s con el ce?o fruncido que con la sonrisa¡ª tambi¨¦n tiene una intenci¨®n. La de dejarlo todo en suspenso. Acercarse a un potent¨ªsimo alejamiento en el que pasado, presente y futuro conviven inevitablemente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.